Nicol se quedó mirando horrorizada la pastilla que Dante le puso en la mano.
—Debes ponerla en su bebida sin que él se dé cuenta.
Nicol no sabía de qué se trataba todo esto, pero sin duda iba a meterla en muchos problemas.
Cuando la vio dudar él dijo.
—Por cierto Nicol tu padre fue transferido de hospital hace una hora, está en una habitación privada así que podrás visitarlo cuando tu quieras— se acercó entonces a ella añadiendo— y yo también puedo entrar y verlo cuando me plazca, así que compórtate y haz lo que se te dice.
Nicol tragó saliva antes de cerrar el puño sobre la pastilla.
Fue a la barra cerca de la chica rubia despampanante y del señor Walk.
—Permítame pagar su bebida— dijo una voz masculina y Nicol se encontró con un hombre que podría estar rondando los cincuenta por los destellos de canas en su cabello y bigote.
—No he pedido nada—respondió ella y se dio cuenta que al sentarse al lado suyo considerando todos los asientos disponibles había enviado una falsa señal. Pero ella solo había querido permanecer lo más lejos de la vista de su jefe posible mientras la sensación de la pastilla en su mano la atormentaba.
—Entonces permítame pedir algo para usted— insistió
—No beberé nada, gracias— respondió casi mecánicamente, su mente en otro lado lo que la distrajo de reaccionar a las intenciones del hombre hasta que sintió una ancha mano tocar su cintura.
—Oh niña yo sé que a tu edad les gusta hacerse la difícil pero no tienes que aplicar esos juegos conmigo— al girarse Nicol se encontró con el viejo exageradamente cerca.
—Señor Ortega, no pensé que vendría.
En un segundo Nicol estaba a punto de gritar contra el rostro de un viejo ebrio y al siguiente se encontró con una amplia espalda y un elegante traje azul marino.
El señor Walk de alguna manera había arrastrado su silla lejos del hombre y se había puesto en medio.
No vió a la rubia con la que él hablaba por ningún lado.
Debido al rápido movimiento Nicol seguía muy pegada a la espalda del señor Walk que seguía interponiéndose y hablando con el viejo al que había llamado Ortega, su vaso justo a su lado.
Las acciones de su jefe eran difícil de interpretar pero era difícil no pensar que él había hecho esto para alejarla del acoso del hombre.
Para ayudarla.
De nuevo.
Y ella tenía que echar una pastilla de dudosos efectos en su bebida.
Nunca se odió a sí misma más cuando aprovechando su posición dejó caer la pastilla en su vaso.
Esta se disolvió sorprendentemente rápido y pronto no quedó evidencia de ella.
…
Después de eso Nicol salió corriendo al patio trasero sintiendo un enorme asco de sí misma. Por suerte no había nadie en esa parte del edificio.
¡¿Qué había hecho?!
Se dobló sobre sí misma cuando la respiración comenzó a fallarle.
Ella era una mala persona. Una horrible y asquerosa persona.
Se quitó los dolorosos zapatos y los lanzó al aire, estos se estrellaron con una fuente apagada de Afrodita.
Gritó pero la música ahogó el sonido.
Cuando la adrenalina inicial se había ido se sentó en el marco de la fuente con los pies congelados y sintiendo más frío que nunca.
No supo en qué momento comenzó a cabecear hasta que percibió un movimiento cerca de ella.
Vio a Azael Walk caminar a la dirección contraria del patio sin notarla. Se veía pálido y se sostenía con una mano la cabeza con malestar.
Miró el enorme reloj sobre su cabeza que señalaba la una de la mañana.
Había pasado por lo menos una hora ahí sentada.
Nicol podría marcharse, él no la había visto aún.
Pero no lo hizo.
Llegó junto a él justo cuando él casi perdió el equilibrio y se derrumbó hacia el frente, sin embargo ella no era lo suficientemente fuerte para sostenerlo y casi cayó también.
El calor que desprendía era sorprendente y ella descubrió que le gustaba su colonia.
De alguna manera logró llevarlo hasta una enorme maceta y sentarlo en el borde.
— ¿Señor está bien? — preguntó Nicol esperando que él contestara que sí.
—No he bebido mucho pero siento que he bebido cien cervezas. — respondió arrastrando levemente algunas palabras.
Él sonaba como alguien que se había embriagado por completo.
Era extraño verlo así, pero aún con la cabeza agachada y el cuerpo cansado ella no entendía cómo él seguía luciendo tan imponente.
— ¿Viniste aquí con Dante?— preguntó y a Nicol le sorprendió lo informal que sonaba.
— ¿Cómo señor?
—Con Dante, mi socio ¿Viniste como su compañía? — Nicol supuso que era su imaginación y probablemente parte de los efectos de lo que fuese que hubiese puesto en su bebida pero él parecía sonar realmente molesto
—Bueno yo…
—Qué bueno que los encuentro, me dijeron que el señor Walk se había puesto mal.
Dante apareció junto a ellos en ese momento, Nicol podía notar ese brillo de perversidad en sus ojos mientras sonreía satisfecho.
—No debió beber tanto— le dijo mientras este se sostenía la cabeza.
—No bebí— respondió él claramente tenso.
—Nicol por qué no lo llevas a su apartamento, definitivamente no se encuentra en condiciones de conducir.
Nicol vio las llaves que Dante sostenía frente a sus ojos. Luego lo miró a él que con un gesto le exigió obedecer.
—¿Pero no podemos llamar un Uber?
— ¿Para que un Uber querida?— dijo él con un falso tono condescendiente —sí aquí está su asistente para ayudarle.
Ella quería exigirle respuestas, gritarle para que le dijera que era lo que ella le había dado, que le asegurara que él estaría bien. Pero Azael estaba a solo unos pasos de ellos.
—Vamos te ayudare a llevarlo al auto.
Dante lo subió al asiento trasero y dejó a Nicol conducir.
Cuando ella le explicó que no sabía a donde llevarlo como última alternativa para escapar de aquello Dante solo le respondió que siguiera el GPS del auto y azotó la puerta haciéndola callar.
El camino fue incómodo, una combinación de miedo y culpa se estaba galopando dentro de ella combinados con algo más que no entendía del todo.
Ella se dió cuenta que cuando lo ayudó a sostenerse el aroma de su colonia se había impregnado ligeramente en su cabello. Aroma que la acompañó todo el camino.
De vez en vez lo miraba a través del retrovisor, él estaba profundamente dormido. Se había soltado varios botones de la camisa y su cabello se alborotaba sobre su rostro.
Nicol no entendió cómo aún en esa situación podía verse tan atractivo.
Dio un frenazo repentino cuando ese pensamiento intrusivo llegó antes de que ella pudiera detenerlo. ¿Qué estaba pasándole?
Un claxon sonó tras ella y se esforzó por concentrarse en conducir y no en pensar tonterías.
No le sorprendió que su jefe viviera en aquel edificio, el edificio frente al parque Lincoln era uno de los más costosos. Nicol había tenido un trabajo de medio tiempo ahí antes de que su padre…
Bueno.
Intentó no pensar en ello mientras bajaba del auto y se acercaba al cuerpo dormido de Azael Walk con el corazón martillando cada vez más rápido.
—Vamos señor, tiene que ayudarme a bajarlo—lo llamó pero él no contestó.
Nicol pensó que él no la había escuchado hasta que lentamente se fue enderezando aun con los ojos cerrados.
—Dígame señorita Johnson me atropelló un camión— preguntó él
—No señor, pero— respondió ella sin pensar aunque él tampoco le prestó mucha atención.
Cuando él se puso de pie fuera del auto solo logró sostenerse correctamente un par de segundos y Nicol tuvo que correr hacia él que quedó frente a ella, su cuerpo cubriéndola por completo, él le puso las manos en los hombros para estabilizarse, sus manos eran fuertes y cálidas, Nicol sintió un nuevo tipo de ansiedad subiendo por su garganta. Su cercanía la abrumaba de formas que no entendía y quiso poder soltarlo y alejarse de ahí pero no se atrevió. Así que siguió sosteniéndolo hasta que él tuvo las fuerzas de seguir caminando por sí mismo.
Al entrar al edificio el portero de aproximadamente setenta años los recibió, él parecía auténticamente sorprendido y preocupado cuando vio el estado de Azael Walk y la bola de culpa siguió creciendo en Nicol. Después miró con extrañeza a Nicol. Tal vez debió llevarlo al médico en lugar de aquí.
Pensó en que es lo que Dante le haría si decidía llevar al señor Walk a un hospital.
Tomaron el ascensor hasta la última habitación.
Al salir Nicol tuvo que ayudarlo a poner el brazo sobre sus hombros para que pudiera usarla para equilibrarse.
Cada vez que su cercanía pretendía prender una especie de fuego dormido dentro de ella Nicol se recordaba que ella era la culpable de que él estuviera en ese estado y lograba acallar las llamas.
Pero cada vez era más difícil y el señor Walk cada vez se apoyaba más en ella. Nicol ya podía sentir la forma de sus músculos a través de su vestido
El interior del departamento estaba sorprendentemente vacío y no parecía que fuese algún tipo de diseño minimalista, lucía más bien como un lugar que apenas se habitaba. Sin embargo los pocos muebles que había lucían tan costosos que Nicol temió dañar alguno y no lograr pagarlo ni con diez años de salario.
La sala de sillones blancos se extendía en un ángulo de noventa grados frente a un enorme televisor, tras él una barra y junto a esta una colección de vinos cuidadosamente colocados en un amplio mueble de madera oscura.
Al fondo podía ver tras una puerta algunos indicios de una cocina integral y junto a la puerta una escalera de caracol negra que daba a un posible segundo piso.
—Solo llévame al sillón— le escuchó decir Nicol tal vez notando la forma aterrada en que ella miraba las mortales escalera a su posible habitación.
Ella lo ayudó a caminar hasta el sillón sin embargo al dejarse caer sobre este él no la soltó y terminó cayendo sobre el regazo de él. Dio un brinco cuando la mano que él aún mantenía en su cintura se apretó contra ella.
Intentó alejarse pero la fuerza de él comparada con la de ella era sorprendente sin siquiera intentarlo. Quizá era su imaginación pero sintió que esa mano se deslizó un poco más abajo. Un escalofrío empezó en la punta de sus pies y terminó en su nuca, justo donde su rostro sonrojado luchaba por mirar a cualquier otro lado menos a su jefe que seguía con la cabeza ligeramente inclinada y los ojos cerrados.
Para su sorpresa otra mano llegó directo a su cuello, era un toque apenas fantasmal que subió lentamente hasta su barbilla, Nicol mantuvo la mirada fija en el pecho de él sin comprender que estaba sucediendo entonces el toque antes delicado le tomó la barbilla con fuerza y levantó su rostro. Sus ojos se encontraron obligados con la muralla gris que eran los ojos Azael Walk. Su nariz a solo unos centímetros de la de ella, la mano firme en su barbilla impidiéndole alejarse.
—Señor— apenas pudo articular ella sin comprender que ocurría con él.
— ¿Por qué nunca me miras Nicol, por qué si sabes que me vuelve loco que lo hagas?
—Señor yo no…— su cercanía estaba generando en ellas sensaciones que parecían despertarse después de un largo sueño, sensaciones que empezaron a invalidarla y calentar partes de su cuerpo que Nicol no solía escuchar.
Eso la llevó a despertar de la ensoñación y en un arranque de pánico lo empujó con fuerza tirándose a sí misma al suelo.
Azael Walk no la siguió si no que cerró los ojos y se recostó contra él sillón de nuevo como si aquello nunca hubiese sucedido. Como si no la hubiese mirado de una forma que le impidió levantarse por unos segundos. Aún con las rodillas temblorosas se puso de pie y sin dudarlo esta vez corrió hacia la puerta.
Él estaría bien.
Pero justo al abrirla unos centímetros esta se cerró de golpe frente a ella. Un brazo atravesado sobre su cabeza impidiéndole salir.
—No te vayas— susurró Azael Walk tras ella.