En ese momento, un par de doncellas de mirada tímida y movimientos gráciles acudieron presurosas a la suntuosa habitación de la reina Serenity. Como cada mañana, se encargarían de arreglarla y engalanarla con esmero. Después de todo, era la soberana de Avalonia y contaba con un séquito de sirvientas a su entera disposición. Las mujeres no perdieron tiempo. Con dedos hábiles, vistieron a Serenity con un suntuoso vestido de seda color azul noche, ribeteado con hilos de oro que refulgían a la luz del amanecer que se colaba por los altos ventanales. Su larga cabellera blanca, antes suelta como una cascada de plata, fue trenzada con primor en un rápido pero hermoso peinado que realzaba sus delicados rasgos. La adornaron con joyas relucientes en su cuello y muñecas, haciendo juego con la coron