Al día siguiente cuando comenzaron las clases propiamente tomé mi uniforme, la falda, el suéter gris con el emblema de Dartford y mi túnica con bordes escarlatas de la división.
Miluska seguía durmiendo pero como sus clases comenzaban todavía dentro de un par de horas más, la dejé dormir plácidamente y bajé a la sala común de Galsworthy a recoger mi horario con uno de los prefectos de último curso.
Este año tenía que llevar Pociones Avanzadas, Defensa y Ataque especializado, Runas antiguas y unos cursos complementarios. Afortunadamente era muy buena en esas materias así que no me preocupaba demasiado.
Subiendo por el tercer piso y a la derecha estaba el aula donde el profesor Brixton que impartía Defensa y Ataque especializado. Cuando llegué ya había varias personas sentadas delante de la clase. Busqué un asiento libre a un lado y noté que casualmente había elegido el asiento al lado de Alex Cooper.
—¿Está libre? — le pregunté
Él alzó la mirada y sonrió.
—Por supuesto.
Me senté a su lado, saqué mi varita y el libro del profesor Brixton.
—Esa varita. — dijo Alex sin despegar la mirada mi varita — No tendrá como núcleo escamas de dragón ¿verdad?
—Oh. Lo tiene. — la verdad estaba impresionada, nadie podía reconocerlo a simple vista — ¿Cómo lo supiste?
—Las varitas con escama de dragón resuenan con las varitas con núcleo de plumas de fénix. — Alex sacó su varita y la colocó al lado de la mía haciendo que ambas vibraran vigorosamente. — Son varitas muy peligrosas, dejaron de fabricarlas hace siglos.
Demonios. ¿Cómo iba a recordarlo? Hacía mucho tiempo que no estaba a tanto de esas nimiedades. Era verdad. Para empezar, las varitas con escamas de dragón tenían mala reputación. A lo largo de la historia hubo muchos magos que habían causado revueltas e incluso hirieron personas comunes, y todos ellos usaron varitas con escamas de dragón. Todo esto era porque las escamas de dragón tenían la energía de los dragones a los que pertenecieron y la almacenaban por cientos de años que podían vivir estas criaturas. Sí, estas varitas podían ser peligrosas y por eso hace unos 100 o 200 años el Consejo Mágico prohibió su fabricación, por eso nadie sabía cómo fue que el señor oscuro quien causó las guerras mágicas consiguió una varita de escamas de dragón hace unos 30 años.
—Es una varita familiar. Estuvo en la familia por mucho tiempo y la pasaron entre generaciones. — lo sé, era una mentira descarada.
—Ya veo. Es toda una reliquia.
El profesor Brixton me salvó cuando entró por la puerta todo glamoroso y radiante. Era un profesor poco apreciado, siempre era un poco sombrío, pero en realidad era muy amable con todos cuando lo llegaban a conocer. Sería su vestimenta negra o tal vez la tez pálida que lo hacía ver muy atemorizante.
—Buenos días, alumnos. — dice — Guarden sus libros y saquen sus varitas, hoy aprenderán sobre las maldiciones prohibidas.
—Profesor, las maldiciones prohibidas están prohibidas. — una chica pelirroja mencionó.
—Gracias, señorita Winchester, por su fantástica intervención. — que sarcástico profesor — El Consejo Mágico ha permitido su uso en las clases de Defensa y Ataque especializado mientras no se use fuera de las aulas y en contra de otros alumnos sin supervisión.
Sentí un escalofrío recorrer toda mi espalda así que volteé y encontré que Elias Moresse me estaba mandando una mirada fulminante. De acuerdo, puede que haya exagerado con el encantamiento de tortura, pero él fue el que empezó a atacar un niño pequeño de mi división. Yo estaba en todo mi derecho en defenderlo.
El profesor sacó un pequeño escorpión de un frasco y lo hizo crecer con un encantamiento de crecimiento.
—Empezaremos con la maldición Comando. — el profesor Brixton sacó su varita, apuntó al pobre escorpión y gritó:— ¡Comando!
Mientras el profesor hacía movimientos con su varita, el escorpión lo seguía sin rechistar, incluso si el profesor movía su varita estrepitosamente contra la pared. Pobre escorpión.
—¿Quién me dice como detener la maldición? — preguntó el profesor, pero al ver que nadie respondía siguió hablando — Una increíble fuerza de voluntad.
El profesor liberó a la pobre criatura y la guardó en su frasco nuevamente, luego pasó por nuestros asientos y nos entregó a todos un escorpión en un frasco.
—Su turno de practicar. — dijo sonriendo el profesor — Y por favor, practiquen con los escorpiones, no entre ustedes.
Muchos de los presentes jamás habían practicado estas maldiciones antes y requería de gran poder mágico y destreza. Podía ver que algunos de la división de Honeywell estaban sufriendo porque no se atrevían a realizar ese encantamiento. Pero ese no era un problema para mí.
—¡Comando! — lancé el hechizo a mi escorpión y sentí como todos me comenzaron a mirar, demonios.
El escorpión sucumbió ante mi hechizo y lo pude controlar con mi varita. Lo hice andar por el alrededor y lo coloqué entre las manos de Alexander quien estaba asombrado pues él todavía no lo había conseguido. Coloqué de vuelta el escorpión en su frasco.
—Excelentes movimientos. — me dijo el profesor Brixton aplaudiendo — Veo que la directora no se equivocó al traerte a Dartford. Tiene un gran potencial, señorita Raquel.
—Gracias profesor. — dije sonriendo
—¿Quisiera ofrecerse para la demostración con personas? Algo me dice que usted podría manejarlo.
—Por supuesto que sí.
Me levanté de mi asiento, pasé por el lado de Elias Moresse y lo golpeé con el hombro discretamente. Fui al lado del profesor y en frente de todos, el profesor gritó: ¡Comando!
Siento mis músculos y articulaciones flácidas y sin querer obedecerme a mí. Era completamente terrorífico. Arrodillate me decía una voz en mi cabeza, haciendo que mis rodillas se tuerzan ligeramente mientras temblaban. Sigo resistiendo, siento mis huesos que estaban en su límite a punto de romperse. ¡Arrodíllate! ¡¡NO!!
Justo cuando ya no podía más mis articulaciones se relajan y mi respiración se entrecorta. Caigo de rodillas contra el suelo en busca de aire, vi como Alex venía corriendo a ayudarme.
—¿Estás bien? — estaba preocupado y se notaba
—Todo bien, solo necesito un momento.
—Increíble — exclamó el profesor — Realmente me sorprende. No muchos magos se resisten a la maldición Comando como usted lo hizo.
Alex tomó mi brazo y me ayudó a levantar. Yo me desplomé en mi asiento. Estaba exhausta.
—Debiste ver la cara de Elias. — dice él sonriendo — Se estaba muriendo de rabia y de la envidia.
—Suena gracioso si lo dices así.
La siguiente clase era Pociones avanzadas con el profesor McMillan. Era un profesor muy querido por el alumnado y había impartido clases en Dartford los últimos 60 años y era conocido por dar fiestas clandestinas a sus alumnos más destacados o aquellos con los que podía obtener beneficios como influencia entre otras cosas.
El profesor anunció que comenzaríamos con una poción de alto calibre y peligrosa si se usa de manera incorrecta. Era la poción de filtro de amor. Esta poción decía que podía tener aromas diferentes según la persona que lo sentía. Además se basaba en la obsesión y el deseo de poseer, por eso se llamaba filtro de amor, porque son muy similares.
Noté que Alex tenía problemas con su poción. A pesar de estar siguiendo las indicaciones su caldero era el único que salpicaba amenazadoramente. Yo seguí trabajando duro en mi poción siguiendo paso a paso las instrucciones y añadiendo algunos trucos que había aprendido con el tiempo como añadir siempre un poco más de raíces de las que se necesitan y recortar un poco el tiempo de cocción. Al final obtuve una poción rosa con un aroma peculiar, era el aroma de la lluvia cayendo sobre el césped recién cortado.
El profesor Brixton caminaba por entre las mesas y vigilaba que tuvo estuviese en orden.
—Muy bien, señorita Jones, pero la próxime aumente un poco más de polvo lunar.
Siguió felicitando y dando recomendaciones a los alumnos de las tres divisiones hasta que fue mi turno.
—¡Por Merlín! — exclamó llevándose las manos a la barba blanca y larga — Es una excelente poción. ¡Que talento!
—Muchas gracias. — murmuré, era todo menos talento, solo era mucha práctica.
—Dígame, ¿no será usted pariente de Lily Cooper o Salazar Sudlow?
—No profesor, no lo creo.
—Usted tiene talento natural, señorita…
El profesor intentó buscar mi apellido en la lista de alumnos.
—Raquel está bien profesor, solo Raquel.
—Correcto. Espero que sigas así, tienes un futuro prometedor. — dijo el profesor y luego miró el caldero de Alex — Que decepción señor Cooper, debe practicar más.
El profesor tomó mi caldero y vertió su contenido en un pequeño frasco que se llevó con él y lo guardo en una cajita de madera con muchos otros frascos. Alex se desplomó en su asiento y suspiró profundamente.
—Soy un desastre en pociones.
—Solo debes practicar más, eso es todo.
—Tengo una idea. — dijo recobrando la compostura y me miró con sus ojos verdes centelleantes — Tú podrías enseñarme pociones.
—¿Ah? No, no puedo. — le digo guardando los ingredientes sobrantes — Soy muy mala enseñando.
—Si, puedes. Podrías venir a la sala común de Scarbrough y...
—No puedo. — lo corté — ¿Te imaginas lo que pasaría en Scarbrough? No creo que los demás Scarbrough tomen bien que vaya a ayudarte con cualquier cosa.
—A mí no me importa lo que digan — sonríe — Por favor…
Soy débil ante súplicas. Suspiré resignada.
—Vale. — digo y él sonríe
Tenía unas horas libres, así que aproveché en ir con Alex a la sala común de Scarbrough para avanzar con Pociones.
La sala común de Scarbrough estaba en la torre contigua a la de Galsworthy. En la entrada había estatua bloqueando el paso con una mano extendida como si esperara a que le dieran algo. Alexander sacó unos dulces de sus bolsillos y separó todos los que eran verdes y se los dio a la estatura.
La estatura se movió dejándonos pasar. Sillones de cuero, mesas cubiertas con manteles bien elaborados, todo iluminado por luces verdes desde candelabros dorados.
—Vamos al dormitorio — me dice y yo me quedé quieta como una estatua — ¡No pienses que soy un pervertido! El resto de mis materiales están ahí.
El rostro de Alex estaba muy rojo, lo encontré muy gracioso. Fuimos al dormitorio, él tomó su baúl y arrojó todos los ingredientes sobre su litera. Me arrodillé en el piso, armé el caldero y agrupé los ingredientes que necesitaríamos.
—Bueno, como hoy hemos hecho el filtro de amor, empezaremos con eso. — le dije
Con ayuda de su libro, él comenzó a preparar la poción y yo le voy dando algunas pautas para no hacer volar el caldero. Al final la poción resultó ser bastante decente.
—¿A qué huele? — pregunté intrigada
—Panecillos recién horneados. — dijo sumergiendo su rostro en el humo del caldero.
—¡COOPER! — alguien gritó, era una voz familiar — ¡¿Qué hace esta sabandija aquí?!
Sí, era Elias Moresse en persona. Que dolor de cabeza.