VEINTIDÓS Caitlin y Caleb volaron sobre kilómetros de oscuro bosque para cruzar Martha’s Vineyard y dirigirse hacia la luz vespertina del sol. A ella le asombró lo grande que era la isla. Había imaginado que se trataba de un lugar pequeño, pero cuando miró hacia abajo se dio cuenta de su enormidad. Los acantilados de Aquinnah, adonde se dirigían, estaban en la esquina opuesta de la isla, justo al otro lado. Aun volando a la velocidad que Caleb lo hacía, les tomaría un buen rato llegar. A él no le agradaba volar si corría el riesgo de que lo vieran. No quería atraer la atención de la gente porque podría ser perjudicial para él o su r**a. Sin embargo, la isla estaba tan solitaria en esa época del año, que no le importó transportarse hasta el otro extremo, en especial, porque sólo tendría q