Arabella
Cuando llegó la hora de irme, era como si mi cuerpo no quisiera moverse en espera de Alexander. ¿Dónde estaba? Ninguna llamada, ningún mensaje. Había estado todo el día fuera de la oficina y parecía no importarle que era mi cumpleaños. Nunca respondió a mis mensajes en todo el día.
Suspiré profundamente, tratando de calmar la frustración y tristeza que me inundaban.
Salí del edificio después de despedirme de Daila.
—Hasta mañana, Arabella. Espero que hayas tenido un buen cumpleaños —dijo Daila, con una sonrisa que no pude devolver completamente. Mi cumpleaños no tuvo nada de bueno. Nada.
—Gracias, Daila. Hasta mañana —respondí, forzando una sonrisa antes de dirigirme a mi coche.
Puse la radio para distraerme durante el trayecto a casa, pero aquellas canciones melancólicas de Jessie Ware solo hicieron que las lágrimas empezaran a acumularse en mis ojos, eran de amor, pero ahora mismo todo me sabía a melancolía. Cada letra parecía resonar con mi dolor, haciendo que me sintiera aún más sola y abandonada en mi cumpleaños.
Al llegar a casa, me fui directamente a mi habitación y recogí mi cabello para tomar una ducha. Necesitaba algo que me ayudara a calmarme y a dejar atrás el dolor de este día decepcionante.
El agua caliente me envolvió y, por un momento, sentí que el peso del mundo se desvanecía. Pero al salir de la ducha, la tristeza volvió a apoderarse de mí.
Oficialmente contaba como el peor de mis cumpleaños.
Fui a la cocina y me preparé algo de comer. No había comido nada en todo el día y mi estómago rugía de hambre. Preparé una sencilla ensalada y un sándwich, tratando de no pensar demasiado en Alexander y en lo que podría estar haciendo.
Esa llamada era lo que más me inquietaba. Había desaparecido completamente luego de eso.
Me senté en el sofá y encendí la televisión, desesperada por encontrar algo que distrajera mi mente de la ausencia de Alexander, todavía no responder a las llamadas o mensajes de mamá porque yo misma me pondría a excusar a Alexander por…su ausencia. Papá había llamado también otra vez.
Di el primer bocado mientras miraba la pantalla. Pero lo primero que vi en la pantalla me dejó sin aliento. El rostro de Alexander aparecía junto al de su ex prometida y un niño que él sostenía en brazos. Parecía que estaban en el aeropuerto. ¿En el aeropuerto? ¿Qué hacía él allí? ¿Qué hacía con Eva?
Subí el volumen y escuché lo que decía la comunicadora:
—Alexander Sterling, el conocido CEO de Sterling Capital Partners, ha sido visto en el aeropuerto junto a la famosa socialité Eva Spears y un niño que parece ser su hijo. Las fuentes confirman que se trata de un reencuentro inesperado y emotivo donde el señor Sterling fue a su encuentro en el aeropuerto. Hay que recordar que luego de que la señorita Spears le diera el “No” en el altar, es la primera vez que se les ve juntos en público o que ella regresa a New York. Como ven en las imágenes, capturamos el momento preciso en el que ella se desploma en sus brazos y se besan. Es una imagen muy emotiva donde se nota que los errores del pasado han quedado atrás. ¿Podría ser este niño hijo de ambos? Todo este tiempo no se le ha conocido novia al magnate, por lo que siempre se especuló que Eva se había llevado su corazón. ¿Volveremos a tener más de esta hermosa pareja? En exclusiva, no se pierda las novedades de las celebridades.
El mundo pareció detenerse mientras veía claramente cómo ambos se besaban. Las lágrimas empezaron a salir sin control mientras me sentía devastada. Mi novio, el hombre que se suponía debía estar celebrando mi cumpleaños conmigo, estaba besando a su ex prometida frente a las cámaras.
Alexander… ¿qué hiciste? ¿Qué demonios hiciste?
No podía creer lo que estaba viendo. Las imágenes se repetían una y otra vez en mi mente, cada vez más dolorosas. Tomé mi teléfono y, con manos temblorosas, llamé a Alexander.
La llamada fue directamente al buzón de voz, como el resto del día, una y otra vez.
—Alexander, soy Arabella. Necesito hablar contigo. Por favor, llámame en cuanto puedas —dejé el mensaje, mi voz quebrada por la angustia.
Me desplomé en el sofá, abrazando un cojín mientras las lágrimas seguían fluyendo. No sabía qué hacer ni qué pensar. ¿Por qué no me había dicho nada? ¿Por qué estaba con Eva? ¿Y quién era ese niño?
¿Soltero? ¿Pareja?
Después de un rato, la televisión seguía mostrando imágenes de Alexander y Eva. Apagué el televisor, incapaz de soportar más. Mi mente estaba llena de preguntas y mi corazón, de dolor.
Horas pasaron y seguía sin recibir noticias de Alexander. Cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad. Intenté concentrarme en cualquier cosa para distraerme, pero cada pensamiento volvía a él.
¿Cómo era posible? Llevábamos todo este tiempo juntos, siendo felices. Pensé que la había olvidado, que ella había quedado en el pasado
Finalmente, decidí enviarle un mensaje, ya no podía caer más bajo, humillarme más.
"Alexander, vi las noticias. Necesito que me expliques lo que está pasando. No puedo creer que no me hayas dicho nada. Por favor, llámame."
Después de enviar el mensaje, me senté en el suelo de la sala, abrazando mis rodillas y llorando en silencio. Me sentía traicionada, perdida y completamente sola.
La noche avanzaba lentamente y mi mente no podía descansar. Intenté recordar todos los momentos felices que habíamos compartido, pero cada recuerdo solo aumentaba mi dolor. ¿Cómo había llegado todo a esto?
Ese beso, dolía, quemaba en mi pecho, su mirada de anhelo me destruía, toda esa maldita escena era clasificada como romántica, un esperado encuentro. ¡No! No lo era, estaba yo, su novia, su pareja.
—¡Aaah! ¡Maldito infeliz! ¡Te odio! ¡Te odio! Te odio… Te odio.
Te odio, Percival Alexander.
Finalmente, me levanté del suelo, sintiendo una mezcla de agotamiento y desolación. Miré el reloj; era pasada la medianoche y aún no había ninguna respuesta de Alexander, como si fuera a responder. ¡Estaba con ella! Ahora mismo yo no existía para él ni mi estúpido cumpleaños, toda mierda, todo de mí era absurdo y ridículo, creer que estaría preparando algo especial. ¿Especial? Esto no tenía nada de especial, yo no era especial para él.
Fui a mi habitación, me tumbé en la cama y me acurruqué bajo las mantas, deseando que el dolor desapareciera con el sueño.
Pero el sueño no llegaba. Mi mente seguía atormentada por las imágenes de Alexander con Eva y ese niño.
Esa mirada que él le daba era lo que más lentamente me mataba. ¿Alguna vez me miró a mí de ese modo?
No, quizás no, a lo mejor siempre lo guardó para ella.
¿Quién era él realmente? ¿Qué significaba esto para nosotros? Fui una estúpida, creí que no dejaba que nadie supiera lo nuestro por alguna pendeja razón que ahora mismo no recordaba, pero solo era para el regreso de ella.
La esperaba.
Él la esperaba.
Nadie sabía de nosotros, nunca me llevó a su casa, jamás salimos en público como pareja. Es como si yo nunca existí en su vida. ¿Qué demonios fui para él? ¿Qué fuimos? Para mí fue mi pareja, ¿qué fui yo para él?
Eventualmente, mis párpados se hicieron pesados y caí en un sueño inquieto y fragmentado, lleno de pesadillas y desesperación.
Cuando me desperté, el sol ya estaba alto en el cielo. Sentía los ojos hinchados y un dolor sordo en el pecho. Miré mi teléfono esperando ver algún mensaje de Alexander, pero no había nada.
Me senté en la cama, tratando de juntar fuerzas para enfrentar el día. Tenía que saber la verdad, tenía que hablar con Alexander y entender qué estaba pasando. No podía dejar que esta incertidumbre me destruyera.
Era obvio lo que estaba pasando, no es que tuviera que explicármelo con lujos y detalles, pero… necesitaba mirarlo a sus malditos ojos y que me dijera que… ¿qué? ¿Qué lo que sea que teníamos ya había acabado? Sería peor para mí, pero lo necesitaba, quizás para que doliera tanto que me quebrara y al mismo tiempo me proporcionara las fuerzas para olvidarme de él.
Decidí vestirme y dirigirme a la oficina, con la esperanza de que Alexander estuviera allí y pudiera explicarme todo. Necesitaba respuestas, y las necesitaba ahora.
(…)
Percival Alexander, (Percy, Alexander, caca, popo, perro, nada, lacra, gusano)
Ajusté mi corbata antes de dirigirme a la puerta.
Eva había dormido en la habitación de al lado, junto con nuestro hijo.
Quería salir temprano, evitar preguntas o conversaciones. No quería empezar el día con Eva en mi cabeza o su regreso. Tenía que irme al trabajo y buscar alguna explicación válida para Arabella luego de dejarla plantada el día de su cumpleaños. Entonces recordé a los malditos paparazzi. Puede que ella ya lo supiera, que Eva estaba en New York, que nos vimos.
Pasé mi mano por mi barbilla, algo frustrado. No quería que las cosas fueran de esta manera, pero lo eran. Anoche estuve a punto de acostarme con Eva. Esos besos... casi nos llevaron a la cama. Pero no podía hacerle más daño a Arabella. Entonces, ¿por qué aún no le decía a Eva que yo tenía una pareja?
Cuando salí de la habitación, ella estaba frente a mi puerta con una camiseta mía.
—Buenos días, Percy.
Sus piernas estaban al descubierto y todo su cuerpo marcándose debajo de la tela que adornaba su cuerpo. Mis ojos se quedaron embobados en ella. Eva se lanzó a mis brazos, pero yo salí corriendo de allí, dejándola atrás. Tomé la llave de mi coche y me encerré en él, encendiéndolo deprisa mientras dejaba las tentaciones atrás. Sé que me esperaría algo complicado en el trabajo. No sé qué iba a decirle a Arabella. ¿La verdad?
Conduje hacia la oficina, intentando despejar mi mente. La ciudad aún despertaba, y las calles comenzaban a llenarse de gente apresurada por llegar a sus destinos. Mi mente estaba en caos. ¿Cómo explicarle a Arabella lo que había sucedido, lo que había sentido? ¿Cómo explicarle que la mujer que una vez amé y que me dejó plantado en el altar, ahora estaba de vuelta con un hijo que dice ser mío?
Lo peor no era el regreso de Eva o los besos, que haya amanecido en mi casa, sino lo que yo sentía, como latía mi corazón con su presencia, con su regreso, como pasé la noche en vela, inquieto porque ella estaba en la habitación contigua, con un bebé que era de ambos, en la casa donde teníamos que haber formado una familia. Era como una probada, una muestra de lo que pudo haber sido nuestro matrimonio luego de esa boda que no se dio.
Fue egoísta de parte de ella arrebatarme todo eso.
Llegué a la oficina y estacioné el coche. Respiré hondo antes de salir y dirigirme al ascensor. Cuando llegué a mi planta, noté las miradas curiosas de mis empleados. Sabían que algo pasaba. Los paparazzi no habían perdido tiempo en divulgar las imágenes del aeropuerto. Miré hacia la oficina de Ara, pero esta estaba vacía. ¿Dónde estaba? ¿No vino hoy?
Zoila me saludó con una sonrisa preocupada.
—Buenos días, señor Sterling. ¿Tuvo un buen descanso?
Asentí, intentando no mostrar mi agitación.
—Zoila, ¿la señorita Winters ya ha llegado?
Zoila negó con la cabeza.
—No, señor Sterling. Aún no ha llegado. ¿Quiere que pregunte a Daila? Ella se acercó varias veces ayer para saber de usted.
Sentí mucho remordimiento, angustia, tristeza por lo que estaba haciendo pasar a Ara.
Sentía un nudo en el estómago. La ansiedad de no saber cómo reaccionaría Ara me estaba consumiendo.
Me dirigí a mi oficina y cerré la puerta detrás de mí, intentando concentrarme en el trabajo. Pero mi mente seguía volviendo a Eva y a nuestro hijo, y a la inevitable confrontación con Ara.
Tomé mi teléfono, tenía varios mensajes de ella, muchos. No quise ni leerlos, ya me imaginaba lo que decían, eso era mortificarme más.
El teléfono en mi escritorio sonó, sacándome de mis pensamientos. Era Zoila.
—Señor Sterling, la señorita Winters acaba de llegar. ¿Quiere que le diga que pase?
Respiré hondo y asentí, aunque sabía que Zoila no podía verme.
—Sí, por favor.
¿Qué le iba a decir? ¿Ahora me sentía avergonzado?
Ara entró en mi oficina unos minutos después. Su expresión era una mezcla de confusión y dolor. Sabía que tenía que ser honesto con ella, pero no sabía por dónde empezar.
—Alexander —dijo, su voz temblando—, ¿qué está pasando?
Me levanté de mi escritorio y me acerqué a ella, intentando tomar su mano, pero ella se apartó. Sentí una punzada de dolor en el corazón. En su rostro, en su expresión, se veía todo el daño que esta situación le estaba causando.
—Ara, hay algo que necesito contarte —dije, intentando mantener la calma—. Eva ha vuelto. Y trajo consigo a un niño... que dice que es mío.
Los ojos de Ara se llenaron de lágrimas, y ella se llevó una mano a la boca.
—¿Y es tuyo? —preguntó, su voz apenas un susurro—. ¿Cómo podrías saberlo? Ella se fue, te abandonó. Y lo primero que haces es correr tras ella… Vi las fotos, la besaste, a saber, qué otra cosa pasó entre ustedes
Casi… casi pasaban más cosas, pero no lo permití.
—Parece que sí es mi hijo. No he tenido la oportunidad de hacer una prueba, pero... creo que es mi hijo.
Ella se apartó aún más, como si necesitara distancia para procesar la información. Pude ver cómo intentaba mantenerse fuerte, pero su dolor era evidente.
—¿Por qué no me dijiste nada? —preguntó, sus lágrimas finalmente cayendo—. ¿Por qué tuve que enterarme por la televisión? Te llamé muchas veces, te escribí. ¿Yo no merecía ni un mensaje? ¿Qué demonios se supone que soy para ti?
No tenía una buena respuesta para eso. Solo podía disculparme.
—Lo siento, Ara. Todo ha sucedido tan rápido. Eva apareció de la nada, y yo... estaba confundido. No quería hacerte daño.
Ara se secó las lágrimas y respiró hondo.
—Alexander, me has dejado plantada en mi cumpleaños, y ahora esto. No sé si puedo seguir así.
Sentí un pánico creciente en mi pecho. No podía perder a Ara, no después de todo lo que habíamos pasado juntos. No podía dejar todo atrás simplemente porque Eva estaba de regreso, esta era mi vida, ella mi pareja. ¡¿Por qué demonios no era capaz de decir eso en voz alta?
—Por favor, Ara. No te vayas. Necesito tiempo para resolver esto, pero no quiero perderte.
Ella me miró, su expresión llena de dolor, sus lágrimas volviendo a salir.
De verdad no quería perderla.
Sujeté sus manos, ella me dejó acercarme.
—Necesito tiempo para pensar, Alexander. Necesito entender cómo encajo en todo esto. ¿Cómo es que ella regresa y mi novio sale corriendo tras ella el día de mi cumpleaños? Si piensas en prioridades, a ella la pusiste primero que a mí.
—Todo pasó, no planeé nada.
—¡Pero tampoco lo evitaste! Vi el maldito beso, ¡todo el mundo lo vio! Y ahora parece una estúpida película de romance donde los amores separados se reencuentran. ¿Qué tanto tiene eso de cierto? ¡Dime! Porque no dejo de imaginar cosas, de pensar si ha pasado algo más entre ustedes dos mientras desaparecías por completo el día de ayer.
—No pasó nada— intenté sonar firme, al menos parecerlo—. Ese beso fue repentino, no pude evadirlo, fue rápido, nada más. Las cosas se han salido de contexto, solo eso.
—Mírame a los ojos y no me mientas, dime que no significa nada el regreso de Eva, por favor, Alexander.
—Ara—sujeté su rostro en mis manos, mis dedos acariciando sus mejillas—. No significa nada su regreso.
Por Dios… la acababa de mirar a los ojos mientras le mentía.
El regreso de Eva significaba todo, turbaba mi mente, pero no quería perder a Ara.
—Entonces tendrás que decirle al mundo que tú y yo somos pareja, que estamos más de un año en una relación.
—Pero…
—Alexander—retiró mis manos de su rostro y dio un paso hacia atrás—, he dejado que las cosas siempre sean a tu modo, pero si Eva está de regreso, no permitiré que los medios crean que mi novio es soltero y que tiene una oportunidad con ella. ¿Queda claro?
No había espacio para replicas, su postura imponente lo dejó claro, era como una leona, como cuando estaba centrada en su trabajo o defendiendo su postura, nadie podía decir lo contrario y eso en ella siempre fue algo que me encantó, pero no cuando me lo aplicaba a mí.
Y esta era la primera vez lo que aplicaba a mí.
—Tienes que darme tiempo.
—Dentro de una semana es la cena temática por los logros trimestrales, allí quiero que me presentes como tu novia—sentenció, dejándome con el cuerpo helado mientras salía de mi oficina.