Las sombrías palabras de Gideón sobre las inminentes guerras provocaron un silencio pesado, especialmente en Serenity, que ella no estaba acostumbrada a ese tipo de ambientes, ella no conocía como era una guerra, un enfrentamiento bélico, por eso de tan solo imaginárselo, se inquietaba. Y así, con manos temblorosas delatando sus nervios, la joven de cabello blanco terminó de limpiar el torso del imponente rey lobo con movimientos reverentes y delicados. Sus dedos recorrieron los musculosos brazos y las piernas fibrosas, como si temiera lastimarle las heridas superficiales que todavía no habían desaparecido y Serenity asumía que quizás le ardían por el agua y el jabón, pero en ningún momento él mostró señal de dolor. Por eso, cada roce de Serenity era una caricia suave, casi un tributo al g