Elias Moresse

1549 Words
Miluska me contaba acerca de su familia y sus padres. Su padre era el profesor de herbología y cuidado de plantas mágicas. El profesor Lakebottom parecía ser bastante centrado pero según Miluska al igual que ella, era muy olvidadizo y estaba muy sorprendida de que su padre mantuviese su puesto aquí en Dartford, pero no había más ilustrado que él en herbología. Otra de las razones por las que sigue enseñando a pesar de ser un poco torpe es que él había participado en la última guerra mágica y había matado decenas de enemigos con la inigualable espada de Galsworthy que solo se materializaba si un verdadero héroe necesitaba un arma para seguir peleando. Alan Lakebottom era un héroe en ojos del mundo mágico. — ¿Y qué me dices de ti? — me preguntó Miluska dándole un bocado a un panecillo que había guardado del banquete. —No hay mucho que decir. — respondí apresuradamente — Soy huérfana. —Oh, lo siento, no pensé que fuese verdad. Escuché a algunos Scarbrough hablando de eso. —Está bien. En realidad no importa, no me afecta mucho. Lo que decía era obviamente mentira, pero no podía arriesgarme a que me descubriera. Aparentar ser de lo más común es lo más sensato si quieres sobrevivir. —¿Y por qué ahora y no cuando tenías 13? Se supone que aquí se ingresa a los 13 y está claro que tienes al menos 17. —Como ya te dije, soy huérfana y mis padres no me dejaron un fondo para estudiar en Dartford. La directora analizó mi caso y me aceptó aquí con una especie de beca. Tomó muchos años creo yo. Burocracia. Terminamos de cenar, recogimos nuestros horarios y subimos a la Torre Galsworthy con todos los demás, donde un caballero con armadura brillante roja nos cerró el paso con su espada. Un compañero de último curso de Galsworthy se adelantó y dio la contraseña: ¡Elefantes azules! El caballero bajó su espada, se retiró y nos dio pase a la sala común. Al parecer todas las entradas de las salas comunes de las divisiones estaban custodiadas por caballeros u otros seres mágicos para proteger a los estudiantes. Solo se podía acceder con la contraseña correcta y esta cambiaba varias veces a la semana. Los colores de la sala común eran escarlata y dorado. Los muebles y todo lo demás tenían adornos de esos colores. Sobre la cálida chimenea posaba una imagen de... —¡Raquel! — me llama Miluska que estaba junto a un niño y una niña más. Ambos de cabellos morenos y ojos claros parecían estar temblando, pero Miluska no se había dado cuenta. Me acerqué a ellos. —Hola — les dije sonriendo. —Hola — dijeron los niños cabizbajamente. —Raquel, ellos son Charles y Aqua Rackham. — añadió Miluska —Mucho gusto, soy Raquel. —¿Raquel? ¿Y tú apellido? — me preguntó Aqua inocentemente, ¿en serio es tan raro no mencionar tu apellido? ¿no pueden normalizar ser huérfano? —Soy huérfana — respondí rápidamente antes que dijeran algo más. Charles abrió la boca y yo añadí: — Y no quiero hablar del tema. Charles cerró la boca y se dirigió a buscar a un chico pelirrojo. Por su parte, Aqua se excusó en que tenía que mandarle una lechuza a su padre y también nos dejó. —¿Y esos? — le digo a Miluska que estaba en las nubes. —Su padre perteneció a Scarbrough y quería que ellos también estuvieran ahí... Pero ahora están aquí. —Oh, por eso están tan… raros. —Sí, estan aterrorizados de su padre. Subimos a los dormitorios de mujeres. Como eran compartidas, quedé con Miluska y otras tres brujas de primer año. Dejamos los baúles frente a la cama y empezamos a desempacar todo de una vez. —¡Oh no! — dice Miluska llevándose las manos a su cara — Olvidé mi recordadora. —Tal vez puedas comprar una en Tomintoul. — le dije tranquilamente —Los de primero no podemos ir a Tomintoul. — me respondió —Ya encontraremos la forma de darte una recordadora. Tal vez tu padre te consiga una. Tomintoul era un pequeño pueblo mágico a las fueras del territorio de Dartford. Tomintoul también era reacio a modernizarse así que era más parecido a una villa que a otra cosa. Podías encontrar todo lo necesario ahí como librerías, restaurantes, tiendas de libros y hasta tabernas, pero solo los alumnos a partir de tercer curso podían ir. Era peligroso que niños no entrenados fuesen solos por ahí sin supervisión. Pasamos el resto del día contándonos cosas sobre Dartford y Tomintoul. También acerca del resto del profesorado. Quien diría que había más chismes entre profesores que entre alumnos. Una barbaridad. —Realmente me gusta esta división. — dijo Miluska recostándose en su cama — Siempre consideré a Gregory Galsworthy como un modelo a seguir. Al oír aquel nombre me entristecí, y no podía evitarlo. —Si, seguro fue un gran hombre. —Lo fue. Pero su historia es tan triste… ¿sabías que su hija murió a corta edad?— dijo ella con voz baja — ¿Cómo se llamaba la hija? No creo haber leído su nombre en ningún texto... —No recuerdo. — me apresuré a decir, un mechón pelirrojo cayó por mi rostro queriendo delatarme así que cubrí mi cabeza con la capucha gris de túnica. Íbamos a dar un paseo por los alrededores ya que no había clases hoy, pero saliendo de la torre de Galsworthy, Miluska y yo nos encontramos con Moresse, sus dos amigotes y Charles Rackham, el pequeño que había sido enviado a Galsworthy. —¡¡Sucumbid!! — Moresse le lanzó un encantamiento a Charles. Charles de retorcía en el piso y ahogaba sus gritos. Los dos guardaespaldas amigos de Moresse se reían de él y el culpable sonreía maniáticamente. Era una horrible escena. Espantosa. —¡¡Déjenlo!! — Aqua llegó corriendo, pero los guardaespaldas de Moresse la atraparon mientras ella era obligada a mirar aquella escena. La ira creció en mi interior al ver tan trágica escena. —¡¡¡SUCUMBID!!! — grité lanzando el mismo encantamiento pero mucho más potente, años de entrenamiento. Mi varita desprendió un rayo rojo medio dorado y dio a parar de lleno en el pecho de Elias Moresse. Él soltó su varita y se retorció como un gusano en el piso tomando el lugar de Charles. Los amigos de Elias soltaron a Aqua y me miraron anonadados. Podía sentir como murmuraban “Cómo te atreves maldita”, pero no me importó. —Basta... — chillaba Moresse arqueando su espalda desde el suelo. Escuché su voz suplicante y el sentimiento de ira disminuyó por alguna razón. ¿Lástima? Probablemente. Bajé mi varita y Elias jadeaba a mis pies. —¡Y si vuelves a lanzar un encantamiento como ese a alguno de MI división, te va a ir peor! — él me miró a los ojos con odio — Y esta vez no tendré piedad. Le di la espalda y vi a Miluska con la boca abierta de par en par. Le sonreí modestamente. —Gracias — dijo Charles ya más calmado — La verdad no me dolió mucho. Pero te aseguro que a Moresse sí. —Por supuesto. Pero no digan que fui yo. Podría ir a parar a en prisión por eso. —No te preocupes. — dijo Aqua — Pero si Moresse te acusa, lo acusaré a él también. —Me parece justo — dijo Miluska Una vez que Charles y Aqua se fueron y Miluska y yo decidimos retomar nuestra excursión por todo Dartford. En el camino me puse a reflexionar acerca del incidente. ¿Era necesario que lanzara ese encantamiento? ¿No fui muy impulsiva con eso? Ese encantamiento en particular no debería ser usado a la ligera por estudiantes o por magos de bajo nivel, así que ver a alguien hacerlo contra un pequeño niño me puso de malas. Caminamos fuera, olvidando las preocupaciones y llegamos cerca de una pequeña casa de madera. Honestamente parecía más un almacén que una casa. —Según dijo Aqua, ésta es la cabaña del profesor Freyr. Él está a cargo de las criaturas místicas. —Yo no llevo cursos con criaturas místicas. — para decir eso consulté mi horario. —Oh, creo que nuestros horarios son totalmente diferentes. — dijo ella comparando mi horario con el suyo. —Entonces solo nos veremos en la sala común. — era triste no tener más amigos. No soy una persona muy sociable y por lo general no me gusta estar cerca de muchas personas, es sofocante. Pero Miluska parecía ser una buena persona y muy amable. Además era como tener una hermana menor, algo que nunca he tenido ya que me fui de casa muy joven. —Sabes — me dice ella — Hay algo que es lo que más me gusta de la escuela. —¿Así? — le pregunto curiosamente — ¿Y qué es? —El bosque — me dijo mirando al sombrío bosque que se encontraba frente a nosotras — Padre dijo que no me acercara al bosque, pero míralo, se ve increíblemente misterioso. ¿No deberíamos echar un vistazo?
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