—Entonces, tú… ¿eres nueva aquí? —preguntó Sam. Sabía que era una pregunta estúpida porque ella ya le había dicho que sí. Pero no tenía nada más de qué hablar. Nunca había sido bueno para las conversaciones. Ella sólo sonrió. —Algo así. —¿Y por qué aquí? —añadió Sam— Es decir, no quiero ser irrespetuoso, pero este pueblo es una porquería. —Es una larga historia —dijo ella con un aire de misterio. Entonces Sam cayó en cuenta de algo. —Vaya, espera un minuto. Tú… acabas de decir que… compraste la casa? O sea, ¿tú la compraste? ¿No te referías a tus padres? —No. Estaba hablando de mí. Es decir, yo —respondió—. La compré yo misma. Sam todavía no lo entendía. No quería sonar como idiota pero era necesario que resolviera sus dudas. —Entonces, ¿la casa es sólo para ti? ¿Y tus padres… —