Ya hacía varios días que su hijo estaba fuera de peligro y Helena presionaba constantemente al doctor para que le diera el alta, pero sabía perfectamente que era obra de Donato, retenerlo más tiempo del necesario en el hospital. Pruebas y estudios absurdos, gastos de hospitalización, medicamentos y honorarios fueron pagados por él y aun cuando ella se negó rotundamente, renegó, insultó, gritó y amenazó, no aceptaron el dinero porque la cuenta ya estaba saldada. Su intención era retrasarla en los asuntos que tenía en el pueblo, para que no pudiera irse enseguida como lo tenía planeado desde el principio. Algo tramaba en su contra, lo sabía muy bien y por eso mismo estaba tan desesperada por sacar a su hijo del hospital, firmar los documentos necesarios para la venta de la casa de sus padres y regresar a la ciudad. Allá era donde ella tenía el control de todo y por mucho poder que tuviera en el pueblo, ahí no podría tocarla, ni hacer nada en su contra. Así que, amenazó al doctor con una posible demanda por retener a su hijo contra su voluntad, solo así le entregó el alta y lo sacó del hospital inmediatamente.
Dejo a Javier al cuidado de los empleados del hotel, fue directamente a la oficina del Registro de la Propiedad en el Ayuntamiento, había planeado que después iría directamente a la inmobiliaria para realizar los trámites necesarios para que ellos sacaran a la venta la propiedad y le enviaran toda correspondencia a un apartado postal en la ciudad, depositarían directo a una cuenta de banco el importe de la venta una vez efectuada. Tenía todo planeado y calculado, al día siguiente a esa misma hora, estaría en la ciudad, a salvo con su hijo. Pero Donato volvió a interferir una vez más en su vida, tiro por la borda todos sus planes. Según la oficina de registro, la propiedad había sido subastada y ya no le pertenecía, le recomendaron, si tenía alguna duda, hablar con el banco, ya que ellos realizaron la subasta. Una vez ahí, le negaron la información sobre el dueño de la finca, porque era información confidencial y también le informaron que la propiedad tenía una hipoteca que no fue saldada. Se vieron obligados a subastarla para recuperar la inversión y como no tenían informes de algún heredero, tomaron la decisión en la junta directiva. Lo único que podían hacer por ella, era proporcionarle el número telefónico de un despacho de abogados, ellos podían ponerla en contacto con el dueño, siempre y cuando él estuviera dispuesto a vender y ella a comprar la propiedad nuevamente.
No se molestó en preguntar quién era, lo sabía. Seguramente la tierra fue el motivo por el cual asesinó a sus padres, siendo un hombre ambicioso, dueño de casi todos los alrededores del pueblo y ya que la tierra de los Vélez poseía una parte del río, conveniente para el riego de los cultivos y las grandes extensiones de pastizales para el ganado, constituía una de las propiedades más importantes del municipio. Seguramente a esas alturas, sólo le faltaba la tierra de sus padres para ser el dueño absoluto. Decidió regresar al hotel y se debatía entre tomar una larga ducha, relajarse, jugar un poco con Javier y pensar con claridad los pasos a seguir o tomar a su hijo y largarse inmediatamente. Había salido adelante sola, sin la ayuda de nadie, a la fecha esa tierra no le había hecho falta, lo meditó profundamente mientras subía los dos tramos de escaleras y para cuando llegó a la puerta de la habitación, ya había tomado una decisión, la larga ducha tendría que esperar un poco. Tomaría el equipaje, al hijo y se largaría para siempre del maldito pueblo de Donato.
__ Javier, nos vamos a casa. Prepara tus... ¡Javier! —grito porque su hijo no estaba en la habitación— ¡Javier! ¿Dónde estás?
Lo busco en el baño, el armario, el pequeño balcón que daba a la plaza y no había nada. Salió corriendo de la habitación llamando a algún empleado y nadie acudió, le pareció terrible la espera y se precipitó escaleras abajo, llegó sin aliento al vestíbulo, se le plantó delante a la recepcionista y le preguntó con voz temblorosa por el niño.
__ Tranquila Sra. Vélez, su hijo está bien.
__ No, no me pida que me calme, ¿dónde demonios está mi hijo? Se quedo a su cuidado, bajo su respon...
__ No entiendo cual es su problema. Usted mandó a buscarlo con el Sr. Alcaraz.
__ Yo... yo no mandé a buscarlo y menos con ese hombre. ¿Cómo es posible que ustedes permitan este tipo de cosas? Si a mi hijo le sucede algo, ustedes serán los únicos responsables... ¿A dónde lo llevo? Eso tienen que saberlo.
__ Bueno... dijo que se verían con usted para comer y dar un paseo.
Sin dignarse a verla de nuevo, salió con paso resuelto del hotel, pero una vez afuera no supo por dónde empezar a buscarlos. No era que el pueblo fuese muy grande, pero ese infeliz lo tenía todo y a todos de su lado, incluyendo que Javier era su hijo biológico.
__ Hola Javier, ese es tu nombre, ¿cierto?
__ Si. ¿Usted es el señor que estaba en el río? Dijo que era amigo de mi mamá.
__ ¡Vaya! Tienes buena memoria.
__ Mi maestra dice que tengo la mejor memoria de toda la clase. ¿Viene a ver a mi mami?
__ En realidad vine a verte a ti. ¿Te gustaría dar un paseo conmigo?
__ Mi mamá no está y ella siempre me dice que no debo salir con extraños.
__ Tu mamá tiene toda la razón, pero yo soy un gran amigo de Helena y además te voy a llevar con ella. Vamos a dar un paseo los tres juntos por mi rancho, ahí tengo caballos y ponis que te encantará montar. ¿Has montado a caballo alguna vez?
__ Mi mamá me lleva a montar los caballitos de la feria. Los de verdad, solo los he visto en la televisión y me gustan mucho. ¿De verdad tiene caballos grandotes y caballitos chiquitos?
__ ¡Claro! Y también tengo un acuario y un terrario.
__ Que es eso, tera… terratio, ¿o como se dice?
__ Terrario. Es un lugar especial parecido al acuario de los peces, pero sin agua y ahí tenemos serpientes, arañas, alacranes y muchos animales e insectos.
__ ¡Wooow! Me gustaría verlos.
__ Bueno, entonces vamos al rancho.
__ Si, si yo quiero verlos a todos. A mí me asustan... un poco, pero quiero verlos. Seguro es fenomenal tener muchos animales, aunque den mucho miedo.
__ Tengo que confesarte algo, pero no le digas a nadie, ¿eh? Yo también les tengo miedo a las serpientes y las arañas.
__ Bueno, si tú no le dices a nadie que me dan miedo, yo no le diré a nadie que a ti también te dan miedo. Ni siquiera a mi mama.
__ ¡Hecho! —le tendió la mano para sellar el trato, podía ver en esa carita la felicidad pura e ingenua de la infancia. Pensó en lo frágiles que son los pequeños y lo fácil que le resultaría a cualquier adulto, engañarlos y dañarlos.
Lo ayudo a buscar su chamarra y salieron de la habitación muy cerca uno del otro. Ya había ordenado que recogieran todo y lo enviaran a la hacienda, además de liquidar la cuenta del hotel. El niño de pronto tomó su mano y no lo soltó hasta que tuvo que sujetarse para subir al Jeep, pero era muy alto y Donato lo sostuvo por debajo de los hombros, lo alzó hasta colocarlo en el asiento delantero del acompañante, le puso el cinturón de seguridad y le pidió que se agarrara muy fuerte.