Fiesta y flores

2507 Words
Arabella Debía mantenerme firme. No podía olvidar en cuestión de segundos que mi novio salió en televisión nacional besando a otra mujer, y no a cualquier mujer, a Eva Spears, su ex prometida. ¡Y que ahora ella decía que tenían un hijo! Bueno, no sé si todo esto era cierto, pero es demasiado sospechoso. No suelo ser desconfiada con las personas, pero no veo motivos para que ella se pierda por dos años y luego regrese de la nada. De la nada con un hijo que dice ser de Alexander, ¿soy la única a la que todo esto le parece sospechoso? No es solo porque se trata de mi pareja, es más que eso, ¿por qué no avisarle al padre de tu hijo la existencia de este? ¿Qué ocultaba? No tengo idea, pero esto debe ocultar algo más. ¿Y si es su hijo? No lo sé. Soy consciente de que existe esa posibilidad por más que me desagrade y no quiero pensar en todo lo que eso implica, pero si es su hijo… Podría cambiar muchas cosas, para mí, para Alexander, para ellos dos como padre de esa criatura. No es que tenga nada en contra de los hombres con hijos, pero… si es su hijo, lo primero que hace Eva es besarlo al regresar, ¿a quién demonios se le ocurre hacer eso? Llevan dos años sin verse, a menos que no sea así. ¡No! No se han visto, Alexander no la había visto en todo ese tiempo, estoy segura de ello. Ella lo destrozó, él no quería saber nada de ella, pero un hijo en común lo cambia todo. Aunque él diga que su regreso no altera nada en su vida, en nosotros, puede que tener un hijo con ella sí. Y esa mirada que él le dio… eso era lo que más me mortificaba. ¿Esa era la forma en la que un hombre miraba a una mujer que lo había herido o a una mujer que todavía amaba? Miré la camiseta de Alexander que estaba en mi armario y decidí ponérmela. Acababa de secar mi cabello después de la ducha. Cuando salí al salón, vi las flores que me traje de mi oficina. Eran tantas que no pude evitar traerme unas cuantas. Coloqué una en el salón, una en la cocina y cinco en mi habitación para que la casa oliera a ellas. Para Alexander, eran solo flores, flores que alguien me regaló, pero no es solo alguien y no son solo flores. Son mis favoritas, cosa que él parece olvidar. ¿Es que está celoso? No lo creo, puede que solo esté molesto, no celoso. Jamás lo he visto celoso de nada, tampoco es que haya tenido motivos, somos una pareja clandestina, ¿de qué puede ponerse celoso? De nada. Ni siquiera sé cómo se ve celoso, no es que desee ponerlo celoso, pero no podría identificar si son celos, pero sí que es enojo. Y era enojo, no celos. Miré las llamadas perdidas de mi madre. Estoy segura de que ha visto en las noticias ese beso. Me mortifica. Estoy muy enojada, pero no sé qué hacer. Lo quiero, supongo que las cosas pueden arreglarse una vez que nuestra relación sea pública. Supongo. Me arrojé a la cama, pero no quería estar en casa. Sentía ganas de llorar. Quizás debía despejarme y salir. No quedarme aquí relamiendo mis heridas, eso no haría que sanen más rápido. Tomé mi teléfono y llamé a mi amiga Allison Becker. Ella contestó rápidamente. —¡Hey, Arabella! ¿Cómo estás? ¿Cómo pasaste tu cumpleaños? —preguntó con entusiasmo. —Mejor no quiero hablar de eso ahora, Allison. Pero sí quiero salir, tomar algo, bailar un poco —respondí, tratando de mantener la voz firme. —Oh, eso suena perfecto. Conozco un pub bastante guay y popular. ¿Te parece bien? —sugirió. —¡Genial! —dije, sintiéndome un poco más animada. —Te advierto que vayas vestida para la ocasión, no con traje de oficina o vestida de gala. —Oye, sé cómo vestirme para la diversión—dije, riendo. —Exacto, nada de ropa de oficina —rio ella también—. Ponte algo sexy y cómodo. Nos vemos allí a las 9. ¿Te parece bien? —Perfecto. Nos vemos allí—dije—. ¿Quieres que te recoja en tu casa? ¿Nos encontramos directamente en el pub? —Sí, mejor así. Ambas vamos en taxi, así no tenemos que preocuparnos por conducir ebrias —respondió. —Buena idea. Nos vemos allí, Allison. Gracias por esto—dije, sintiéndome agradecida. —Siempre, Arabella. ¡Nos vemos pronto! —dijo ella antes de colgar. Me sentí un poco más animada mientras buscaba el atuendo ideal para un pub. Finalmente, elegí un vestido n***o ajustado, que resaltaba mis curvas sin ser demasiado revelador. Lo combiné con unos tacones altos y un collar elegante. Me maquillé ligeramente, solo lo suficiente para resaltar mis ojos y labios. Tomé mi bolso y salí de casa. Al salir, sentí la brisa fresca de la noche. Me dirigí a la acera y levanté la mano para llamar a un taxi. Mientras esperaba, respiré hondo, tratando de calmar mis nervios. Esta salida era justo lo que necesitaba para despejarme y olvidar por un momento el caos en mi vida. Cuando el taxi llegó, me subí y le di la dirección del pub al conductor. —Por favor, lléveme al Pub Royale en el centro —dije, tratando de sonar tranquila. —Claro, señorita—respondió el conductor con una sonrisa. Esta noche quería divertirme, solo eso. Por un par de horas no pensar en Alexander, Eva Spears, ese beso o el hijo del que posiblemente mi novio era el padre. (…) Alexander, Percy, Rata inmunda. Animal rastrero Escoria de la vida Adefesio mal hecho Infrahumano Espectro del infierno Maldita sabandija. Era un alivio estar en casa y que Eva no estuviera aquí. No quería lidiar con todo lo que ella traía de la nada; era mucho por procesar y asimilar. Ahora mismo lo que me tenía perturbado eran todas esas palabras de Dorian. Creí que yo era un buen partido, no entendía por qué no, o por qué parecía que Ara era mejor partido que yo. Yo tenía muchas cualidades positivas, miles, podría mencionar miles. Pero era más mortificante la manera en la que mi amigo describió a mi novia. ¿Alguien más veía a mi novia del modo que la describió Dorian? Pensaba en el trabajo. Estábamos rodeados de hombres, hombres que ninguno sabía que Ara y yo teníamos una relación. Era soltera a la vista de todo el mundo. ¿La pretendían? ¿Alguno de ellos alguna vez había dicho algo a Ara? ¿Cuántos pretendientes tenía en el trabajo? ¡¿Cuántos?! No sé cómo me hacía sentir todo esto, pero de un momento a otro pasé de sentirme seguro en una relación con Ara, a creer que todos la pretendían. No podía ser así, no podía dejarme llevar por las dudas. Pero todas esas flores... ¿Por qué esa carta con una leona dibujada? Una leona... ¡era lo que Arabella Winters parecía en los negocios! Entonces se trataba de alguien del trabajo. Tenía que ser, por eso no me dijo quién era. Es que tiene que ser alguien del trabajo. Sentía que la cabeza me palpitaba. Algunos de mis empleados estaban pretendiendo a mi novia y uno de ellos le llenó la oficina de flores. Justo en mis narices. ¡Maldición! Tengo que saber quién es. Pero mi estómago rugía, era mejor comer algo. Fui a la cocina y me preparé la cena. Me senté en el sofá y comencé a cenar. Tendría que tomar algo para el dolor de cabeza. Cuando terminé, revisé la habitación donde Eva había dormido, quizás para confirmar que no estaba. Luego fui a la mía, abrí las ventanas y observé la noche. Estaba llena de estrellas, una hermosa noche. Quizás tenía que ir a casa de Ara, pero no me respondería las llamadas, mucho menos me dejaría amanecer con ella. ¿Cuánto más podía seguir enojada? Era la primera vez que la veía así, tan distante, fría conmigo. Miré hacia dentro cuando escuché mi teléfono sonar. Corrí hacia allí pensando que podría ser Ara, pero solo era Dorian. Me hacía una videollamada, pero no quería hablar con él luego del modo en el que se expresó de mi novia. No me gustó, demasiado morbo en sus palabras. Como no respondí, me envió una foto, con un mensaje: "¿Sabes quién es?" decía. Miré la foto y allí estaba Ara, en medio de un grupo de personas bailando. Llevaba un sensual vestido n***o, su cabello suelto... ¡era ella! Aquello me enojó bastante. Se suponía que estaba enojada conmigo, no que iba a salir de fiesta. Entonces llamé a Dorian. —¿Dónde demonios estás? —le pregunté, furioso. —En un pub muy popular de la ciudad. Tu novia sí que sabe divertirse —me dijo con una risa traviesa que no me agradó. —¡Iré para allá! Dame la dirección —le exigí, enojado. Él solo se rio y terminó la llamada. Comencé a maldecir, llamé a Ara, pero ella no me respondió. ¡Joder! Iba muy sexy, estaba muy llamativa, en un pub, ¡en un pub! y ahora yo no sabía cuál era. Me sentía impotente. Estaba furioso y preocupado. Imaginé a todos esos hombres mirándola, deseándola. No podía soportar la idea de que alguien más se acercara a ella. Tomé mis llaves y salí de casa, decidido a encontrarla. —Maldita sea, Dorian —murmuré mientras encendía el coche. Conduje por la ciudad, revisando los pubs más populares que conocía. La frustración crecía con cada minuto que pasaba sin encontrarla. ¿Cómo fue que llegué a esto? Había salido de casa para buscar a mi novia en donde sea que estuviera, siempre fue una relación tranquila, armoniosa, tan llena de amor y detalles, sobre todo de ella. Hace un par de horas me vi besando otros labios y me sentí bien con eso, deseando a Eva, teniéndola cerca de mí y traicionando mi relación con Ara, ahora… me encontraba en una actitud un poco degradante, buscando como loco a mi novia. Solo quería encontrarla. Si estaba enojada conmigo y salía de fiestas, eso no significaba nada bueno. ¿Y si me quería dejar? ¿Y si se quería besar con otros hombres para vengarse de mí por mis besos con Eva? ¡No! Arabella Winters no era así. Y si… ¡Joder! Por culpa de Dorian ahora me sentía inseguro. Mi mente volvía una y otra vez a la imagen de Ara, rodeada de extraños, sin mí. No podía permitir que esto continuara. Necesitaba hablar con ella, explicarle todo, y sobre todo, demostrarle cuánto me importaba, puede que lo que hice en su cumpleaños le afectara más de lo que yo imaginé y ella buscaba desahogarse de alguna manera. No entendía este compartimiento de ella o mío. Me detuve en otro pub y entré, buscando su rostro entre la multitud. Nada. Salí de nuevo, con la ansiedad creciendo en mi pecho. Estaba agotado, pero no podía rendirme. Ella era todo para mí, y no iba a perderla por un malentendido o por una mujer del pasado. ¿Del pasado…? La vi, sentí sus labios, mi reacción, esa sensación en mi pecho, la manera en la que el regreso de Eva me hizo sentir, pero me sentía del mismo modo al pensar que podía perder a Ara, lo sé, no quería perderla, la quería, ella era perfecta en todo, nuestra relación había sido maravillosa en todo este tiempo y sería absurdo arruinarla por lo que hice con Eva. No le contaría sobre los demás besos o que la dejé dormir en mi casa, pero no seguiría arruinándolo con ella, no, me daba cuenta de que de verdad no quería perderla. Finalmente, me detuve en una esquina, sintiéndome derrotado. Saqué el teléfono y volví a llamar a Ara. Nada. Suspiré, apoyando la cabeza en el volante. ¿Cómo había llegado todo a esto? Solo quería arreglar las cosas, pero parecía que cada intento solo empeoraba la situación. —Ara, por favor, respóndeme... —susurré, sabiendo que no podía escucharme. Miré la hora. Ya era tarde y no sabía cuánto más podría seguir buscando. La frustración me consumía, y el dolor de cabeza no hacía más que empeorar. Cerré los ojos por un momento, tratando de pensar en un plan, pero mi mente estaba en blanco. Finalmente, decidí volver a casa, pero no a la mía, sino a la suya, tenía llave de su casa, la esperaría allí. Con todos los pub que había en esta ciudad sería imposible encontrarla, pasaría la noche y madrugada en su búsqueda, quizás sin dar con nada. Necesitaba descansar y pensar con claridad. Ella tendría que regresar a casa. Conduje de regreso, sintiéndome más vacío y frustrado que nunca. Al llegar, me dejé caer en el sofá, mirando el techo y preguntándome cómo iba a superar esto o si Ara podría seguir con la misma actitud aún cuando hiciera pública nuestra relación. Observé hacia un lado y vi las malditas flores. Las trajo hasta su casa. Todo el enojo se intensificó en mí, me levanté furioso y tomé las flores y las arrojé al suelo, luego las pisé hasta que ya no parecían flores, solo unos pétalos arruinados y sin ninguna belleza. Tomé todo y fui a echarlo a la papelera de la cocina, pero estas cayeron de mi mano cuando vi que allí había más flores, era como si me rodearan, burlándose en mi cara de mí. Les hice lo mismo cada vez con más furia, desesperado, corrí por toda la casa en busca de ellas y las que encontraba sufrían el mismo destino. Cuando entré en la habitación… ver esas flores allí me dejó completamente neurótico, fuera de lugar, la ansiedad apoderándose de mí, me sentía rodeado por todas esas malditas flores y en cuestión de segundos todo era un mar de pétalos destrozados, rodeando todo a su paso, los hice trizas. Joder… me había vuelto loco. Esas flores me habían vuelto loco. —Ara, no me dejes... —murmuré. No quería perderla. Ver su casa llena de las mismas flores, solo indicaba que era algo más que un simple pretendiente, quizás estaba con ella en el pub, las ideas rodeaban mi mente y sentía que me ahogaban todos esos pensamientos. La perdía… sentía que la perdía. Mi teléfono sonó, casi las dos de la madrugada mientras yo solo estaba de pie, mirando el desastre que ahora había en la casa de Ara. El desastre que yo había ocasionado. Miré la pantalla de mi móvil, era un número no registrado, pero decidí responder reconociendo los últimos dígitos. —Percy—Era Eva, justo lo que menos necesitaba ahora—. Estamos fuera de tu casa, por favor ábrenos.
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