Cameron abrió los ojos y bostezó, feliz. Adoraba los fines de semana, porque podía dormir lo que quisiera siempre que hubiera acabado con sus tareas la noche anterior… y siempre las terminaba la noche anterior, garantizándose a sí misma poder dormir todo lo que quisiera. Por eso es que sus sábados por la mañana eran tan pacíficos y perfectos… —¡Voy tarde, voy tarde! Aunque bueno, ese no parecía ser un sábado normal, ya que desde hacía poco menos de una hora los constantes pasos en el piso de abajo, que resultaban mucho más de los normales, la habían despertado y ahora la tenían removiéndose molesta. Era un sábado a las siete de la mañana, ¿quién podía estar despierto en su casa? —¡Mamá, mamá! —la voz de Camila resonaba desde el primer piso—. ¡Mi traje, mi traje! ¡Los zapatos! ¡Mi pe