Capítulo 4. Los sentimientos raros.

4231 Words
Pero tan pronto como dio cinco pasos hacia las escaleras, fue atrapada por una fuerza desconocida. Un momento, y Lera ya estaba de pie pegada a la pared, y Fran se elevó por encima de ella, apoyando una mano en el tabique junto a su cabeza. - ¡Vaya, eres juguetón! – jadeó Lera de asombro. Trató de pasar junto a él, pero Fran se quedó obstinadamente, bloqueando su camino. Tampoco funcionó empujarlo, su pecho era como una piedra. Tuvo que renunciar a los intentos inútiles de alejarse de este matón. Ella lo miró enojada y siseó: - ¿Qué quieres? Los compañeros de clase que pasaban, miraron sospechosamente en su dirección y susurraron. - No te aconsejaría. – dijo él en voz baja. - Sea lo que sea que te ofrezca, será mejor que lo rechaces de inmediato. No te busques más problemas. - ¿De qué estás hablando? - No finjas ser una tonta. No lo eres en absoluto. No funcionas así. - ¿Es un cumplido o qué? - miró pensativamente al insolente. Los ojos del chico eran verdes, con un borde oscuro alrededor del iris. En una situación diferente, incluso le habría gustado ese tipo de presión. Pero no ahora. Hoy todos sus nervios eran como cables desnudos. Toca y te electrocutarás. - No cambies de tema. - Cualquier ayuda, especialmente con su asignatura, para mí será bienvenida. Entonces, perdón, simplemente no estoy en condiciones de diseminar tales propuestas. - sonrió, notando por el rabillo del ojo cómo Gleb apareció en las escaleras. Al verlos, se detuvo, entrecerrando los ojos como un lobo antes de lanzar un ataque. Su mirada pareció verter agua hirviendo sobre ella. Con gran dificultad, Lera mantuvo su atención en Fran. - ¿Y si te mete en todos los agujeros por esa ayuda? - se rio entre dientes con descaro. - ¿Y qué tipo de tristeza tienes tú por eso? ¿Quizás te enamoraste de mí? - preguntó irónicamente. - ¿Te dijeron que tienes una lengua muy larga, Pica? Lera volvió a sacudirse ante ese apodo. - ¿Te dijeron que tienes los hábitos de un cavernícola? - Nadie se ha quejado todavía, - el idiota movió las cejas deliberadamente. - Puff, - exhaló con desdén, - búscate otra diversión. No eres mi tipo. - ¿Y quién es tu tipo? ¿Morcilla? - Quizás, él al menos tenga inteligencia. - respondió Lera, aunque en realidad no iba a contactar con el profesor. - Estás mintiendo, puedo ver en tus ojos que este viejo verde no es de tu agrado. - Bueno, ciertamente tu tampoco. Contigo todo sería aburrido, cursi, predecible, - imitó su juego con las cejas, - definitivamente no eres mi opción. La mirada de Fran se oscureció, pero el chico continuó sosteniéndola contra la pared. - Hmm, ¿quizás debería haber apostado por ti también? ¿Entonces sería más interesante para ti? - Quién sabe ... - filosóficamente alzó las manos y se paró, porque Gleb se dirigía hacia ellos. - ¿Cuánto tiempo te tengo que esperar? – siseó Gleb con los dientes apretados, refiriéndose a su amigo, y pasó caminando, sin dignificarla ni con una mirada fugaz. - Aún no hemos terminado, Pica, - dijo Fran de manera amenazante. Se apartó de la pared y, metiendo las manos en los bolsillos de sus jeans, siguió a su líder. En ese momento, a ella le pareció o Gleb estaba realmente enojado. Miró a las espaldas de los chicos que se iban y pensó: "Sí, Gleb es realmente de mi gusto. Sombrío bastardo, cínico e inteligente. Me acosté con él no solo porque era el primero que encontré, con él, mi corazón late más rápido y la sangre corre más caliente por mis venas. Probablemente, inconscientemente sentí que era un bastardo, y yo siempre me sentí atraída por los bastardos". Fran alcanzó a su amigo después de un par de minutos. Para entonces, Gleb había logrado calmarse y contener sus inapropiados impulsos sedientos de sangre. - ¿Y qué diablos fue eso? – Preguntó Gleb fríamente mientras bajaban al primer piso. - ¿Qué diablos exactamente? - Fran miró hacia otro lado, sonriendo levemente ante sus propios pensamientos. - ¡Te acercaste a ella! Gleb no tenía idea de por qué le ponía tan furioso este hecho. Solo ver cómo Fran la apretó contra la pared, la ira le cubrió de destellos rojos ante los ojos. ¿Eran celos? No. Algún otro sentimiento, no conocido hasta ahora. Era sordo, furioso, interfiriendo con el pensamiento sobrio. Apenas se contuvo para no echar a su amigo a un lado. - ¿Y qué es eso? ¿Tiene planes a largo plazo para ella? – preguntó Fran. - No. Realmente Gleb tenía planes para esta Pica. Hacerle la vida insoportable y la obligarla a dejar el grupo o mejor la universidad. Pero después de observarla, comenzó a dudar de que esto fuera posible. Ella no era como las que huyen de problemas con el rabo entre las piernas. Lera era fuerte, Impudente, valiente. ¿Cómo no se diera cuenta de esto de inmediato? De hecho, La Pica, ese apodo inventado por Mark, era al cien por cien acertado. - ¿Entonces cuál era el problema? - su amigo lo miró fijamente, entrecerrando los ojos con sospecha. - No hay ningún problema. Parece que realmente no lo había, pero la sensación era como si hubiera un problema y a escala universal. Además, era un problema tan molesto, cuya esencia ni siquiera podía entender. Había una sensación idiota en su pecho, de que Fran estaba invadiendo su propiedad. ¿Por qué sentía así? Después de todo, él no la necesitaba. Generalmente. Pero de todos modos se enfureció por el hecho de que su amigo intentara ligar con ella. - Ya que no tienes planes, ni problemas, entonces no metas tu nariz en mis asuntos con Pica, - respondió Fran seriamente, y Gleb aguantó por los pelos para no golpearlo contra la pared. - ¿Para qué la necesitas? - ¿A qué te refieres con para qué? ¿Tú la viste? Oh, si la viste. En todos los detalles, - Fran frunció el ceño con disgusto, pero de inmediato continuó: - ¿La escuchaste? ¡Esta chica es de fuego! ¡Verdadero! - ¿Y qué? - Gleb hizo todo lo posible por fingir que no estaba enfurecido por el interés manifiesto de su amigo en Lera. - ¿No entiendes? - se encogió de hombros Fran, - en general, lo siento, amigo, pero como lo tienes todo acabado con ella, aprovecharé la oportunidad. - ¡Dónde estás tú y dónde están las oportunidades! ¡Ella puede ver a través de ti! Ella te mandará lejos, - lo refrenó con severidad. - Ya me mandó, - relinchó sonriendo, - pero ¿cuándo eso me detuvo? Nunca. Fran seguía siendo ese gato salido. Tenía todo lo que se movía. Y si no se movía, lo agitaba y lo volvía a tener. - ¿Por qué ella? ¿No hay otras chicas guapas en la ciudad? - Son aburridas las chicas, ella es distinta. Además, me parece que si la amas bien, se convertirá en una seda. - ¿Pica? ¿Seda? Ni siquiera lo pienses. No importa cuánto la ames, seguirá siendo una zorra. Lo sé. - Hmm, ¿quizás simplemente no la satisficiste? – Fran no callaba y siguió pidiendo una buena bofetada con la insistencia de un idiota. - ¡Vete a la mierda! - Tú simplemente apostaste por ella. – proseguía su amigo. -  Dudo que te esforzaras mucho. Por eso ella no se impresionó. - No digas tonterías, yo siempre follo bien. - Por supuesto, - arrastró Fran las palabras con una burla, - ¿qué hay de tu lema "follar rápido para propósitos personales"? La Pica no se parece a aquella a la que puedes dar un sexo rápido sin aplicación y sentimientos. Con ella necesitas un enfoque personal, habilidad, paciencia. - ¿Me enojas intencionadamente? – preguntó Gleb, apretando los puños. - No. Solo te advierto, que estoy muy interesado en ella. - No me importa, - siseó con los dientes apretados. - Eso es genial. Entonces nos vemos luego, - dijo su amigo y le apretó la mano. "De todos modos, este idiota no lo logrará nada con ella. Pero, ¡maldita sea, cómo me molesta y enfurece toda esta situación!" - pensó. Para la siguiente pareja de clases, Gleb vino malvado, como un demonio subterráneo. Con una mirada encontró a Pica: estaba sentada junto a su nerd-jefe Anna Ermolaeva. Era difícil encontrar un dúo menos adecuado. La Pica descarada y Chica-virgen asustada. Lera pareció sentir su mirada y se dio la vuelta. Ella miró, entrecerrando un poco los ojos, apretando los labios con disgusto, y nuevamente se enterró en el cuaderno. ¡Que diablo le obligó apostar por ella y, aún peor, acostarse con ella! Si dejara que Fran fuera quien se divirtiera con ella para su propio placer, simplemente se burlaría de él, sería mejor que estar enojado por alguna razón desconocida y mirar su espalda sin detenerse. - ¡Gleb! - Olga lo llamó, sacándolo de tormentosos pensamientos. Esperó hasta que él la miró con cansancio y tristeza y continuó deliberadamente en voz alta: - Estela no puede comunicarse contigo. - ¿Y que tengo que ver yo con eso? - Dice que llegará a las siete. ¿Te la encontrarás abajo? Lera no pudo resistirse y lanzó una mirada ansiosa e incomprensible en su dirección. - Dile que después de esta clase la llamaré. Después hablamos. - ¿Por qué no la llamas ahora mismo, está esperando? - Gleb miró a la amiga de su chica para que se callara, tragándose sus reclamos baratos. - Como quieras, - murmuró, estallando en un sonrojo enojado, y se giró a otro lado. Gleb volvió a mirar a Pica y estaba furioso, porque sus ojos se sintieron atraídos hacia ella como un imán. ¿Qué le pasaba? No recordaba tal reacción a las chicas, ni siquiera a las más guapas, sexis y encantadoras. ¡Pero esta chica nueva le enganchó! ¡Maldita sea, parece, que realmente estaba enganchado! Bueno, al menos en el entrenamiento desaparecerían todas las tonterías y el cerebro volvería a su lugar después de dos golpes. Incluso respirar se haría más fácil. Por eso, cuando Estela lo invitó al club, él no se negó, aunque nunca había visitado esos puntos calientes antes de una pelea, para no desatarse. No es que le gustara mucho el boxeo, pero era bueno en eso y ganaba mucho dinero. Que era muy necesario. Porque su madre, después de divorciarse de su padre, cayó en tal depresión que intentó suicidarse dos veces. Gleb tuvo que internarla en una clínica privada con vigilancia y eso era bastante caro. Su padre no le ayudaba con el dinero para ello. Si no fuera por estas peleas, su mantenimiento normal habría sido imposible. ¡No! no condenó a su padre, lo entendía. Sabía que su madre, con sus celos enfermizos, se metió ella misma en este rincón, convirtiendo la vida de su marido en una pesadilla y privó a su hijo de una familia normal. Fue después, cuando le diagnosticaron esa enfermedad mental. Pero Gleb no podía simplemente dejarla morir, porque todavía recordaba, que una vez había sido su amada madre. Estaba reclinado en uno de los sofás, bebiendo un cóctel sin alcohol con una pajita. Estela le murmuraba algo al oído. Finalmente se relajó y se olvidó de Pica. Después de todo, ¿qué le importa quién quiere estar allí con ella? - ¿Quizás vayamos a mi casa ya? - Estela frotó su nariz en su oído en términos inequívocos. - Hay demasiada gente aquí ... y ropa ... - Espera un poco, guapa, - le dio una ligera palmada en el muslo. Para decirlo suavemente, no llevaba mucha ropa. Incluso casi imperceptiblemente, diría yo, sin espacio para la imaginación. Para que Gleb no tuviera que encender la imaginación en absoluto. - Ya estoy en llamas, - le susurró al oído, jugando ahí con su lengua. De repente, una chica de cabello largo y oscuro pasó junto a ellos. Gleb incluso se apartó de Estela, como un amante pillado por sorpresa. Su corazón dejo de latir. La chica se volvió y se dio cuenta de que no era Lera. Pero ahora cualquier deseo de ir a casa de Estela había desaparecido por completo. - No, Estela, hoy no me voy a ningún lado. Tengo una pelea mañana y necesito descansar, y no participar en carreras de caballos contigo, - dijo con bastante rudeza y se levantó del sofá. - Gleb, me has mantenido con raciones de hambre durante toda una semana. Ella hizo un puchero con los labios. - ¿No tienes miedo de que empiece a engañarte con otro? - ella lo desafió. - Es asunto tuyo, no eres mi propiedad, - respondió Gleb con indiferencia y se dirigió a la salida, poniéndose la chaqueta. * * * Cuando Lera respiró hondo, deshaciéndose del pegajoso intruso Fran, se encontró con una de sus compañeras de clase. Le pareció que era Olga. - ¿Vas a acostarte con todos nuestros chicos? - se abalanzó sobre Lera, como una cobra celosa, adelantando su pecho muy voluminoso con un escote profundo. - No. Solo con los más guapos. - ¿Te pareces tan genial? - Me parece, que tienes que irte, - Lera no quería escuchar más sus tonterías, se dio la vuelta y se alejó. Bajó las escaleras hasta el primer piso, se detuvo frente al espejo y comenzó a ponerse un gorro; la siguiente pareja de clases estaba nuevamente en otro edificio, y las heladas de febrero azotaban en la calle. - No les hagas caso, - se escuchó a su lado. Dándose la vuelta con sorpresa, Lera vio a una chica extraña con gafas de pasta. Parece que la vio sentada en la siguiente fila, pero no estaba segura. Valeria miró atentamente a la "bienqueriente". Una camisa a cuadros marrón con mangas arremangadas se usó sobre un suéter blanco delgado, cabello gris y opaco recogido en un moño descuidado. Estas chicas generalmente no disfrutan de la atención especial de los chicos y los hombres, aunque ella era bastante bonita e incluso encantadora. - Ellos te están probando, y por eso te pinchan. Después te dejarán en paz. Lo hacen con todos los nuevos, - dijo ella y estalló en pintura carmesí. - ¿A ti te dejaron en paz? – preguntó Lera burlonamente. - Se acuerdan de mi existencia solo cuando es necesario copiar el trabajo. - Estas feliz, - dijo Lera arrastrando las palabras, y de repente se rieron con ella al unísono. - Mi nombre es Anna. Ermolaeva, - sonrió la chica un poco avergonzada, tratando torpemente de cubrir los tirantes de la mochila. Era una chica sencilla, modesta, pero por alguna razón Lera se tranquilizó junto a ella. - Soy Lera. Valeria Blance. - Lo sé ... Todo el mundo lo sabe. - Oh, sí, soy muy popular, - refunfuñó para sí misma, - como una estrella. Por decir lo menos. Hablando de las vicisitudes del destino y la dificultad de adaptarse en equipo, fue con ella hasta el otro edificio. Era mucho más divertido ir juntas que por separado. - Sabes, puedo ayudarte con los apuntes de los temas de Morcilla, - dijo Anna de repente, cuando todas las clases terminaron, - solo tengo que buscarlos en casa. - ¡Sería genial! - exclamó Lera. - Porque siento que no aprobaré el examen por mí misma. - Tan pronto como los encuentre, los llevaré a tu residencia, - la chica sonrió y se sonrojó. Estaba claro que, para ella la amistad con Pica era mucho más interesante que al revés, aunque Lera también se alegraba de tener una amiga así. Por lo menos no estaba sola ahora. * * * El viernes por la noche, Alla invitó a Lera a su casa. Estar sentada sola en la residencia era aburrido, así que aceptó, y sin más preámbulos, en media hora estaba con ella. Su prima le alquilaba un acogedor estudio cerca de la universidad con grandes ventanales y vistas impresionantes a la ciudad y lo llamó cariñosamente su "nido de amor". Lera tuvo la sensación de que se había metido en un tocador de una ninfómana osificada. Por todas partes estaba color rosa: cortinas rosas, almohadas rosas en un sofá gris, servilletas rosas. Todo era tan delicado y aireado que daba miedo tocarlo. Por cierto, las zapatillas también eran rosas. - Bueno, mi querida prima, - ronroneó Alla, levantando su copa, - te felicito por la primera semana en esta universidad y al mismo tiempo por la decisión más loca de tu vida. No todo el mundo se atrevería cambiar la capital por Culo del mundo en unos meses antes del diploma. - ¡Soy genial! – gruñó Lera, la saludó con un vaso y tomó un pequeño sorbo. La bebida ácida envolvió gratamente el paladar. Por alguna razón, inmediatamente quise sentir el verano, el sol y el olor a mar. - Eres loca, - dijo Alla. - Tengo mucha curiosidad, ¿qué te pasó, porque dejaste todo y te caíste en este pantano? - No pasó nada, - Lera se encogió de hombros con indiferencia, - solo en un buen momento me di cuenta de que no estaba donde necesitaba, y que no estaba haciendo lo que quería. - Y, por supuesto, te atrajo este lugar. Este agujero. - No. No fui atraída a ninguna parte. Simplemente no me importaba adónde ir, pero aquí estabas tu y, si no fuera por tus contactos, no habrías podido transferirme tan rápido. - Dime también que me extrañabas. - Por supuesto que te extrañé. Alla negó con la cabeza con disgusto: - No lo creo. - Bueno, la cosa tuya es creerlo o no, - la chica la miró burlonamente por encima del vaso y tomó otro sorbo. Sabroso. - ¿Cómo te va en general? – Preguntó Alla cinco minutos después de haber masticado varios panecillos jugosos. - Eh. Déjame pensar… - Lera levantó la mirada al techo y fingió estar sumida en sus pensamientos. - Durante esta semana logré convertirme en objeto de una estúpida disputa. Me acosté con el chico equivocado. Tuve una pelea con el tipo más bastardo de toda la universidad. Me hice toda una multitud de enemigos, cada uno de los cuales ahora considera como su deber hacerme la vida más complicada. El amigo del tipo equivocado me acosa insolentemente, creyendo, que como me acosté con Carov tan rápidamente, soy una chica fácilmente accesible. Por eso espera que yo sin ningún problema abra mis piernas frente a otro insolente. - Dibujándolo así, no suena bien, - dijo pensativamente Alla. - Y eso no es todo. – dijo Lera. - Los exámenes estatales y una tesis del diploma están en la vuelta de la esquina. Pero no me entero de qué está pasando. El programa de mi antigua universidad es muy distinto. Un profesor también suavemente me dio entender que mi aprobación de su asignatura pasaría primero por la aprobación en su cama. Pero en general, todo es genial. La chica sonrió deslumbrantemente y luego de un trago vació el vaso hasta el fondo e inmediatamente lo volvió a llenar. - ¿Ya estás arrepentida en mudarte por aquí? – Preguntó Alla tensa. - ¡No! Ni una gota. Aquí es divertido. Cada día es una fiesta y una aventura. Es tan estimulante, hace tiempo no me sentí tan viva, - dijo con voz tranquila, aunque temblaba desagradablemente por dentro. Especialmente cuando recordaba a Gleb. - Estas maravillosamente loca, Lera, - negó con la cabeza con desaprobación. - Bueno, si es así, entonces bebamos por los locos, - Lera puso su vaso, y Alla, un poco disgustada tintineó en silencio con el suyo.  Esta noche Lera estaba de humor para emborracharse y olvidar de todo lo malo en su vida. - ¿Te importa si me quedo contigo hasta la mañana? Porque Concha está de guardia en nuestra residencia hoy. No nos llevábamos bien últimamente. Si me ve en este estado, definitivamente se aferrará. - No hay problema. Quédate. El sofá es grande. - Gracias. Eres una verdadera amiga. - Lera, ¿Estás segura de que puedes con todo? - Sí. Cansino un poco, pero puedo manejarlo. - ¿Puedo ayudarte en algo? - Alla siguió cavando. - Gracias, pero por ahora no creo que necesite tu ayuda. Siempre me he enfrentado a todo yo misma, - sonrió tristemente, sintiendo una irritación desagradable que se agitaba y giraba por dentro.  Podría sobrellevarlo, pero definitivamente tendría que despedirse de los sueños de una vida tranquila, y la culpa de todo esto era del chico insolente de ojos fríos. - ¿Sabes algo sobre Gleb? - de todos modos, no pudo resistir, aunque antes se había prometido a sí misma no iniciar una conversación sobre este compañero molesto. Alla se encogió de hombros. - ¿Qué quieres saber de él? - Cualquier cosa. Me interesa todo. - ¿Por qué? - Ella frunció el ceño de inmediato. - No le entiendo, y me molesta. - ¿Y qué hay de él incomprensible? Estrictamente hablando, es un bastardo. No hay nada más que comprender. - Esto está muy claro. Me gustaría entender, si este es su estado mental congénito o temporal, o adquirido. - Está bien, escucha, - Alla se sentó más cómodamente y con una mirada de complicidad comenzó a contar. - Tengo una amiga, Lena. Estudiamos juntas. Entonces, nuestra ciudad era más pequeña, y de repente resultó que había sido la amiga de la madre de Gleb hacía mucho tiempo. Ahí ella me dijo algo sobre él. - ¡Vamos ya! No esperes, - Lera era tremendamente interesante. - O sea, cuando era un adolescente, aun él iba a la escuela secundaria, su padre los dejó y se fue a San Petersburgo. Allí le fue bastante bien, ganó mucho dinero. Ahora tiene su propia gran empresa. No sé si dedica a la construcción o reparaciones, no lo sé con certeza. Tiene una nueva esposa. Pero no tuvo éxito con más hijos. Por eso, cinco años después, volvió a aparecer en nuestra ciudad y expresó el deseo de comunicarse con su único hijo. Entonces Gleb acababa de terminar la escuela. Era un adolescente difícil. Tenía problemas continuos. Su madre no sabía qué hacer con él. Estaba exhausta por el divorcio, tratando de llegar a fin del mes, y él estaba sacándola de los nervios ... tanto que la pobre mujer terminó en un hospital psiquiátrico. - ¿Qué dices? - exclamó Lera. -… En general, intervino el padre. Y muy útil. Dijo que, si Gleb toma su decisión, termina la escuela, ingresa en la universidad y la acaba, lo llevaría a San Petersburgo y le pondría como heredero. Al principio le dará un trabajo, oportunidades, una vida con la que no podría soñar aquí. Pero para ello, el hijo tendría que demostrar que no es un estúpido carnero. Gleb se agarró a esta propuesta. Él y su madre vivían pobremente, sin lujos, y luego su padre empezó a ayudar con el dinero, por eso el chico tenía muchas ganas de salir de ese círculo vicioso. - Entonces él quiso mejorar su vida. ¿Qué hay de malo? - De hecho, es un tipo inteligente, peculiar, muy terco. Si puso una meta estaré segura que llegara hasta el final. Como contigo. No le importa cómo llegar directamente a ella. No diré que estudia como un poseso, pero no se salta demasiadas clases en vano. En muchas cosas él mismo resuelve el problema, en algunas busca soluciones alternativas, en otras, usa gente fácilmente. Necesita un diploma: este es su pase a una nueva vida, y para esto está listo para cualquier cosa. - Me quieres decir que, de un adolescente difícil, se convirtió en un chico decente y estudioso. - ¿Tú misma tú lo crees? - rio Alla. - ¿Dónde está Carov y dónde está la decencia? - También es verdad. - Parece que su padre le compró un apartamento, un coche, pero no le da dinero. No sé por qué. A lo mejor quiere comprobar, si el hijo es capaz de trepar a lo alto por sí mismo, o si se sentará en el cuello de otra persona durante toda su vida. - Él es capaz. - respondió Lera con convicción. - ¿Cómo lo sabes? Le conoces desde hace una semana. - La gente como él siempre se abren camino. Lo llevan en la sangre. - Quizás, - Alla no discutió, - Lena dijo que además de la universidad, se dedica al boxeo, se presenta en algunas peleas y por eso le pagan. No sé cuánto, realmente no profundicé en eso. Eso, en general, es todo. Ya sabes muy bien que es un bastardo y no tengo nada más que contar de él. - Gracias. Me quedé satisfecha. No es necesario más. Al menos ahora entendía por qué era tan egoísta, cínico y cruel. Pero no tenía idea de qué hacer con él. Solo estaba segura de una cosa: el mal carácter de Gleb volverá a perseguirla más de una vez.
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