Capítulo 1. Un juego de cínicos.
- ¡Fíjate! cómo mira nuestro Morcilla a la recién llegada. - Fran le dio un codazo a Gleb. Él lentamente abrió un ojo y volvió a bajar el rostro hacia el cuaderno, fingiendo escribir, pero en realidad cerró los ojos y se sumergió felizmente en el sueño.
- Qué, Tyson, ayer la noche estuvo dura, - Mark empujó el chico desde el otro lado. - ¿De tal manera que ni siquiera puedes abrir los ojos? ¿La pelea o la chica?
- ¡Qué va! - Fran soltó una carcajada demasiado fuerte para el silencio de la clase. – ¡Que peleas hay el domingo por la noche? ¡Era Estela, al cien por cien! ¡Ha agotado a nuestro campeón más abruptamente que la pelea del sábado! ¡Parece que la chica dio más de sí! ¿O no estaba sola? Porque antes las batallas con ella en la cama no eran tan agotadoras para ti. ¡Confiesa! ¿Estaba con una amiga?
- Vete a la mierda, - murmuró Gleb. - ¡Déjame dormir!
- ¡No, Estela no puede hacer eso! Ella nunca compartirá Gleb con nadie. ¿O te encadenó a la viga y disfrutó sexualmente de ti toda la noche?
- ¿Crees que nuestro campeón se ha interesado en el b**m? - Mark se echó a reír.
- ¿Y de qué otra manera logró exprimirle para quedar así? ¡Parece que nuestro Tyson se ha ido! ¡Había un amigo y ahora no está!
—Dejadme en paz, —siseó Gleb, abriendo los ojos con dificultad. - ¡Bastardos! Os llevaré al gimnasio esta noche y os doy una paliza como Dios manda.
Gleb entendió que sus amigos no le dejaran echar una siesta tranquila. Por la culpa de Fran, ahora ante sus ojos aparecieron imágenes picantes de él mismo encadenado a la pared y de las chicas en látex rojo con un látigo.
- ¡No dais descanso a una persona, diablos! ¡Dejad de ver películas para adultos! ¡Id a mejorar vuestra vida personal! - Gleb se echó a reír.
- ¡Oh, nuestro amigo zombi parece cobrar vida! - le vitoreó Mark.
- ¡Os daré un par de puñetazos a los dos en la cara! - Gleb les dio un codazo a ambos en el pecho.
- No, bueno, mira, el Morcilla realmente está babeando, - Fran volvió de nuevo al tema de la nueva compañera de clase. - ¡Mira como desnuda a la chica con los ojos! ¡Este viejo decrepito quiere quitar unas gallinas de nuestro corral! ¿Cuántos años tiene él? ¿Cuarenta y cinco o cincuenta? Pero sigue en combate.
- Bueno, ¿qué quieres? Él es profesor, tiene dinero, apartamento, un coche caro. Sí, las propias chicas saltan encima de él y se aprovecha. Les interesa obtener buenas notas, la licenciatura sin problema, la oportunidad de conseguir un buen trabajo después de carrera. Él puede ayudarles en todo y no hay necesidad de esforzarse. - explicó Mark.
Enfocando su mirada, Gleb admitió que su profesor estaba muy interesado en alguien. Ni siquiera los notó hoy, no hizo un solo comentario. Y en general no apartaba su mirada carnívora de un punto en el público.
- ¡No te jodas! - Gleb incluso silbó, volviéndose en la dirección de su mirada. - ¡Este es un digno ejemplar! De verdad es muy linda.
Ella estaba sentada en la primera fila fuera de todos. En el mismo lugar que más llamó la atención del profesor, justo enfrente. Por lo general, nadie se sentaba allí, por lo que los asientos a cada lado de ella quedaban libres, lo que la hacía destacar entre toda la audiencia, como un claro dentro de un bosque. Aunque la chica se habría destacado sin eso, incluso si apareciera entre una multitud, incluso en un metro lleno de gente. La veía de perfil. Era morena de pelo largo con pestañas largas, cejas arregladas y labios carnosos sin rastro de silicona. Gleb estaba asombrado, ¡resulta que los labios jugosos pueden ser hermosos! No solo hermoso, sino así que quería morderlos y atormentarlos ...
En general, no parecía nada de otro mundo, llevaba un jersey de gran tamaño y unos vaqueros normales. Pero algo tenía de especial. No pudo decir que exactamente. Pero debajo de este jersey, su imaginación dibujó una apetitosa figura sin esconder sus pechos preciosos ... Probablemente de la talla C ... "Me pregunto, si ellos también son naturales, como sus labios, o como tienen resto de las chicas ricas de la facultad, de silicona."- pensó Gleb.
La morena miraba con atención al profesor, se lamió el labio inferior y Gleb pareció recibir un disparo como de una corriente eléctrica.
- Vaya, - jadeó, alejando su mirada de esta irreal tentación andante. - ¡Esta es nueva! ¡Fin de la ciencia!
Al volverse hacia la chica, Mark también silbó.
- ¡Realmente, el potencial es visible desde aquí! ¿Apuesto que me acuesto con ella? – Fran miró perezosamente a la chica que acababa de llegar a su clase hoy, - dentro de una semana.
Gleb volvió a mirar evaluativamente a la chica que estaba concentrada en escribir algo en su cuaderno y emitió burlonamente:
- ¿Dentro de una semana? Pierdes el oficio. Yo la llevaría a la cama como un máximo en tres días. Es una chica tímida y tranquila.
- ¿Y Estela? Ella te arrancará la piel, si le llegan rumores de nuevo que te estás volviendo loco con alguien. Gritará peor que la última vez.
—¡Tonterías! —dijo Gleb descuidadamente, — gritará y se callará. Y si algo no le conviene, no la sujeto, la dejo rodar en las cuatro direcciones.
- También es verdad. Has durado demasiado con ella, - animó Mark.
La chica nueva, mientras tanto, escuchaba la lección e inconscientemente mordía la punta del bolígrafo. Sus labios eran hermosos, jugosos. Gleb inconscientemente pensaba que encontraría otro uso, mucho más agradable, para ellos.
- ¿Y qué? ¿Apostamos?
- Gleb, yo la vi primero, - gruñó Fran. - ¡Y después de ti no quedará nada de su corazón!
- ¿Para qué quieres su corazón, no te llegará con el cuerpo? - Gleb lo miró con tal mirada que Fran se quedó en silencio. - ¿Apostamos?
- ¿Que?
- Mil dólares. No será un trabajo difícil.
- Si ella no abre las piernas para ti en tres días, entonces aparte de recibir mil dólares, también ella será mía. - concluyó Fran.
- ¡Escuchad amigos! - Mark siseó. - ¡De hecho vinisteis aquí a escuchar la lección! El profesor, por supuesto, es un cerdo cuando se trata de las chicas, ¡pero como profesor es bueno! ¡Y te desperté Gleb, para que escucharas la lección y no empezaras a pelear con nuestro amigo por una chica!
- No nos peleamos, apostamos, - corrigió Gleb. – ¿Estás de acuerdo Fran? – su amigo asintió con la cabeza. - ¡El tema está cerrado! ¡Cerramos las bocas, apagamos las pantallas eróticas de la mente y comenzamos a escuchar al profesor! ¡Porque Mark tiene razón, con tanta práctica como de él, no aprenderemos en ningún otro lado!
Pero al poco tiempo Gleb volvió a mirar en la chica nueva. ¿Y para qué diablos Mark lo despertó? ¡Habría dormido tranquilamente después de la noche realmente tormentosa de ayer! Y sí, esa noche tuvo más de una chica, pero no juntas.
Qué podría decir, no se adhirió en absoluto el estilo de vida correcto. Los amigos a este respecto lo apoyaban plenamente, y el propio Gleb estaba seguro de que seguir el régimen estrictamente era lo último en el mundo, que haría. Sí, estaba bebiendo. Cada vez después de la pelea. Y más aún, no se negaba a los placeres de las mujeres. Cada vez después de la batalla, porque la adrenalina tan frenética comenzaba a jugar en él, que no sentía los bordes, sino que en general estaba listo para mover montañas y no darse cuenta. Y esta adrenalina bajaba con el alcohol o el sexo. Afortunadamente, hasta ahora no tuviera problemas ...
Las posibilidades de escuchar la lección, por muy útil que resultara, disminuyeron. Y el puño le crispó por completo, cuando el profesor se acercó a la chica nueva con una sonrisa de los treinta y dos dientes. Y, lo peor era que ella le respondió con la misma sonrisa radiante ... Él mismo no entendía cómo golpeó la mesa con todas sus fuerzas. Tan fuerte que Morcilla se dio la vuelta y preguntó con severidad:
- ¿Qué pasa, Carov?
- Lo siento, - Gleb sonrió, - una lesión laboral, tuve un espasmo en la mano.
Sus compañeros también se volvieron en su dirección: alguien con clara admiración, alguien con una sonrisa y la nueva con franca curiosidad.
La chica tenía ojos grandes y expresivos, azules claros, como el cielo invernal fuera de la ventana. Su piel era limpia, ligeramente bronceada y nariz delgada. A él gustó su víctima de apuesta.
Sus miradas se cruzaron y Gleb le guiñó un ojo, sonriendo con su sonrisa característica, de la que las chicas se ponían tontas. Las delgadas cejas oscuras se alzaron con sorpresa, pero ella no apartó la mirada. "La chica no es tímida, aunque a primera vista no lo parece," - pensó.
- Si no le interesa señor Carov, puede dejar el auditorio, - dijo Morcilla, taladrándolo con mirada severa.
- Lo siento, - contestó Fran de nuevo, apenas ocultando una sonrisa, y sus amigos se unieron a la disculpa.
La lección continuó.
Escuchó a medias al profesor, porque todo el tiempo miraba a la recién llegada con el rabillo del ojo. Ella intentó escribir, pero se volvió en su dirección, lanzando a Fran una mirada furtivamente interesada. “Parece que será incluso mucho más fácil de lo que pensaba. Es una presa fácil.” – pensó Gleb.
Apenas esperó el final de la clase, agarró su delgada libreta hecha jirones, la metió en el bolsillo de su chaqueta y fue hacia su víctima, mostrando simultáneamente detrás de la espalda el puño a sus amigos, quienes comenzaron a hacer muecas, mostrando gestos indecentes. ¡Pendejos!
La chica se apresuró a meter sus cuadernos, bolígrafos y el diablo sabe qué más en su mochila. “Parece que hay una empollona más en nuestra clase.” – sonrió Gleb.
Los compañeros de clase pasaban lanzando miradas curiosas, pero nadie tenía prisa por hablar con ella. Mantuvieron la distancia y todos sintieron que ella tampoco buscaba el acercamiento. El grupo, como un rebaño, la miraba y olfateaba, tratando de entender qué era ella, decidiendo que hacer con ella: aceptar, devorar o simplemente ignorar.
- Hola, - Gleb se detuvo junto a ella, luciendo la sonrisa más benevolente de su arsenal.
Ella se paró por un momento y luego se dio la vuelta lentamente:
- Hola, - asintió con cuidado, examinándolo.
"Sí, sí, mira, yo tengo mucho que enseñarte, guapa."- sonrió condescendientemente el chico.
- Tu nombre es Lera, ¿verdad?
- Sí, - una leve sonrisa tocó sus suaves labios.
- Yo soy Gleb.
- Un placer conocerte, Gleb. – dijo ella y le gustó muchísimo su timbre de voz.
¡Y qué placer tenía él, ni lo digo! Especialmente porque Lera resultó ser más guapa de cerca que de lejos.
- La próxima clase será en otro edificio. Si quieres, puedo acompañarte, - como por casualidad, Gleb ofreció su ayuda.
Lera dudó solo un par de segundos y luego asintió:
- Sería genial. Gracias.
En ese momento, Olga que pasaba junto a ellos gruñó fuerte y expresivamente, lanzando una mirada de desprecio a la nueva. Gleb no tenía ninguna duda de que en un minuto Estela se enteraría de esta conversación y sin duda le montaría un escándalo, porque le estaba tirando las cejas a la chica nueva. Solo que a él no le importaba. Ya estaba en el juego, comenzó la cuenta atrás.
Mientras se dirigían al segundo edificio, principalmente hablaba solo Gleb. Lera estaba mayormente en silencio, respondiendo a sus preguntas con moderación y ocasionalmente sonriendo. Su sonrisa, por cierto, era muy hermosa. Tenía el tipo de labios que atraen la mirada y parecen estar pidiendo un beso. Probablemente eran suaves, y por alguna razón le pareció que deberían oler a frambuesas.
"Nada, lo comprobaré. Tan pronto como sea posible." - pasó por su cabeza.
Había que darle la razón, Lera no temblaba, no se sonrojaba, como una virgen a la que no han besado. Incluso, cuando ella resbaló en el hielo astutamente espolvoreado con nieve y probablemente se habría caído, si él no la hubiera agarrado a tiempo, no comenzó a murmurar las tonterías y avergonzarse. Ella se limitó a sonreír, enderezó el gorro, que se había deslizado hacia un lado, y siguió andando, liberándose discretamente de sus manos.
En la siguiente lección, se sentó junto a Lera. Con una mirada dejó en claro a sus amigos, y al resto, que, si alguien intentaba cortejarla o le prestaba demasiado atención, él lo destrozaría.
Fran le dijo algo a Mark y ambos se echaron a reír. Olga se hundió en el teléfono y tecleaba furiosamente, de vez en cuando mirando enojada en dirección a Gleb. Claramente estaba inventando una denuncia, describiendo a su amiga en todos los colores lo mujeriego que era su novio. De todos modos, Gleb dejó que le contara. Si Estela era tan estúpida como para montarle una bronca, esto era su problema. Él no era de su propiedad, y no planeó con ella vivir "felices para siempre".
Esperaba que Estela hubiera entendido después de la última bronca. Aunque improbable. Se rumoreaban que ella estaba hablando de que ellos se casarían en el verano después de acabar la universidad.
Estos eran sus problemas. Gleb tenía planes completamente diferentes para su futuro. Después de defender su diploma, iba a ver a su padre en San Petersburgo. Un nuevo trabajo, una nueva vida ya lo esperaba allí, y mataría a cualquiera que intentara interponerse en el camino de su preciado objetivo.
- Tyson, ¿trajiste el trabajo para presentar? - gritó Fran a toda el aula.
- Lo olvidé.
- ¡Diablos! Solo tú tenías mi modelo. ¿A quién voy a copiar ahora?
- A quien quieras, - dijo a su amigo y se volvió hacia Lera.
- ¿Tyson? – preguntó la chica, perpleja.
- Los amigos me llaman así. Soy un muy buen boxeador, - asintió respetuosamente.
De repente le pareció, que Lera no estaba impresionada por saber, que era él.
- ¿Dónde está la profesora? – La chica miró expresivamente su reloj. - ¿Se olvidó de nosotros?
- No te preocupes, ella vendrá. Margarita siempre llega tarde.
- ¿Esperamos quince minutos y nos vamos? - la chica sonrió, y Gleb sonrió involuntariamente en propuesta.
- No funcionará. Probamos colgar de la clase varias veces; esta reptil siempre aparece en el decimotercer minuto.
- Una mujer inteligente. – dijo la chica.
- Mas bien un "Culo astuto", - le guiñó un ojo.
Lera sonrió de nuevo y miró al cuaderno un poco avergonzada. Gleb continuó mirándola, ya preguntándose cómo se vería su cabello envuelto en su puño. Cómo ella mordería sus labios y pondría los ojos en blanco de placer.
Gleb sabía perfectamente, que le agradaba. Esto se podía ver a simple vista, a través de cada gesto. En la forma en que se colocaba un mechón de cabello oscuro detrás de la oreja, en cómo inconscientemente se mordía el labio inferior, en cómo sus mejillas se llenaron de un suave sonrojo, cuando lo miraba. Ella coqueteaba limpiamente, discretamente, y él siguió el juego, fingiendo sucumbir. Le dejaba pensar que una mirada suya fuera suficiente, para que él perdiera la cabeza.
Gleb pasó todo el día dando vueltas a su lado, mostrando atención, tratando de ser cariñoso, atento. Era un príncipe azul de los cuentos de hadas. Sus amigos se contuvieron de la risa, apretando los dientes. Gleb los amenazó subrepticiamente con estrangularlos. Aunque la situación fue divertida para él también. Lera se dejaba llevar, se derretía, se sonrojaba tentadoramente y, al parecer, no notaba a nadie más que a él.
Una dulce y sincera chica-polilla, estaba atrapada en la telaraña de una cínica araña. Gleb no se avergonzaba, no se arrepentía de nada. Lera resultó ser demasiado simple, poco interesante para él. Demasiado comedida, demasiado correcta, predecible. Estaba seguro de que en su imaginación ya caminaban de la mano hacia el altar, y él, como un verdadero príncipe, se arrodillaría ante su belleza. Aburrimiento como siempre. De hecho, el príncipe solo iba a tener un buen polvo con la princesa. Una vez, no más, y seguiría con sus asuntos, y lo que luego le sucediera a la princesa fallida, no le importaba en absoluto.
No le interesaban relaciones largas, la excepción era Estela. Ella se quedó con él tanto tiempo solamente porque era una guarra incansable en la cama y una pija arrogante fuera de ella. Este contraste le gustaba.
... Por la noche Gleb estaba en correspondencia activa con ella por w******p. Ella escribía, que estaba acostada en la cama, leyendo las noticias y pensando en él, y él escribía, que estaba triste, sentado en el balcón de su piso, miraba el cielo lleno de estrellas y en cada una de ellas veía el reflejo de sus ojos. Pero en realidad, él y sus amigos se divertían jugando a los bolos. Sacaba un strike tras otro y escribía todo tipo de mierda romántica en los momentos libres de tiradas.
- ¿Cómo te va con la chica nueva? - preguntó Fran, viendo cómo Gleb hacía una mueca, intentando en terribles intentos dar a luz a otro coágulo de tonterías de vainilla y caramelo.
— Bien. – respondió sin dejar la mirada del teléfono.
- ¿Llegarás a tiempo? Te quedan solo dos días.
- Llegaré a tiempo. No te preocupes, mejor prepárate el dinero. Ella ya está casi lista, estoy seguro, que ahora va a dormir imaginándome y seguramente mojara las braguitas. – se rio Gleb.
- ¿Estás seguro? - sonrió Mark.
- Puedo sentirlo. Mira lo que me escribió, - Gleb enseñó uno de los mensajes de Lera.
- ¡Tienes razón, está enamorada de ti, cabrón! – exclamó Mark
- Y me parece que ella es una chica delicada. - intervino Fran, - necesita paseos bajo la luz de la luna y serenatas bajo la ventana.
- A mí, no me importa lo que necesite, tengo mis propios planes y ella no se quedará en ellos por más de tres días. – respondió Gleb con indiferencia. – Si quieres, puedes intentarlo con ella después de que yo te gane la apuesta y me pagues mi premio.
- Me temo, que después no habrá nada que hacer. La destrozarás como otras.
- No te preocupes, te encontraremos una chica mejor. – dijo Gleb y le golpeó suavemente por el hombro. – Créeme, esta no vale la pena. Tú te aburrirás de sus mocos de vainilla.