Cuando aquellas palabras abandonaron los labios de Serenity, los ojos color esmeralda de Gideón se abrieron de par en par, reflejando su conmoción ante tal nauseabunda comparación. Con un leve esfuerzo, una chispa ardiente destelló en sus pupilas dilatadas mientras contemplaba a la joven con una mezcla de deseo y una repentina furia que crecía de forma peligrosa en su interior.
—No te atrevas a compararme con ese maldito cobarde... —La voz de Gideón emergió en un tono bajo y amenazante, su mirada ensombreciéndose mientras apretaba su mandíbula con tanta fuerza que un músculo se tensó en su cuello—. ¡Yo jamás tomaría a una mujer contra su voluntad! —rugió finalmente, su grito haciendo que Serenity ahogara un grito de temor al ver la furia deformando las facciones cinceladas del rey lobo—.
