No mistakes allowed

Era una noche tranquila en un pequeño pueblo en el norte de Gran Bretaña alrededor del siglo XVII. El viento soplaba fuertemente en dirección al Este, haciendo diferentes sonidos tenebrosos al pasar. No había persona alguna caminado por el sendero de tierra a esas horas. 31 de octubre. Los comuneros estaban asustados y escondidos en sus casas con las luces apagadas. Era noche de brujas después de todo y las personas temen lo que no pueden entender. Sonaron 10 campanas de la iglesia y una adolescente se dispuso a salir de ese lugar hacia su casa en una de las calles menos visitadas. La muchacha pelirroja y ojos verdes se dispuso a caminar lentamente por el camino terroso. Llevaba una cesta trenzada con panecillos que sobraron de la iglesia y pensaba compartir con sus padres aquella noche. Se escuchaban sus pasos lentos. El vestido azul de la muchachacha revoloteó con la brisa, de pronto, sintió un frío incomprensible recorrerle por todo el cuerpo, paró de golpe y miró hacia atrás. Un hombre vestido de n***o completamente estaba recostado en la pared a unos metros de ella. El hombre la miraba interesadamente mientras fumaba una pipa. Aquel hombre salido de la nada le resultaba extraño y hostil de cierta forma. La mujer retomó el paso, pero esta vez sintió que ese hombre la seguía. Aceleró un poco el paso y puso una mano en su cesto a punto de sacar algo con que defenderse, pero ya era muy tarde. —Jovencita — dijo el hombre cerrándole el paso. —Señor — respondió ella sin mostrar el más mínimo acento de temor. —¿Qué hace alguien como usted paseando a estas horas? Tan sola. —Con todo respeto, señor, no es de vuestra incumbencia. —Señorita, son casi las 12 y es noche de brujas — el misterioso hombre dijo la palabra con tal desprecio que la dama se indignó —No debería tomar tan despectivamente este día. — le respondió — Disculpe usted, pero tengo un asunto muy importante que atender, con permiso. La mujer retomó el paso e intentó alejarse del hombre. —Seguramente te diriges con tu padre, ¿no es así, brujilla? — le gritó el hombre riendo a la muchacha. La pobre muchacha se detuvo otra vez, el hombre se le acercó volando y se paró frente a ella. El misterioso sonrió mostrándole los dientes. La pobre chica dejó escapar un chillido al ver los dientes del hombre. Poseía, entre sus dientes blanquecinos, colmillos. Colmillos largos y filosos. —¿Que decías, bruja? —¡¡Alejat!! — gritó la muchacha apuntándole con una varita al vampiro. El vampiro salió volando hacia atrás y la bruja aprovechó para correr. El vampiro se recuperó, emitió un chillido y salió volando a una velocidad increíble hacia la chica que corría con varita en mano. Estaba asustada. En el fondo de su corazón sabía que ella sola no podía vencerlo, aún no había perfeccionado su magia y era inexperta en el combate contra vampiros. Cada centímetro de su cuerpo temblaba, nunca había estado tan nerviosa. La alcanzó. —¿A dónde crees que vas? — él le quitó la varita con increíble fuerza y la arrojó a más de diez metros de ella. Sujetó sus brazos y ella gritó, pero las luces de las casas no se prendían, parecía como si no estuviesen habitadas. Nadie oía a la muchacha, o tal vez ignoraron deliberadamente su pedido de auxilio. El vampiro no aguantó su sed y mordió el cuello de la ahora desarmada chica. Los gritos de esta se ahogaron y el vampiro desapareció en una espesa niebla oscura. La chica cayó de rodillas con el cuello sangrante... Se arrastró como pudo hacia su varita y la guardó en su bolsillo por si alguien pasaba, luego de eso ella se desmayó en el acto. El padre de la muchacha fue avisado inmediatamente y corrió junto con su esposa a llevarse a su hija malherida. La llevaron a su casa y la acostaron sobre el sofá. —Mi niña... — decía el padre acariciando los cabellos rojizos de su hija — Mi adorada Raquel. —Gregory, querido... — le dijo su esposa interrumpiéndolo — Hay comuneros afuera. Tienen antorchas y esas cosas... —Vamos — dijo él con la voz cortada. Cubrió a la durmiente muchacha con una manta hasta su cabeza y la dejó descansar. El señor y su esposa abrieron la puerta y los alborotadores se hallaban ahí, expectantes. —Señor Galsworthy, se dice que su hija ha sido víctima de la mordida de un vampiro. ¿Tiene algo que decir contra las acusaciones? —Lamentablemente, mi estimado Maslob, mi hija acaba de fallecer. — Gregory Galsworthy había mentido descaradamente acerca de su hija — Cualquier asunto que tengas te pido que lo hablemos mañana. Estamos de duelo. — las lágrimas de su señora le daban credibilidad a su historia. —Es realmente desagradable la noticia. — el señor Maslob se quitó el sombrero que traía en señal de respeto — Mañana mismo se realizarán los ritos respectivos, cuidense bien esta noche. —Sí… — dijo la señora Galsworthy cerrando la puerta, acto seguido se derrumbó a llorar en el piso de madera. —No podemos arriesgarnos a que descubran lo de nuestra hija. — dijo el señor Galsworthy asegurándose de que nadie más lo escuchara — Ahora que ella se puede haber convertido en... en… No puedo ni decirlo. —Oh, querido… Solo espero que sepa sobrellevar todo esto... —Sólo es una prueba más, ya verás que será una gran bruja. No tengo dudas. — Gregory Galsworthy sonrió por primera vez en toda la noche.