Narrador Omnisciente:
La hermosa rubia sólo era capaz de admirar a su hija que yacía tranquila entre sus brazos y todavía no podía creer que tuviese a esa pequeña bebé durmiendo entre sus brazos.
Sólo la vida, el destino y sus más cercanos seres queridos sabían de todo lo que había tenido que pasar la mujer para lograr ser madre. Su matrimonio se derrumbó en un instante; un matrimonio que fue pactado incluso antes de que ella naciera y que la había condenado a la más cruel de las desdichas. A pesar de todo, ella se enamoró sinceramente de su marido y dedicó su vida a él, pero él sólo la hizo sufrir haciendo añicos su herido corazón.
Leaht apretó sus labios carmesí levemente pálidos y sintió lágrimas picar en sus ojos recordando todo lo que había pasado ese año desde que su exmarido se atrevió a llevar a presentar a su hermana como su amante y después toda la humillación que pasó. Fue mucho sufrimiento en un corto período de tiempo y sabía que, quizás, se había precipitado.
Pero…
“No me arrepiento de nada…” Pensó la mujer adornando su hermoso rostro con una pequeña, pero sincera sonrisa. Quiso vengarse de Magnus y, a sugerencia de Marcus, tomó el valor para divorciarse y usar a Marcus como una herramienta también fue idea de él mismo.
Puede que al principio todo haya sido por rencor y cegada por el dolor se atrevió a tanto, pero…
—Cariño…—oyó la dulce voz de su marido entrar por la puerta y alzó la mirada para conectarla con la de él.
Marcus se maravilló al ver tan espectacular vista digna de una pintura. Su esposa yacía en esa cama de hospital con esa bata que poco agraciaba su hermosa figura, pero ante sus ojos se veía tan preciosa como una frágil rosa en medio del frío ambiente de la habitación hospitalaria y entre sus brazos, sostenía como si fuese un tesoro, una pequeña criatura que era la razón de sus alegrías.
Leaht alzó su mirada cuando oyó la suave voz del hombre que se había encargado de sanar sus heridas y sonrió feliz al verlo. Todos creían que Marcus era el reemplazo de Magnus, pues los gemelos al ser tan físicamente parecidos podían confundirse entre sí, pero lo cierto es que, para Leaht, Marcus jamás fue un reemplazo. Para ella fue el hombre que la salvó de la completa destrucción.
—Marcus…—dijo su nombre y el hombre de azulina mirada sintió como su corazón se derritió— Ven a conocer a nuestra hija. Es bellísima.
“Nuestra hija” Marcus se maravilló ante lo magnífico que sonaban esas palabras que salían de la boca de su esposa. Se veía tan radiante y emocionada, parecía que podía dar brincos de la emoción si no fuese por lo adolorida que se encontraba.
El hombre no tardo en acercarse a su esposa a paso rápido, querido reunirse pronto con ella. Cabe destacar que la sonrisa jamás se borró de su rostro.
—Leaht, mi radiante sol, dime ¿Estás bien?— quiso saber tan pronto llegó hasta la camilla sentándose en la orilla de dicha camilla y elevando su mano para acariciar el rostro de su esposa— ¿Tienes alguna incomodidad? ¿Hay algo que necesites?
Los ojos dorados de Leaht y los ojos azules de Marcus chocaron en un momento y la mujer pudo ver la sincera preocupación que embargaba a su marido. Ese hombre que la miraba tan preocupado se parecía mucho al hombre que había destrozado su vida, pero eran tan diferentes como la noche y el día.
Ella lo miró con ternura y buscó el suave contacto de su esposo. Ella se había sentido mal hace poco debido a la repentina visita de su exmarido que había aparecido sólo para hacerla sentir mal, pero ahora que se encontraba con Marcus se sentía mucho más tranquila y feliz.
—Todo lo que necesito ya lo tengo, querido— dijo ella con una dulce sonrisa en sus labios que cautivó aún más a su esposo enamorado— Te tengo a ti en mi vida y, ahora, por fin puedo sostener a nuestra hija entre mis brazos— expresó con alegría sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas— Mírala, ella quiere conocer a su papá…
Leaht extendió un poco el pequeño bulto que tenía entre sus brazos para que su esposo pudiese ver mejor a la bebé.
Marcus no perdió el tiempo y sus ojos se clavaron en la pequeña bebé que dormía tranquilamente entre los brazos de su esposa. El corazón de Marcus se estremeció al ver a la pequeña y sintió ganas de llorar al verla debido a los feroces sentimientos que embargaban su pecho. Él era un hombre sensible que no le temía a sus sentimientos, aunque éstos fuesen prohibidos y peligrosos.
—¿No es sorprendente?— preguntó emocionada la mujer rubia viendo la reacción de su esposo.
—Así es— concordó el hombre con una enorme sonrisa y los ojos cristalizados.
—Se parece a ti— dijeron los dos al unísono y, al darse cuenta de esto, ambos soltaron una suave carcajada.
Marcus tocó con suavidad la mejilla de la bebé con su dedos y ésta se removió un poco haciendo una adorable mueca que hizo que el hombre sonriera con dulzura y fue entonces que una de las manitas de la bebé, por reflejo, tomó el dedo del hombre que se sorprendió ante tal acto, pero que se conmovió con el mismo.
—Leaht…— dijo el nombre de su esposa aún sin apartar la mirada de la hermosa bebé— Eres maravillosa.
Esa afirmación tomó por sorpresa a la mujer rubia que miró confundida a su esposo.
—¿Por qué lo dices?— quiso saber la mujer mirando emocionada la interacción de su esposo con su bebé.
—Fuiste capaz de dar a luz a una bebé tan hermosa— expresó maravillado el hombre alzando su mirada para ver a su esposa con una sonrisa emotiva— Haz sido tan fuerte hasta ahora que solo puedo ser capaz de alabar tus virtudes y reconocer tus logros, valores y esfuerzos— el corazón de Leaht dió un vuelco al escuchar las palabras de su esposo— Eres la mujer más hermosa, valiente e inteligente que he conocido; eres la mujer de la cual me enamoré y, ahora, te haz convertido en la madre de mi hija. Me haces tan feliz.
“Quisiera hacerte verdaderamente feliz” Deseó en silencio la mujer rubia sintiendo una leve presión en su pecho debido a lo que su esposo decía. No dudaba en la sinceridad de él, pues él se había quedado a su lado aún en la más bravía de las tormentas, pero, después de lo que pasó con Magnus, temía no ser suficiente para hacer feliz a su actual esposo.
—Haz hecho un excelente trabajo, cariño— él abrazó por los hombros a su mujer pegándola a su cuerpo— Gracias por toda esta alegría que me has concedido. No hay en la tierra hombre más feliz de lo que soy yo en estos momentos.
Él dejo un beso en la cien de ella y aspiró con fuerza el aroma dulce de su cabello. Marcus había estado enamorado de Leaht toda su vida, pero era un amor que debía permanecer mudo, pues ella estaba destinada a su hermano y él no podía hacer nada para impedirlo, nadie como un juego del destino todo lo que había pasado y sabía que aún quedaban obstáculos por delante, pero estaba dispuesto a superarlo todo si con ello estaría cerca de la mujer que amaba.
Por otro lado, Leaht sentía que estaba viviendo en una frágil copa de cristal que se rompería en cualquier momento. Ella temía que Marcus se cansase de ella como lo había hecho Magnus y la abandonase para siempre.
Estaban claro que Marcus jamás haría eso, pero eso era algo que Leaht tenía incrustados en el pecho, como una espina venenosa.
Ella tragó grueso y tembló levemente mirando a la bebé, quien era motivo de discordias, pero también de grandes alegrías.
—Marcus…—lo llamó con un leve temblor en su voz, cosa que Marcus notó enseguida y se preocupó— ¿Qué pasaría si…Si está bebé no es tu hija?
Ese era uno de los más grandes temores de Leaht.
¿Podría Marcus abandonarla si el resultado de la prueba arrojaba que la bebé era hija de Magnus?