El pretendiente de mi novia

1747 Words
Percival Alexander, (Percy, Alexander, caca, popo, perro, nada, lacra, gusano) ¿Alguno otro más? Se aceptan sugerencias. Cuando llegó la hora del almuerzo, tomé mi chaqueta y salí unos minutos antes para ir a la oficina de Ara. No me había hecho caso en toda la mañana, y necesitaba hablar con ella, solo dio su ultimátum y se fue, no me respondió a las llamadas y yo tenía muchas cosas que hacer esta mañana por las horas que falté ayer. Al menos me sentía aliviado de no saber nada de Eva, por el momento, esperaba que no siguiera en mi casa, por favor, lo que menos quería era a Eva instalada allí y, aunque teníamos muchas cosas que hablar, más que nada de nuestro hijo, tenía que lidiar con Ara, o esto podría ponerse peor, sabía que se iba a poner peor si ella descubría mi lucha interna, lo mejor era mantener distancia con Eva y no volverla a ver, no de inmediato, era lo más sano para Ara y para mí, para nuestra relación, o me cegaría otra vez. Y otra vez, no. Al entrar en su oficina, lo primero que vi fue que estaba completamente llena de rosas. Rosas que yo no le envié. La oficina estaba inundada de flores. A donde sea que mirase allí estaban ellas, como miles de ojos que me observaban o a ella. A ella. —Caray —dije sorprendido y curioso—, ¿quién te ha enviado tantas flores? —Ara escuchó mi pregunta, pero no respondió. Me acerqué un poco más, intentando captar su atención. Me ignoraba, ni siquiera había levantado su rostro para verme. —Ara, sé que estás enojada, tienes tus razones, pero no quiero que estemos así por mucho tiempo, por favor —le dije, tratando de sonar conciliador. No me agradaba la situación, era incómodo para ambos. Todo por ese maldito beso que salió en televisión, esa era la parte que ella sabía. El regreso de Eva había sido todo un caos y justo en el cumpleaños de Ara, eso era lo que lo complicaba todo. Ella mantuvo su mirada fija en la pantalla de su computadora, seguía ignorándome por completo. Su indiferencia me hería profundamente; jamás se había comportado así conmigo. —¿Quieres almorzar conmigo? —le pregunté, intentando una vez más, buscando una oportunidad para arreglar las cosas. Pero ella no respondió. Me acerqué a su escritorio luego de ser ignorado y vi una tarjeta sobre este, era de quien envió las flores, seguramente. Intenté tomarla, pero ella fue más rápida y la quitó de allí al ver lo que yo pretendía. Finalmente, me miró. Su mirada era… fría. —¿Es de quien te llenó la oficina de flores? —pregunté, ya no solo curioso, sino con una necesidad urgente de saber quién le había enviado tantas rosas a mi novia—. ¿Quién fue? —repetí, ahora molesto. —Alguien que sí se interesa por mi cumpleaños —respondió como una bala que atravesaba mi pecho. Fueron flores por su cumpleaños, muchas malditas y hermosas flores. Se había tomado muchas molestias, esto era un detalle, un detallazo. Me quedé pensando quién podía ser esa persona. Tenía que ser un hombre, solo un hombre haría algo así por una mujer más en su fecha de cumpleaños, y un hombre enamorado como para llenar su oficina de flores, apenas había espacio para entrar, ir a su escritorio y no mucho más. ¿Era alguien de la oficina? Frente a todos, para el resto, Arabella Winters era una mujer hermosa, inteligente, independiente, con un buen sentido del humor, capaz, sensual y… soltera. Soltera. Me puse de pie, inquieto con la situación. Al pasar junto a las flores, el aroma impregnaba toda la oficina, lo que me molestaba aún más. Podría ser alguien de su oficina que sabía el día de su cumpleaños, no me parecía que fuese de fuera, teníamos más de un año saliendo, nunca esto había pasado. No había escuchado que tuviera algún pretendiente. Supongo que, de tenerlo, yo no lo sabría, ella no me lo diría. ¿O sí? —No iré a almorzar contigo —dijo Ara fríamente. —Ara, me disculpo por lo de ayer. Quiero recompensarte, por favor —le dije, buscando su perdón desesperadamente. ¿Dónde estaba mi novia comprensible y amorosa? ¿Quién se la había llevado? —Alexander, no es un buen momento para que busques recompensarme —respondió, firme en su rechazo. —Creí que luego de haber una fecha para hacer pública nuestra relación, todo estaría bien entre los dos. —Pues no. No le hice caso y fui detrás de su silla. Aparté su cabello y dejé mi rostro en su hombro, buscando una conexión. Giré hacia ella y comencé a repartir besos por su cuello, subiendo por su mejilla y alcanzando sus labios. Sentí que se rendía a mí, pero de pronto se puso de pie y se alejó. Sí que me lo estaba poniendo complicado. Aproveché el momento para tomar la tarjeta de quien envió las flores. Mi corazón latía con fuerza, pensando que encontraría una nota de amor, pero solo había un dibujo de una pequeña leona. Por alguna razón, eso solo me enfureció más. Tomé la tarjeta y se la di en su mano, mirándola a los ojos. —Aquí tienes —dije, entregándole la tarjeta con un gesto de frustración. Ella me miró, pero no dijo nada. Me di la vuelta y salí de su oficina, la cabeza llena de preguntas y el corazón pesado. Alguien le había enviado flores a mi novia y no sabía quién era. Caminé por los pasillos de la oficina, tratando de calmarme. Necesitaba pensar con claridad, pero la imagen de Ara rodeada de rosas y su respuesta fría seguían girando en mi mente. ¿Quién podría haberle enviado esas flores? ¿Y por qué no me lo había dicho? ¿Por qué ocultaba quién las envió? Quizás Daila sabía algo, pero no me lo diría y se veía muy extraño que yo preguntara, además ella se lo comentaría a Ara, se veía más extraño si le pido a Daila que no diga nada. ¡Maldición! El resto del día pasó en un borrón de reuniones y llamadas. No podía concentrarme en nada, además de que incluso se me esfumó el apetito, ya no pensaba en Eva o en nuestra hijo, solo en esas flores. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro herido de Ara, pero luego la veía rodeada de flores. Sabía que tenía que hacer algo para arreglar esto, pero no tenía idea de por dónde empezar. Ella me esquivaba. ¡Y estaban las malditas flores! ¿Por qué no me dice quien se las envió? Necesito saberlo. Finalmente, cuando llegó la hora de irme, decidí que necesitaba hablar con alguien de confianza. Tomé mi teléfono y llamé a mi amigo y colega, Dorian. —¿Dorian? —dije cuando respondió—. ¿Tienes tiempo para una copa? Necesito hablar. —Claro, Percival. Nos vemos en nuestro bar habitual en veinte minutos —respondió Dorian. Llegué al bar y encontré a Dorian esperándome. Pedimos nuestras bebidas y nos sentamos en un rincón tranquilo. —¿Qué pasa, Percy? —preguntó Dorian, notando mi tensión—. Supongo que tiene que ver con Eva, ¿no? Vi las noticias. Claro, él no sabía nada de mi relación con Ara, realmente nadie lo sabía. —Es Arabella —dije. —¿Arabella Winters? ¿Qué pasa con ella? —Llevamos más de un año saliendo. Cuando confesé aquello, me sentía realmente extraño, era la primera vez que se lo decía a alguien, la primera vez que lo decía en voz alta. —¿Qué? ¿Tú y Arabella? — Se veía completamente sorprendido. —¿Por qué te sorprende? Ni siquiera lo disimulas. ¿Crees que es mentira? —Lo siento, pero ¿por qué te haría caso Arabella Winters? —Por miles de razones. Joder, soy un buen partido, hombre. —Pero estás enamorado de Eva Spears, ¿quién en su sano juicio se atrevería a tener una relación contigo? A menos que sea solo s****l, es decir, pasaste toda una vida con Eva, eso no se olvida en dos años. Y la relación de ustedes dos parece secreta, no la culpo, yo tampoco querría ser la novia que vino después de Eva. Es normal que ella no quiera que nadie lo sepa. —Soy yo quien lo ha mantenido en secreto— dije, molesto. ¿Por qué parecía como si yo no mereciera a Ara o no fuera suficiente para ella? Yo era un buen partido. Dorian tomó un trago largo y luego levantó la mirada. —¿Estás seguro de que es la misma Arabella Winters? Alta, hermosa, con anchas caderas, cabello largo, sonrisa brillante, ojos calientes y esos malditos pechos que parecen capaces de alimentarte toda la semana. Sin hablar la manera que tiene de caminar, es… es muy llamativa, con su atuendo tan ideal a ella y esos bolsos que usa, como si pudiera pegarte con él y tú solo sonrieras, esperando el próximo golpe. —¡Estás hablando de mi novia! —Es que no te creo, ayer saliste en todos los medios besándote con Eva. No eres un hombre para Arabella, debe ser una fantasía tuya. —¿Es de esta manera que los hombres ven a mi novia? —Es un buen partido, Percy. Un muy buen partido, sin exnovios locos, escándalos, reputación intachable, buena familia, joven, con cerebro y hermosa. Eso no se encuentra todos los días, muchos menos ahora. —¡Pues es mi novia! —Eso nadie lo sabe— dijo con media sonrisa. Me puse de pie y me fui molesto de allí. Ahora me daba cuenta de que sería imposible saber quién envió las flores a Arabella, parece que… tenía muchos pretendientes. Acudí a Dorian buscando respuestas, necesitando hablar con alguien, pero me iba más frustrado y con miedo… ¿Podía perderla? ¡¿Quién envió las malditas flores?! Quizás no me daba cuenta de cómo los demás veían a Ara, porque por mucho tiempo fuimos amigos, solo eso, pasé de un paso a otro, sin calentamiento previo, me salté una base y por eso no me daba cuenta de lo que era Ara para los demás. ¿Es que, con el regreso de Eva y el pretendiente de Ara, podría perderla?
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