Viernes en la noche, Valeria escuchó la llegada de un coche, recién se había desnudado para dormir, a lo que procedió a ponerse el camisón. Se asomó a la ventana y vio a Adrien bajar de su mercedes. No es que le causara especial alegría verlo allí, mas bien era intriga. ¿Qué querría? Bajó hasta la puerta, dado que había cambiado la cerradura justo para que él no pudiera entrar cada vez que le diera la gana, aunque ella estuviera agonizando de amor por él. —Buenas noches.—saludó él con voz helada cuando Valeria se asomó a la puerta, viendo a su esposo frente a ella y con una llave que no abría.—Cambiaste la cerradura. —Es mi casa, es donde mi vivo al menos. No necesitas una llave. —Mi esposa me echa de mi propia casa y ahora la llama suya. —Fue lo que dijo tu madre, que soy la señor