En su regreso al reino de Zythos, Gideón guió a Serenity con delicadeza a su aposento privado. Después de asearse, sus pasos resonaban sobre los corredores de piedra del castillo, donde las antorchas de las paredes proyectaban un resplandor cálido, iluminando el camino hacia el aposento real. Los ojos de Serenity se abrieron con curiosidad al darse cuenta de que no se dirigían al mismo lugar donde ella había aguardado el resto del día, comprendiendo al instante que la habían alojado en una habitación de invitados mientras esperaba el regreso del rey. Con un suave rubor coloreando sus mejillas, Serenity alzó su mirada hacia Gideón, quien durante todo el trayecto sujetaba su mano mientras caminaban. —Su majestad... —comenzó a decir, entrelazando sus dedos con los de él de forma disimulada.