25.    MENTIRAS TRAMPOSAS

1858 Words
Viola —Cariño, comprendo que estés estresada por esta situación, pero descansa un poco —insistió mi tía Livi, por enésima vez. —Sé que quieren protegernos, pero los Dumas no son cualquier familia y harán lo que sea con tal de conseguir lo que quieren. —¿Tan poco confías en tu familia? Porque de ser así déjame decirte que no nos conoces bien. Si algo tenía ella a diferencia de mamá, era que mi tía sabía camuflar una advertencia o un disgusto entre palabras dulces y eso a veces resultaba más aterrador o conflictivo dependiendo de la situación, en especial cuando tenía razón. —¡Confío en mi familia, pero…! —¡No hay pero que valga, Viola! Si confías en nosotros, entonces no pienses más en eso y deja que cada uno haga su parte, así como tú debes hacer la tuya enfocándote en tu hija, por eso decidimos sacarlas del país y hasta del continente. Estaba a punto de contestarle dando pie a una posible discusión, cuando de pronto recibí una llamada que preferí ignorar al ver el remitente, timbró un par de veces más y al silenciar el móvil, un mensaje ingresó con la foto de Madge en la oficina preocupándome demasiado. —Tía, ¿te podrías encargar unos minutos a Christy? Me gustaría caminar un poco, igual la dejé dormida. —¿Es por tus llamadas? —N-No, ni siquiera quiero hablar con alguien, solo quiero calmarme. —De acuerdo, tómate el tiempo que necesites, te estaré esperando. —Gracias, tía. No creo que quedara convencida e igual no tenía tiempo para ello, así que salí lo más rápido posible intentando no levantar sospechas y contesté la siguiente llamada una vez llegué al lobby. —¿Qué diablos quieres y por qué me enviaste eso, Dumas? —Era la única manera ya que estabas tan digna en no contestarme. —Solo dime qué quieres o apagaré el móvil. —No creo que quieras hacerlo, pero si no te molesta que me divierta con tu hermana… —Maldita rata, si te atreves a lastimar a mi hermana… —Guárdate tus estupideces, te espero en esa dirección en media hora para que hablemos por las buenas si no quieres que Madge y yo tengamos una cita especial esta noche. Habitación 708 —colgó antes de que pudiera contestarle. Con la dirección en mano, subí a un taxi que me dirigió rápidamente al hotel donde ya se encontraba él en la habitación. —Me alegra que sigas siendo tan obediente —comentó petulante al abrirme la puerta. —Esto lo hago por mi hermana, no por ti —ingresé dándole un vistazo al lugar, pero él se pegó por detrás y lo alejé de inmediato—. Vine a hablar porque así lo pediste, no a acostarme contigo, para eso tienes a tus amantes, así que mantén tus manos lejos de mí. —Me encanta esta actitud tuya, me excitas, en especial cuando te ves tan asustada. —Habla o me voy. —Te ofrezco un trato justo, nos olvidamos del juez, la demanda y todo lo demás si accedes a darle mi apellido a nuestra hija y te casas conmigo. —¿Casarme contigo? ¿Eres consciente de lo que me dices? —Esa niñita necesita un padre y yo puedo darle lo que quiera, lo mejor es que nos tendrá juntos ahorrándose las discusiones legales. —Eres de lo peor, Dumas, no solo te atreviste a darme dinero para el aborto, sino que también dijiste que MI hija arruinaría tu reputación y no conforme, descubrí que estabas saliendo con otras cuando se suponía que estabas conmigo, pero esto… es ridículo. —La carne es débil, mon amour, y si alguna me quiere abrir las piernas no tengo por qué negarme —enardecida por su descaro, le arrojé todo lo que iba encontrando a mi paso. —¡Olvídate de mi hija, de mí o de cualquier acuerdo porque jamás te la entregaré! —¡Viola! —¡Púdrete, Dumas! —intenté salir cuanto antes, pero él logró alcanzarme arrojándome a la cama—. ¡Suéltame! —grité desesperada intentando quitármelo de encima. —¿Por qué? Si te encantaba que te montara como a una perra en celo. Seguimos forcejeando hasta que por fin logré darle un golpe en la espalda con mi rodilla y lo hice a un lado intentando correr, pero él me alcanzó arrojándome al suelo colocándose sobre mí, la fuerza que aplicaba al someterme me lastimaba horrores las muñecas, casi podría decir que me quemaba, pero no estaba dispuesta a dejarlo hacer conmigo lo que quisiera, entonces recordé unas lecciones de defensa que me enseñó mi padre en Princeton y lo golpeé en el abdomen tanto como pude hasta sacar mis piernas. Esta situación se había salido por completo de control y ya me estaba desesperando, lo único en lo que pensaba era en salir cuanto antes, pero por cada paso que daba, él se adelantaba dos consiguiendo que retrocediera, solo que esta vez no solo volvió a arrojarme al suelo, sino que también me golpeó un par de veces en la cara, me levantó acorralándome de frente contra la pared rasgando mis prendas decidido a cumplir su cometido mientras las ganas más grandes de vomitar se me iban acumulando. —¡SUÉLTAME! —No hasta que termine de reventarte el culo para que sepas quién es tu dueño. —¡Tú no eres más que una escoria, un error en mi vida! No sé si fue la adrenalina, el miedo o la desesperación, pero alcancé a arrojarle una silla que él enseguida me arrebató tirándola hacia la pared y tras sujetarme del cabello, me arrojó contra un escritorio levantando mi vestido y rasgando mi ropa interior, misma que quemó mi piel mientras yo seguía gritándole que se detuviera, pero en vez de eso comenzó a ahorcarme y al escuchar cómo bajaba su cremallera, cerré mis ojos con fuerza suplicándole a Dios que alguien me salvara o por lo menos me permitiera tener la mente en algo más en lo que él acababa conmigo. —¡Suelta a mi hija, maldito desgraciado! El feroz grito de mi madre nos dejó atónitos y en cuanto él me liberó, me giré viendo cómo lo golpeaba en la espalda con una lampara de pie mientras mi padre se acercaba revisando en dos segundos si estaba bien, pero al ver que Dumas estaba dispuesto a irse contra mi madre, ambos se fueron contra él, solo que mi padre lo distrajo al arrojarle un vaso y mi madre lo siguió golpeando con fuerza hasta dejarlo en el suelo en lo que mi padre me cubría sin perderla de vista. —Te advertí que si le tocabas un solo cabello a mi hija te ibas a arrepentir y lo que le hiciste hoy no lo pasaré por alto. —¡Ya basta, Bárbara! —intervino mi padre al notar que estaba dispuesta a partirle la cabeza—. No ganarás nada haciéndolo, ahora tenemos ventaja. Se notaba lo ofuscada que estaba y las ganas que tenía de seguirlo golpeando, pero se apartó dándole un último impacto que dejó a Dumas inconsciente, mi padre le revisó el pulso y después me abrazaron pese al horrible temblor en mi cuerpo que parecía no calmarse con nada, pero por dentro me sentía aliviada y con mil preguntas. —Vámonos, tenemos que hacer la denuncia cuanto antes —dijo mi padre sacándonos de ahí. (…) Después de pasar cerca de dos horas con la policía contándoles lo ocurrido, que sacaran las fotos de evidencia, muestras y demás, y que mi primo hiciera el papeleo que anexaría a la demanda de paternidad contra Dumas, por fin estaba devuelta en casa para darme un baño caliente que me ayudó a tranquilizarme un poco más, al salir me esperaban mis padres con un botiquín y cual niña pequeña, me senté entre ellos dejándolos atender mis heridas con el mayor cuidado del mundo. —No entiendo, ¿cómo dieron conmigo si no le dije a nadie? —Tu tía me llamó diciendo que saliste y también que actuabas extraño por las insistentes llamadas que te hacían, así que llamé a tu madre para que rastreara tu móvil mientras iba a buscarla y luego fuimos a toda velocidad por ti. —Eso fue bastante rápido. —¿¡Y crees que perderíamos tiempo considerando las circunstancias!? —cuestionó mi madre en un angustiante regaño—. ¡De habernos tardado un segundo más, esa cucaracha rastrera te habría violado, Vio! ¡¿Eso era lo que querías?! —Bárbara. —¡No me digas nada, Ismael, que sabes que tengo razón! —Sé que debí decirle a mi tía, mamá, pero… —¡No, Vio, debiste quedarte en casa y decirnos lo que estaba ocurriendo, no ir con ese maldito! —¡Lo sé, pero me asusté y no quería que lastimara a Mad! ¡Entiéndeme por favor! —chillé desesperada. —Suficiente las dos que gritando no solucionarán nada, por suerte llegamos a tiempo, Viola está bien a pesar de todo y es lo único que importa —mi madre intentó responderle, pero él la silenció con una mirada bastante dura que no tardó en ponerme a mí también—. En cuanto a ti, jovencita, te dije hace mucho que tienes una familia que te respalda y si estas cosas ocurren acudes a tu familia, no vas sola a enfrentar al enemigo. —Lo sé, papá, pero… —¡No hay pero que valga y en eso tu madre tiene razón, así que no volverás a cometer otra estupidez como esa si no quieres conocer mi peor lado como padre! Jamás lo vi tan asustado por mí y eso era evidente por cómo se entrecortaba su voz en ocasiones, así como tampoco se había atrevido a regañarme tan duro como hoy consiguiendo que llorase arrepentida por mi tontería, que bien pudo salirme muy caro de no ser porque mi tía y ellos actuaron enseguida. —L-Lo siento y-y… gracias por salvarme, creí que él lograría… —No te atrevas a decirlo —gruñó intimidante mi padre haciéndome sentir peor, pero al ver su rostro comprendí la razón. —Lo siento… Sin importarme el dolor, los abracé muy fuerte sintiéndome afortunada de tenerlos como padres y a su vez deseando que él estuviera en mi vida desde que nací, tal vez de esa forma no habríamos sufrido con esa basura de Bonetti quien no merece llamarse padre al igual que Dumas, esa clase de personas no las quiero en mi vida ni en la de mi hija y por eso me aseguraré de criarla bien, le daré lo mejor de mí como mujer y madre y si algún día alguien entra a mi vida, no le daré la vía fácil, pues lo más importante es que también la ame ella tanto como a mí, que esté dispuesto a acompañarla y ganarse el título de padre de la misma forma en que Ismael lo ha hecho con sus actos y su amor incondicional.
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