Lucero Desperté sintiendo el olor de café recién hecho, mis ojos se abrieron encontrando a Ramiro dejando una bandeja con el desayuno en la mesa y al girarse me ve un poco sorprendido. —Lo envía tu padre, no te hagas ilusiones. —No lo hice —respondí gentil acomodándome en la cama. —¿Te quedarás con nosotros o permanecerás en casa hasta el día de la boda? —Ya veremos, igual seguirás bajo estricta vigilancia las veinticuatro horas. —Por mí está bien, entre más rápido me acostumbre mejor —se acercó dejando su rostro muy cerca al mío queriendo intimidarme, pero no lo consiguió. —Nada de lo ocurrido anoche cambiará tu vida o mis planes contigo, pero puedes conseguir beneficios de seguirte portando como una buena golfa. —Tú sí sabes rebajarme de nivel en un segundo —rio repasando mi mentó