03. La Reina Serenity y el Prisionero Gideón

896 Words
Mientras llevaban a Gideón posiblemente a uno de los calabozos, Varkan se adelantó hacia su aposento real. El rey cruzó los alfombrados pasillos hasta llegar a la habitación de su esposa Serenity, esa mujer que le servía únicamente para producir la preciada miel de Zafiro y, en secreto, ¡para crear las flores mismas! Era una magia que solo conocían el rey y aquellos que se la habían vendido, un conocimiento demasiado valioso para ser divulgado. Serenity se encontraba en su pequeño jardín interior, sentada junto a las Flores de Zafiro, cuando escuchó que la puerta de la recámara se abría. Eso solo significaba una cosa: su esposo vendría a la cama, y ella tendría que atenderlo. «Es mi deber como esposa... a pesar de que no puedo darle hijos», pensó Serenity, quien, después de dos años de matrimonio, no había podido concebir un heredero, lo que solo incrementaba el rechazo que Varkan sentía por ella, mirándola más como un objeto que como mujer. Ser una mujer estéril era sinónimo de burla en el reino, a pesar de que, en secreto, ella era quien producía casi todas las flores y la miel que se exportaban a precios exorbitantes. La corte y los habitantes del palacio y el reino de Avalonia no la respetaban, pues no cumplía con su deber más importante como reina: seguir el linaje de su rey. Cuando la puerta se abrió, Varkan anunció en tono burlón: —Amor, tengo una sorpresa para ti. Calza tus pies y sígueme... Serenity abrió sus enormes ojos azul grisáceos, desconfiando de las "sorpresas" de su esposo. Pero se mordió la lengua y obedeció. —Sí, voy enseguida, mi señor...— susurró, colocándose los zapatos para acompañarlo. Minutos después de una incómoda y silenciosa caminata, Serenity y su esposo llegaron a los fríos calabozos. Allí, la reina se encontró con algo que jamás habría imaginado. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a los guardias arrastrando el cuerpo inconsciente de Gideón, sacándolo de una de las celdas. Tuvieron que golpearlo para que entrara, dejándolo malherido. —Como bien sabes, en nuestro reino están permitidos los esclavos íntimos... Yo tengo a varias que funcionan mejor que tú, incluso puedo jurar que todas mis esclavas pueden darme hijos, más que mi reina inútil y estéril... —comenzó a decir el rey Varkan, humillando a Serenity frente a los guardias. Ella bajó la mirada al suelo. Él sabía que no la desechaba por su poder, sino que simplemente disfrutaba de lastimarla verbalmente cuando tenía oportunidad. —Como soy un rey justo, pienso que mi esposa también se merece un esclavo íntimo. Honestamente, detesto acostarme contigo, así que, ya que no sirves en la cama, aquí te traigo a este perro sarnoso para que te sirva en mi ausencia. Ve si puedes domarlo, seguramente muerde —se burló Varkan, mientras los guardias arrojaban a Gideón a los pies de Serenity. La reina jadeó y retrocedió algunos pasos, llevándose una mano a los labios. Si su rey la humillaba constantemente, esta vez había cruzado todos los límites. Con temor, Serenity bajó la vista hacia aquel hombre casi inconsciente en el suelo, y cuando lo observó con detenimiento, abrió los ojos aún más. Nunca había visto a un hombre de apariencia tan salvaje y masculina como aquel prisionero. A pesar de las cadenas y los golpes, su cuerpo musculoso y sus rasgos fuertes le parecieron impresionantes. Aunque todavía no le había visto porque se encontraba con la vista hacia el suelo, ella sabía que él no se parecía a ninguno de los hombres de Avalonia: su enorme espalda, su piel bronceada, sus gruesas piernas y su largo cabello no eran comunes en su reino, lo que solo significaba una cosa. —Si lo llamas perro... —Así es —le respondió Varkan, interrumpiendo a Serenity—. Es un hombre lobo del reino de Zythos, esos salvajes y destructivos hombres lobo... Mientras Varkan hablaba, Gideón recobró por completo el sentido. El mareo provocado por los golpes había cesado, y lo primero que hizo fue alzar la mirada. Al parpadear, sus ojos verdes se encontraron con los de Serenity, y por un instante, el mundo pareció congelarse. Aquel rey guerrero nunca había visto mujer más hermosa. Serenity parecía irradiar un resplandor sobrenatural, como un espíritu bajado del cielo, de una delicadeza exquisita. Mientras que Serenity cuando vio los ojos verdes esmeralda de aquel nombre lo reconoció de inmediato. «Son los mismos ojos de mi premonición… es él, es peligroso… para mí», piensa Serenity con temor, ella sabía que corría peligro, pero jamás imaginó que su mismo esposo sería el que la pondría en ese aprieto… Y mientras ella pensaba en eso, Gideón ya estaba mentalizándose lo que haría a continuación con suma certeza: escaparía de ese reino, y no lo haría con las manos vacías, porque cuando lo hiciera, se llevaría a esa diosa etérea para hacerla su esposa. Aunque tuviera que arrebatarla por la fuerza del reino, esa belleza de mujer sería suya. El gran Gideón el Devastador así lo había decidido, incluso aunque la misma diosa de cabello blanco no lo quisiera. «Este es el verdadero tesoro, lo presiento, y me lo llevaré conmigo», pensó Gideón, quien, al estar semi inconsciente, no había escuchado la parte en que el rey Varkan lo designaba como el esclavo íntimo de su esposa…
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