Ismael
Llevaba varios minutos buscando a Dior como loco perdiendo segundo a segundo la posibilidad de encontrarlo en esta enorme isla, pero el mundo es un pañuelo y en definitiva algo o alguien estaba moviendo los hilos al querer que justo tropezara con la mujer que no había visto hace muchos años, mi primer gran amor desde la adolescencia, la única que dejó una huella tan profunda en mí… Bárbara Clyde.
No sé qué hace o si es la genética de la mujeres Clyde (como ella tanto presumía en el pasado), pero sigue viéndose despampanante con sus carnosos labios, mirada seductora, las prominentes curvas y, pese a tener la misma edad que yo, la vida la ha tratado a las mil maravillas al conservarse tan joven y con su tersa piel morena que me sigue enloqueciendo, aunque no tanto como su errática respiración mezclado con su elegante perfume que me incita a besarla como loco y más al tenerla entre mis brazos, lo que habría ocurrido de no ser porque cierto maullido me sacó de mi ensoñación… mas no de la excitación.
—¿Dior?
—¿Lo conoces? —preguntó ella extrañada.
La ayudé a levantarse y me hinqué para recoger su bolsa, aunque solo fue la excusa perfecta para repasarla de los pies a la cabeza sacándole esa mirada felina que enloquecía cada partícula de mi ser. No cabe duda de que no importa la edad, el tiempo ni el lugar, Bárbara Clyde sigue siendo mi debilidad y la fuente de mis fantasías.
—Sí, lo adopté hace unas semanas y casualmente me se escapó cuando lo llevaba al veterinario. ¿Tú cómo lo encontraste?
—No me lo creerías si te lo dijera —murmulló seductora provocándome un escalofrío que encendió todas las alarmas, pero pronto recuperó el control al parpadear varias veces. Estaba igual que yo—, pero más importante aún, ¿qué haces aquí? ¿Cuándo regresaste?
—Hace unas semanas, no sé si lo sepas, pero Rag estuvo viviendo conmigo y volvimos a raíz de la muerte de Helena, su novia.
—Sí, Livi me contó lo ocurrido, es horrible lo que tuvieron que vivir, pero ella nunca me dijo que estabas aquí.
—Tranquila, para mí también fue una sorpresa —hubo cierta amargura oculta al darme cuenta de que el encargo de Livi era para Barb y si estaba en un hotel…—. ¿Y tú cuándo llegaste?
—Ayer. De hecho salí con Livi y bueno, larga historia.
—Entonces no te molesto, debes estar ocupada y… en fin, gracias por cuidar del gato. Vámonos, Dior, todavía debes ir al veterinario.
Acomodé al pequeño en el transportín (asegurándolo bien esta vez) y coloqué mi mejor cara de póquer para que ella no se diera cuenta de los celos que tenía, porque sí, los desbordaba por culpa del maldito infeliz que estuvo con ella anoche.
—¡Isma, espera!
Su llamado me detuvo, pero tropezó con algo quedando a punto de caer otra vez de no ser porque se sostuvo de mi camisa permitiéndome atraparla de nuevo con el otro brazo.
—¡Barb, ¿Estás bien?!
—Sí, creo que me lastimé el tobillo, pero estoy bien —miente, le duele, lo sé por cómo tensa la mejilla al ocultar el dolor tras una falsa sonrisa—. Lo lamento, no quería… Te la pagaré —comentó nerviosa, entonces me di cuenta de que al sostenerse rasgó la manga de mi camisa.
—Descuida, tengo más en casa, pero si quieres te llamo un taxi o puedo llevarte a donde necesites.
—No te preocupes, voy a Clyde B., está en la siguiente cuadra, allá pediré ayuda y otro par de zapatos ya que el tacón se partió.
Maldición, odio sentirme así, ya estoy viejo para estas ridiculeces, pero tampoco podía dejarla sola con el tobillo lastimado y un tacón roto.
—Sostén a Dior.
—¿Qué?
—Solo hazlo —ordené entregándole el trasportín y aprovechando que vestía un enterizo y nadie vería de más, la cargué sorpresivamente pegándola bien a mi cuerpo—. Así no te lastimarás el tobillo.
—No hace falta —contestó nerviosa exudando deseo…
Y yo con el jodido ego levantado por su perfume y ese par de voluptuosas montañas que siguen tan firmes como las recuerdo…
—Dime el camino y te llevaré a donde quieras.
Esa maldita forma de fruncir sus labios estaba a punto de desbordarme en locura y de no ser porque estamos a mitad de la quinta avenida, le habría arrancado la ropa antes de cargarla, aunque no la llevaría en mis brazos precisamente como una princesa.
En un par de minutos llegamos a la tienda donde la dejé en una silla y solicité el botiquín para auxiliarla, pero a falta de algunas cosas, decidí ir a una farmacia cerca, volví para atenderla y de paso cancelaría la cita con la agente ya que no alcanzaría a llegar.
—¿Señor? —interceptó una trabajadora en cuanto ingresé—, la señora Clyde está en la oficina, ordenó que lo llevara allá en cuanto llegase.
Barb se encontraba allá hablando con la encargada sobre los cambios en los maniquíes, ofrecía ideas para hacerlos más llamativos y ordenó traer algunas prendas, y aunque era admirable verla en su faceta de ejecutiva, también era curioso que mientras trabajaba, Dior observaba atento cada cosa que traían a la vez que jugaba con el collar de ella.
—¿Muy entretenido, señor Friedman? —descubierto in fraganti.
—Más de lo que se imagina, señorita Clyde, ¿o debería decirle señora?
—No lo sé, creo que lo pensaré bien considerando quien es la fuente —la tentación al máximo.
—Mejor dales un respiro y siéntate, no sé por qué te levantaste —cambié el tema intentando controlarme.
—Porque hay mucho por hacer y sabes que no me gusta perder el tiempo.
Ella seguía entretenida haciéndole mimos a Dior y dando instrucciones a la encargada en lo que yo revisé su tobillo, masajeé un poco asegurándome de que no fuese grave y lo vende por las dudas, aunque muy disimulado o con mi cara más profesional, repasé un poco más arriba del tobillo saboreando su piel en silencio en medio de los recuerdos que vivimos hace ya tantos años.
—Creí que solo era el tobillo —comentó pecaminosa, a lo que levanté la vista percatándome de que estábamos solos con Dior.
—Es mejor estar seguros.
—No revisarás mi rodilla también, ¿o sí? —cuestionó peligrosa inclinándose lo suficiente para que el fino escote sobresaliera en la tela.
Quizás me estaba haciendo ideas equivocadas al verla otra vez, ella de seguro debe estar con alguien más y yo por andar con las ideas de Livi y este inesperado reencuentro con ella, me hace creer lo que no es.
—No hace falta, estás bien, disculpa si te incomodé.
—No lo hiciste, siempre tuviste buena mano y Oz te enseñó bien.
—Hay cosas que no se olvidan.
—No… definitivamente no —nostalgia…
—Bueno, si quieres te puedo llevar a otro lugar a no ser que te quedes, yo debo ir a una cita con mi agente de bienes raíces —mentí.
—Ya terminé, pero si quieres puedo acompañarte.
—No, debes descansar el pie.
—Estoy bien y es lo mínimo que puedo hacer después de auxiliarme, eso, y quizás invitarte un café, hablar, ya sabes, recordar viejos tiempos.
—No sé si…
—Vamos, no quiero ir con Livi, no imaginas el sermón que me espera —en realidad lo imagino bien considerando que esta mañana botaba humo, aunque no me contó el motivo.
—Entonces me usarás como excusa para escapar de tu hermana más que cualquier otra cosa.
—Podría decirte que te extrañé, pero al parecer eso te incomoda —genial, ahora estoy actuando como un adolescente.
Es ridículo, soy un hombre de cuarenta años, no tengo por qué actuar así y menos con alguien que conozco desde hace mucho, al final solo será una charla y un café, nada más, nadie murió por eso.
—Vamos por ese café, solo déjame cancelar la cita con la agente.
—No hace falta yo… —levanté mi dedo silenciándola en lo que llamaba.
(…)
Bárbara
¡No puedo creer que esté actuando como una adolescente con Ismael, parezco una ridícula!, pero ese hombre me sigue poniendo de rodillas con su mirada de mercurio. Sin embargo, por fuera de lo cachonda y estúpida que me ponía, me alegraba ver a Isma siendo el de antes, así como también me sorprende que haya salido de su exilio, en verdad luce excelente, irradia jovialidad y carácter, conserva la caballerosidad y desborda seducción, es como si ese evento nunca hubiese ocurrido… aunque en el fondo desearía que jamás hubiese pasado por algo tan horrible, él no lo merece y su familia tampoco.
—Has estado callada desde que salimos de la tienda, ni siquiera hablaste cuando dejamos a Dior en la veterinaria, ¿te encuentras bien?
—Sí, solo sigo sin creerme que estemos aquí.
—Yo tampoco lo puedo creer, pero me alegra saber que estás bien, o al menos te ves muy bien —su seductora expresión al natural eliminará la cordura que me queda.
—Gracias, tú también te ves increíble y más después de tanto insistir en que usaras esa camisa.
—Te dije que no hacía falta, bastaba con coserla y ya.
—Y mientras tanto necesitabas una, no ibas a estar con esa rota y menos si estábamos en mi tienda —así como tampoco permitiría que te vieran semi desnudo. Pensé.
—Siempre saliéndote con la tuya.
—No te hagas que te encantó cargarme —cómplices risas emergieron con un suave manto de timidez.
El tiempo se desvaneció al calor del café y la amena charla de nuestras vidas, creí que sería difícil, pero todo fluyó al natural como antes entre risas, picardía y pequeños roces secretos al dejar la taza cerca del otro provocando un increíble hormigueo que a veces aumentaba la temperatura. Así se nos fueron los minutos hasta que llegó el momento de volver por Dior y con ello la despedida.
—Me encantó verte de nuevo, Isma, espero que todo salga excelente con la mudanza y tu nueva vida aquí en Nueva York, la mereces.
—Gracias, Barb, no imaginas lo feliz que me hiciste hoy, al menos valió la pena sacar a Dior a pasear.
—Sí, es un encanto…
No sabía cómo detener el tiempo, pero no quería despedirme y ni muerta regreso a casa de mi hermana, lo peor es que no podía pedirle más tiempo al tener al pequeño con él.
—¿Tía Bonny? —una voz llamó nuestra atención generándome una increíble idea en cuanto Liam se lanzó a mis brazos—. ¿Por qué no me dijeron que vendrías?
—Hola, cariño, recién llegué ayer y fue de improvisto, ya sabes cómo son estas visitas conmigo.
—Igual tenemos que reunirnos, Travis vendrá pronto para el cumpleaños de mamá, espero que nos acompañes.
—Esa es la idea, pero depende de algunos compromisos. Cariño, ¿de casualidad vas a la mansión?
—Sí, debo llevarle unos documentos a mi padre que me encargó Rag.
—¡Excelente!, ¿podrías llevar al pequeño contigo? Dile a Livi que no llegaré hoy y si lo hago será tarde y que por favor le dé de comer a Dior, el pobre tuvo un largo día y debe tener hambre.
—Pero yo…
—Gracias, eres un encanto igual que tu padre —besé su mejilla entregándole a Dior y mi bolsa—, por cierto, dile también que Isma no irá, lo invitaré a cenar, pero que nos guarde la comida que quizás la desayunemos. Adiós, cariño.
—Pero, tía…
—Hablaremos después, tenemos un compromiso urgente, la agente de bienes raíces nos está esperando y no quiero que Isma cambie de parecer acerca de quedarse aquí —le guiñé, él comprendió e Isma y yo nos fuimos rápido agarrados de la mano.
Sé que fue un impulso de mi parte, pero que él respondiera de la misma forma enloqueció mi corazón.
—Siempre saliéndote con la tuya.
—No escuché quejas hace cinco segundos, señor Friedman, pero si lo desea puede irse con su sobrino.
—¿Y rechazar la invitación de una distinguida dama? No lo creo —presionó mi mano lanzándome una mirada dominante, seductora—, eso sí, más te vale llevarme a un lugar donde cocinen mucho mejor que Livi.
—Me pides milagros, sabes que nadie cocina mejor que ella.
—Entonces ya sabes qué hacer si no quieres que te lleve a la mansión y debas soportar el sermón de tu hermana.
—No me traicionarías así.
—Pruébame.
No sé qué nos deparará el destino con este reencuentro, pero lo que sí es seguro es que esta vez no será como hace años y menos al no haber impedimento alguno entre nosotros.