Capítulo 3. Adiós, la vida tranquila.

4486 Words
Su nuevo grupo estaba en el tercer piso cerca de uno de los auditorios. Unos hablaban y se reían, otros rebuscaban en el teléfono, alguien caminaba de un lado a otro con una mirada aburrida. Entonces, ¿qué tenían de especial? Era un grupo normal y corriente, un grupo de estudiantes. No eran diferentes a los demás. Vio a Gleb desde lejos. Estaba parado cerca de la ventana con sus amigos. De repente sintió que tenía la boca seca, se quedaba sin aliento y el corazón le latía como loco mientras caminaba hacia ellos, con los ojos fijos en su ancha espalda. A ella no le gustaban esos tipos de conversaciones. No le gustaba nada. - ¡Gleb, hola! – Lera se acercó a él. - Necesitamos hablar. Al escuchar su voz, el chico se congeló por un segundo y luego se dio la vuelta lentamente. Su mirada hizo que el corazón de Lera empezara a latir inquieto. No había una sonrisa amistosa en sus hermosos labios. En su lugar apareció una mueca afectada, fría y cínica. En sus ojos grises se derramó un océano infinito de hielo: - Bueno, hola, chica nueva. - Ummm ... ¿está todo bien? - Preguntó con incertidumbre. - Conmigo sí, esta todo perfecto. Contigo no tengo ni idea, - respondió el chico con indiferencia. Ella no lo reconoció. Como si algún alíen se hubiera asentado en el cuerpo de una persona que solo ayer parecía encantadora, atenta y gentil. - ¿Pasó algo? - Lera hizo otro intento por comprender lo que estaba pasando. Pero Gleb solo enarcó una ceja oscura y sonrió. Su sonrisa fría le provocó un dolor de muelas por malos presentimientos. “Son unos cabrones, Lera. Son bastardos '', - las palabras de Alla le vinieron a la mente de manera bastante apropiada. La chica miró a su alrededor confundida. La mayor parte del grupo estaba ocupada con sus propios asuntos y no les prestó atención, pero los amigos íntimos de Gleb sin esconderse, observaron y escucharon con atención la conversación. Bajo sus miradas, Lera se sentía como si pasara junto a una jauría de perros salvajes. Pero se recompuso y dijo en voz baja: - Necesitamos hablar. Urgentemente. - ¿Acerca de? - Es personal. - ¿Personal? – Gleb hizo en la cara una fingida sorpresa. - ¿Tú y yo tenemos algo personal? - Gleb…. Ella estaba desanimada, confundida y no entendía qué mosca le había picado. - Probablemente se trate de lo que pasó ayer, - intervino Mark. - De cómo la pusiste sobre la mesa ... “¡¿Qué carajo?! ¿Él contó todo a sus amigos?” – explotó la mente de Lera. - ¿Qué es esto? - asintió con la cabeza hacia los chicos. - Les cuentas todas tus aventuras. - No. Solo sobre las que apuesto. - ¿Apuestas? - Si, aposté, que te tiraría en tres días y gané. – contesto él con toda la tranquilidad del mundo. Sus palabras, y sobre todo el tono, con el que lo dijo, golpearon como un martillo en su cabeza: "¿Este bastardo apostó por mí?! ¿En el hecho de que se follaría a la nueva deprisa? ¡Canalla! ¡Y como bien jugaba! No noté nada. No sentí nada. Estaba mal, preocupándome, pensando en cómo no ofenderlo. ¡Tonta! ¿Y ahora qué hago?” El sentido común le susurraba, que sería más fácil callar, llorar o gritar: "¡¿Cómo pudiste hacer esto?!" Y marchar. Sería más cómodo de esa manera. Así estaría bien. Ese bastardo habría disfrutado de su ganancia, estaría feliz durante dos días por su inútil victoria y se olvidaría de ella. Después de todo, estos juegos de niñatos malcriados le importaban poco. Estaba casi lista para hacerlo, pero ... Pero en este momento sus miradas se cruzaron, y en la de él reconoció claramente aquella que convirtió su vida en una pesadilla. Algo hizo clic dentro de su cerebro, destrozando con un tintineo silencioso. Lera en lugar de huir, se acercó a él y lo abrazó con fuerza. Gleb se tensó, convirtiéndose instantáneamente en una estatua de piedra. - Gracias a Dios ... esta es la mejor noticia para hoy, - lo besó con deleite en la mejilla, dejando un rastro de brillo rosado en su piel, - de verdad pensé que te gustaba y no supe cómo deshacerme de ti. Gracias cariño. Apenas reprimiendo el sarcasmo venenoso, le acarició suavemente su mejilla sin afeitar. Gleb le agarró la mano y le apretó la muñeca con fuerza. Lera ni siquiera levantó una ceja. Ella lo miró y sonrió con indiferencia, notando por el rabillo del ojo cómo el resto del grupo se volvía en su dirección. - ¿Qué absurdo? - ¿Por qué absurdo? La semana pasada era de locos. Me mudé, trasladé mis cosas, me instalé en un lugar nuevo ... Estaba cansada y quería aliviar el estrés, - esa era casi toda la verdad. Ni una palabra de mentiras, y Gleb lo sintió. Nunca había visto que los ojos cambiaran de color tan rápidamente en su vida. Un segundo atrás eran del color del acero, y luego ... ¡bang! eran más oscuros que una nube de tormenta. Gleb estaba enojado hasta el punto más alto. - ¡Qué giro! - Fran silbó asombrado. – Parece que no tú la follaste, sino ella a ti. - ¿Qué problema? Yo quería sexo rápido y lo recibí. Es fácil de entender. – Lera se giró de nuevo hacia Gleb. - Pero ya ves lo genial que resultó todo. Yo conseguí lo que necesitaba, nos divertimos y tú ganaste la apuesta. Espero, que el premio te será útil. Era difícil sonreír, cuando todo estaba hirviendo por dentro, pero se las arregló. Su resistencia era excelente, había estado entrenando durante tanto tiempo. - ¿Y tú, entonces, decidiste "relajarte" conmigo? - él, también tenía aguante, pero los nódulos en los pómulos delataban su verdadero estado. Gleb estaba furioso. Lera nuevamente tuvo la oportunidad de callarse, y nuevamente no lo hizo: - ¿Estás preguntándome por qué tú? - Ahora era el turno de Lera sonreír cínicamente. – Porque tú resultaste ser el más accesible. Como una hamburguesa en McDonald’s. Solo con un clic tú estabas en plena preparación para el combate. Estos tres días estabas tan pegajoso, como una hoja de papel de baño al culo. Era un pecado no usarte. Perdóname, si ofendí tus elevados sentimientos, - terminó Lera con simpatía fingida. Alguien del grupo jadeó, el resto se quedó en silencio, y Gleb la miró de tal manera que parecía que iba a arrancarle la piel en vivo. - Bueno, bueno, Tyson. No te pongas tan nervioso. Tú tampoco perdiste, - le guiñó un ojo y se dirigió al aula con una sonrisa, sintiendo cómo todos la miraban. “Bien hecho, Lera. Acabas de tener un enemigo mortal. No te perdonará esto jamás.” – pensó Lera. La clase fue doble. Tres horas y media de murmullos monótonos la esperaban. Lera estaba sentada en la primera mesa de la fila extrema y con todas sus fuerzas fingió estar interesada en esta lección, como si fuera la mejor cosa que le podría haber pasado en su vida, pobre en eventos. Pero dentro de ella algo estaba hirviendo un cóctel loco. El primer elemento de esta mezcla era resentimiento. ¿A dónde irá sin él? ¿Y cómo no ofenderse, cuando apuestan por ti descaradamente? El segundo era enfado por la misma razón. Ya ha ideado una docena de formas de vengarse, que iban desde la violencia física hasta la tortura psíquica sofisticada. Y también tenía miedo. La sombra de Edward en los ojos de este joven le provocó tal tensión, que sus intestinos se contrajeron. Ella entendió inconscientemente que esto era solo el comienzo. Empeorará aún más. En los ojos de Gleb, leyó la promesa de una cruel represalia. Ella no le tenía miedo a Gleb, él tenía que crecer mucho para llegar a nivel de Edward con su mente pervertida. Temía que sus sueños de una vida tranquila llegaran a su fin. Y eso cuando ella viniera aquí, especialmente para eso, dejando la prestigiosa universidad capitalina. Pero a juzgar por el hecho de cómo se deslizaban por su espalda las miradas cautelosas de los compañeros de clase y escuchaba fragmentos de frases lanzadas en un susurro, se dio cuenta de que el grupo estaba aún calmado, pero en alerta. Por ahora. Hasta que el bastardo principal les diera la orden " suelta ". Infierno. No quería que todo saliera así. Sería mejor si estuviera callada. Cinco minutos de vergüenza, y luego podía caminar con la cabeza levantada de la víctima. ¿Ahora qué? Diez minutos antes del final de la clase, un estudiante desaliñado de primer año apareció en el auditorio. - ¿Quién es Valeria Blance? - gritó como un gallo en una cerca. - Yo, - respondió Lera con cautela. - Te llaman a la secretaría. - dijo y salió corriendo. La profesora con su mirada inquisitiva, asintió con aprobación, dejándola salir del aula. Lera apresuró meter sus cosas en la mochila y se fue, sintiendo como si le clavaron cuchillos en la espalda. Se estremeció y levantó sus ojos a Gleb. Él estaba sentado en la última fila, con la espalda contra la pared y ni siquiera miró en su dirección. Fingió que ella no existía. * * * - Lera, - Alla saltó hacia ella, - necesito tu firma. Aquí, aquí y aquí. Metió el dedo con la manicura en el papel. - ¿Qué es? ¿La última voluntad? ¿O debería donar mi riñón a la ciencia? - Ja, ja. Muy graciosa. - refunfuñó, - firma. Te puse en un programa extra de los apoyos. - ¡Te adoro! – Lera la abrazó y puso su firma en los lugares correctos. - ¿Es todo? ¿Puedo irme? - Sí, - asintió Alla, pero después de un momento frunció el ceño, - ¿estás bien? - ¿Por qué esas preguntas? - Cuando te fuiste, estabas animada y feliz, y ahora estás de color verde pálido. - No exageres. - Ni siquiera pensé. ¿Entonces qué pasó? Lera sonrió con tristeza: - Nada. Tenías razón. Son unos cabrones. Uno es seguro, pero siento que el resto está en su camino. - Lera, - gimió Alla, - ¡Te pedí! ¿Fue realmente tan difícil sentarse tranquila y callada? Lera simplemente se encogió de hombros como respuesta. También lo pensaba, pero no era posible contenerse, cuando te tratan así. - ¿Dime con quién peleaste? ¿Supongo que enderezaste la corona de una de las reinas locales con una pala? - Realmente no era una reina. Más bien, el rey, - murmuró avergonzada y, al ver una mirada alarmada de su prima, explicó: - con Gleb Carov. Alla se atragantó con agua y tosió, tanto que las lágrimas salieron por sus ojos. - ¿Estás bromeando? - gruñó Alla. - No… - ¿Y qué le hiciste? ¿Pisaste su ampolla favorita? - Casi. Primero me acosté con él, y luego le hice ser el hazmerreír frente a todos. Alla guardó silencio. Se sentó callada en una silla, apoyó la mejilla con el puño y miró a su pariente con enormes ojos tristes - Lera, - dijo finalmente en un susurro, - has firmado tu sentencia de muerte. Él es como un rey aquí. Y el resto del grupo son sus leales vasallos. - Ya lo entendí. - ¿Entendiste? - Ella siseó. - ¡Sería mejor que entendieras mis palabras! ¡Cuando te dije que te sentaras exactamente en tu propio trasero y no te pusieras en contacto con nadie! - Es demasiado tarde, Alla. Esto ya había sucedido. Entonces, - Lera extendió las manos con tristeza, - actuaré de acuerdo con la situación. Espero que el ... - ¿De verdad te acostaste con él? - Alla todavía no podía creer en realidad lo que estaba pasando.  Lera asintió con la cabeza en señal de aprobación, inmediatamente Alla se levantó de un salto: - ¡¿Para qué?! ¡¿Y por qué exactamente con él?! - Quería relajarme. Tenía muchas ganas de hacerlo. Y él parecía tan lindo y dispuesto. - ¿Lindo? ¡¿Gleb?! ¡Eres completamente estúpida! La vocación de Lera era encontrar problemas donde no lo había en un principio. Si aparecía un lugar a donde mejor no meterse, entonces ella ciertamente lo haría. No había ninguna duda al respecto. - Está bien, no te pongas así. Lo resolveré. - ¿Cómo lo resolverás? Carov no te dará vida ahora. Recordé los ojos del color de una nube de tormenta. Gleb era un chico guapo, y el sexo con él era maravilloso, pero era un canalla hasta la médula. Lera apretó los dientes con recelo, pero pudo sonreír alentadoramente a su pariente: - No te preocupes. Puedo manejar esta situación. Te lo prometo. Ella misma no creía en sus promesas, y cuanto más pensaba, más claramente entendía que la esperaran seis meses muy largos y muy difíciles. Al recordar la última conversación con el psicólogo, el cual le aconsejó ir a un lugar tranquilo y tratar de sobrellevar el estrés en un ambiente relajado, sonrió amargamente. Ella no tendría tranquilidad aquí, ni mucho menos un ambiente relajado, porque hizo todo lo posible para que esto no fuera así. La mañana siguiente empezó con una mierda. En el sentido literal de la palabra. Una cabra loca arrojó heces de perro por debajo de la puerta de habitación de Lera. Ella salió. No se dio cuenta y la pisó. La mierda se aplanó bajo su bota y un maravilloso aroma flotó en el aire. - ¡Tu madre! - siseó Lera, examinando sus botas sucias. - ¡¿Qué desgraciado trajo esto?! ¡No era demasiado perezoso molestarse tanto! Era necesario encontrarlo, tomarlo, traerlo. ¿Qué idiota decidió hacer esto? ¿O una idiota? Lo único que Lera sabía con certeza: no ha sido Gleb. No era digno de la realeza arrastrarse por los ventisqueros en busca de mierda de perro y ciertamente no se levantaría temprano para traerla aquí por la mañana. Significa que uno de sus vasallos tomara la iniciativa para complacer a su rey. ¿Quién? La mitad del grupo vivía en esta residencia. Cualquiera podría haber sido. Una vez más, Lera llegó a la conclusión de que ayer debía haber estado callada. Que se rían de sí mismos. No le molestaría mucho. En seis meses sus caminos divergirán, y ella ni siquiera se acordará de ellos, y ahora era demasiado tarde para retirarse. Si dijiste "a", tienes que decir "b". Pero esto será más tarde. Primero necesitaba lavar sus botas. Conteniendo la respiración y superando el disgusto las lavó y limpió, metió la alfombra de la puerta, que guardaba los restos del estúpido truco, en una bolsa, la tiró en un contenedor y se fue a clase, desesperadamente tarde. Cuando Lera, enojada y sin aliento, irrumpió en el aula, se escucharon unas risas. - ¿Cuál es tu apellido? - un profesor desconocido reaccionó con mucha frialdad ante su inesperada aparición. Mirando de reojo a la audiencia, la chica respondió con voz ronca a la pregunta: - Valeria Blance. El profesor anotó algo en un cuaderno y luego dijo con severidad: - ¿Sabes que la clase empezó hace quince minutos? - Sí lo sé. Perdón. - ¿Y qué le hizo retrasarse? - A él le importaba un comino su disculpa, claramente era uno de los que amaba llegar al fondo de la verdad en público. Las risas se hicieron más fuertes. Las chicas sentadas en la ventana se estaban divirtiendo, susurrando, lanzándole miradas maliciosas. "¡Perras! Me pregunto cuál de ellas me trajo la mierda." - pensó Lera. Los chicos también sonreían, la vieron como algo gracioso, provocando en su alma un fuerte deseo de mandarlos muy lejos. - Circunstancias de fuerza mayor, - Lera sonrió de alguna manera y enderezó la bolsa que se le había resbalado del hombro. - ¿Cuáles son las circunstancias? ¿Un volcán? ¿Un terremoto? O puede ser un tsunami. Todos estamos interesados. – dijo irónicamente el profesor y las chicas se rieron aún más fuerte. – Vamos, cuéntenos. Estamos esperando. - ¿Quiere escuchar la verdad o la mentira? - preguntó Lera en tono serio. - Quizás, me gustaría escuchar la verdad. He escuchado muchas historias increíbles de estudiantes. - Imagínese, encontré un montón de mierda de perro debajo de mi puerta. Las cejas oscuras se levantaron con sorpresa. Ciertamente él no esperaba tal verdad. El grupo se calmó, las chicas dejaron de reír y Gleb frunció el ceño. - ¿Y de dónde salió? - Tengo un par de suposiciones. Si está tan interesado, puedo expresarlas, - respondió con indiferencia y comenzó a doblar los dedos de manera visible. - La primera opción son los extraterrestres. Sí estoy de acuerdo. Es poco probable. La segunda opción: un estúpido perro entró corriendo en la residencia. Una perra, lo más probable, que tenía incontinencia o era tan tonta que cagaba por donde iba. Los compañeros de clase se callaron, dándose cuenta de que esto era un ataque contra ellos. - Pero esta no es la peor opción todavía. - continuó Lera. - ¿Podría ser peor? - Lera logró interesar al severo profesor, quien, al parecer, nunca había escuchado semejantes tonterías. - Fácilmente. Por ejemplo, algún anormal que, en lugar de dormir tranquilamente, salió al frío temprano en la mañana, recogió heces de perros y con alegría lo trajo a la residencia en sus manos temblorosas para hacerme esta broma de mal gusto. Solo que no me importa, lo vi, levanté el pie y seguí caminando. - Lera fingió que logró evitar encontrarse con el “regalito”. - Pero ahora este estúpido come con estas manos, se frota los ojos, abraza a sus amigas, camina con su novio de la mano. Asqueroso, ¿verdad? Por el rabillo del ojo, Lera notó cómo una chica pelirroja se apresuraba a apartar las manos de la cara. ¡Débil! Si has hecho algo desagradable, aguanta hasta el final. No muestres emoción. Ella fijamente miró a su compañera de clase. Hubo más risas. Esta vez, obviamente no se estaban riendo de Lera. La pelirroja se sonrojó y, enojada, enterró su nariz en su cuaderno, manoseando nerviosamente su bolígrafo. - En general, esta es toda la historia. - Siéntese - respondió el profesor con frialdad, sin comentar mi historia de ninguna manera, - si vuelve a llegar tarde, esperará fuera de la puerta. - Gracias. Ahora reinaba el silencio en la audiencia. Pero el corazón de Lera latía como loco por los nervios acumulados. Gleb la miraba pensativamente, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado. Nada podía distinguirse de su mirada oscura. Ella le guiñó un ojo y se sentó en un asiento vacío, directamente enfrente de la mesa del profesor. ¿Qué otra cosa podía hacer? * * * - ¡Oye, chica nueva! – Escuchó Lera desde la fila de atras, cuando comenzó el recreo, y el profesor dejó el aula. Ella continuó dibujando flores en su cuaderno con la melancolía apoyando su mejilla con la mano, sin prestar la mínima atención al chico. - ¡Eh, la nueva! - Mark no se calmó. Ella lo ignoró de nuevo. - ¡Lera! Solo después de que él la llamara por su nombre, con un suspiro, ella dejó el bolígrafo y se volvió hacia él. Uno de los miembros del séquito de Gleb estaba sentado al otro lado del escritorio frente a ella y brillaba con una maldita sonrisa. "Empieza el circo," - le pasó por la cabeza. - ¿Quieres un sándwich? – en su boca esta frase sonaba vulgar y ambigua. La cara bonita, demasiado dulce e insolente se acercó a ella. A Lera nunca le gustaron esos tipos. - Hoy soy el más accesible, - continuó burlándose el cabrón bajo las risas de los compañeros. - Estoy dispuesto a ser tu príncipe de turno. Lera gruñó y se acercó a él con una mirada evaluadora. Le pasó de arriba hacia abajo. Y de vuelta. Ella hizo una mueca de molestia. Miró de nuevo. Bajo esta mirada, la desagradable sonrisa en los labios del chico se desvaneció un poco. - ¿Y dónde está el príncipe? Solo veo un idiota demasiado patético con muy poco contenido. - Me estás ofendiendo, - sonrió de nuevo, pero la sonrisa resultó ser torcida. - Ni siquiera he empezado todavía. - Eres imprudente. - El chico se rio entre dientes. - Sí, - contestó sin apartar la mirada. - No parecías, no notaba que tuvieras agallas. - No lo notabas, porque no te fijaste. - ¿Te gusta morder? ¿Eh? - Me encanta. Y también arañar y patear, - contestó la chica. - ¿Tienes alguna pregunta brillante más? Infierno. ¡Cómo la enfurecía la mirada de Gleb! El tipo no decía nada, no se acercaba. Él guardaba silencio, observaba con una mirada fría, como el hielo ártico desde la distancia de su asiento. Por un segundo, Lera sostuvo su mirada en su rostro, pero tenía que bajar los ojos, sintiendo una presión desagradable en su interior. Y los recuerdos muy inoportunos inundaron su cerebro. Eran demasiado calientes, vergonzosas y… deseables. Menos mal que hace tiempo que ella aprendió cómo no sonrojarse, de lo contrario, por su rostro carmesí, Gleb lo habría entendido todo al instante. - A mí, no me importa que me arañases, - escuchó Lera desde atrás una voz que le causó una irritación sorda. – Si no te gusta Mark, puedo sustituirlo. Tengo más contenido. – dijo él y movió los músculos en el pecho. Giró la cabeza y vio otro chico, también un cabrón de la corte del gran bastardo, pero diferente. Este era grande y musculoso, como Gleb, y ruidoso. Le gustaba lucirse, llamar la atención del público. Con este, tenía que mantener los ojos abiertos y una palabra fuerte preparada para la respuesta. Los dos eran unos tipos desagradables, pero comparando con el sombrío y cerrado Gleb, era unos niños dulces de lo más inofensivos. - Mmm. El mismo genio, - se apartó de él con decepción y se enterró de nuevo en su cuaderno. Las miradas de los demás le empezaron molestar. La miraba Mark, la miraba Fran, las chicas de la ventana también la miraron, y Gleb observaba, como estudiaba. Todo el mundo estaba centrado en ella. Y no había ni una pizca de calidez en ninguna mirada. ¿Y cómo vivir así? Seis meses entre los lobos hambrientos ... No soñó con eso, cuando salió de la capital. Al menos tenía amigos allí. - ¿Y qué hay de mi propuesta? - Mark interrumpió su pensamiento de nuevo. - Lo siento cariño, pero no hago obras de caridad, - Lera lo miró con simpatía y suspiró burlonamente, - no te enfades. A medida que crezcas, habrá un día festivo en tu calle. Mark se calló. Pero junto a él, otro apéndice de Gleb, Fran, empezó con lo suyo. La chica se sintió tan cansada de sus groseras réplicas, que quiso levantarse y dejar la clase. Esta estúpida escaramuza no fue de su agrado en absoluto. Estúpidos e Infantiles. Pero parecía que solo a ella lo molestaba. - Tu no pareces a una chica-mariposa en absoluto. Más bien, eres un aguijón en el trasero de una abeja. - Fran se rio. - Exactamente, la llamaremos así, La picadura. - Mark lo apoyó y se rieron juntos. - Mejor simplemente Pica, es más corto. – exclamó Fran, sin percatarse que la chica se estremeció con esta palabra Lera no dijo nada más. Se dio la vuelta, soñando con quedarse sola. Afortunadamente, en el aula entró otro profesor, el amable señor Morcel, y la clase empezó. Escuchaba la lección, pero no pudo entender su significado. Su cabeza estaba ruidosa y zumbando, sus manos eran frías y su corazón latía como si por un momento fuera a volar en pedazos. La pica. Así la llamaban antes. En otra vida. De la que escapó, esperando encontrar la paz. Lamiendo sus labios nerviosamente, miró de reojo al grupo de Gleb. Fran no notó nada. Mark y el resto tampoco. Pero Gleb se dio cuenta de todo. Entendió, que era este apodo el que le molestaba y desagradaba. Una mirada fría, directa, una mueca cínica apenas perceptible puso la chica a estar mal por completo. Era astuto, sinvergüenza. Cada vez más Lera se sentía como una presa de unos lobos hambrientos. Estaba segura, que no la dejarán sin atención, y ahora seré la Pica. De nuevo. Tras finalizar la charla, el profesor recordó que los exámenes estatales estaban en camino y que ya era hora de escribir la tesis para defender el diploma, luego se despidió monótonamente de los estudiantes y empezó a escribir algo en su cuaderno. Lera arrojó apresuradamente todos sus bienes en su mochila y, sin mirar atrás, fue la primera en acercarse hacia la salida. Sin embargo, en la puerta, la voz de Morcel la detuvo: - Valeria, espera un minuto. Me gustaría hablar contigo. Lera regresó a su asiento mientras sus compañeros salían del aula, lanzándole miradas despectivas. Cuando todos se fueron, el profesor se sentó a su lado, la tomó de la mano y le ofreció su ayuda y ajustar el plan de estudios en su asignatura. El profesor era un practico sobresaliente, que creía que la teoría se podía aprender sin sus invaluables charlas, simplemente abriendo un libro de texto. Él daba exclusivamente conocimientos prácticos a los estudiantes, que no se podrían encontrar en ningún otro lugar. Su ayuda realmente valió su peso en oro, y debo decir, Lera fue increíblemente agradecida, porque ella ya estaba preparada para el hecho de que su asignatura no la aprobaría a la primera. Solo sus ojos aceitosos y la palma sudorosa la detuvieron de un grito de alegría. Sabía bien lo que significaba todo esto, así que decidió jugar con una completa falta de comprensión de la situación, fingir ser una tonta, hasta encontrar una salida. Si solo uno de sus compañeros aceptara ayudarla con los apuntes de cursos anteriores ... Porque en términos de exámenes, Morcel era muy exigente. E incluso sus propios alumnos no lograban pasar de una puntuación satisfactoria en el primer intento. Pero su relación con sus compañeros en ese momento no era tan buena, o más bien nada buena. Así que no había posibilidad de resoplar enfadada en respuesta a la atención pegajosa del profesor. - Bueno, señor Morcel, definitivamente me reuniré con usted para discutir este tema. - sonriendo en toda la cara respondió la chica y se fue de la clase.
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