La mirada serena pero profunda de Serenity recorrió lentamente la imponente figura de Gideón de pies a cabeza, observando cada detalle de su cuerpo curtido por las batallas. Un leve rubor tiñó sus pálidas mejillas al asentir su anterior orden en silencio.
—Sí, mi señor Gideón... —aceptó finalmente con voz temblorosa, aún conmocionada por los violentos y caóticos acontecimientos que habían sacudido su primer día en el majestuoso, pero tenso palacio real de Zythos.
La última vez que estuvo a solas con Gideón ese agitado día fue en las primeras horas de la mañana. Durante el resto del día, la trataron con todos los honores de una invitada ilustre, sin embargo, Serenity no podía evitar sentirse culpable por haberse quedado profundamente dormida en aquella cómoda cama donde la habían instalad
