El sábado comenzó con el sol brillante, claro signo de que sería un buen día.
Cameron se estiró bajo los rayos de luz, aprovechándolos antes de que el clima volviera a enfriarse. Se acercaba la Navidad y con ella la nieve, pero por el momento, podía fingir que estaba en pleno verano.
—Hey, hey —las manos de Marlon en torno a sus brazos la hicieron reaccionar—. Bájalos, ya antes de que alguien te vea.
Ella frunció el ceño, mientras obedecía.
—¿De qué hablas?
—De que tu maravilloso… —guardó silencio, sin saber cómo continuar—, …ya sabes…
—¿El chest binder?
—Shh, no en voz alta —se quejó el chico, apenado—. La cosa es que… eso… no termina de esconder tu pecho, sobretodo si levantas los brazos así.
—Actúas como un niño de doce años.
—Trato de mantener tu identidad de niña en secreto —le recriminó—, lo que, si me permites quejarme, era mucho más fácil antes de que comenzaras a crecer más en algunas partes.
Ella se sonrojó de golpe: sabía que tenía su pecho más desarrollado que otras chicas… ¡pero no era la idea que él lo dijera de esa manera!
—¡Marlon! —gritó, avergonzada.
—¡Cam, Marlon! —unas voces a un par de metros llamaron su atención.
De inmediato voltearon, encontrándose con Tyler y Pablo, quienes venían corriendo a un par de metros.
Cameron olvidó todo su enfado de golpe.
—Oh, cuidado con que se te vea la baba —se burló Marlon, consiguiendo que Cameron lo golpeara en el hombro.
—Cállate ya —le ordenó, sin dejar de admirar al muchacho rubio, quien el día de hoy usaba jeans negros y un suéter naranja.
Sin quererlo, observó por el rabillo del ojo su reflejo en una vitrina: ¿serían acaso sus jeans azules y aquel suéter n***o algo apropiado para salir?
Los pantalones eran de Marlon y el suéter era de Albert, quien en un acto de compasión, se lo había prestado por ese día.
Como siempre, Cameron le había dicho a su madre que saldría con Amanda e iría a quedarse en casa de Marlon por la noche.
A su madre no le importaba: la noticia de que había vuelto a verse con Amanda la emocionaba, después de todo, esperaba que la joven de cabello uva pudiera orientar a su hija.
—¿Tardamos demasiado? —preguntó Tyler, respirando agitado.
—No —respondió Cameron.
—Todo es tu culpa, idiota —se quejó el rubio, fingiendo indignación—. Si no te hubieras tardado tanto en despertarte…
—¡No inventes excusas! —le retó Tyler, molesto.
—Vamos chicos, no peleen…
—¿Cuál es el panorama para hoy? -preguntó Marlon, sonriente.
—Comer.
—Comprar.
—¡Y divertirnos!
—¡Muy bien! —Tyler alzó el puño—. Primera parada: la tienda de ropa. Personalmente, recomiendo esa ubicada junto al cine.
Cameron no pudo evitar sonreír al reconocer que hablaba de su tienda favorita. ¡Su amigo era simplemente el mejor!
**
La tienda estaba llena de ropa y de, obviamente, chicos y chicas comprando.
Cameron amaba ese tipo de tienda: podía hallar muy buenas cosas y a muy buen precio. Era básicamente la mejor oferta de todas.
En poco más de diez minutos, se había hecho con tres pantalones y seis camisetas que podía combinar de distinta forma.
Estaba dirigiéndose a la caja, lugar en el que Tyler trataba de convencer a Marlon de que la chaqueta negra que llevaba en sus manos no era la mejor opción, cuando la vio:
Una camiseta.
Pero no una camiseta común y corriente, sino que una camiseta negra, holgada y con un cuello que aseguraba no estrangulaba, y que, además de eso, llevaba consigo el diseño de un gato blanco en la espalda.
¡Era perfecta!
Se acercó emocionada a revisar la etiqueta del precio y entonces, dolió. ¡No podía pagar aquello!
—Ah… demonios… —suspiró.
Pablo llegó a su lado, interesado.
—Está bonita. ¿Por qué no la compras?
Ella le miró, indecisa. ¿Cómo explicarle su complicado sistema de compras que se veía ya de por sí limitado?
—Ah… bueno…
—¿Te falta dinero?
—N-No es eso —aseguró de prisa—. Es que… es que a mamá no le gusta cómo me visto.
Y era verdad.
Adoraba aquella camiseta, pero si la compraba, ¿quién le aseguraba que la tendría más de una semana?. Por eso optaba por la ropa de segunda mano, porque era barata y podía sacar cosas muy buenas de allí.
Pablo la observó fijamente antes de asentir, con la mirada sería.
—Entiendo.
—¡Qué no te vas a llevar la maldita chaqueta!
—¡Tú siempre quieres lo que yo quiero!
Voltearon atraídos por el grito y observaron, asombrados, como Marlon y Tyler comenzaban a discutir. Pablo alzó las cejas sorprendido, Cameron en cambio, se cubrió el rostro, humillada.
Ese par era tan idiota cuando se trataba de ropa…
Luego de eso, continuó el almuerzo, seguido de un largo rato en las tiendas de manga y videojuegos.
Para su mala suerte, el día había terminado terriblemente rápido, pero aquello no importaba: la habían pasado muy bien juntos.
Ahora solo quedaba volver a casa de Marlon, que era donde Cameron se quedaría junto a Tyler para una improvisada pijamada.
Pablo, claro, no tenía permiso.
—No es personal —le había explicado a Marlon—, sólo que mi madre es un tanto exigente con esos temas…
—Mejor así —le había susurrado Tyler a Cameron, podemos hablar de la banda con normalidad.
Y entonces…
—Oh, Cam —Pablo la llamó en el último segundo, justo antes de entrar en la estación—. ¿Quieres ir por algo de beber?
Tyler y Marlon se miraron al instante, aunque Cameron se quedó estática en su lugar.
¿Acaso eso era… una invitación a salir?
—Hey, tarado, ¿qué planeas? —preguntó Tyler, mirando fijamente a Pablo.
—¿Envidia, Ty?
—No es eso, pero… —Tyler miró preocupado a Cameron, pero no dijo nada.
—No es nada extraño —lo regañó Pablo—, solo quiero beber algo. No te preocupes, me aseguraré de que no nos maten ni nos secuestren un montón de terroristas.
—Ahora se la pasara pensando en eso —se quejó Marlon—. Con su sentido de "súper papá".
—Ja, ja —Tyler frunció el ceño—. Muy gracioso.
—Ya vámonos —le apuró el castaño—, mi madre me matará si no llego antes del anochecer.
Tyler en cambio, parecía más reacio a marcharse.
—Cameron, ¿seguro que estarás bien?
Ella ni siquiera debía pensarlo. ¡Su primera cita con Pablo!
—¡Claro que sí!
Después de todo, se trataba de Pablo. Sin dudarlo escogería un sitio tranquilo y…
**
—¡¿Un bar?!
Su primera reacción fue negarse al ver el pequeño letrero, pero la mirada de Pablo se lo impidió.
—¿Te preocupa el asunto de la edad? Tranquilo, conozco al dueño.
—Bueno… —le siguió, sintiendo el aire desaparecer.
No quería hacerse una idea adelantada de lo que encontraría dentro, pero pronto las imágenes de un par de ancianos ebrios, una mesa de billar sucia y manchas en las paredes, llegaron a su mente.
—Vamos, confía.
Y sin decir más, el chico ingresó dentro.
Cameron aguantó unos cuantos segundos antes de entrar tras él, porque sinceramente la opción de quedarse fuera sola, era mucho peor.
Lo primero que notó, fue la mesa de billar en una esquina… pero era completamente diferente a la que tenía en su mente: estaba limpia y bien cuidada. El lugar era pequeño, pero confortable y cálido. Bien iluminado y con aroma a cigarrillo, como tanto temió, pero ordenado, sin polvo ni manchas, parecía casi un restaurante familiar.
Lo único que resaltaba era el tipo de personas: adultos.
Al instante estuvo segura de que debían ser los únicos adolescentes en el lugar.
—Apuesto a que te imaginabas un sitio de mala muerte —la reprendió el chico rubio, mientras la guiaba a la barra.
—L-Lo siento…
—No te preocupes, siempre sucede —tomó asiento y ella hizo lo mismo a su lado.
—¡Niños, no! —gritó un hombre mayor, con un largo cabello blanco peinado, mientras caminaba hacia ellos.
Cameron casi dio un salto para escapar, pero la sonrisa de Pablo la calmó de inmediato.
—¡Eros! —Pablo fingió superioridad, de una forma que ella jamás había visto—. ¡Ya no soy más un niño!
—Siempre serás un mocoso, Pablo —le respondió el hombre, antes de lanzarle una mirada a Cameron—. ¿A quién me traes ahora?
—Él es Cameron, un amigo. Cam, él es Eros, mi padrino —le contestó de forma automática.
El hombre frente a ellos suspiró.
—Ay, mocoso… ¿cuándo será el día en que me traigas a tu novia?
Cameron se sonrojó, no pudo evitarlo. Pablo en cambio, bufó.
—Cuando dejes de ser un pervertido.
—Pues tenemos toda la vida por delante —rió largamente—. ¿Qué vas a tomar?
—Lo de siempre -respondió con calma, justo antes de girar hacia Cameron—. ¿Qué quieres tú? ¿Una cerveza?
—¿B-Bebes?
—A veces, como el bar es de este viejo pervertido, tengo permiso de mis padres.
Frente a ellos, el hombre sacó una jarra y destapó una de las cervezas.
—Sí, pero ya sabes, si llega un inspector ¿qué debes decir?
—"Me he perdido y pedía indicaciones" —respondió Pablo con calma. Cameron estalló en una risa—. ¿Qué?
—Parece la excusa de un niño de siete años —le explicó.
—Es porque la cree a los siete años —respondió el chico, orgulloso—. Antes de venir aquí, el bar estaba en la ciudad de donde vengo, y siempre después de la escuela debía quedarme una hora allí esperando a que llegara papá.
—Entiendo.
—Extraño tanto esos días —Eros fingió que una lágrima escapaba de su ojo—. ¿Qué vas a querer tú, chico?
—A-Ah… bueno… —Cameron dudó: la única vez que había probado alcohol había sido durante una reunión familiar… ¡y había terminado haciendo el ridículo!—. N-Nada por ahora…
—Cuando quieras algo, avísame.
—¿Y-Y para qué me has invitado aquí? —preguntó con timidez a Pablo.
El chico sonrió.
—En verdad, quería preguntarte por Tyler…
Camerom suspiró.
—Una cerveza, por favor —pidió, sin poder evitar la decepción que aquello le produjo.
Pablo rió.
Pronto, un par de jarras con rebosante espuma blanca se posaron frente a ellos.
—Cortesía de la casa.
—¡Gracias!
Ella dio un pequeño sorbo, sintiendo el sabor agrio de inmediato.
¿Cómo aquello podía saberle bien a otros?
—¿Y qué quieres saber de Tyler?
—Bueno, específicamente mamá me pidió que le comprara un regalo, pero no sé bien que darle.
—Creí que eran mejores amigos… —replicó débilmente.
—Sí, pero no nos vemos desde hace cuatro años. El nuevo Tyler tal vez sea diferente.
Cameron lo pensó detenidamente un rato.
—Pues… ¿qué le regalarías al viejo Tyler?
Pablo rió.
—Un tomate.
—¿Eh?
—Una broma interna —confesó—, aunque la verdad, un tomate sería un muy buen regalo…
Ella sonrió, pese a no entender.
—Pues, si te parece bien, entonces será el regalo perfecto.
—Oh, gracias por ayudarme.
—De nada.
—A veces es difícil elegir un buen regalo.
—Ni que lo digas —sonrió ella—. Tyler y Marlon comienzan a planear que obsequiarme por mi cumpleaños un mes antes, se complican demasiado y al final, siempre terminan obsequiándome un chocolate.
Pablo la miró.
—Tú… ¿estarás de cumpleaños pronto?
—El 21 de diciembre, de hecho —sonrió—. ¿Y tú cumpleaños?
—Fue durante las vacaciones de otoño —contestó con calma—. Lo celebré en casa.
Cameron le observó fijamente.
—¿No extrañas tu ciudad?
El chico guardó silencio un instante, el cual aprovecho para darle un trago a su cerveza.
—No realmente —respondió con seriedad—. Lo único bueno de mi vieja vida era Tyler, pero se fue antes de acabar la secundaría… así que imaginaras que volver aquí ha sido algo muy especial para mí.
Sonrió al final, consiguiendo que Cameron sonriera.
—Parece que Tyler es alguien muy importante en tu vida.
El chico rió, con ternura.
—Sí —respondió—. De hecho… mi vida no sería la misma de no ser por él. Realmente… realmente Tyler es especial para mí, creo que no podría vivir sin él…
Lo último lo susurró suavemente, con un brillo de añoranza en su mirada, como si en ese mismo instante, estuviera pensando en el chico de cabello azabache.
Y de pronto, Cameron tuvo un extraño presentimiento.
Aquella mirada en Pablo era de…
—Por casualidad… —él clavó sus ojos azules en ella, expectante a que terminara la pregunta—. Por casualidad… ¿Estás enamorado de Tyler?
***
—¡Achis!
—Salud —respondió Marlon de inmediato, mientras continuaba leyendo su historieta.
—¿Habrá alguien hablando de mí?
—¿Con tus mejores amigos solos? Pff… ya deben haber revelado todos tus secretos oscuros.
Tyler frunció el ceño.
—Maldito Pablo, lo llamaré por teléfono —decidió. Sacó el teléfono, marcó el número y esperó…—. ¡Agh, maldito!
—¿No contesta? —preguntó Marlon, desinteresado.
—No. Y ya es tarde.
—Dijo que volverían a las diez, ¿no?
—Sí, pero…
—¿Qué cosa?
—¿Qué pasa si descubre la identidad de Cameron?
—Ah, relájate, eso no pasará —volteó a hojear la historieta y al no oír respuesta, giró a verlo—. ¿Por qué te preocupa tanto? —sonrió burlesco—. ¿No será que estás enamorado de él?
Tyler enrojeció de golpe.
—Oh, eres un idiota, no es así.
—¿Entonces?
—No es nada especial… —bufó, sonrojado—. Sólo me preocupo, es todo.
—A mí me huele a gato encerrado —decidió el chico castaño—. Y como sé que eres cerrado, debes tener más de un motivo oculto. Escupe o difundiré un rumor. Tengo contactos… —canturreó, señalando su teléfono.
—No lo harías.
Por toda respuesta, Marlon alzó sus cejas y comenzó a teclear palabras en su celular.
—"Hey, Zen, ¿sabías que Pablo y Tyler están…?"
—¡Está bien, está bien! —gritó Tyler apenado—. ¡Pero no lo envíes!
Su amigo sonrió y cerró el teléfono.
—Escupe.
—Tsk… a Pablo lo molestaban un montón en la primaria —explicó Tyler, con calma—. Y luego en la secundaria nos hicimos amigos, así que comencé a cuidarlo y todo…
—¿Tú lo defendías de los chicos que lo molestaban?
—Sí.
—¿Y qué tan malo era?
—Bueno, la verdad es que era bastante —hizo una mueca—. Pablo no lo soportaba y solía quedarse callado al respecto, creía que no era justo involucrar a los demás en sus problemas.
—¿Y es por eso que es tan inseguro siempre? —Tyler asintió—. Woah…
***
—¿Ena… morado? —susurró, mirándola con asombro—. Ah…
Desvió la vista y se mordió el labio, tal vez indeciso sobre si seguir hablando o no.
Cameron tragó.
No, no era posible. ¿En verdad él…?
Y de pronto, el chico estalló en una carcajada.
—¡Tiene que ser una broma! —gritó Pablo, con lágrimas en los ojos. Cayó sobre la barra y comenzó a golpearla, mientras se sostenía el estomago— ¡¿Yo enamorado?! ¡¿Y… Y… de Tyler?!
Aquello la sorprendió, jamás había visto a Pablo tan enérgico. Solía ser tímido y reservado, a menos que estuviera con Tyler.
—Eh…
Él volvió a verla, tratando de aparentar seriedad, justo antes de volver a estallar en una risa.
—Es que… ¿es en serio?
—P-Perdón —ella le miró, sin comprender.
El chico siguió riendo un rato, antes de detenerse y observarla, con la ceja alzada.
—¿Por qué crees eso?
—A-Ah… bueno… es porque siempre pasan mucho tiempo juntos.
—Eso no hace que me guste… —replicó él. Cameron guardó silencio, indecisa—. ¿En verdad quieres saber? —ella le asintió y él suspiró, tranquilizándose por fin—. La verdad es que mi infancia no fue particularmente agradable… ir a la escuela fue un completo asco, odiaba cada día que pasaba y no le veía fin… Nadie lo sabía en verdad, yo lo escondía bastante bien, pero cuando traté de suicidarme, fue como cruzar una línea y todo… sobre todo porque…
Ella le detuvo, anonadada.
—¿Qué tú qué…?
—Agh, lo siento… no es una forma agradable de decirlo… —susurró, nervioso—. Yo… bueno, jamás he hablado de eso con otra persona, no sé cómo debería decirlo…
Cameron asintió.
—Entonces… ¿cómo es que…?
Por toda respuesta, Pablo alzó su brazo derecho, aunque primero verifico que su padrino no estuviera cerca, y subió la manga de su poleron. Cameron creyó que vería marcas en su muñeca, pero para su sorpresa se encontró con una larga cicatriz en el antebrazo.
—Leí que si querías hacerlo de verdad esto era más fácil que cortarte las muñecas —explicó, con los labios curvados en una sonrisa tímida—. Ahora es un recordatorio de lo cerca que estuve de irme…
—¿Y cómo…?
—¿Sobreviví? —Cameron desvió la vista y asintió, no aguantaba la profundidad de sus ojos—. Agh… Tyler me vio desde su cuarto. Como consejo, si tratas de suicidarte, no lo hagas con la ventana abierta.
—¿Fue a ayudarte?
—Oh, más que eso —contestó, con una sonrisa confiada—, llamó a una ambulancia, corrió a mi casa y me insultó, mientras me ayudaba a detener la hemorragia… intenté que se fuera, pero entonces me mordió.
—¿De verdad te mordió?
—Dijo que fue el calor del momento —rió el chico—. Luego, en el hospital, inventó una historia por mí, para que mis padres no se dieran cuenta y cuando por fin salí me dio la paliza de mi vida… por lo que tuve que volver al hospital. Desde entonces, somos mejores amigos.
—Oh…
—Por eso digo que no podría vivir sin él… —repitió, girando un poco la cabeza—, literalmente me salvó la vida, así que no podría vivir sin él.
Ella le miró, asombrada y entonces, cayó en la cuenta de lo que había dicho.
—¡L-Lamento haber confundido todo! —se disculpó, asustada.
Él rió, rompiendo la tensión.
—¿Cómo que enamorado de Tyler? La simple idea es… ¡puaj! —hizo una mueca de asco y Cameron rió—. Es decir, no saldría con un chico que comió un insecto con mayonesa por una apuesta.
Cameron lanzó una carcajada de solo imaginarlo.
—Ugh, ¡qué asco!
—Salud por eso —rió el chico, llevando la jarra a sus labios.
Cameron sonrió y también bebió.
No le gustaba tanto el sabor, pero allí y en la compañía de un amigo, no resultaba tan agrio.
**
Cameron bostezó y apoyó su brazo sobre la barra mientras observaba al chico frente a él y es que estaba seguro de que ver a Cameron ebrio, no era cosa de todos los días.
"Tyler va a matarme de seguro", pensó, divertido.
No necesitaba ser un genio para saber que su mejor amigo le haría un escándalo.
—No me siento bien —se quejó Cameron, tratando de mantener fija la vista en su cerveza.
—Tienes muy poca resistencia al alcohol —rió Pablo, apoyando su rostro sobre su mano para observarlo mejor.
Ni siquiera se había tomado media jarra… pero ¡se veía tan divertido intentando mantenerse equilibrado!
Cameron miró hacia la barra, contando las migajas de quién sabe qué cosa que habían caído para tratar de concentrarse.
Había algo. Algo que debía hacer.
Amanda se lo había pedido… ¿pero qué era? Algo relacionado a Pablo…
—¿Qué tipo de chicas te gustan? —preguntó de pronto, mirando al chico.
—¿Eh? ¿Qué tipo…? —él lo pensó, indeciso y algo mareado... más bien, muy mareado—. Pues… supongo que no lo sé, no lo he pensado muy bien. ¿Y a ti que tipo de chicas te gustan?
Cameron frunció el ceño.
—No me gustan las chicas —declaró, evidentemente ebrio—. Son unas malditas víboras cuando lo desean, siempre riéndose como si fueran superiores. Detesto a las mujeres superficiales…
Pablo hizo una mueca. ¿Qué clase de chica le había roto el corazón al muchacho?
—Bueno, supongo que tienes razón —respondió él, dando otro trago a su cerveza—. Tampoco me agradan esas chicas que siempre se obsesionan con su apariencia. Supongo que si tuviera que elegir a una chica, me gustaría una que fuera sencilla y amable…
—¿Alguien como yo?
Pablo le observó, confundido.
—Supongo… —musitó lentamente, entonces sonrió—. Supongo que si fueras una chica, saldría contigo.
Cameron lo observó fijamente.
—Tiene que ser una broma —decidió, volteando a verlo.
—¿Una broma? ¿De qué hablas, Cam?
—¿En verdad aún no te das cuenta? —le preguntó, sosteniéndolo de la camisa. Se acercó un poco más, reduciendo el espacio entre ambos—. ¿En verdad?
Sus miradas se encontraron.
—¿Darme cuenta de qué? —preguntó confundido. Luego de varios segundos de espera, los labios del chico frente a él se abrieron lentamente.
Entonces, Cameron rió, mientras perdía un poco el equilibrio en el banco debido al hipo que lo invadió un par de segundos.
De inmediato, Pablo lo sostuvo, colocando una mano en su hombro, cuidando que no se fuera a caer.
—Tienes muy lindos ojos… —le susurró la chica, como única respuesta.
Y justo luego de decirlo cayó sobre la barra, roncando ruidosamente.
Pablo se quedó estático, mientras recuperaba lentamente el aire perdido con aquel comentario. Luego, observó al chico que dormía a su lado y alzó sus cejas, levemente sorprendido.
Definitivamente, Cameron Price necesitaba una novia…