Bella, pequeña moribunda Habían pasado dos días desde que mi vida había dado un vuelco completo. Alrededor de mi cama, varias botellas vacías y a medio terminar yacían como testigos silenciosos de mi desesperación. No había ido al trabajo, no había salido de mi apartamento, ni siquiera había atendido las llamadas de mi madre. Todo lo que podía hacer era pensar en lo insuficiente que era para Elio y en cómo ahora él me despreciaba. Pero no era solo eso, ahora era su falsa prometida y nadie podía saberlo. Me sentía miserable y mientras más bebía, más me daba cuenta de que no quería ser otra vez la pareja oculta de nadie. Pero ahora lo era de Elio. Mis pensamientos se arremolinaban en un torbellino de autocompasión y desesperanza. La botella en mi mano era mi único consuelo, el único r