El mismo día Londres Donovan Cuando te pillan in fraganti, tu mente empieza a volar a mil por hora, buscando una salida en los rincones de tu cabeza como si fueran archiveros llenos de ideas. Mientras tanto, tu cuerpo está paralizado, tus latidos disparados al infinito, un sudor cubriendo tu frente como si estuvieras en el infierno o al borde de un precipicio, a punto de caer si das un mal paso. En este caso, si dices algo errado, cada segundo se pone peor. Los nervios son tan evidentes que ni siquiera puedes articular palabras coherentes; si lo haces, solo salen monosílabos. Pareces un bobo, porque no encuentras una disculpa creíble. En realidad, tu mente ya está en otra faceta: enfrentando los posibles escenarios de tu imprudencia, hasta creer que morirás. Aunque no todos reacciona