Rechazada.
El bullicio se calmó gradualmente cuando Alessandro se acercó al micrófono. El silencio expectante se apoderó de la multitud mientras cada mirada se centraba en él. Los graduados, conscientes de la oportunidad única que se les presentaba, se prepararon para absorber cada palabra de sabiduría que saldría de los labios del maestro.
Alessandro dirigió la mirada por toda la audiencia, como si entre ellos buscara a una persona especifica. Lo hacía a cada conferencia que asistía, imaginando que entre ellos la encontraba.
Dejando rodar la gruesa saliva, Eliane rodó un poco para que su rostro quedara cubierto por alguien más. Su corazón, el cual había permanecido sereno, sin resonadas potentes acababa de desbocarse en latidos.
Seis años lejos de él. Seis años huyéndole a esa verdad y, el destino lo había traído al último día de su vida universitaria.
—Graduados —cuando empezó a hablar. Eliane soltó el aire por la boca y procedió a escuchar atentamente lo que su esposo decía—. Hoy celebramos el culmen de su esfuerzo y la realización de sus sueños. Ustedes representan el futuro de la medicina, y me siento honrado de estar aquí con ustedes en este momento crucial de sus vidas.
Un aplauso ensordecedor estalló en el auditorio, una manifestación de admiración hacia el hombre que había conquistado los límites de la medicina resonó por todo el salón.
Alessandro sonrió, asimilando la calurosa recepción. Él publicó nuevamente se había levantado. Para poder continuar, con sus definidas manos moviéndolas en el aire indicó que se sentaran. Los jóvenes estaban tan emocionados que, ninguno de ellos quería dejar de aplaudir y alabar al doctor Lombardo.
Cuando los recién graduados tomaron asiento, volvió a hacer un recorrido, Elaine continuaba detrás de su compañero rogando que esto pronto se terminara, que Alessandro no la viera.
Pero eso sería imposible, porque en el destino estaba escrito que hoy, ellos dos volverían a verse las caras. Pensó que sería mañana, o quizás unos días, semanas después, ya que pensaba regresar a Italia y tomar su lugar en la empresa de su madre. Por seis años había permitido que el esposo de su madre se quedara como presidente luego de que está muriese, pero ya era momento de regresar y tomar lo que por derecho le pertenecía.
No solo regresaría a tomar posesión de sus bienes, también a enfrentar a Alessandro, solicitar el divorcio por un matrimonio que nunca se consumó. Ahora lo tenía frente a ella, dando un parlamento antes de su graduación.
Alessandro, con orgullo recorriendo sus venas contaba a los presentes como llegó a ser lo que era. La importancia de concentrar su máximo tiempo en la medicina. Dio un largo parlamento que en ningún momento aburrió a la audiencia, al contrario, le sacó más de una sonrisa.
Para finalizar, Alessandro procedió a llamar al mejor egresado de ese grupo, al leer el nombre se quedó en trance. Lentamente fue levantando la mirada, la buscó fila por fila hasta que dio con una escondida detrás de otro compañero.
¿Era ella? ¿Se escondía para que no la viera?
—Eliane Petrucci… ¿Está Eliane Petrucci?
Todas las miradas se posaron en ella, incluso el que la cubría se movió, dejando libre la visión para Alessandro. Al hacer contacto con sus miradas, el pecho de Alessandro se detuvo para el segundo siguiente arremeter con fuerzas.
AÑOS ATRÁS.
Parada frente el altar, con su impresionante vestido blanco se encontraba Eliane. A su costado, un acaudalado caballero, de talla alta y cuerpo bien tonificado, el cual interrumpió al sacerdote cuando este preguntó.
—Señor Amadeo ¿Acepta tomar por esposa a la señorita Eliane Petrucci…?
El alto hombre, con voz gruesa y seguridad en cada palabra declaró.
—¡No la acepto!
Ante esa respuesta, todos en la iglesia se quedaron atónitos, incluida Eliane, quien se vio obligada a fruncir el ceño, por tan descabellada respuesta.
De entre la multitud, una mujer de mediana edad, pálida y angustiada por la respuesta del novio se levantó e inmediatamente cuestionó.
—Amadeo ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo puedes responder aquello? ¡Lo que has dicho es una tontería!
—No es ninguna tontería—. El hombre, vestido de traje n***o impecable, miró firmemente a los invitados, incluida a la madre de Eliane y expresó con toda sinceridad—. No me gusta Eliane, la mujer que me gusta y quiero tomar por esposa es Giorgia —lo dijo mirando con ternura a la antes nombrada que se encontraba sentada en la audiencia, quien sonrió satisfecha mientras miraba a Eliane.
No le importaba Eliane, ella tenía todo, qué más daba si se quedaba con el prometido.
Negando la madre de Eliane, con un dolor agobiante en su pecho recriminó.
—Amadeo ¡No puedes decir esas cosas cuando estás a punto de casarte!
Otra mujer se levantó, pero está era más joven, sobre todo, estaba a favor del novio.
—No puedes culpar a mi hermano de no querer casarse si la novia es simplemente fea, grosera y sin un ápice de cultura. ¡A ningún hombre de la alta sociedad podría gustarle! —se burló de Eliane descaradamente—. Solo míralos, son tan diferentes, mi hermano un príncipe y ella una mujer fea y sin gracia.
A esta negación se unió el padre de Amadeo quien propuso.
—Cambien a la novia, no creo tenga problema la hermana tome su lugar.
La madre de Eliane contemplaba a todos con descontento ya que discutían sobre la boda de su hija, atreviéndose a juzgarla por su apariencia.
¿Cómo podían decir que era fea? ¿Cómo se atrevían? Si su Eliane era hermosa, solo que por haber pasado fuera de su familia, ya que fue robada cuando era una bebé y criada con una familia de bajos recursos en el campo tenía la piel maltratada, incluso su cabello lucía descuidado. Pero eso no la hacía fea, al menos para ella era la joven más hermosa que había visto.
—¡¿Cómo se atreven a decir esas cosas?! —dolorosamente llevó la mano a su pecho.
Ante esa acción, Eliane se preocupó. Aunque tenía apenas unas semanas de haber aparecido en la vida de su madre, ya sabía muchas cosas de ella, y una era que estaba enferma, y la situación que se estaba suscitando podría afectarle su salud.
—Mamá —se acercó rápidamente a ella, le tomó la mano y mirándole fijamente solicitó se calmara, sus palabras iban llenas de calma, ni siquiera se notaba agudeza en ella. Se suponía que una novia rechazada como lo estaba siendo ella en ese momento, debería estar a punto de llorar, porque no solo estaba siendo rechazada, también ridiculizada y cambiada por otra mujer.
Viendo como su hija estaba tranquila, que las palabras dichas por esas personas a las cuales consideraba familia no la afectaban, se sintió más tranquila.
Al ver que su madre se calmaba y su rostro empezaba a tomar mejor semblante, Eliane dirigió la mirada a los presentes, mas que todo a la hermana de su prometido.
—¿Acabas de decir que no soy digna de tu hermano? —una sonrisa sarcástica se asomó en sus comisuras al mismo tiempo que quitaba de su cabeza ese velo que tras de ser horrendo le impedía mirar fijamente a esa mujer—. Y es que tienes razón, no soy digna de contraer matrimonio con un cobarde y miserable como tu hermano.
Ante aquella respuesta, la audiencia murmuró con asombro, sobre todo llenó de ira a Amadeo quien bufó.
—¿Hablas de mí?
—Si, de ti. Porque eso es lo que eres ¡Un cobarde! —el puño de Amadeo se apretó—. ¿Crees que realmente quiero casarme contigo? —si no fuera porque los doctores le habían dicho que su madre estaba en sus últimos tiempos y esta quería dejarla en buenas manos asegurando una digna vida la que no tuvo en todos esos años, ella no habría aceptado casarse—. No tenias que hacer una escena aquí, pudiste decirlo a fuera y nos evitábamos todo este bochornoso momento, ni siquiera le hacíamos perder tiempo al padrecito, que por lo visto tiene más bodas que celebrar, de quienes en verdad se quieren casar. Solo los cobarde e idiotas esperan llegar al altar para retractarse, y tú ya perteneces a ellos,
Rosalía se sintió indignada al ver como esa mujer ridiculizaba a su hermano cuando la que debía estar siendo ridiculizada era ella.
—Amadeo ¡No es idiota! Lo sería si se casara contigo, ya que ningún hombre de esta sociedad te querría por esposa, solo los campesinos mugriento iguala a ti, querrían casarse con una mujer fea y desaliñada.
—Tú eres la desaliñada y sin clase —refutó firme, sin un ápice de dolor o lágrima en sus ojos—. Y es que los campesinos a los que te refieres, no se asemejan en nada a tu hermano, porque esos hombres si conocen sobre el respeto a una mujer, no como el cobarde a tu lado.
La madre de Eliane intervino, pidiendo a su hija que no hiciera caso a lo que se decía, ella sabía la hermosa hija que tenía, y lo que los demás dijeran no le importaba.
—Vamos a casa…
Propuso, pero Eliane se negó, ya que, si se marchaba de ese lugar sin casarse, sería la burla de todas esas personas, y eso era algo que no permitiría.
—No me iré sin salir casada de este lugar.
Todos ahí se burlaron, más que todo Rosalía.
—¿No escuchaste? ¡Mi hermano no va a casarse contigo! ¿Es que no tienes vergüenza? ¿Quieres seguir humillándote?
Amadeo, que se había mantenido en silencio aclaró la garganta y dijo.
—Tomaré por esposa a Giorgia.
—Ok, no tengo problema —aseguró mordazmente—. Pero no aquí, porque esta es mi boda y me casaré ahora.
—¿Es que no tienes sangre en la cara? Ya lo ha dicho, no se casará contigo.
Mirándola con desdén, Eliane refutó.
—¿Y quién te dijo que me casaré con tu hermano? —le regaló una sonrisa hipócrita—. Me casaré con Alessandro Lombardo
Todos los presentes soltaron una carcajada ante la respuesta de Eliane. Era muy gracioso que tras de ser rechazada por Amadeo, estuviera pensando en casarse con Alessandro, quien no solo era el nieto de una de las familias más poderosas de Italia, si no que, era el mejor neurocirujano de dicho país.
Con veinticuatro años de edad, tenía varios títulos conseguidos, había salvado sin número de vidas, y lo más fascinante, era un hombre demasiado exquisito, con un rostro totalmente hermoso, como un mismo Dios griego.
Alessandro era sin duda un hombre completo, el hombre que cualquier mujer quisiera tener. Era guapo, millonario, inteligente, perfecto, sobre todo, caballeroso, a pesar del aura fría de su mirada, era un encanto de hombre, por eso todas las mujeres de esa ciudad, incluso del país lo deseaban y añoraban.
—Por favor Eliane, eres ridícula y estúpida. Pretendes engañarnos con que te casarás con Aless cuando ni mi hermano que es diez veces menos que él se quiere casar contigo ¿En serio crees que Alessandro querría casarse contigo? —se burló junto a todos los demás—. ¡Solo en tus sueños, perra!
Eliane le sonrió cuando de entre la multitud salió Guillermo Lombardo; el abuelo de Alessandro, quien se encontraba sentado en la última banca, para no llamar la atención de todos los invitados.
Cuando se acercó, todas las miradas se posaron en él. El anciano caminó apoyándose en el bastón hacia Eliane.
Todos se sorprendieron de verlo, se preguntaron ¿Qué hacia un Lombardo ahí sí su fortuna era diez veces más grande que la de los familiares de los novios?
Esperaban ansiosos que callara a esa imprudente mujer que se atrevía a decir que su nieto sería el esposo. Incluso Rosalía aconsejó.
—Es mejor que retires tus palabras, porque el señor Lombardo te hará pagar por lo que has dicho.
Estaba segura que la pondría en su lugar, que la humillaría junto con ellos, y que esa pueblerina querría regresar al pueblo donde nunca debió salir. No obstante, el señor Guillermo Lombardo le sonrío a Eliane, sobre todo, le tomó la mano y dejó un beso sobre esta.
—Será un placer para mi tenerte como mi nieta.
El asombro se hizo eco en la iglesia. La actitud y respuesta que Guillermo Lombardo dejó perplejo a los invitados y conmocionado a los familiares de Eliane.
—¿En-serio? —la madre de Eliane no se lo creía. Su corazón de sentirse dolorosamente triste, pasó a sentirse alegremente feliz.
—Eliane me salvó la vida.