I - De camino a Dartford

2209 Words
Oh vaya, ese es un maravilloso tren. Eso fue lo que pensó al ver como emitía vapor el expreso Dartford. El expreso Dartford era uno de los pocos trenes a vapor que quedaban en Irlanda del Norte ya que usualmente la gente usaba los eléctricos que son mucho más rápidos. Pero para Raquel lo clásico tenía mucho más valor. Dartford. El Instituto Dartford de artes mágicas. Un instituto oculto para el resto del mundo a menos que pertenezcas al mundo mágico. Este lugar era el alma mater de increíbles magos y brujas a lo largo de la historia a pesar de ser relativamente nuevo con sus recién cumplidos 400 años. Además era el único instituto para magos y brujas en Gran Bretaña que había sido participe de una gran guerra mágica dos veces. La edad de ingreso es a los 13 años. Al ser reacios al uso de la tecnología moderna, el instituto mandaba cartas de aceptación y bienvenidas mediante criaturas mágicas adiestradas. Si tenías suerte un pequeño dragón en entrenamiento podía llegar hasta tu casa y dejar tu carta. Encontrarse con un dragón a esa edad podría resultar la mayor experiencia de tu vida. Como cualquier bruja normal, se suponía que debía ingresar a Dartford a la misma edad que todos, pero yo no tuve la oportunidad hasta ahora que la directora de turno, la señorita Aberdeen, me consiguió una plaza becada dada mi experiencia adquirida a lo largo de mis viajes. Se podría decir que tenía buena (por no decir extraordinaria) aptitud para la magia. Pero en realidad no era así, era la peor en la magia en mi familia. Siempre fallando. Pero los años no pasan por gusto. Decidí viajar por el mundo y aprender de otros magos y brujas más experimentados. Así adquirí suficiente conocimiento como para considerarme superior al promedio en la magia. Dada mi edad, la directora me había comunicado que estaría comenzando a cursar sexto año en el instituto. Sí, una excepción a la norma, pero es más de lo que podría pedir y estaba agradecida. Empujé por el andén mi carrito que contenía baúl y una pequeña jaula donde mi cuervo, Bartholomew, dormía plácidamente. Cubrí la jaula con un pedazo de tela negra y abordé el tren. Por la ventana podía ver como los alumnos de primer curso se despedían de sus padres y estos les daban algunas últimas indicaciones para sobrevivir en Dartford. Diría que estaba celosa. Mientras ellos pueden disfrutar del calor parental, yo siempre he estado sola, sin nadie a quien abrazar o de quien despedirme. —No olvides que no importa que división que te toque, nosotros te apoyaremos — le dijo una señora a una niña de cabellos morenos. Entonces lo recordé. La razón por la que estuve nerviosa la noche anterior era esa. Dartford era muy competitivo y agrupaba a sus alumnos en 3 divisiones según sus aptitudes para la magia, cualidades y demás. Eso no quería decir que una división sea mejor que otra, sino que las tres divisiones eran muy diferentes entre sí y sus miembros compartían cualidades y características. Por ejemplo los de la división de Scarbrough eran personas muy decididas y tenían claro un objetivo en su vida. Era una excelente división, pero muchos de sus miembros habían terminado causando las guerras mágicas y habían hecho mucho daño al mundo mágico. Por eso no tenían una buena reputación. Luego estaban los Honeywell, personas de buen corazón, muy confiables y que siempre mantenían la paz entre divisiones. En resumen, eran buenas personas. Finalmente los Galsworthy tenía miembros fuertes y audaces, siempre abiertos a lo nuevo. Era la división más codiciada por todos. El pensar a qué división me enviarían era de temer y mi fuente de preocupación de la semana pasada. Alguien tocó la puerta del compartimiento donde me encontraba y me trajo de vuelta a este mundo. Era la niña que había visto antes en el andén. Ella entró con su baúl y una lechuza en mi compartimiento. La pequeña me miró y sonrió amablemente. —¿Te importa si me siento por aquí? — me preguntó con una voz sumamente tierna. —En absoluto. — le devolví la sonrisa. La niña se sentó a mi lado y puso su jaula con una lechuza sobre su falda. Abrió la reja y le dio algo de comer a su mascota. —Ten cuidado — le dije a la niña cuando veo a su lechuza revoloteaba ansiosa por salir de la jaula. — O podría... Muy tarde. La lechuza salió aleteando y formando círculos sobre el techo del compartimiento. La niña se paró rápidamente e intentó coger a la lechuza. —¡Missy, Missy, vuelve aquí! — le decía agitando los brazos. Yo me paré a ayudarla. Al ser un poco más alta, podía tener más probabilidades de alcanzarla. Entre las dos intentamos todo por cogerla, pero era muy rápida y escandalosa. La puerta del compartimiento se abrió y entraron tres chicos. Dos de ellos parecían hermanos gemelos, corpulentos y con cara de pocos amigos. A diferencia de ellos, el tercero, era más delgado y pálido. Cabellera rubia y ojos grises. Ese trío tenía cara de "Sí, yo mando aquí, obedéceme". Los típicos matones de la escuela. No parecían tener la edad de la niña sino mayores, tal vez de sexto o último curso. La lechuza de la niña dejó de describir círculos y se lanzó en picado a la cara del pálido muchacho. Los dos robustos guardaespaldas dejaron al pálido solo cuando este fue atacado. Que pésimo servicio. Missy le clavó las garras en su cara. El chico chilló, yo me apresuré en coger a Missy y la despegué de la cara del chico antes de que la lechuza fuese herida. —¡¡Lo siento!! ¡¡Lo siento!! — le dijo la niña al chico que se cubría la cara. —¡¡Aleja esa cosa de mí!! — gritó con una voz media asustada hacia la dueña de Missy —Lo siento — dijo la niña encerrando a su lechuza en la jaula — No sabía que haría algo como eso. El chico le lanzó una mirada de muerte a la niña y luego se retiró con aspecto de "aquí no pasó nada", pero si observabas bien su cara podías ver que estaba terriblemente enojado. —¿Y ese? — le pregunté a la niña que estaba claramente nerviosa —Ese era Elias Moresse. — respondió —¿El nieto del señor Moresse? ¿El traidor? —Ese mismo. — ella se encoje de hombros — No conozco bien a su familia, pero parece que es igual a su abuelo. Su familia aún mantiene su estatus e influencia. —Me imagino. — murmuré. — ¿Eres de primer año de casualidad? — yo busqué tema de conversación. —Así es, mi nombre Miluska Lakebottom. — me sonrió — Pareces ser nueva también... pero no estoy segura. — ella entrecerró los ojos como si tratase de adivinar. —Soy Raquel, y sí, soy nueva en Dartford. —No entrarás a primer curso, ¿o sí? — que niña tan curiosa —No lo creo. — le sonreí — La directora Aberdeen dijo que podría entrar a sexto curso, ya no soy tan joven como para empezar todo desde cero. —Oh, eso es interesante. Nunca nadie se ha salteado tantos cursos. — me dijo pensativa —Digamos que soy un caso especial. El expreso Dartford iba llegando a su destino. Miluska y yo nos colocamos nuestras túnicas negras con el estampado de dragones plateados que era el símbolo de Dartford. De pronto, nos detuvimos. Bajamos del tren y frente a nosotros se extendía el gran y misterioso castillo de Dartford. Altas torres grisáceas decoraban el lugar. —¡Por aquí, estudiantes de primer año! — dijo un hombre muy alto y delgado reuniendo a los niños. Yo no era de primer año, pero aun así me metí con el grupo porque no sabía a donde más ir. El hombre que daba las indicaciones me miró y me reconoció. —Usted debe ser la señorita Raquel. La directora me ha indicado que se una a nosotros hasta su selección. —De acuerdo, gracias. —Cualquier duda o consulta, señorita, me llamo Freyr, y estoy a sus órdenes. —Gracias, Freyr. Pero no es necesario tanta formalidad. Todos los estudiantes de primero, yo y Freyr subimos a unos botes que nos llevarían a través un río ancho y sereno. Lakebottom no podía contener su emoción, podía entenderla hasta cierto punto pero para mí no era la primera vez que pisaba Dartford. Cuando los botes se detuvieron, bajamos y entramos en las instalaciones del castillo. Con el grupo paramos en un gran comedor donde todos los demás habían reunidos. Todo esto se dividía en cuatro sectores. Las tres divisiones de Dartford: Scarbrough, Honeywell y Galsworthy estaban decoradas con sus colores respectivos: el verde, amarillo y el escarlata; y además estaba el sector de los profesores donde reconocí de inmediato a la directora Aberdeen vestida de verde. Para tener más de 100 años aún se veía radiante. —Vamos a iniciar el proceso de selección de los alumnos. — anunció la directora Aberdeen desde la mesa del profesorado. — Profesora Prescott, háganos el favor de traer la Esfera de Merlin. La señora Prescott trajo una vieja esfera de cristal, muy común entre los magos, pero se suponía que este artefacto en específico tenía restos de la magia de uno de los magos más poderosos, Merlin, y era capaz de ver el interior de las personas. Habían resguardado esa reliquia y la habían convertido en el seleccionador de divisiones. Era un poco humillante. La directora se levantó de su asiento y empezó a leer la lista de estudiantes. Cada niño o niña colocaba sus manos sobre la esfera y el interior de esta esfera cambiaba de color según la división a la que el mago Merlin hubiese seleccionado a los estudiantes. Merlin era un mago extremadamente competente. Ya había pasado siglos pero su palabra seguía siendo ley. —¡Lakebottom, Miluska! – llamó la directora Miluska, la niña de cabellos morenos del tren, pasó adelante, se sentó en un banco y colocó sus manos sobre la esfera de adivinación. Pasaron cinco segundos y la esfera cambió de color. —¡Galsworthy! — anunció la directora La mesa de Galsworthy aplaudió dándole la bienvenida, pero noté que la mayoría no miraba a Miluska, sino a mí. Lo sé, es raro que una chica que aparentaba 18 esté rodeada de niños de 13 años. ¿Patético? Sí. Miluska sacó sus manos de la esfera y se sentó en un asiento vacío en la mesa de la división de Galsworthy. —¡Raquel! — dijo la directora Aberdeen desde la mesa del profesorado. Caminé lentamente hacia el sombrero recibiendo todo tipo de preguntas de todas las mesas y de parte de los nuevos alumnos. Me sentía completamente fuera de lugar. —¿Y su apellido? — decían en la mesa de Honeywell. —¿Es acaso huérfana? — se reían en la mesa de Scarbrough. Ignoré todo y me senté sombre el banquito y coloqué mis manos sobre la esfera de adivinación. —¿Pero a quién tenemos por aquí? — una voz resonó en mi cabeza. La voz del mago Merlin — Pero si es la señorita Raquel-- —Terminemos con esto de una buena vez — imploré. —Muy bien... tienes grandes ambiciones y aún mucho camino por recorrer. Pero tienes una petición, ¿no es así? —Sería una vergüenza que yo pase a la división de Scarbrough. Todo menos eso, se lo pido. —Ya veo... Scarbrough no es tan malo, pero si eso es lo que quieres está bien. Después de todo eres tal y como tu padre G-- —Ni lo menciones. — lo corté —¡¡GALSWORTHY!! — anunció la directora al ver el cambio de color de la esfera a un color rojo escarlata indicando a la división donde pertenecía. La división de Galsworthy estalló en aplausos y yo me dirigí hacia allá después de dejar la esfera de adivinación. —Gracias a Merlín... — susurré para mi interior. Me senté al lado de Miluska y observé hasta el término de la selección. Al final, como quince niños nuevos ingresaron a Galsworthy. —Muy bien, sin tiempo para más, que empecemos el gran banquete tradicional de Dartford. — anunció la directora para contento de todos. Frente a nosotros aparecieron todo tipo de bocadillos y otras cosas. No se me apetecía casi nada, así que solo me serví unos bizcochos y unas papas fritas. —Será un buen año — me dijo Miluska atragantándose con los bizcochos de chocolate — ¡Vamos a vencer a los de Scarbrough en todo! Yo sonreí ante su ocurrencia. Era una niña con espíritu debo admitirlo. —Ya lo creo. — le digo — Vamos a pulverizar a los del grupo de Moresse. Ella me sonrió en señal de aprobación. No puedo creerlo, mis primeros minutos en Dartford y ya he conseguido una amiga ¿Podría considerar mi amiga a una niña de 13 años? ¿Por qué no? Es entretenida… a su manera.
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