26.    ESPIANDO AL ENEMIGO

2114 Words
Ismael Hoy mis hijas y mi nieta se irían con sus tíos, me dolía separarme de ellas, pero debía ser fuerte si quería salvarlas y darles la paz que se merecían. —Necesito que resistas por Becca y Christy, así que ayúdale a Livi, aprende mucho de ella, enfócate en continuar tus días como madre y haz caso a lo que se te dice —advertí a Vio quien seguía con sus ojos hinchados y vidriosos de tanto llorar. —Se dice fácil, pero no es sencillo y menos al dejarlos con tantos problemas. —Hija, si la vida fuese sencilla no habría emoción, lecciones, ni apreciaríamos de la misma forma lo que tenemos y aunque algunas cosas no sean justas, debemos seguir viviendo, en especial cuando alguien depende de nosotros. Vio me abrazó muy fuerte al no querer partir, pero no pensaba dejarlas aquí un día más con el peligro acechándolas, así que Barb, Robert, Mad y yo debimos verlos partir en el avión de Marcus con la esperanza de resolver este problema lo antes posible. —Rob, dime que tienes buenas noticias. —Tengo noticias —contestó con la misma frialdad que yo—, pero vamos a otro lugar, Marcus dejó una bomba aquí que explotará en unos minutos —subimos a la camioneta acompañados de otra con algunos hombres de seguridad. —¿Una bomba? No recuerdo que mi hermano se tomara tantas molestias. —Te sorprendería saber lo mucho que lo cambia las locuras de su hija, cada vez se vuelve más sobreprotector y no hay quien lo soporte, excepto Livi. —Ella siempre fue su talón de Aquiles y Rag al ser su única hija, además de la vida que llevó, lo hace ser así —comentó Barb en una cómplice mirada que detallé por el espejo retrovisor—. ¿Y qué conseguiste? —Sospecho que los Dumas están confabulados para recuperar a Christy por dinero, quizás una herencia, algún negocio o quién sabe, pero la respuesta se encuentra en esas oficinas. —Mamá, ¿no crees que deberían enviar a alguien entrenado? Al menos ustedes no estarían expuestos —sugirió Mad preocupada. —Mi niña, hay cosas que se dejan a nuestros trabajadores y otras que es mejor hacer por nuestra cuenta. ¿Sabes por qué? —negó silenciosa—. Porque solo nosotros sabemos lo que necesitamos y las cosas extras que podrían sernos útiles, algo que otros no podrían notar. —Lo entiendo, pero es demasiado arriesgado y más porque ellos te conocen. —No tienes de qué preocuparte —intervine—, tu madre se encargó de preparar unos disfraces, pero primero te dejaremos en Clyde B. Y así fue, al cabo de media hora la escoltamos hasta la casa de modas dejando a tres hombres dentro del edificio y otros dos afuera que ya estaban vigilando la zona, después dejamos a Robby en el juzgado tal como lo solicitó con otros dos hombres y nosotros nos dirigimos al local de un amigo de Bárbara, aquí teníamos lista la vestimenta que usaríamos junto a unas pelucas, identificaciones falsas y hasta lentes de contacto para cambiar el color de nuestros ojos, pero no solo eso, sino que también estaban conectados a un programa que daría una señal si nos encontrábamos en aprietos, entre otras funciones. —Te ves increíble con ese pantalón. Sus curvas resaltaban en tan ajustada tela que parecía incrementar su trasero al igual que la blusa ceñida realzaba sus senos, mismos que eran casi cubiertos por un blazer que me provocaba arrancarle entre besos al no dejar nada a la imaginación por el profundo escote. —¿Te gusta? Es parte de la nueva colección de seguridad. —¿De verdad? No parece considerando lo delgada que se ve la tela. —Esa es la idea, es capaz de soportar varios calibres antes de que esta se dañe o en su defecto, quedará clavada la bala dejando una herida leve. —¿Está aprobada? —Eso es lo que haré hoy, por desgracia no tuve tiempo para hacerle todas las pruebas, así que esperemos que todo salga bien. —Barb, eso no… —Descuida, por eso tengo el plan b, un traje especial debajo hecho con un material ya probado de la colección pasada que será el soporte. ¿Acaso piensas que estás con una novata? —cuestionó arrogante colocando el labial en sus apetitosos labios. —No, pero no por eso dejaré de preocuparme —le arrebaté el labial y le di una fuerte nalgada que me prendió, así que rodeé su cintura abrazándola desde atrás y con la otra mano terminé de maquillarla—. No te despegues del plan, pero si nos vemos acorralados quiero que huyas, yo veré cómo escapar después. —No te dejaré atrás, eso lo hice muchas veces antes y no volveré a cometer ese error. —Y yo no te perderé igual que a mis hijas, eso te lo dije muchas veces antes y no volveré a padecer ese horror —la besé adentrándome profundo en su cavidad con mis dedos presionando entre sus piernas que ansiaban abrirse para mí—. Te amo, preciosa. —Eres de lo peor. —Lo sé, pero te encanta que te deje con las ganas. —Oz jamás debió enseñarte eso en la adolescencia —me separó golpeando mi falo con su trasero en venganza. Por eso adoro la química entre nosotros, tiene el punto perfecto en todo. (…) Media hora después Ingresamos al edificio pasando la seguridad gracias a las falsas identificaciones, ya en el ascensor, nos bajamos en diferentes pisos donde tomaríamos caminos alternos perdiendo el foco de las cámaras y al cabo de diez minutos llegué al último piso encontrando a la asistente de Tadeous Dumas, padre de Hermès Dumas. Pronto conseguí persuadirla con un vaso de agua y mucho encanto acompañándola hasta la pequeña cocina que había en el piso, por suerte no había mucho personal y tampoco vista de este lado, así que al llegar, cuando estaba a punto de entregarme el agua, la hice tropezar mojando su ropa y rápidamente la intenté secar con una toalla repasando sus senos. —No sabía que el señor Dumas tenía una mujer tan increíble como tú a su lado, pero si un día te aburres de él podrías venirte conmigo —mencioné seductor sobre sus labios acorralándola contra el mesón. —Y-Yo… Sí, me encantaría venirme contigo —pegué nuestras caderas sacándole un chillido—. E-Es decir, ir, irme contigo. —¿Quieres irte conmigo… o quieres venirte conmigo? —cuestioné en su oído repasando el borde con la punta de mi lengua. La pobre no soportó un segundo más y se abalanzó sobre mí, pero lo que ella no sabía era del piquete que le hice en la nalga liberando un somnífero que hizo efecto en cinco segundos, mismos que aproveché llevándola de vuelta a su escritorio donde la acomodé de tal forma que nadie sospechara e ingresé a la oficina encontrando a Barb sobre el escritorio. —¿Te divertiste con la asistente? —cuestionó celosa levantándome el ego. —Tanto como tú te habrás divertido con el vicepresidente —nos fundimos en un beso que me puso duro y más al clavarme la punta de sus tacones en las piernas. —Labiales baratos. —Por eso me encantan los tuyos. Ella mordió encantada mi labio y nos pusimos en acción asegurando primero la oficina, después estuvimos buscando los archivos y la caja fuerte mientras un sistema se conectaba a la computadora de Dumas por medio de una USB que me dio Marc, la cual espiaría su servidor, ingresaría a sus cuentas y mucho más. —Son unos infelices. —¿Qué encontraste? —fui con Barb quien se notaba furiosa por lo que leía. —Robby tenía razón, es por dinero, quieren cobrar una cuantiosa herencia, el problema es que la única manera de reclamarla es a través de un heredero proveniente de Hermès y al ser Christy una bebé… —Él y su padre pasarían a ser los encargados de administrarla hasta su mayoría de edad —completé al leer también el documento. —Y no solo eso, sino que también le daría un control total a Tadeous en todos los negocios de la familia. —Barb, con esto sobre la mesa, ¿es posible que haya algún negocio entre él y Bonetti que pueda afectarlas? —No lo sé, hasta donde sé creo que no, pero Bonetti hizo demasiadas cosas bajo cuerda y no será fácil descubrirlo. —¿De qué forma podríamos hacerlo? —Quizás si… —Bárbara… —interrumpí al leer otra carpeta que ella tenía en la mano—. ¿Te fijaste de quién es la herencia? —Sí, del patriarca. ¿Por qué? —Porque aquí tengo un acta de defunción de la señora Dumas quien murió hace unos meses dejando la misma cláusula que su suegro en su testamento. —Eso no tiene sentido a menos que… En eso escuchamos unas voces acercándose, corrimos dejando todo como estaba y nos ocultamos en un ascensor privado donde esperábamos que Dumas no abriese por nada del mundo, lo bueno era que no se enteraría si lo usábamos, aunque para hacerlo necesitaríamos una clave que no teníamos. —Debemos salir cuanto antes, él usa mucho este ascensor. —Tranquila, solo esperemos. Algunos ingresaron tras unos fuertes alaridos, hablaron de algunas reuniones y demás que no entendimos bien y volvieron a salir, nosotros les seguimos el paso esperando que se alejaran lo suficiente, pero al abrir la puerta, Tadeous se devolvió siendo detenido por alguien al final del pasillo, cerré enseguida y ambos señalamos en silencio a diferentes partes para escondernos sin llegar a un acuerdo. Yo le indicaba un sitio que tenía más espacio, ella otro que era más alejado, pero al escuchar los pasos cada vez más cerca, la arrastré con fuerza de la muñeca hasta un balcón cuya persiana cubría gran parte de este, lo malo fue que ese imbécil comenzó a abrir la persiana, así que arrojé a Bárbara al suelo aprovechando que había un muro y la cubrí lo suficiente esperando no ser encontrados, pero con su voluminoso escote masajeándome el pecho en tan errática respiración, me fue imposible no comenzar a excitarme. —Este no es el momento, Ismael —susurró enojada lo más bajo posible. —Tú eres la culpable —respondí en el mismo tono. —¿¡Yo!? ¡¿Qué culpa tengo yo?! Estrujé una de sus tetas consiguiendo que ella levantara su cadera, pero no solo eso, sino que la muy descarada frotó a propósito mi pantalón incrementando mi erección. —¡Ya basta, Bárbara, o nos descubrirán! —Tú empezaste. —Tú lo hiciste. La adrenalina mezclada con la furia emanada nos arrebató un salvaje beso que nos hizo desnudar lo suficiente al otro y con la vía libre, la empotré colérico mientras le mordía los pezones provocándola más, solo que esto despertaba no solo su lujuria sino también su furia al aniquilarme con ella a través de su felino mirar que me prende desde la adolescencia. Esa mujer es mi descontrol, ella sabía cómo incitarme y encontrarnos en una situación tan peligrosa fornicando en el balcón de un edificio de cincuenta pisos con el enemigo a metros de nosotros, solo nos prendía como dinamita, pero no podía más, estaba cargado desde que la vi enfundada en ese maldito pantalón que me permitía leerle los labios, así que la volteé y le abrí su levantado culo que me daba en bandeja de plata volviendo a adentrarme en su corrugada cavidad vaginal que me enloquecía más con lo mojada que estaba. Esa curvatura de espaldas siempre fue mi perdición y de no ser porque ese idiota se acercó lo suficiente mientras hablaba por teléfono, la habría puesto en cuatro dándole más duro hasta que me dolieran los huevos, pero ella no me lo hizo fácil al contraer sus paredes, y con mi raciocinio en el suelo por su culpa, me dispuse a penetrarla hasta las entrañas callando sus gemidos con mi mano en su garganta. —Eso te ganas por provocarme más —susurré gutural en su oído y aceleré hasta derramarnos sin decir nada, solo un beso fue el cierre perfecto. Por suerte ese idiota salió de la oficina, nos organizamos rápidamente e ingresamos buscando de nuevo las carpetas sacando una copia de todos los archivos gracias a las lentillas consiguiendo lo que queríamos, pero justo cuando pedimos el ascensor privado para irnos, la puerta se abrió con él adentro hablando por teléfono.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD