Mientras merendábamos junto a mis padres, aunque en realidad, parecía cena, más que merienda, ya que mamá había preparado unos sándwiches deliciosos, comenzaron las preguntas, casi como en un interrogatorio. —¿Y cómo lo pasaron? —pregunta papá. —Muy bien, es hermoso el lugar —respondo, para romper el hielo, aunque Felipe tiene una personalidad que no lo deja corto. —Quería darle las gracias, Angélica, por la recomendación. De verdad que el lugar es hermoso y cerca —dice a mi madre, tomándole ambas manos, en modo de agradecimiento. —No hay de qué —responde sonriente—. ¿Se fueron por el camino que te recomendé? —cuestiona. —Así es. Llegamos por una arboleda a una ladera de la montaña y teníamos el río a un par de metros de dónde nos aparcamos —contesta alegre. —La verdad, es que Felipe