Capítulo 6. Estela.

2859 Words
Después de que todos los trabajos fueron entregados y el profesor Bolshakov los puso en su maletín de cuero, la puerta se abrió y apareció un nuevo personaje en el umbral. Una rubia de pelo hasta los hombros, con pantalones de cuero y un abrigo corto de piel de oveja. - Lo siento, llego tarde, - la chica nueva entró con paso seguro, rápidamente miró a su alrededor e, ignorando a todos los demás, fue directamente hacia Carov. - Hola, Gleb ... - con una sonrisa lánguida, como una gata se inclinó graciosamente hacia él y lo besó en los labios frente a todos. Él respondió. Lera sintió como si le dispararon hasta los talones, se dio la vuelta apresuradamente, se enterró en su cuaderno, como si estuviera derribada, sin respirar, con miedo de moverse. - Te extrañé, - ronroneó la rubia. Lera tuvo la sensación de que una tormenta de fuego le azotaba el pecho. Por alguna razón, ella antes ni siquiera pensara, que él pudiera tener novia. Pensó que era tan bruto con todos, que simplemente usaba a todas. Pero resultó que, solo ella. ¡Cómo lo odiaba en ese momento! Además, su novia obviamente no apareció hoy, ni hace una semana, porque nadie en el grupo, excepto Lera, estaba sorprendido por su apariencia o por el hecho de que se sentara a su lado. A ella simplemente no podía caber en su cabeza: "Es decir, él apostó por mí, ¿sin ser libre? ¡Qué bastardo! ¿Y sus idiotas-amigos lo sabían? ¡Y el resto también! Y eso significa que esta rubia era consciente de lo que sucedió. Por Dios, sólo me faltaba un enfrentamiento con la novia ofendida de Gleb". Quería gemir y golpearse la cabeza contra el escritorio. Esto era peor que pisar la mierda, cuidadosamente colocada por una compañera de clase, frente a la puerta o comer una sopa de calcetines. Se regañó a sí misma. Llamó a todos con las malas palabras, que solo le vinieron a la mente. En general, hizo todo lo posible para distraerse del problema principal, que estaba mal. Y no solo mal, le dolía el corazón. Porque durante el examen experimentó un ablandamiento temporal del cerebro, y por una fracción de segundo se permitió imaginar que ella y Gleb podrían tener algo en común. Fue una estupidez, y ahora por esta estupidez tenía que pagar con dolor en el pecho y sabor a sangre en sus labios. Era imposible, porque se prometió a sí misma que nunca más se volvería a enamorar y sobre todo con un cabrón como Gleb. Ella aguantó con todas sus fuerzas, pero volviendo ligeramente la cabeza, miró en dirección de la dulce pareja. Gleb ni siquiera trató de fingir que estaba escuchando al profesor, y sin vergüenza tocaba el teléfono, y su princesa rubia le susurraba a Olga, que estaba sentada cerca. Lera no pudo evitar interesarse por la nueva chica, por eso estaba a escondidas estudiándola. Bien arreglada. De las que prefieren llegar tarde, que salir de casa con las uñas sin pintar. Tenía un peinado cuidado. La piel estaba radiante. Cada detalle de las prendas era seleccionado para resaltar su belleza y orgullo. Una muñeca preciosa, no se podía decir lo contrario. Y en ese momento Lera de repente imaginó muy pintorescamente lo que Gleb le hacía, cuando estaban solos. ¡Tu madre ...! El corazón saltó, golpeó la parte posterior de la cabeza e inmediatamente se hundió hasta los talones, y en su pecho floreció en exuberantes inflorescencias venenosos celos. Tan ardiente que sus pulmones se quemaron y sus manos se cerraron en puños espontáneamente. Estar celosa de Gleb, no se puede imaginar un trabajo peor. Pero se equivocó. Cuando la rubia de repente se volvió hacia ella, se dio cuenta de que ahora tenía una enemiga más. Se enfrentaron con las miradas. Un contacto visual, y ninguna de las dos estaba dispuesta de darse la vuelta o bajar los ojos. La novia de Gleb sabía todo lo que pasara entre ella y su novio con certeza. Y en lugar de sacar el cerebro de su chico con una cuchara pequeña, o mejor aún enviarlo lejos para siempre, decidió recuperarse a costa de Lera. Quería insoportablemente irse, enfriarse, hacer frente a emociones innecesarias, que se veía abrumada con cada momento más. La aparición de la maldita rubia fue un catalizador, desencadenó una reacción en cadena que amenazaba con quemarla por dentro. De repente se dio cuenta de que Gleb no era un lugar vacío para ella. Este bruto logró entrar, bajo el caparazón protector, que estaba construyendo con tanto celo. "¿Alguien puede explicarme cómo sucedió todo? ¿Por qué todo comenzó como una tontería, un sexo de una sola vez, para aliviar la tensión, y terminó conmigo sentada y atragantándome con mis propios celos? ¡Él no hizo nada bueno por mí! ¡Me usó! ¡Es incomprensible!" - Lera estaba indignada consigo misma. Finalmente, la clase terminó. Ella metió irritada sus pertenencias en la mochila, y por el rabillo del ojo miró a Gleb y su novia. Pasaron junto, tomados de la mano, y en la misma salida, él l dio unas palmadas sin ceremonias en el trasero. La chica jadeó con fingida indignación, en broma lo empujó en el hombro y luego se rio, en voz alta, más bien especialmente para Lera. Había comenzado el día “perfecto”. Había dos parejas de clases más por delante, y no podía imaginar cómo las soportaría, si estos dos continuaran apareciendo ante sus ojos. Necesitaba con urgencia calmarse, entenderse a ella misma y arrancar de raíz estas emociones innecesarias, mejor dicho, malignas. - ¿Qué, Pica, ¿estas fastidiada? - Fran preguntó alegremente, apareciendo a su lado mientras bajaba las escaleras. - ¿De qué estás hablando, desgraciado? - Estela ha vuelto, así que es el final de tu vida tranquila. - Si, es un problema gordo, - siseó con los dientes apretados - ¿no me dejarás en paz? Necesito llorar urgentemente por esto. - Eres impenetrable, ¿no? - Fran sonrió. - Sí, - asintió irritada con este bastardo molesto. - Ella te comerá. - Pero esto es poco probable. No tiene suficientes dientes para devorarme. – dijo Lera.  A ella, francamente, no le importaba mucho esta Estela y todo lo que podría hacerle o decirle. No era por ella, que Lera estuviera tan excitada y molesta, sino su propia reacción a toda esta jodida situación. - Puedo ser tu protector, - dijo Fran pensativo y, tomándola de los hombros con gesto profesional, la atrajo hacia él, - solo pídemelo. - Entonces, ¡para! - apoyó la mano en su pecho y lo empujó, - Fran, dime, ¿parezco una cierva frágil que necesita protección? - En realidad no, - se rio, - pero tenía que ofrecer y probar. A lo mejor habría funcionado ... ¡Relájate, Pica! No me dejes acercarte a ti. Eres tan quisquillosa. Tan mordaz. - ¡Sabes! - Ella dio un paso atrás. - ¿Qué? - Este idiota sonrió con aire de suficiencia. - Deberías haber salido de aquí antes de que empezara a morder de verdad. - Suena prometedor ... - ¡Fran, tu madre! – se escuchó una llamada irritada. - ¿Cuánto tiempo debo esperarte? Gleb se paró en el escalón más alto y miró a su amigo con una mirada encrespada, pero de Lera simplemente no se dio cuenta. Era como si fuera un espacio vacío. - Sí, ya voy, - Fran le guiñó un ojo vulgarmente y empezó a subir, saltando los escalones de dos en dos. Ella lo siguió con la mirada, exhaló aliviada, juntó todo su control en un puño y se dirigió a la cafetería, ya que se sentía no solo infeliz, sino también hambrienta. El buffet estaba abarrotado. Como si todos no hubieran comido desde cuando nacieron y solo ahora tuvieran la oportunidad de arrojarse al menos algo dentro de sí mismos. Menos mal que había dos cajeras, de lo contrario se habría formado una gran cola hasta la puerta. No importaba cuán hambrienta estaba, no empujaba a los demás con los codos con la esperanza de conseguir un pastel o una tostada. Ella simplemente ocupó obedientemente su lugar al final de la cola, preguntándose si tendría tiempo para comprar, y lo más importante, comer al menos algo. Pero, sobre todo, quería un gran vaso de café fuerte, para que le sacudiera todo el cuerpo hasta los talones y aclarara los pensamientos en su cabeza. La cola, por cierto, avanzaba rápidamente. La camarera era una profesional en su campo. - ¿Qué quieres? - preguntó ella sin amabilidad, cuando la chica alcanzó el mostrador. - Un café americano en vaso grande. Y la tarta de manzana. La camarera le sirvió hábilmente el café, metió un pastel en una bolsa de papel y le dijo la cantidad que debía. Antes de que tuviera tiempo de pagar, la camarera ya estaba hablando en voz alta con el siguiente: - ¿Qué quieres? Lera pagó, vertió azúcar en su vaso, sacó una cuchara desechable del recipiente y se apresuró a alejarse de la multitud de los juegos de hambre. Con hambre, el pastel era casi perfecto: suave, esponjoso y con rastros de manzanas, pero el café era una porquería infernal. Bebió un sorbo e hizo una mueca. Pero ayudó. Su cabeza empezó a dar vueltas y su corazón empezó a latir con fuerza, como después de una maratón. - Vaya, vaya, vaya, - escucho una voz perversa justo detrás de ella, - ¡y aquí estaba nuestra nueva chica! "¡Por Dios! ¿Me dejarán comer en paz hoy?" - pensó Lera y se dio la vuelta, sin esperar nada bueno. Estela estaba a su lado, sosteniendo un vaso de café igual en sus manos, y Olga saltaba detrás de ella con una gran hamburguesa. - ¿Cómo estás? ¿Cómo te acomodaste? - la dulce novia de Gleb sonrió con sus treinta y dos dientes blancos como la nieve, y se parecía a un tiburón de alguna manera. - Todo está super, - Lera se encogió de hombros con moderación. - ¿No te molestan? ¿no te ofenden? - preguntó con voz cariñosa, mientras entrecerraba los ojos de depredadora. Por cierto, sus ojos eran brillantes, azules verdosos. Obviamente usaba las lentes. Pero le venían muy bien a su cara. - No. - No pasa nada, comenzarán pronto, - dijo la rubia con una sonrisa prometedora. - ¿Tú crees? - preguntó Lera, sorbiendo más el café, que al final se volvió asquerosamente dulce, como la sonrisa de Estela. - ¡Estoy segura! - Es genial, que haya gente tan segura. Sigue así, - le mostró el pulgar y se alejó. No sé qué esperaba Estela. El hecho de que Lera tuviera calambres o convulsiones frente a ella, o se arrojara a sus pies en señal de derrota, o manifestara un miedo descomunal. Pero su indiferencia la sorprendió mucho más. - Escucha, chica nueva, - espetó, dejando a un lado toda la mascarada de niña buena. - Lera, - dijo, - mi nombre es Lera. Que así sea, puedes no tratarme de "usted". Estela se acercó más, sus hermosos ojos brillaban con fiereza. - Veo, tienes una lengua muy afilada, ¿eh? - Para nada, - saludó con su vaso con el café, - soy la mismísima modestia y humildad. - Me dijeron que andas detrás de Gleb. - Te dieron la información incorrecta. No ando detrás de nadie. Con él estuve solo una vez. Y no era nada. Era una apuesta. Y no apostaba yo precisamente. - ¿Sí? ¿No te colgaste de él como la última ... Estela continuó saltando sobre ella, acusándola de todos los pecados mortales. Olga, parada detrás, sonrió triunfalmente y casi aplaudió de alegría. Pero Lera no se sintió culpable. Ni una gota. Ella no apostaba. Ella no hizo trampa. No le quitó el chico. No hizo nada para que ella se sonrojara. - Sabes perfectamente, que no es cierto. Por supuesto, puedes convertirlo todo en la forma que más te convenga para calmar tus celos. Pero, lo siento, no voy a seguir tu juego. Personalmente, hasta hoy, no tenía ni idea de tu existencia, pero Carov lo sabía perfectamente bien. Así que ve y saca los reclamos a tu amado Gleb. Es cierto que, aparentemente, le importan un carajo tus afirmaciones. Vive como quiere y hace lo que se le mete en la cabeza. ¿Pero tú ya sabes eso? Y lo más probable es que tragues la mierda en silencio. Lera la golpeó en el sitio que más dolía, arruinando todos los intentos de hacerla culpable, y no a su novio, expresando públicamente el hecho de que él no la tenía en cuenta. - ¡¿Quién te necesita aquí?! - Ella siseó, volviéndose aún más como una serpiente venenosa. - Espero que nadie. - Eres superflua aquí. - Ya lo entendí, pero es demasiado tarde para retirarme, - suspiró Lera fingiendo. - ¿Esto es todo? ¿Terminaste de moralizar? ¿Puedo comer en paz ahora? - Por supuesto, Lera, - cantó Estela, y antes de que Lera pudiera reaccionar, arrojó el contenido de su vaso sobre su pecho. Una mancha del café apareció en su jersey beige favorito. - Sabrás a que sitio perteneces, zorra, - resopló triunfalmente la rubia, y Olga, detrás de ella, chilló de alegría. - ¡Ahora vas a saber con quién te metes! - Ciertamente. Solo te devolveré el favor, - y con estas palabras, Lera vertió los restos de su café directamente en la bolsa abierta de Estela, que estaba colgada en la curva de su codo. - ¡¿Qué estás haciendo, perra?! ¿Es un Peekaboo! - chilló Estela, rebotando hacia un lado, e inmediatamente empezó a sacar con las manos temblorosas las cosas de las entrañas de su bolso, tratando de salvarlas. - No te preocupes. Había un poquito. El más delicioso, por así decirlo, - Lera desafiante tiró el vaso del café a la basura y se dirigió a la salida. - Disfruta. - ¡Sabes que te … - Si lo entendí. Me mataras, - dijo la chica y agitó la mano en señal de “adios”, sin darse la vuelta. Pero en su camino se interpuso Gleb. Él y Fran acababan de regresar de una pausa para fumar, y se las arregló para chocar con ella en la puerta. Gleb la miró, vio la mancha, que se había extendido sobre el jersey, luego a su novia, gritando histéricamente maldiciones y frunciendo el ceño. - ¿Qué estás parado? - Dijo Lera con desafío. - Corre, salva a tu chica. Tu princesa tiene un problema. Se le cayó un café en el bolso caro. Pasó a toda velocidad junto a él y salió volando a la calle. Todo esto estaba más allá de sus fuerzas. Es complicado. Es realmente muy difícil, cuando todos están en tu contra. Cuando entras en una habitación y solo tienes frío, sazonado con una buena cantidad de negatividad. Solo sientes clavos y espinas, sin ningún apoyo. Aunque Lera encontró un lenguaje común con la tranquila Ermolaeva, esto no fue suficiente. Anna no era una de esas personas, que se pondrían a tus espaldas y te servirían las municiones, cuando el mundo entero apunta las armas en ti. Ella misma sobrevivía en este nido de serpientes a duras penas, prefiriendo hacerse pasar por harapos y sentarse en los rincones. Lera nunca podría ser como ella. No eran sus formas. Ella no era de las que morían por falta de amigos o por miedo a salir de casa sin una multitud de compañeros. Ella siempre estaba sola. Distante y dentro de la gente, como le gustaba decir a su padre. Pero por primera vez se convirtió en un objeto de persecución. Desagradable como el infierno. E incluso con sus nervios de acero, la cabreaba esta situación. Estaba cansada de esperar alguna trampa cada momento. ¿Por qué a todos les disgustaba tanto? No pidió amigos, no metió la nariz donde no era necesario. Sí, ella no se quedaba callada, como una oveja, era porque la humillaban, pero no fue la primera en atacar a nadie. No tenía absolutamente nada que ver con sus compañeros de clase. Entonces, ¿por qué no podían hacer lo mismo a cambio? ¿Por qué no intentaban simplemente dejarla en paz y permitir que terminara sus estudios en estos pocos meses? La respuesta fue simple. Carov. Él y su estúpida apuesta provocaron el conflicto inicial. Si no fuera por esto, todo sería más fácil. O si Lera se callara, tragara, se agachara para apagar el fuego. Pero ya era demasiado tarde. Ella no se quedó callada. Como resultado, tenía lo que tenía. Digo correctamente, las relaciones casuales no conducen a nada bueno. De ellas solo salen problemas y dolores de cabeza. Lera necesitaba distraerse de alguna manera, para no saltar y hacer cosas estúpidas, de las que luego se arrepentiría. Por lo tanto, encontró una buena salida.
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