Capítulo 4: El error
Nicol se quedó paralizada, el amplio torso de Azael se mantenía presionado contra su espalda, su aroma la envolvió hasta casi abrumarla.
“No te vayas” se repitió en su mente mientras él se mantenía inmóvil tras ella.
Podía escuchar su respiración agitada y su aliento contra su cabello.
—S…señor Walk— intentó hablar juntando todo el control sobre sí misma que pudo. — Yo… tengo que irme— Nicol acercó la mano a la perilla para intentar abrir de nuevo cuando una mano más grande se posó sobre la suya deteniéndola.
—Eso fue una orden señorita Johnson…. Quédate. — repitió
Nicol intentó quitar la mano de la perilla pero él no la soltó. Su fuerza era sorprendente pero no llegaba a lastimarla. Es como si ni siquiera lo intentara.
El entendimiento de eso le envió un escalofrío de miedo combinado con algo tibio y alarmante que acumuló un extraño calor en su abdomen bajo y que siguió extendiéndose hacia abajo.
Él la obligó a retirar la mano de la manija. Nicol se vio obligada a dar un paso hacia atrás pegando aún más su cuerpo contra Azael Walk.
—Solo te soltaré si prometes que te quedaras Nicol— Nicol dio un salto al sentir su voz susurrando contra su oído.
Tan cerca.
Mientras con una mano sostenía una de las manos de Nicol posó la otra contra su abdomen empujándola hacia él aún más si es que eso era posible.
Nicol intentó ignorar el bulto que se presionó contra su espalda baja.
— ¿Y bien? — replicó él y Nicol intentó recordar lo que él había preguntado.
“Quédate” había dicho él.
Nicol tragó saliva antes de hablar intentando encontrar su voz que salió mucho más ronca de lo que le gustaría.
—Sí señor—respondió apenas— me quedaré si así lo quiere.
De pronto la presión contra ella se hizo mucho mayor hasta que casi le fue imposible sostenerse.
— ¿Señor? — preguntó y tardó un segundo en darse cuenta que Azael estaba decayendo otra vez, apenas logró girarse para sostenerlo.
Parecía que él solo había esperado a que ella dijera que sí para mostrar lo realmente mal que se sentía. Nicol pensó que tal vez estaba imaginando pero el calor que él desprendía parecía haber aumentado de pronto.
Logró empujarlo de vuelta al sillón, él la dejó llevarlo. Pudo ver un ligero sudor en su rostro y al tocar su frente lo confirmó.
Él estaba ardiendo.
Él estaba ardiendo en temperatura y era su culpa.
Ella le había hecho esto.
Se mordió los labios para controlar el completo aborrecimiento que estaba sintiendo por sí misma. No era momento y no había tiempo para eso.
—Señor dígame dónde puedo conseguir algún trapo o ropa que pueda humedecer.
Después de un largo silencio sin que él respondiera se acercó junto a él.
Tuvo que arrodillarse junto a él en el sillón para estar a su altura. Se acercó a su rostro que seguía transpirando vapor caliente, intentó no mirar la gota de sudor que se deslizó por su cuello y se depositó en el hueco de su camisa abierta, camisa que por el calor que estaba desprendiendo su cuerpo ahora se pegaba contra su cuerpo mostrando un torso bien trabajado.
—Señor Walk necesito que me diga dónde puedo conseguir algún trapo para poder humedecer, si tiene algún botiquín también sería de mucha ayuda, temo que su temperatura siga subiendo.
Él dijo algo inentendible en voz muy baja.
Nicol se acercó más para poder escucharlo. Casi gritó cuando él tiró de su nuca acercando su odio a los labios de él.
—En el piso de arriba, en el baño— contestó, sus labios casi le acariciaron el oído y Nicol se sorprendió a sí misma apretando los labios para evitar soltar algún sonido que sin duda la avergonzaría después.
Tardó un segundo antes de que se decidiera a soltarla y Nico prácticamente corrió al piso de arriba.
El lugar lucía tan costoso y vacío como el piso de abajo, un pasillo con un par de cuadros colgando a lo largo similares a los que el señor Walk tenía en su oficina. A lo largo del pasillo había tres puertas y por el lavabo afuera de una de estas supo que ese era el baño.
Cuando se vio a sí misma en el espejo sobre este se dio cuenta que era un desastre tanto o aún más que lo era su jefe, tenía el cabello alborotado y en sus ojos había un extraño brillo que la hizo tragar duro.
Algo no estaba bien, ni con ella ni con el fuerte latido en su corazón que retumbaba en su pecho. Se dio cuenta que la pinza que había hecho en el escote estaba por reventarse, pero por suerte soportaría lo suficiente hasta que su jefe mejorara y ella pudiera irse.
En el baño encontró algunas toallas perfectamente dobladas sobre un anaquel. Humedeció la más pequeña en el lavabo y rebusco entre los cajones. En el último encontró alcohol, gasas y algunos analgésicos y antiinflamatorios.
El único nombre que reconoció entre ellos fue el paracetamol, sabía que su padre solía usar ese medicamento para prácticamente todos los malestares entre ellos cuando ella enfermaba de temperatura y no podían pagar un hospital.
Azael Walk seguía en el lugar donde lo dejó. Con una mano se sostenía la cabeza y parecía luchar para sostenerla.
El pareció sorprendido cuando ella lo sacó de su ensoñación y tiró de una de sus manos para depositar la pastilla.
—Tómela por favor— dijo— iré a traerle algo de agu…—pero sin dejarla terminar él se llevó la pastilla a la boca y la pasó en seco.
Nicol se guardó para sí misma su expresión de sorpresa e intentó empujarlo suavemente esperando que él comprendiera y se recostara de nuevo contra el respaldo del sillón para poder poner el trapo húmedo sobre su frente.
Nicol se inclinó sobre él para humedecerle la frente, algunas gotas descendieron sobre sus ojos haciéndolo apretarlos para evitar que el agua entrara en ellos. Nicol intentó limpiarlas con cuidado con su mano, cuando las limpió él abrió los ojos y Nicol fue consciente de lo mucho que se había inclinado sobre él.
—Nicol yo…— empezó con voz ronca pero justo en ese momento un sonido a tela desgarrándose lo interrumpió y Nicol vió como la pinza improvisada que había hecho en el vestido cedía y se rompía, al estar inclinada hacia el frente el vestido se inclinó y su escote se pronunció espantosamente.
Le tomó un segundo tanto a ella como a Azael Walk notarlo quien pasó sus ojos un par de veces de su rostro a su pecho antes de que ella chillara y se tirara al suelo tras el sillón cubriéndose el pecho con los brazos.
Genial. Simplemente genial.
Se dijo a sí misma mientras su jefe se mantenía en silencio.
Entonces comenzó un sonido casi gutural y Nicol pensó que él estaba quejándose, estuvo a punto de acercarse a ver qué le ocurría cuando descubrió que de hecho era una risa.
Él estaba riéndose.
De ella. Pero riéndose. Ella no recordaba haberlo escuchado reír antes. Eso inconscientemente la hizo sonreír mientras se ponía de pie con el vestido abrazado a su pecho para evitar otro accidente.
Con una mano agarrada al vestido Nicol pasó la siguiente media hora cambiando el trapo húmedo sobre la frente de Azael, esta vez desde una distancia menos comprometedora. Él parecía ir y venir de la inconsciencia hasta que él volvió a hablarle.
—En mi habitación Nicol— dijo mientras ella acomodaba la toalla de nuevo sobre su frente.
— ¿Cómo señor?
—En mi habitación hay algo de ropa, tal vez encuentres algo que puedas usar para que dejes de correr por mi apartamento con ese peligroso vestido azul.
El corazón de Nicol se saltó un latido al escucharlo pero igualmente fue a donde él le decía apenas susurrando un agradecimiento.
Estar en su habitación era algo extrañamente íntimo, en la que había una amplia cama con apenas una sábana sobre ella y un ropero de madera negra a cada lado de la habitación, la cama estaba sin hacer pero parecía como si él no hubiese dormido en ella en algún tiempo. Después de rebuscar en algunos cajones encontró un pijama de dos partes azul marino, ella era demasiado pequeña para el pantalón pero la parte de arriba le cubría hasta casi las rodillas así que parecía ser suficiente por el momento. Lo sorprendió lo suave y delicada que se sentía la tela contra su cuerpo.
Definitivamente era mucho más que sus pantalones despintados y la sudadera del gobierno que ella solía usar para dormir.
Cuando bajó y Azael Walk abrió los ojos para verla se encontró con una mirada similar a la que vio en él en la fiesta, quizá Nicol lo estaba imaginando pero él se veía casi… hambriento.
—Esa es mi pijama señorita Johnson— dijo él enderezándose con gran esfuerzo.
—Bueno yo…
—Le queda bien. — añadió sonriendo y cayó contra el sillón otra vez.
Nicol se quedó en su lugar frente a él con el corazón hecho nudo y tratando de recuperar el control de sus piernas para seguir cuidándolo.
Nicol había tenido razón cuando había pensado que el día en que Azael sonriera no sería una sonrisa que trasmitiría tranquilidad o alegría, había cierto brillo de perversidad en ese gesto que la dejó sin aliento un momento antes de atreverse a acercarse de nuevo.
Iba a ser una larga noche.
…
No supo en qué momento se quedó dormida hasta que una vibración contra su pierna la obligó a moverse, al tomar su insistente teléfono casi gritó al ver la hora.
Y un segundo grito casi se escapó de ella al ver que prácticamente estaba recostada contra su jefe que parecía profundamente dormido mientras su respiración se mantenía lenta en su pecho. Se acercó ligeramente a su rostro para tomar su temperatura. Él estaba mucho mejor
Casi las cuatro de la mañana y treinta llamadas de Sandra.
Y cincuenta y seis mensajes.
“¿Dónde estás?” “¿Estás bien?” “Dime que estas viva por favor” “¡Si estas viva y aun así no me contestas me encargare de matarte con mis propias manos!” “no es cierto lo que dije en el otro mensaje pero contéstame ya Nicol!!!!”.
Se alejó lentamente del sillón tratando de no hacer ruido en la habitación, quitó la sábana del cuarto y volvió con Azael para ponerla sobre él que siguió sin despertarse.
Se las arregló para ponerse el vestido pero la parte del pecho seguía rota, dio varias vueltas alrededor de la habitación de su jefe hasta decidirse a tomar un saco olvidado a los pies de la cama lanzando una plegaria para que su jefe no la matara por ello.
…
—Señorita— dijo una voz algo envejecida y el hombre de la recepción se acercó a ella mientras salía del elevador.
—Buenas noches— dijo ella consciente de su desastrosa apariencia.
—Parece que el señor estaba algo indispuesto ayer— dijo el anciano claramente preocupado— ¿él está bien?
—Sí, él…— Nicol se detuvo pensando que decir— tomó mucho en la fiesta de la compañía— completó ella rogando por que no se notara su mentira.
—Ya veo, entonces trabajas con él— añadió el hombre y Nicol notó que se veía curioso mientras la miraba con cierta diversión.
—Sí, soy su asistente—respondió dando un paso más a la salida pero su voz la detuvo de nuevo.
—Ya veo, ya me parecía extraño— dijo él.
La curiosidad le ganó y dio media vuelta para preguntar.
— ¿Qué cosa?
—El señor Azael no es alguien a quien le agrade que invadan su privacidad, es bien conocido por su atractivo para las mujeres pero jamás trajo una aquí… Ni siquiera a su asistente. — añadió él y Nicol pudo ver la clara expresión de diversión en sus ojos que ya no intentaba disimular.
—Sí, bueno, él estaba indispuesto así que lo traje, tengo que irme. — añadió rápidamente.
— ¿Quieres que pida un transporte para ti, niña? —la llamó el viejo una vez más, Nicol lo pensó un momento mirando la oscuridad que aún invadía la ciudad a través del cristal y luego mirando el saco prestado sobre su vestido roto y los incómodos zapatos que se vio obligada a usar.
Ella no tenía muchas opciones ahora.
—Si— dijo resignada finalmente volviendo sobre sus pasos— yo se lo pagare en cuanto…
—Oh déjalo así niña, el señor Azael no se molestara si ponemos a su cuenta un pequeño viaje— el viejo rio guiñandole un ojo con complicidad con un tono paternal que casi le recordó a su padre lo que le encogió el corazón un momento.
Nicol le sonrió con agradecimiento al hombre mientras llamaba a un taxi desde el teléfono de la recepción.
La sensación de emoción se fue transformando en terror conforme el taxi se alejaba del departamento y la realidad caía sobre ella de nuevo. Es como si hubiese estado en un sueño y estaba obligada a despertar.
Llamó a Sandra primero.
— ¿Te volviste loca? No, déjame corregir eso ¿Quieres volverme loca? ¿Dónde has estado?, estuve a nada de llamar a la policía Nicol, ¿sabes en qué clase de país vivimos? No puedes desaparecer así.
Después de gritarle un par de minutos más finalmente se calmó y le preguntó si estaba bien, y Nicol tuvo que alejar el teléfono de su oído cuando le dijo dónde había estado.
— ¡En su departamento!
—No es lo que crees, él estaba indispuesto y yo lo traje aquí, no pasó… nada— lo último lo añadió Nicol sin estar convencida de ello..
—Si, claro. Debes venir aquí y contármelo todo, ¿por dónde vienes?
—Lo siento pero no iré al departamento directamente.
— ¿Cómo? ¿Por qué?
—Iré a visitar a mi padre.
…
El hospital al que Dante envió a su padre era mucho menos concurrido que el hospital donde ella lo tenía, lo que era una suerte considerando su apariencia, mucho más grande y definitivamente más costoso, había policías en la entrada principal y también fuera de la habitación de su padre.
Como si temiera que ella fuese a tomarlo y a escapar con él.
Cosa que definitivamente llegó a considerar.
Los policías no la detuvieron al entrar. En el interior de la amplia habitación estaba su padre postrado en una gran cama con un aparato pitando constantemente y recordándole que él seguía vivo.
Un nudo en su garganta creció y creció mientras veía al hombre que alguna vez fue su padre estar inerte en esa cama sin respuesta, sin abrir los ojos que eran negros como los de ella pero más pequeños y rasgados con esa amplia sonrisa que casi tocaba sus orejas. Tenía la barba y el bigote desalineado que siempre le crecía rápidamente y que pese a que ese año había cumplido 55 años parecía un hombre aún mayor por sus canas prematuras que a los ojos de Nicol le daban un toque tierno cuando decidió vestirse de Santa Claus para las fiestas.
—Papá— lo llamó acercándose a la cama. — Soy yo, soy Nicol, lamento no haber venido a verte antes, pero— suspiró tratando de que no se le quebrara la voz— han pasado tantas cosas papá. Tengo tantas dudas y…— se tocó el pecho que ahora estaba cubierto por el saco n***o que tomó de Azael— tengo tantos sentimientos confusos que me asustan. Te necesito, ojalá pudieras darme un consejo como antes lo hacías, ojala…
Pensó en Dante y en todo lo que él había prometido quitarle si ella no hacia lo que él decía.
—He hecho algo horrible papá, y no sé si tendré que hacer algo igual de horrible después, ojalá pueda salvarte papá, no permitiré que él te haga daño, no importa lo que— respiró cuando la voz comenzó a fallarle de nuevo — no importa lo que tenga que hacer, para mantenerte con vida lo haré, sé que todo esto valdrá la pena cuando puedas verme a los ojos otra vez. Al final estaremos juntos de nuevo y todo esto será un mal recuerdo—no sabía si esto último se lo había dicho a sí misma o a él pero después de besar su mano Nicol lo dejó prometiéndole que lo visitaría más seguido.
Lamentablemente Nicol se fue demasiado pronto y no tuvo la oportunidad de ver a su padre mover la mano.