Serena caminó hasta la cocina en el departamento de su hermano, tomó del refrigerador una botella con agua y se recargó en la encimera para destaparla, colocó en la boquilla sus labios y comenzó a beberla. Mientras lo hacía, recordó el beso que Adrien le había dado; recordó la textura suave de sus labios, su lengua cálida y con sabor a menta invadiendo su boca y su mano presionando fervientemente su nuca para intensificar el beso; ese beso la había dejado sin aliento, Adrien era intenso, candente y un verdadero experto. Serena había deseado que eso pasara, cuando era más joven solía suspirar al observar el rostro serio y perfecto del amigo de su hermana, imaginó que probar sus labios sería algo verdaderamente delicioso y placentero, sin embargo, jamás se le ocurrió que al crecer este fue