—Muy bien, milord. El Marqués cruzó el vestíbulo y abrió la puerta al fondo. La joven lo precedió y entraron en una amplia biblioteca que daba al jardín de la parte posterior de la casa. Ardían varias luces en la habitación y el lacayo subió la intensidad del gas. La lujosa biblioteca, cómodamente amueblada, tenía todas las paredes tapizadas de libros. El Marqués, se dirigió a su escritorio y abrió varias gavetas antes de encontrar lo que buscaba. Después, se acercó a la chimenea, frente a la cual se había puesto la joven de cuclillas, extendiendo las manos hacia el fuego. —Fue muy tonto de mi parte no haber traído un abrigo— dijo ella—. Ahora que lo pienso, podría haberlo arrojado por la ventana, junto con mi valija. —Como la valija estuvo a punto de caerme encima— replicó el Marqués