Serabelle abrió su boca, sorprendida, y luego se la cubrió al ver cómo, una vez más, Serenity volvió a sonrojarse intensamente. —Todo esto es por culpa de la tía —declaró Serabelle con el ceño fruncido—. Si no te hubiese vendido a ese idiota cobarde del rey de Avalonia, ese hombre lobo no te hubiese conocido... ahora creo que te gusta y quieres que te haga su mujer. —¡No! —exclamó Serenity, cubriéndose el rostro con ambas manos en un gesto avergonzado, recordando los besos y las caricias en el baño privado del rey. —¿No? ¡Mírate, jamás te había visto así! —exclamó Serabelle, sus ojos destellando con una mezcla de diversión y asombro ante la reacción de su gemela—. ¡Qué suerte que no me pasará lo mismo que a ti! Jamás me enamoraría de un hombre lobo, es como si un cordero se enamorara de