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Mi esposa de reemplazo

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2208011711160 Obra registrada. Todos los derechos reservados.

Todo inicia el día de la boda de Adrien Mckenzie y Elena Sinclair, pero el día empieza a ir mal cuando la novia, después de varias horas, decide no llegar a la boda, dejando plantado a Adrien. Este, avergonzado ante la situación, decide casarse con su irritante encargada de departamento de publicidad, Valeria, pero ella le hace la exigencia de que debe de ser por un año, para evitar que su jefe se divorcie de ella al día siguiente al darse cuenta de su impulsivo error y para demostrarle a ese hombre que ella es la mujer a la que un día él llegó buscando. Valeria hace aquello porque está enamorada de su jefe desde hace algunos años y no ve mejor oportunidad para demostrarle su amor y hacer que aquel hombre que la ignora por completo quede enamorado de ella, intentará que él recuerde lo bien que la pasaron en aquel encuentro y que al fin se de cuenta de que ella es aquella mujer .

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Mi esposa de reemplazo
2208011711160 Obra registrada. Todos los derechos reservados. Habían pasado dos horas desde que estaba de pie en el altar, a la espera de la novia que no llegaba. Adrien Mckenzie, poseedor de grandes riquezas en el sur del país, a sus treinta años con mas dinero del que podría desear o alguna vez soñar, tenía grandes empresas que sostenían gran parte de la economía del país; además de eso, su expansión en el extranjero había sido pan comido para él y su mente brillante cargada de ideas nuevas e innovadoras, con perfecta adaptabilidad en el mercado, siendo siempre muy competitivo. A su espalda, la gran m******d de invitados no dejaba de murmurar sobre la desaparición de la novia. Elena Sinclair. Llevaban tres años de noviazgo desde que se conocieron de manera misteriosa, luego de una primera y no planeada cita, en la que Adrien buscó por todos lados a esa mujer con la que había tenido un encuentro fugaz. Dando con la dirección de la familia Sinclair. Fue allí donde vio por primera vez a Valeria y donde se dio cuenta que aquella mujer con la que tuvo ese maravilloso encuentro, fue nada mas y nada menos que Elena Sinclair. Pero… el hecho que lo dejara plantado el día de la boda, era algo que nadie creía. Valeria Richardson, quien había salido en busca de la novia y al no encontrarla por ningún lado, regresó a la iglesia, se acercó por tercera vez hacia Adrien. Llevaba cuatro años viviendo en casa de la familia Sinclair, pues estos eran muy buenos amigos de los Richardson y debido a que Valeria estaba estudiando en aquella ciudad, ellos decidieron acogerla, a pesar de que no tenía buena relación con Elena. Esta la maltrataba y no dejaba de humillarla y todo empeoró cuando Adrien Mckenzie tocó a la puerta de los Sinclair en busca de esa mujer misteriosa, la sorpresa no dejó hablar a Valeria y Elena se adelantó al ver aquel hermoso hombre en busca de una mujer que vivía en esa dirección, allí fue cuando Elena tomó el lugar de aquella mujer misteriosa quien en realidad siempre fue Valeria. Hace un año que terminó sus estudios y desde entonces trabajaba codo con codo con Adrien Mckenzie, el hombre que amaba en silencio y que le fue arrebatado por una vil jugada de parte de Elena, no pudiendo hacer nada mientras el tiempo pasaba y ella seguía enamorada de aquel hombre que no logró reconocerla y ni aún lo hacía. —Señor, ¿qué quiere que haga? Podemos decirle a los invitados que se pospone, después avisarles de otra fecha. —¿Y quedar en ridículo porque me dejaron plantado el día de mi boda? Nadie me deja plantado, Valeria.—estaba muy enojado, la voz de ella lo traía irritado, era una voz un poco chillona que lograba sacarlo de quicio sin tan siquiera intentarlo, no le agradaba mucho su encargada de publicidad pero era la única que hacía bien su trabajo y abarcaba otros campos con buen desenvolvimiento, había llegado hace un año a su oficina con muy buenas recomendaciones y una manera poco pausada de hablar, además de que ya la conocía como la joven que vivía en casa de los padres de su novia. Valeria era una mujer con muy buenas proporciones, ocultas bajo ropas que no le hacían tener un buen aspecto, tenía un rostro muy fino, una belleza inusual y poco común junto con unos ojos color ámbar y una mirada muy cálida, que se veían muy opacadas por su forma de vestir, dejándola pasar desapercibida ante las miradas de los hombres, quienes no le encontraban ningún atractivo. ¿Cómo podía sentirse tan irritado con alguien que no le había hecho nada? No era ella la culpable de que Elena no llegara a la boda. Pero para Valeria era todo lo contrario. Adoraba a su jefe, tanto así que no era capaz de notar el desprecio que este sentía hacia ella, no se daba cuenta. Tenía el corazón destrozado al saber que lo habían dejado plantado en el altar. Lo miraba a los ojos y aún no podía creer que él no fuese capaz de reconocerla, eso le dolía. —No sé que mas puedo hacer, señor. Adrien se dio la vuelta, miró a todos los invitados ya cansados de esperar, enfocó con rechazo a la mujer de pie frente a él y luego al padre, que se movía de un lado a otro por tanto tiempo de estar de pie, a la espera de que el novio viera lo obvio y diera por cancelada la ceremonia. Todos estaban cansados. Pero Adrien no saldría de esa iglesia siendo a quien dejaron plantado, se casaría de una manera u otra, aunque no fuera con Elena, eso lo tenía claro; quedar en ridículo ¡jamás! Valeria llevaba un vestido color beige con unas mangas horribles que bajaban por sus antebrazos, este llegaba hasta debajo de sus rodillas, sostenía el ramo de flores que sería entregado a Elena nada más llegar, pero era muy obvio que no iba a llegar, todos los presentes lo sabían. «Incluso vino mal vestida» pensó Adrien al ver el atuendo de Valeria. Sería un gran sacrificio para él, pero al menos mandaría un mensaje de que nadie lo dejaba plantado, no a Adrien Mackenzie. —Te casarás conmigo, Valeria.—sería una forma de herir a Elena y molestarla por atreverse a no llegar a la boda. —¡¿Qué?!—exclamó, cubriendo su boca al ver que llamaba la atención de los invitados.—Lo siento, he de haber escuchado mal. ¿Qué es lo que ha dicho? —Mira a toda esta gente, han venido a verme casar y yo no saldré por esa maldita puerta sin contraer matrimonio. Casémonos. ¿Cuánto me pides?—sabía que la joven no era adinerada, por lo que ofrecerle dinero era la opción mas segura. —¿Habla de dinero?—preguntó con temblor en su voz, miraba el ramo de flores en sus manos y podría ser un sueño casarse con el hombre que amaba en silencio, incluso sabiendo que él amaba a otra mujer. ¿Haría eso por él? ¿Sería un favor para su jefe o sería un favor para ella? Aunque un gran disgusto para la familia Sinclair que la había acogido de manera muy calurosa, a pesar de todos los malos tratos hacia ella luego de los primeros meses de estancia. —Si, dinero. ¿Cuánto quieres?—preguntó con insistencia. Tomó las manos de ella, con algo de desprecio, pero lo que Valeria sintió fueron cosquilleos que la hacían elevarse. Valeria a sus veinticuatro años podría ser algo tímida, con falta de confianza, pero era una mujer inteligente y se daba cuenta que el amor hacia su jefe podría cegarla, el amor hacia ese hombre que no lograba olvidar. Aquella oportunidad podría ser irrepetible y nadie quitaba que su jefe luego quisiera divorciarse al otro día de casarse con ella, siendo consciente de que solo no quería quedarse como el hombre que dejaron plantado. Por lo que si iba a tomar una probada de su sueño hecho realidad, al menos que fuera un poco mas duradero. Sería la oportunidad perfecta para demostrarle quién era ella, para hacerle saber que ella era esa mujer que él llegó buscando hace algunos años en casa de los Sinclair. —¿Solo va a utilizarme para no quedar en ridículo ante toda esta gente y ante Elena?—le preguntó, levantando al fin la vista hacia Adrien, este quedó sorprendido ante su osadía.—Le serviré para mantener su figura pública intachable, pero luego seré rechazada como una basura en una papelera. No puedo casarme con usted solo siendo beneficiado usted, señor Mckenzie. Casémonos y mantengamos este matrimonio por un año. Si me da su palabra de que no se divorciará de mi al día siguiente, acepto casarme. Su palabra es lo más preciado que tiene y si me la da, deberá de cumplir con lo dicho aquí, el día de hoy. —Eres una maldita interesada.—respondió en reproche.—Te quieres aprovechar de mi situación, ni siquiera piensas en mi o en Elena. —No he sido yo la que he pedido casarme con usted. Es usted quien se quiere aprovechar de que haría lo que fuera por usted. —¿Lo que fuera?— por un momento quedó asombrado de lo último que dijo Valeria, se acercó peligrosamente a su rostro, rozó su mejilla y se detuvo en su oido.—¿Incluso acostarte con un hombre que ama a otra mujer y que solo te utilizará para mantener su ego intacto y no sentirse rechazado? ¿Tanto así? ¿Te rebajarías a eso sin obtener dinero a cambio, Valeria? ¿Incluso si traicionas a la familia que te ha acogido, casándote con el hombre que está destinado para su hija? ¿Estás dispuesta a sentir todo el rechazo y el desprecio de los Sinclair? Yo no te voy a proteger de ellos, eso tenlo por seguro. Los ojos de Valeria se aguaron, sintiendo las duras palabras de su jefe. —Incluso haría eso por usted.—dijo, llena de tristeza y con un horrible nudo en la garganta, sabiendo lo que se le avecinaría al aceptar casarse con ese hombre. —Qué patética.—soltó con repugnancia. Tomó la mano de ella y se acercaron al altar, frente al padre.—Muy bien. Empecemos la boda. Me casaré con Valeria, padre. ¿Cuál es tu apellido? —Richardson, Valeria Richardson. El murmullo se hizo muy intenso cuando el padre anunció que empezaba la boda, los familiares presentes de Elena se mostraron agitados ante aquella atrocidad, soltando insultos hacia Valeria sin saber qué ocurría, pero los padres de Adrien permanecieron impasibles, su hijo solo hacía lo que tenía que hacer. No era algo extraño para ellos, había llegado donde estaba a su corta edad gracias a los riesgos que era capaz de tomar. Era un buen apostador y siempre solía ganar. Para Adrien Mckenzie perder nunca era una opción. Al anunciarse que podían besarse, Valeria se mostró visiblemente contenta ante la idea de besarlo. Pero Adrien solo se dio la vuelta y caminó por el pasillo rumbo a la puerta de salida, pasando entre los invitados sin tan siquiera molestarse en mirarlos, llevaba su cabeza en alto con la mirada fija en la salida. Valeria lo siguió, alcanzándolo al segundo. —No me sigas, mujer.—le pidió al notarla detrás de él. —¿A dónde vas? Nos falta la fiesta. —No hay fiesta para mi, esto no es una boda con un final feliz, mas bien trágico. Ve prepara tus cosas, en la mañana salimos a la luna de miel. Pregunta por el horario de los vuelos a mi secretaria. Ahora eres mi esposa de reemplazo. —Adrien. —¿Ahora me llamas por mi nombre?—él se detuvo.—Soy el señor Mckenzie para ti, eso no cambia. Despide a todos los invitados, todo se cancela. Este circo termina aquí. Nos vemos a la hora acordada en el aeropuerto. —Pero…¿A dónde va, señor Mckenzie? —A ver a la mujer que amo y a obtener una explicación de lo que ha pasado, allí voy. ¿No es muy obvio? Siguió su camino y dejó a Valeria en medio de la puerta, con unos invitados detrás de ella que esperaban una explicación para los repentinos acontecimientos.

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