El tercer día fue decisivo. Gleb debería ganar la nueva por todos los medios. Por eso, desde la misma mañana, como los dos días anteriores, volvió a ser galante, alegre, atento, lo cual fue muy agotador hoy, considerando cómo lo pasara anoche. Él estuvo con sus amigos en el club lleno de diversión al máximo y solo le quedaron tres horas para dormir.
Por lo general, después de esto, él estaba enojado y hosco, como el perro de los Baskerville, pero tenía que esforzarse, fingir ser un príncipe azul, porque el plazo de ganar la apuesta era ajustado. Los chicos se rieron y le miraron significativamente, Olga seguía tecleando los informes a su amiga, y la nueva le miraba con alegría de cachorro.
Por eso por la mañana estaban juntos en todas partes. A la hora de almuerzo la llevó a un pequeño café de la universidad y la invitó a comer una pizza. Y por la noche la invitó al bar de música.
- Está bien, estoy de acuerdo, pero solo con una condición, no te moverás las manos a donde no debes, - dijo después de pensar un poco.
- Te doy mi palabra de que no haré nada que no quieras, - respondió.
De repente Lera se estremeció ante estas palabras.
- No, solo prométeme que no te permitirás demasiado. - dijo ella sonriendo.
- Como tú digas.
Gleb cumplió su palabra y mantuvo las manos en la zona segura toda la noche. Pero, para ser honesto, el chico tenía tanto carisma y encanto que incluso logró avergonzarla unas cuantas veces sin toques innecesarios. Y no solo avergonzar ... Él percibía que su cuerpo, relajado por el alcohol, se sentía atraído hacia él como un imán, pero la vergüenza no le permitía esparcirse en un charco debajo de sus pies.
Era un bar de música ordinario en el mismo campus, con un pequeño escenario, donde actuaban jóvenes artistas salidos entre los mismos estudiantes y una pequeña pista para bailar. En el área de sofás y mesas bajas, notó de inmediato al grupo de sus amigos. Se reían y hablaban de algo. Gleb los saludó, pero Lera se quedó en la barra.
En ese momento, los músicos subieron al escenario y empezaron a tocar algo que recordaba vagamente al Reggaetón, atronador de acordes. Empezaron a bailar, frotándose uno a otro. Y cuanto más tiempo pasaba, más se daba cuenta de que esto era exactamente lo que necesitaba. Entretenimiento, moderadamente loco y moderadamente seguro, porque Gleb, con todas sus fuerzas, trató de parecerle un tipo adecuado, pero al mismo tiempo increíblemente explosivo y divertido.
- ¿Eres de la capital? - preguntó, un poco perdiendo aliento, cuando volvió a sentarse en la silla junto a ella.
Durante los últimos treinta minutos estuvieron conquistando activamente la pista de baile. Gleb daba todo de sí, por eso sus baterías estaban casi agotadas, dado el salvaje entretenimiento de anoche y el entrenamiento duro de la tarde.
- ¿Quizás otro cóctel? - preguntó Gleb.
- No, un vaso fue suficiente, - respondió ella. - El veneno debe tomarse en pequeñas dosis. Agua mineral, por favor. - le pidió al camarero.
- Que sean dos, - agregó Gleb, y, esperando que la atención de la chica volviera por completo a él, preguntó, entrecerrando los ojos con picardía. - Siempre eres tan ... cautelosa.
Ella se rio entre dientes. Cómo veló delicadamente la palabra "estrecha". No, desde fuera tenían que verse muy impresionantes. Una pareja de guapos coqueteando y divirtiéndose. Pero él analizando todas sus breves conversaciones de esta noche, notó que las respuestas de Lera no tenían más sentido que las publicaciones de i********:. ¿Qué esperaba? Ella, en general, no le interesaba mucho, por eso la consideró como una muñeca estúpida.
- Pero no estuvimos de acuerdo de esa manera, - sonrió y quitó su mano de su cintura, interceptando el vaso con la otra mano, puso su mano fría en la mejilla de Gleb.
Él dichosamente cerró los ojos, moviendo levemente la cabeza, como un gato satisfecho por la caricia.
- Pero podemos, - se acercó, se inclinó hacia su oído y susurró, - para hacer ajustes al acuerdo previo.
Su aliento le bañó la piel con calor. Lo hizo a propósito, pero no esperaba su reacción posterior en absoluto.
- El tiempo se acabó. Tengo que irme. - dijo, saltando de su silla.
Él leyó claramente el miedo en sus ojos. "¿Es virgen?" - pensó. Pero incluso una bagatela de esas no pudo detenerlo en el camino hacia la victoria.
- ¿Qué? ¿Cómo? No puedes dejarme ahora, - Gleb la cubrió con su espalda ancha de los ojos de sus amigos, y puso la carita en su rostro, al igual que el gato con botas de la película de Shrek.
- Ya no puedo sentir mis pies. Los clubes no son realmente mi tema.
- Está bien, entonces te acompaño hasta la residencia, - dijo, para nada enojado por su negativa.
Lera estuvo de acuerdo. Decidieron caminar un poco, Gleb llevaba hablando sin parar una especie de delirio franco, ella se reía estúpidamente con él y se sonrojaba con cada mirada a sus labios. Mientras tanto el chico se preguntaba a dónde sería mejor llevar este “buen paseo”. No fue posible invitarla a su casa, porque a las chicas nunca las llevaba a su apartamento y no tenía la intención de hacerlo ahora. Arrastrarse hasta su habitación en la residencia también era un placer dudoso. Allí había tantos conocidos, que a cada paso invitarían a algún lugar, pero él ya tenía pocas fuerzas para más juergas.
- ¿Podemos ir a la universidad un momento? – pidió el chico de repente, y su aliento en la escarcha se arremolinaba como una nube blanca.
Lera resopló con la nariz enrojecida y preguntó sorprendida:
- ¿Para qué?
- Olvidé mi cuaderno.
- Lo recogerás mañana, - la chica se encogió de hombros con indiferencia.
- Tengo que prepararme para mañana.
¿De qué tonterías estaba hablando? ¿Ella también lo creería?
- Está bien, - Lera asintió obedientemente. ¿Le creyó? ¡Qué tonta! - ¿Cómo nos dejarán entrar? Ya son las diez de la noche.
- No pasa nada. Las secciones deportivas están funcionando. Así que la vida nocturna en la universidad está en pleno apogeo, - dijo, y sin ceremonias tomó a la chica de la mano. Al darse cuenta de su mirada de sorpresa, explicó galantemente: - El hielo esta resbaladizo allí.
¡Que caballero maldito!
Llegaron al edificio principal y corrieron hacia la escalera central pasando por un guardia que estaba hablando con unas chicas de tercer año.
- ¿Dónde la dejaste? - preguntó Lera, mirando a su alrededor.
- En el despacho de profesor Bolshakov. Al frente del departamento.
- Entonces todo está cerrado, probablemente ... - Ella lo miró dubitativa.
- Tengo una llave.
- ¡¿Una llave?! ¡¿De dónde?!
- No preguntes.
No iba a contarle de cómo consiguiera un duplicado de la llave del profesor más temible para todos, excepto Gleb. Era asunto suyo, y no tenía el menor deseo de iniciar en ello a una chica apenas conocida.
El ascensor ya no funcionaba, así que tuvieron que subir al quinto piso andando. Lera estaba sin aliento, se desabrochó la chaqueta, se quitó el gorro y su cabello de color chocolate n***o en una onda de seda cayó sobre sus hombros, lo que hizo que el m*****o de Gleb en sus pantalones se levantara felizmente.
Había una luz tenue en el pasillo. Todos los despachos estaban cerrados, y no había ni una sola persona.
- Por aquí, - la condujo hasta la puerta, en la que había un cartel "jefe del departamento fulano tal". Mientras crujía con la llave en el pozo, Lera se paró cerca y miró nerviosamente a su alrededor. – Entra, - la dejó pasar, entró tras ella y cerró la puerta silenciosamente.
La chica dio unos pasos hacia la oscuridad, se detuvo, escuchando.
- Enciende la luz, de lo contrario buscaremos tu libreta durante mucho tiempo, - susurró sin darse la vuelta.
Su susurro bajo y ronco le erizó el pelo de la nuca.
- ¿Vinimos aquí por el cuaderno? - se acercó a ella por detrás y susurró, inclinándose hacia su oído.
- ¿Para qué entonces? - Lera se dio la vuelta lentamente.
Los fascinantes reflejos de las farolas ardían en sus ojos. Aunque estaba aquí con ella y solo por una apuesta, de repente quiso besarla.
- ¿Y qué sugieres? – Preguntó Lera, notando cómo él estaba mirando sus labios.
Sacudió la cabeza, pero no pudo cambiar su mirada, llena de súplica y esperanza, y una suave sonrisa en unos labios tan imperdonablemente hermosos.
- Solo uno, - suspiró Gleb, reuniendo sus fuerzas para atacar. - Un beso, Lera.
Se inclinó y apenas tocó los de ella con sus labios. Y el sabor de las frambuesas dulces y embriagadoras lo volvió loco.
Lera se quedó paralizada, contuvo la respiración, pero no retrocedió. Increíble, pero escuchó su corazón latir salvajemente, sintió el zumbido de su cuerpo, como si fuera una cuerda estirada.
- Gleb, - susurró ella, pero él no la dejó terminar.
Enterró sus manos en su cabello y tiró de él hacía sí mismo, mordiendo sus suaves labios con un nuevo beso. La chica se estremeció, se inclinó hacia adelante y le puso los brazos al cuello. Entendió en este momento, que Fran perdiera. Solo que ahora no le importaba la apuesta. La sangre hervía en sus venas y ya no podía pensar en nada más que en un cuerpo flexible en sus manos. La agarró por el trasero y la sentó en el escritorio.
- Yo… - jadeó ella, - esto está mal.
No le importaba ni si estaba mal, ni si estaba bien. La quería aquí y ahora. Ni por un momento levantando la vista de sus dulces labios, literalmente la sacó de sus jeans. La acercó más a él, abrazándola, dejándola sentir lo emocionado que estaba.
- Y si alguien ... Oh ...
Fue él momento cuando él llegó a su pecho. Se levantó el jersey, bajó el sujetador y apretó los labios contra el pezón afilado y tenso. La chica se arqueó en sus brazos con un suave gemido, abriéndose para encontrarse con él. Gleb sintió un ruido en su cabeza. ¡Esta bruja lo emocionó al máximo! Apenas podía soportarlo. Rápidamente desabrochó el cinturón de sus pantalones, sacó un condón de su bolsillo trasero.
- Gleb, estás seguro ...
¡Sí, estaba seguro, estaba más que seguro! Con un gesto firme colocó el preservativo en su m*****o duro y entró a largo en la entrepierna mojada y con un empujón se hundió dentro.
¡Bien!
Lera tembló, se arqueó y terminó de inmediato. Estaba tan caliente y comprensiva que Gleb se sorprendió. Durante mucho tiempo no había tenido esto, incluso se podría decir, nunca. La tomaba en completo silencio, solo se escuchaba respiraciones fuertes y en cada momento quería más y más. No había ni un solo pensamiento en su cabeza, toda la sangre estaba acumulada de la cintura para abajo. Lera le respondía con todas sus fuerzas, aferrándose a sus hombros, tocándole con avidez el pecho, el abdomen, respondiendo a cada movimiento de Gleb. A veces, los gemidos aún escapaban de sus labios, pero los atrapaba con los besos.
La adrenalina pura corría por sus venas, como después de una pelea. "Sexo loco en la universidad, en la mesa de un profesor cruel, con una chica por la que aposté, y ni siquiera me acordaré de ella mañana. A lo mejor sí. ¡Es un fuego! ¡Es una bruja! ¡La quiero más!” - golpeaba en su cabeza. El sexo loco, se apodero de todo su ser. Incluso si alguien irrumpiera en el despacho ahora, no podría detenerse.
De repente, Lera se hundió en su pecho y gruñó sordamente, clavando sus afiladas uñas en su muslo. Sintió cómo ella apretó su m*****o dentro de ella, con fuerza, casi dolorosamente, y Gleb ya no pudo aguantar más. Unos movimientos más, y sintió un destello de placer agudo en la ingle.
Apenas respirando, se congelaron, aferrándose el uno al otro, tratando de recuperarse.
- Gracias. - Lera lo besó suavemente en los labios y se apartó.
Casi dijo: "No hay de que, vuelve cuando quieres", pero se mordió la lengua a tiempo. No era que sufriera los impulsos caballerescos y alguna mierda romántica por el estilo, pero ahora sentía un agradable escalofrío en su interior, sus labios aún sabían a ella.
"Que la chica sea feliz por el buen sexo ... Hasta mañana. Y luego le explicaré de que va todo esto," – decidió Gleb condescendientemente.
* * *
“- Soy tu universo, y no tendrás otro. - escuchó la voz de Edward y sintió su mano tirando de su cabello para mirarla a los ojos. Ella jadeó, porque no vio piedad en ellos. Trató de gritar y no pudo.”
En ese momento Lera se despertó de un golpe. Este sueño volvió, lo que la hacía estremecerse de horror y asco. Ella no podría creer que de nuevo él iba a atormentarla, incluso aquí. ¿Cómo maldito Edward pudo hacerle esto?
La decisión de marchar de la capital a solo seis meses de la graduación fue bien meditada. Era imposible respirar el mismo aire que él. Su estado psíquico estaba muy deteriorado, sabía que no sería capaz de acabar la universidad, si él estaba cerca, absorbiéndola por completo. Preferiría dejar la familia, sus amigos, buenos profesores, la vida cómoda e ir a un lugar remoto, para poner miles de kilómetros entre ella y su amor enfermizo. Menos mal, que una prima de su madre le ayudó con el traslado.
Como esperaba Lera, el programa aquí era tan diferente del que les habían enseñado en su alma mater, que se sintió casi como una extraterrestre, sin darse cuenta de lo que estaba pasando durante la mitad del tiempo. Tendría que ponerse al día con la velocidad de un cohete. Pero ella estaba lista para superar cualquier cosa, para quedarse aquí.
Quizás por eso aceptó tan fácilmente el acercamiento de este chico lindo y divertido, porque necesitaba tener un amigo en un mundo desconocido y lo más importante, no quería pertenecer al universo de Edward nunca jamás. Después de escapar de la capital, su único sueño era graduarse por la universidad en paz, sin ningún problema e intentar vivir sin Edward.
Gleb le pareció un chico agradable y bueno. Dos días estuvo a su lado ayudando adaptarse en nuevo sitio. Era atento y gentil. Por eso acepto su invitación a ir a un bar de música.
"Él me ayudará a olvidar mi demonio personal, para que nunca más vuelva a estar subordinada a él," – pensó ella, eligiendo el atuendo apropiado para el bar. Optó por un jersey blanco y unos vaqueros pitillo azules. Este atuendo cubrió todos los lugares estratégicamente importantes, pero enfatizó la buena figura que le quedó después de las clases de baile. Rizos oscuros caían en cascada por los hombros y poco maquillaje, solo para que la cara se viera expresiva y los ojos azules brillaran, a pesar de la tenue iluminación. Ella prefería tener una cara bien arreglada sin rastros de coloración añadida.
Exactamente a las ocho de la noche, salió de la residencia y vio a Gleb parado en la entrada.
- Hola, estas increíble. Todos me envidiarán hoy. - dijo sonriendo y le ofreció su mano.
El bar no quedaba muy lejos, así que fueron a pie, dejando su coche frente a la residencia. Después de la capital en esta pequeña ciudad todo parecía estar muy cerca, así que a los quince minutos ya entraron a esta maravillosa institución, que olía a naftalina. En la esquina, en los sofás, vio a sus nuevos compañeros. No tenía prisa por hacer contacto cercano con ellos, en ese momento Gleb era suficiente para ella.
El chico pidió un par de cócteles y, tomando un sorbo por una pajita, comenzó a hacerle unas preguntas. Ella respondió, tratando de no decir nada, que pudiera usarse en su contra, enfocándose en frases comunes.
Finalmente, la música comenzó a sonar y Gleb la tiró de su mano hacia la pista de baile. Al principio ella se negó, y luego con un gesto de la mano fue a buscar su parte de dopamina. No había bailado en una discoteca durante, lo que le parecía, mil años. La composición musical rompió los altavoces, pero pronto empezaron a tocar una melodía con un ritmo largo y suave muy exitoso. Grandes y fuertes brazos la atrajeron hacia el musculoso cuerpo y ella, sin dudarlo, pasó sus manos por el pecho del hombre, imaginando involuntariamente que, en lugar de la tela de la camisa, tocaba la suave piel caliente.
"Wow. Sí, ya me sacude sin besos. Mala idea, Lera. Muy mala idea fue venir aquí con él." - pasó por su cabeza.
Gleb, aparentemente, al ver el fuego que se acercaba en ella, dejó de tener cuidado, pero aun así logró susurrarle al oído: "No me pegues, ¿de acuerdo?" Antes de acercarla más y empujar suavemente sus caderas contra ella. Se dio cuenta de que estaba sonriendo, sin saber por qué. Una situación estúpida, pero tan agradable ... Unos cuantos pasos más hicieron que sus cuerpos casi se entrelazaron entre sí, y luego Gleb se inclinó tanto que su respiración se escapó a echar un cigarro, dejándola sin oxígeno. Ella pensó que estaba lista para cualquier cosa, pero entró en pánico de todos modos.
La giró con destreza y la apretó contra su pecho, sin dejar de bailar, y luego tiró un mechón de cabello oscuro, que ya había perdido su estilo, a un lado y presionó sus labios contra su oreja.
- Tengo la sensación de que soy un león y tú eres una cervatilla. No pongas esos ojos asustados, por favor, - cada palabra que dijo estaba saturada de sexualidad.
"Este chico puede dar cursos sobre cómo excitar a una chica con un par de frases". - Lera no tuvo tiempo de pensar, mientras se volvía de nuevo a mirar a Gleb, pero esta vez no tuvo tiempo de recuperarse. Sus labios presionaron contra los de ella, en la esquina, como por accidente.
Gleb estuvo muy bien. Ella lo admitió. Pero se suponía que todo esto no la afectaría, ya tenía una vacuna fuerte contra el amor y estas tonterías. Debía aprender a manejar las personas como él. La próxima vez, no podría salvar su corazón e incluso su vida.
"Puedo resistir. Al final, me las arreglé para estar pegada a él tres días, y no sentí nada especial por este chico. Aunque ... Era tan lindo. Puedo imaginar cuántos corazones rompió y cuántas bragas quitó solo con su sonrisa ", - pensó y de repente se asustó seriamente. -" No es tan simple como parece, hay en él ese grano maldito que floreció en Edward en abundancia. ¿Debo parar? "
Todo el mundo conoce este tipo de chicos, son bastante comunes. Su amiga Karina los llamó "Donuts de anuncios". Su imagen era deliciosa, pero en la vida real uno era de plástico, otro era de goma y el tercero era una pieza de madera pintada. El resultado era siempre lo mismo, no podrías comerlos, pero ellos provocaban apetito brutal. Ellos no eran un problema, porque con el tiempo empezaban a sentir su corazón y se enamoraban de verdad. Y solo uno de miles de tales "Donuts" con los años se convertían en monstruos sin alma, a quien Karina le dio una definición clara: el "Diablo".
Karina generalmente tenía todo un sistema para definir las personas. Lera, por ejemplo, era una "patata", además, era su categoría personal. Con regular apariencia cotidiana, pero cuánto potencial tenia, si quisiera llamar la atención. Aparte, de este alimento se podían preparar miles de platos, de diferentes gustos y tipos, todo dependía del chef. Es decir, con diferentes personas, Lera siempre se revelaba de diferentes formas, pero eso no quería decir que fuera falsa, al contrario. Todo fue natural y verdadero. Ella nunca sería hipócrita ni aduladora, y si le gustaba una persona, fuera quien fuera, abría su alma para él. Por eso el diablo de Edward la captó y casi destruyó.
"Oh, Señor, necesito aire fresco con urgencia. El agua fría no ayudará, incluso si me la vierto en la cabeza", - le pasó por la cabeza y dijo en voz alta:
- Ya es la hora. Tengo que irme.
Jugar con alguien como Gleb ya le pareció peligroso, y no tenía intención de complicarse la vida en esta ciudad, aunque las ganas de probar este “Donuts” aumentaba cada vez más.
Él no la detuvo, lo que le gustó, sino que insistió en acompañarla hasta la residencia. Si supiera Lera, cómo terminaría esta escolta, nunca estaría de acuerdo.
Todo el tiempo pensó en lo que le estaba pasando. No podía creer que alguien pudiera causar en ella la misma atracción que le causaba Edward. Durante seis meses fue tratada por su adicción a él, aunque no pudo si quiera confesar al psicólogo, en que pozo profundo la arrojó ese demonio y no quiso volver a caer en las mismas redes. Ella ya entendió que Gleb la llevó a la universidad de noche no para buscar un cuaderno, pero le siguió. ¿Por qué? Solo quería sexo. Sin compromiso, sin juegos perversos, sin tonterías románticas, sin relación. Estaba cansada de la mudanza, traslado y quería relajarse. O simplemente quería saber cómo era tener sexo sin amor enfermizo.
Cuando Gleb la besó, ella ya sabía cómo terminaría. Tenía que detenerse, pero no tenía ni la fuerza, ni las ganas para esta pelea con su cuerpo. “Sera la primera y la última vez,” - se repitió a sí misma mientras ardía en orgasmos de placer que provocaba este chico tan impaciente y bruto. Con él era todo muy distinto, más natural, más salvaje, mas … Pero no debería haberlo hacho.
- Gracias, - dijo ella, saltando de la mesa del profesor, y besó a Gleb suavemente.
En el camino de regreso a la residencia, iban en silencio. Cada uno pensó en lo suyo. Sin embargo, la conciencia de Lera no estaba tranquila. Ella lo uso para liberarse de sus fantasmas del pasado y temía, que Gleb podría enamorarse de ella. "Mañana intentaré explicarle todo y le pediré perdón. Ni él, ni yo necesitamos esto," – decidió Lera, y pronunció en voz alta:
- Gracias de nuevo por una velada maravillosa. Tengo que irme. Buenas noches.
Él no dijo nada y le pareció que estaba ofendido.
* * *
- Hola, Lera, - dijo alegremente Alla.
Alla era prima de su madre, trabajaba como secretaria en uno de los departamentos de la universidad. Ella nunca brillara por su mente prodigiosa, no sobresalía en responsabilidades, venía a trabajar de vez en cuando con retraso. Se rumoreaba que se estaba acostando con el vicerrector de ciencia, por lo que todos tuvieron que hacer la vista gorda ante sus payasadas. Fue ella, quien tiró de los hilos necesarios cuando surgió el inesperado traslado de Lera a otra universidad. Ella ayudó a que se trasladara rápidamente, sin ningún problema, y consiguió una habitación en la residencia de estudiantes, sin vecinos.
- Todo está bien Alla, - sonrió Lera, sentándose frente a ella.
- ¿Trajiste los documentos?
- Sí, - le entregó un sobre que contenía los papeles que faltaban.
Su prima revisó todo y asintió con satisfacción:
- Está bien. Ahora estarás inscrita oficialmente. No sé por qué tuviste que cambiar la universidad seis meses antes de la graduación, pero bienvenida.
- Gracias.
- Entonces, ¿por qué cambiaste? - Alla siempre fue muy curiosa.
- Me acabo de dar cuenta de que ya no quiero estudiar allí. No es lo mío.
- ¿Y aquí está lo tuyo?
- No tengo ni idea. Pero está hecho.
- Eres maravillosa, Lera. Eres valiente y tonta en toda tu cabeza, - era difícil de entender por su entonación, si le estaba regañando o admirándola.
- Es lo que soy.
- ¿Cómo te parece tu nuevo grupo?
- Un grupo como cualquiera. Nada especial, - Lera se encogió de hombros.
Alla la miró un poco sorprendida.
- ¿Normal? – sus cejas tatuadas se levantaron. - ¿Estás hablando de un montón de malditos sinvergüenzas?
Luego fue el turno de Lera para sorprenderse:
- ¿Sinvergüenzas? No me di cuenta.
- Este es el grupo más difícil de toda la universidad. Los profesores no pueden esperar que todos ellos defiendan sus títulos, para arrojarlos a un futuro brillante.
- ¿Sí? Me parecieron bastante agradables.
"Especialmente uno de ellos. Un chico guapo y cortés con ojos del color del acero". - pensó Lera.
- La palabra clave – “parecía”, - cortó Alla sin piedad, - la columna vertebral en ella no ha cambiado, pero después del primer curso, unos tres salieron volando de aquí. Varias veces intentaron agregarles recién llegados, como tú, para cerrar el cupo, pero se comieron a todos. Solo una chica pudo resistir. Un estudiante excelente, va a las conferencias, se dedica a la ciencia. Permite que todos copien y sospecho, que hace trabajos para ellos. Por lo tanto, no la tocaron. Todos los demás no sobrevivieron. Unos fueron incriminados en algo, otros simplemente aplastados ... ¿Qué estás sonriendo? ¡Te estoy diciendo cosas serias! - ella estaba indignada.
- Es una especie de tontería. Si realmente fueran así, habrían sido convocados a una charla del rector y les callarían la boca, esto era exactamente lo que hacían en la vieja universidad con los estudiantes rebeldes.
- Créeme, es más fácil llevarlos hasta el titulo y liberarse de ellos, que reeducarlos.
- Está bien, digamos que hay algo así. Pero, ¿por qué me cuentas estos horrores? ¿Y con una mirada tan siniestra? - miró con recelo a la prima.
- Porque te conozco, - la alegre Alla ya no sonreía. - No bromeo, Lera. Los compañeros de clase pueden hacer tu vida mucho más difícil. No corras peligro. Siéntate tranquilamente en una esquina durante seis meses y serás feliz.
- A mi espíritu no le gustan las esquinas. – sonrió la chica.
- En general, te advertí, y luego decides tú misma. Eres una chica grande e independiente. Puedes manejarlo solita.
- Por supuesto que puedo manejarlo, - Lera se levantó de la silla gastada, - está bien, es hora de que corra a clase. La conferencia comenzará pronto.
Alla siseó y le arrojó un lápiz, y Lera saltó por la puerta con una carcajada, casi derribando a un pobre profesor.
- ¡Perdón! – Gritó, ya en movimiento y corrió hacia las escaleras. Necesitaba ir al tercer piso.
Para ser honesto, Lera no creyó las palabras de su familiar. Su grupo era regular. Nada especial. No pensaba que tendría problemas con ellos, porque a excepción de Gleb, no se comunicaba con ninguno de ellos en absoluto.
Aunque ... Un problema ya está ahí. Y ella misma tenía la culpa de esto. Gleb era tan dulce, tan cortés, tan gentil y al mismo tiempo poco contenido, apasionado, fuerte. Muy bien. Y ella usó su pasión juvenil para relajarse, quitar el estrés y malos espíritus del pasado. Ahora estaba convencida de que podía vivir sin Edward, eso era un plus grande, pero en lugar de alivio recibió una conciencia preocupada. No debería usar a Gleb así. No estaba bien. ¿Y si se enamora? ¿Qué va a hacer entonces? Honestamente, no quería lastimarlo porque sabía en su propia piel como insoportable podría doler el corazón roto.
Decidió que sería más honesto confesarle todo y acabar con eso lo antes posible. Hasta que su imaginación fuera demasiado lejos e inventara cosas que no había. Porque total era solo un sexo rápido, nada importante.