Luisa inclinó la cabeza para saludar a su jefa, seguido dijo.
—Señor Lombardo he venido en cuanto me lo pidió.
Eliane comprendió que estaba en serios problemas. Antes de que Alessandro llegara hasta ellas le hizo seña con el dedo indicé en la boca, seguido lo pasó por el cuello, y eso provocó que Luisa tragara grueso. Es que la seña era clara. Si no guardaba su secreto le cortaría el cuello.
—Acompáñame al despacho.
Cuando Alessandro se dirigió al despacho. Luisa le hizo seña con sus dedos pasándolos de una comisura a la otra, haciéndole ver a Eliane que su boca estaría cerrara como un cierre.
Al entrar en el despacho. Luisa se quedó parada con sus manos unidas detrás de sus nalgas. No esperó que Alessandro le preguntara, empezó a dar detalles de lo que le había pedido.
—Encontré a la señor-ita Petrucci, la dejé instalada en su nueva casa, también la ayudé a ingresar a la universidad que deseaba y me he encargado de cada cosa que precisa.
Alessandro estaba escuchando atentamente a la mujer, pero su mente estaba en otro lugar, como lo que dijo esa empleada.
—¿Qué tan varonil o fuerte me veo? —Ante esa pregunta Luisa casi se atraganta con su propia saliva—. ¿Crees que no soy lo suficiente musculoso?
—Usted-usted tiene muy buenos músculos —le dijo tímidamente—. ¿Alguien le dijo que no los tenía?
—No. Nadie —se levantó—. Te llamaré si te necesito.
Luisa asintió y se retiró del despacho. Cuando llegó al pasillo que la llevaría a la salida tiraron de ella hacia una habitación oscura, le cubrieron la boca para que no gritara.
—Con que un oculista ¿No?
Al soltarle la boca, Luisa cuestionó.
—¿Usted estaba escuchando la conversación entre el señor Alessandro y mi persona? —Eliane asintió—. ¿Por qué? ¿No confía en mí? —volvió asentir haciendo sentir mal a Luisa.
—Pero desde hoy, confiaré en ti.
—Vaya, que fortuna —dijo irónica.
Eliane se disculpó, sabiendo que había hecho sentir mal a Luisa por dudar de ella, pero luego de escuchar todo lo que le dijo a Alessandro le quedaba claro que Luisa era de confianza. En cuanto a lo que escuchó de Alessandro quedó más que complacida por haberle golpeado el ego a ese cretino traidor.
Culminando sus horas de trabajo se dirigió a la casa que Luisa había preparado para ella. era precisamente como se lo había pedido. Una villa pequeña, con alberca, un jardín lleno de flores y un garaje donde pronto debería guardar un coche. Porque si o si tenía que aprender a manejar.
Menudas cosas las que tenía que aprender para poder trasportarse en la ciudad.
En el campo no necesitaba aprender nada para poder trasportarse. Su trasporte eran sus mismos pies y, los aprendió a manejar desde los nueve meses.
—Puedes vivir conmigo.
—Oh, muy agradecida por su ofrecimiento, mi señora de Lombardo, pero no es posible que viva con usted.
—No es necesario que te dirijas a mí por: “señora de Lombardo”, solo dime; Eliane.
—No es apropiado que me dirija a su persona de esa forma.
—¿Por qué no?
—Porque usted está en una posición muy alta, sobre todo, soy su empleada.
—Tonterías. Vengo de un pueblo, viviendo en una choza muy humilde, donde dormía en el suelo. No soy más que tú, así que no sé de qué nivel me hablas.
—Aunque se crio en el campo, usted siempre perteneció a una buena familia.
—Soy tu jefa, y te ordeno que me llames por mi nombre —Luisa abrió la boca para reprochar, pero ante la orden de su jefa no tuvo más opción que asentir—. Ya deja de hacer eso… pareces un robot.
Luisa sonrió y volvió a asentir.
Eliane rodó los ojos y le dio la espalda. Empezó a conocer su casa, admirando cada detalle de la que contenía. Ni en sus mejores sueños imaginó vivir en un lugar lujoso como ese sitio.
Ella tuvo una niñez muy miserable, donde fue despreciada y rechazada por muchas personas. Hace unos diez años solo era una niña que todos miraban con asco. Ahora estaba en una lujosa villa, siendo la hija de una mujer muy importante de Torino y la esposa de un multimillonario, a quien se consideraba el hombre más hermoso de toda Italia.
Llegó a la alberca, observó esta con nada de impresión ya que, ella se había bañado en lugares más grandes, donde el agua no estaba estancada o daba vueltas entre sí.
Se había criado en África, un pueblo de bajos recursos, alejado del lugar donde su madre la tuvo. Esta había ido de vacaciones a África, por ese lugar le llegó el parto y no tuvo más remedio que tener a su hija. Para luego de haberla tenido en sus brazos esta fuera arrancada de ellos y llevarla lejos.
Fue abandonada en ese pueblo, criada por unos ancianos quienes se convirtieron en sus padres.
Luego de conocer la primera planta subió al segundo piso donde se encontraba la única habitación. Abrió los closets para encontrarse sin número de prendas, las cuales parecían estar a su medida.
—Tomé su medida de las prendas de su maleta. Con eso compré prendas nuevas ya que las que tiene no son apropiadas para llevar a la universidad.
—¿Por qué si están sanas?
—Es que, en esos lugares los jóvenes llevan prendas de este tipo. Sé que no está acostumbrada a usarlas, pero debe hacerlo, de lo contrario será objeto de burla.
—No me importa. El primero que se burle de mí, lo golpeo.
Luisa abrió la boca con asombro. No esperaba que la señora de Lombardo fuera un salvaje que todo quisiera arreglar a golpes.
—Si se pelea, puede que llamen a alguien de su familia. Y ese sería el señor Alessandro Lombardo. Si eso llega a suceder, quedaremos descubiertas. Yo perderé mi trabajo, y quizás el señor Alessandro nunca la perdone.
—¿Y crees que me importa su perdón? —al ver que Luisa entristeció, porque de suceder aquello, la única perjudicada sería ella, Eliane dijo—. Solo por ti, me comportaré bien —Luisa suspiró y sonrió. Era un alivio para ella saber que su jefa estaba dispuesta a llevarse bien con los compañeros para no meterla en problemas.
Tras haber conocido la casa, solicitaron algo de comer. Luego de culminar la comida y no saber que más hacer. Eliane decidió aprender más sobre el inglés.
Como Luisa tenía que pasar doce horas junto a ella, decidió enseñarle el idioma. Cuando ya le tocó irse. Eliane cayó al sillón frustrada, pues el inglés era más complicado que el italiano. Al menos este se lo había enseñado una maestra del pueblo. Era como si supiera que algún día volvería a Italia.
Se quedó estudiando hasta bien tarde, mejor dicho, hasta que el sueño la dominó. Y al día siguiente se levantó muy temprano para nuevamente ir a la villa de Alessandro y esperar que apareciera con una mujer.
Pero Alessandro llegó solo, cansado, exhausto. Estaba tan agotado que se lanzó al mueble de la sala y se quedó dormido profundamente.
Eliane hizo limpieza. Estaba por irse cuando llegaron las correspondencias, al ver que una era del abuelo leyó la nota. En esta decía que estaban las fotografías de su boda.
Lo que significaba que el abuelo si había enviado fotografías de ella a Alessandro, pero como este estuvo en Grecia y ahora viajó a Washington, la correspondencia había tardado en llegar. Al momento que escuchó la voz de Alessandro, Eliane saltó e inmediatamente escondió la correspondencia.
—¿Qué tienes ahí?