7.    PRIMERAS PIEZAS

2005 Words
Ismael Después de ese increíble encuentro, que por supuesto continuó una vez el calambre desapareció, terminamos en un hotel que estaba a una cuadra del edificio, disfrutamos una deliciosa cena en la habitación y el resto de la noche la pasamos entre besos, sexo, charlas, más sexo, un baño y unas extensas horas de sueño que fueron interrumpidas por una placentera sensación entre mis piernas, era suave, húmeda y por la forma en cómo se movía, estoy bastante seguro que son sus senos los que masajean mi virilidad. —No me molestaría despertar así cada mañana —comenté abriendo de a poco los ojos confirmando mi sospecha. —Sería aburrido despertar todos los días así. —No si tú eres la que provocará esa reacción en mi cuerpo. —Eso lo consigue cualquier mujer. Mi sonrisa se borró, la agarré del brazo con fuerza trayéndola de un tiro al colchón y me acomodé sobre su ardiente ser. —¿Quién diablos crees que eres para mí, Bárbara Clyde? —cuestioné molesto, ella intentó apartarme, pero la aprisioné de las muñecas devolviéndola al colchón. —Suéltame. —Tú no eres cualquier mujer en mi vida, jamás lo fuiste y sí, existen muchas mujeres sensuales en el mundo, eso no lo niego, pero solo tú consigues esto con tu mirada felina —bajé su mano obligándola a sentir la dureza de mi hombría—. Solo tú aceleras esto con fervor —subí su mano hasta mi corazón que resonaba agitado, embravecido—. No te vuelvas a comparar con nadie, porque si dije que te daré la llave de mi casa aun cuando no tengamos una relación formal, es porque estoy esperando a que te decidas al fin a escogerme. —I-Isma… Me senté trayéndola conmigo, besándola posesivo y con mi mano enredándose en su sedoso cabello cuyos rizos naturales iban tomando forma por el agua y el sudor en las puntas. —Dime que dejaste de amarme, Bárbara, dime que me sacaste de tu vida y soy uno más en tu lista, hazlo y te prometo que eso seré de ahora en más. Miedo, eso era lo que me recorría mientras la agitada respiración de cada uno chocaba con el otro, pero no hubo palabras de su parte, ni una silaba o siquiera una temblorosa letra, solo era ella, solo era yo, solo era este silencioso espacio acompañado de dos miradas llenas de incertidumbre y temor, pero aquí estaba yo como siempre dando un paso más entre nosotros, porque siempre quise más con ella, porque siempre tuve claro lo que quería y cuando al fin sus labios se movieron alertando cada nervio de mi extenso ser, su móvil sonó fastidiando la respuesta que necesitaba escuchar con urgencia. Ella, como era de esperarse, se zafó y atendió la llamada dejándome en la cama como un imbécil queriendo huir al cometer lo que quizás sería un gran error, pero no había arrepentimientos a pesar de todo. Al tener la cabeza agachada y los ojos cerrados meditando la estupidez que hice, percibí nuevamente el silencio en cuanto el colchón se hundió a mi lado, sus dedos levantaron mi rostro y algo en ella cambió, no supe descifrarlo a la primera y la preocupación me invadió. —¿Ocurrió algo malo? —Sí. —¿Qué? —insistí al ella no continuar, mas soltó un suspiro acariciándome. —Me pidieron volver a Francia para un trabajo importante que salió, le dije a mi asistente que no debían molestarme, pero… —Está bien —interrumpí—, comprendo y creo que deberías ir. Si quieres te llevaré a casa de Livi para que recojas tus cosas. —No —contestó firme, pero suave confundiéndome—, di una orden y deben acatarla. He dado mucho por mi empresa, Isma, ahora quiero dar algo por mí y para mí y lo que quiero en este momento es seguir pasando el día contigo… o días, si tú me lo permites. —Nada me encantaría más y lo sabes —besé la palma de su mano sintiendo un pequeño alivio. —Respecto a tu pregunta, ayer dijiste que debía tomarme un tiempo para sanar la herida que me dejó Bonetti, pero la mejor manera de sanar esa herida es contigo, porque eres tú quien me ha dado siempre un refugio. —Y encantado ayudaré en lo que necesites, aunque eso no responde lo último. —¿Qué te parece si hoy nos dedicamos a comprar lo que necesitarás para tu nueva casa y te voy demostrando cuánto dejé de amarte y cuánto te saqué de mi vida? “El cuerpo humano responde más rápido que la voz y si aprendes a leerlo podrás descubrir los secretos que yacen entre líneas”. Esa frase quedó bien grabada en mi memoria desde la primera vez que se la escuché a Oz y es una verdad absoluta, pues el cuerpo de la mujer que estaba frente a mí me respondió en un gesto sutil, casi imperceptible para el ojo humano, lo que yo tanto quería saber y estoy seguro de que algún día esa respuesta saldrá de su boca. (…) Lo que se suponía serían unas cuantas compras a lo largo de un día, terminó siendo un rediseño del departamento que nos hizo comprar pintura, materiales de todo tipo para los cambios que hice con ayuda de Barb, y Oz quien venía de vez en cuando (cortesía de Rag quien le dijo en dónde nos encontrábamos, aunque no quiero saber cómo se enteró de nuestro paradero), una vez terminamos con los arreglos nos enfocamos en comprar los muebles, electrodomésticos, vajilla, camas y un sinfín de cosas más que llenó cada rincón del lugar, incluidas las cosas del pequeño Dior, quien quedó encantado con la vista de Manhattan la cual tenía las veinticuatro horas a su disposición desde una torre que le hice junto al ventanal, misma que tenía una acolchada cama solo para él. Estas casi tres semanas fueron muy especiales para nosotros al perdernos del mundo entre tantas actividades que combinamos con interminables charlas de todo tipo, besos que eran interrumpidos por la falta de oxígeno, noches y días en los que el cuerpo de uno buscaba al otro con o sin excusa con tal de unirse, rozarse, amarse… No fue sino hasta hace un par de días que volvimos a casa de Marc y Livi para recoger a Dior e invitarlos a un almuerzo en celebración de mi nueva vivienda, la cual llenamos de risas, quejas, regaños, reclamos y un calor de hogar que me hizo falta todos estos años, era tan abrumadora la sensación, que me fue imposible no transportarme a la casa de Samuel cuando vivíamos con él siendo días muy importantes y especiales para cada uno de mis hermanos y para mí. —¿Así se siente volver a casa? —Oz y Marcus se acercaron con trago en mano y otro para mí que no tardé en beber. —¿Fue muy obvio? —Es imposible no demostrarlo —comentó Marc señalando con su cabeza a las chicas que estaban en el sofá—, así como también es imposible negar lo que tienen. —¿Fuimos muy obvios o acaso Oz les contó? —¿Yo? Yo no dije nada, ustedes dos emanan sexo por cada poro —los tres reímos chocando nuestros vasos—. ¿Y cuál es el siguiente paso? —No lo sé, por ahora ella volverá a Francia y no sé cuándo regrese, yo seguiré aquí con ustedes y el tiempo dirá. —No cometas el mismo error que yo, Isma, a mí me tomó demasiado reconquistar a Livi, así que no le des opciones a Bárbara —hubo un mar de emociones en el semblante de Marc que me dejó con una sensación agridulce—. Ya esperaron demasiado y vivieron más experiencias de lo que cualquiera hubiese querido, es momento de que pasen cada día juntos. —Lo haré, pero no tengo necesidad de luchar por ella y eso lo tengo claro, Bárbara Clyde sigue siendo mía aunque siga sin decírmelo. —Entonces pronto disfrutaremos una boda, así que apresúrate, Marc, no sea que Livi cambie de opinión y quiera volver con ese banquero, o peor, con el profesor Bruno, porque según recuerdo se divertían mucho cuando estaban de novios. Oz es un bastardo cuando quiere y recordarle a Marc esa época de reconquista fue bastante cruel, en especial porque Livi no hace mucho que terminó su relación con el banquero, pero bueno, esa historia es de ellos y no me meteré, así como sé que Oz tampoco lo hará excepto para molestarlos. Entretanto, y aun cuando éramos hoy muy felices, había otra cuestión mucho más importante para mí que la distancia que nos separaría a Bárbara y a mí y son sus hijas. A Madge y Viola no las veo desde la época en que mi familia fue asesinada, no sé qué fue la vida de ellas más allá de lo que me ha contado Barb, así como tampoco sé qué dirán respecto a nosotros, al principio me planteé en invitarlas al almuerzo y también que se quedaran aquí, pero ella dijo que todavía no era el momento, así que, con mucho pesar, debí aceptar su decisión. —Todo salió excelente, ¿no lo crees? —preguntó ella tras despedirnos de los invitados disponiéndose a limpiar la cocina conmigo. —Sí, me agradó mucho tenerlos aquí y más el compartir un almuerzo contigo… sin distancias… —Sabes que no lo hacía por mal, solo no quería que Linda te colocase problemas por mi presencia, Livi me contó el terrible problema que vivían en pareja por sus celos y más porque yo era el meollo del asunto. —Sí, fue bastante difícil y si soporté tanto era porque la amaba y quería que mis hijas crecieran en un hogar con sus dos padres, pero creo que compliqué demasiado las cosas al no ponerle un alto a tiempo —ella me abrazó al saber que ese tema seguía removiendo las cicatrices. —No hablemos más de eso, mejor vamos a limpiar y nos acostamos a dormir, estoy agotada. —Barb… —¿Qué sucede? —preguntó preocupada al no continuar. —Nada, solo quería saber para cuándo compraste el tiquete. —Me iré mañana, el trabajo está por los cielos y los siguientes meses me exprimirán por mi mes de vacaciones —ella sonreía divertida, pero yo estaba con un vacío en el pecho—. ¿Qué sucede, Isma? —Te extrañaré, es todo. —No es todo, no me mientas. —Tienes razón, no lo es… —la melancolía me ganaba la partida aun cuando sus caricias eran un bálsamo—. No dejo de pensar en nuestras hijas, sé que no puedo hacer nada porque las mías ya no están aquí, pero esperaba que las tuyas vinieran, me habría encantado hablar con ellas. —¿Es eso lo que te preocupa? ¿El qué dirán? —Sí, aunque no lo creas su opinión es importante para mí y quiero dejarles en claro mi posición contigo. —Si la conversación fuese con mi abuelo, me preocuparía, pero son mis hijas, no mis padres. —No importa, son tu familia y si estaremos juntos ellas serán parte de mi vida y yo de la suyas. —¿Si estaremos juntos? —interrogó divertida avergonzándome al sonar como un tonto adolescente—. Hagamos algo, permíteme desocuparme este semestre de mis deberes y en febrero volveré para que nos reunamos los cuatro. ¿Qué opinas? —Es mucho tiempo, pero está bien, esperaré. En un abrazo le hice saber que mi perturbada mente se encontraba más tranquila, pero la verdad era que tenía mucho miedo de perderlas, incluidas sus hijas, pero no porque pudiese rechazarme alguna de las tres, sino porque temía que tanta felicidad se opacara con una hórrida mancha de sangre igual que pasó con mi esposa y mis hijas.
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