Bárbara
—¿Y bien? ¿En dónde nos encontraremos con tu agente?
—¿Mi agente?
—Sí, la de bienes raíces, dijiste que te verías con ella para firmar la compra del departamento.
—Aplacé la cita para mañana, así que estoy libre, no te preocupes.
—Que no me preocupe, ¿dices? No, señor, claro que me preocupo.
—No es para tanto.
—Sí lo es. Quizás llevemos mucho tiempo sin vernos, pero también llevamos mucho de conocernos y sé que cualquier cosa podría conseguir que cambies de parecer.
—Gracias por el voto de confianza —comentó sarcástico, aunque con buen humor—, pero Barb, igual está tarde y mañana ya quedé en encontrarme con ella.
—Por Dios, esa mujer no desaprovechará la oportunidad de cerrar el negocio así la llames en la madrugada y estoy segura de que hiciste esa táctica conquistadora tuya para conseguir un buen precio —su particular semblante risueño y avergonzado lo delató, así que pensé rápidamente un plan infalible—. Préstame tu móvil.
—¿Para qué?
—Tú hazlo —exigí, él me lo entregó y marqué a su agente quien no tardó en contestar.
—Ismael, que gusto recibir tu llamada, ¿tienes alguna duda respecto al departamento? —¿Ismael? ¿Y esta quién se está creyendo para hablarle con tanta confianza?
—Hablas con Bárbara, su prometida —alardeé soberbia recibiendo un fuerte apretón de él quien quedó desconcertado—. Quiero que nos encontremos ahora mismo en el departamento. Acabo de llegar a la ciudad y me encantaría verlo.
—¿P-Prometida? Disculpe, pero él dijo que era para una persona.
—Lo sé, creyó que le harías algún descuento si decía eso, pero bien sabes que hay hombres que no sirven para algunas negociaciones, aunque Isma es alguien con excelente gusto —le guiñé coqueta presionando su mano—. ¿Y bien? —él intentaba comprender lo que hacía, pero yo le hacía señas para que guardase silencio.
—Sí, no hay problema, aunque Ismael me dijo que nos encontraríamos mañana.
—Creo que no me has entendido, querida, quiero que lleves los papeles para firmarlos enseguida, que nos entregues las llaves y si hace falta alguna documentación te la entregaremos de inmediato.
—N-No hace falta, el papeleo está listo, solo restaría la firma, la transacción y la entrega de la propiedad.
—Excelente. ¿En cuánto podemos vernos?
—¿Media hora le parece bien? —él asintió mientras acariciaba mi mano con el pulgar.
—Ahí estaremos —colgué de inmediato devolviéndole el móvil—. Muy amable tu asesora —comenté sarcástica.
—¿Te parece? La verdad no sabría decirte porque dejé de escuchar en cuanto dijiste que eras mi prometida.
—Tenía que poner presión —contesté inocente.
—¿Presión? Interesante…
—Lo sé, tácticas de juego, ahora vámonos para que firmes la compra.
Tenía el corazón a mil y las piernas me temblaban al tener tanta atención de él, así que apresuré el paso e ingresamos al auto, pero él no arrancó enseguida.
—¿Qué ocurre?
—Si eres mi prometida, ¿no deberías tener un anillo?
—¿Eso qué importa? ¿E igual de dónde sacaremos un anillo faltando media hora para la reunión?
—Si algo aprendí de mis hermanos, e incluso de tu abuelo, es que, si dirás una mentira, dila bien o no lo hagas. Y te recuerdo que estamos en la quinta avenida de la isla de Manhattan, hay más de una joyería aquí.
—¡Olvídalo! Es ridículo pagar miles de dólares por una mentira.
—Hasta donde yo recuerdo, Bárbara Clyde hace las cosas de principio a fin.
—De acuerdo —volteé los ojos y rebusqué en mi bolso sacando los anillos de matrimonio—. Tenía pensado hacer algo con ellos ya que estaría con Livi, pero podría darles un único buen recuerdo hoy antes de deshacerme de esto.
—Tengo una idea —tomó los anillos y arrancó a toda velocidad, intenté averiguar lo que pasaba por su cabeza sin recibir respuesta alguna hasta que llegamos a una joyería que estaba cerca del destino—. Espérame aquí y por nada del mundo te bajes a buscarme.
—Isma, llegaremos tarde.
—Solo aguarda aquí —exigió con esa gruesa voz de mando que tanto me encantaba y salió rápidamente.
Desde el auto podía ver cómo hablaba con la encargada, cruzaron palabras, risas y entonces noté un par de movimientos que conocía a la perfección, coqueteaba con ella por un fin, lo que me hirvió la sangre al verlos tan acaramelados, aunque igual lo esperé y al cabo de diez o quince minutos regresó al auto.
—¿Muy feliz con la encargada?
—Bastante, ahora entrégame tu mano.
—¿Para qué?
—Deja de preguntar y hazlo —él tomó apresurado mi mano al no entregársela y sacó una caja de la que relució un anillo de oro con un diamante ovalado rosa y otros dos blancos a cada lado—. Este podría ser un buen comienzo para ti, ahora no tendrás que pensar en lo que viviste con ese bastardo cada que veas tu mano, sino que recordarás la increíble, fuerte y sensual mujer que eres, Bárbara.
Unas palabras, su aniquiladora mirada de mercurio y mis labios humedecieron al instante por el retumbante latir de mi corazón. Me quedé muda, pero él, tan galante como siempre, besó mi mano ladeando su seductora sonrisa y emprendió de nuevo el camino mientras yo tenía toda la sangre en el rostro, no podía dejar de ver el anillo y el profundo significado que él quiso darle a un bello accesorio que no deseaba retirar nunca más de mi mano.
Llegados al departamento, la asesora estaba esperándonos en este con cierta incomodidad al vernos ingresar y más porque él me tenía muy pegado a su cuerpo abrazándome de la cintura.
—Ismael, me alegra que decidieras tomar el departamento tan pronto, aunque me sorprendió un poco la llamada.
—Lo sé, pero mi prometida llegó antes de lo esperado y no quise esperar más para contarle que al fin había conseguido una vivienda.
Nos presentamos con mucha formalidad, ella nos dio el tour y saqué ventaja logrando una rebaja en el precio al encontrar un par de daños mínimos, pero muy significativos que ella no pudo pasar por alto, así que una vez arreglada la documentación por el nuevo precio, Isma pasó a la firma como único propietario en lo que yo me hacía la desentendida con un par de llamadas lejos de ellos, mas fue al colgar cuando escuché que él terminó con todo recibiendo las llaves, una copia del contrato y ya estaba a punto de hacer el cheque cuando en eso recibió una llamada que no tardó en contestar, momento que yo aproveché para acercarme a ella.
—¿Falta algo más?
—Solo el p**o que Ismael hará en cheque.
—Señor Friedman para ti, querida —le corregí con suma arrogancia al cansarme de escucharla llamarlo por su nombre—. No sé qué clase de estrategias les enseñan en tu compañía, pero aquí y en cualquier parte del mundo, aun si una persona te dice que la llames por el nombre, estás en el deber de tratarlo de usted.
—Yo no…
—¡De hecho! —le interrumpí ipso facto— Quizás ese ridículo juego de abrirte la camisa y subirte la falda te sirva con otros clientes, pero te aseguro que no serás la que él folle esta noche, así que recuerda cuál es tu lugar que la que lleva un anillo aquí soy yo.
—No es así, está muy equivocada conmigo.
—Sé que no —me incliné lo suficiente manteniendo la cabeza en alto—, así que aprende a respetar a tus clientes o tendré que dar una queja a tu superior, y te aseguro que para mañana lo primero que tendrás sobre tu escritorio no será un bono por la empleada del mes sino tu carta de despido.
Me erguí sonriéndole como toda una dama al escuchar a Isma colgar y este me abrazó dándome mi lugar frente a ella besando mi cuello, entonces sacó su chequera y lo detuve al instante.
—¿Qué ocurre?
—Guárdala, no la necesitarás —él quedó tan confundido como ella—. En lo que tú firmabas, yo hice una llamada al banco realizando la transacción, así que el departamento ha quedado p**o en su totalidad y el recibo fue enviado al señor White junto a una copia del contrato.
—Imposible… —murmuró ella anonadada.
—No, querida, no es imposible, es más, hablé con él en lo que el banco se encargaba de la transferencia arreglando el precio final, pero de eso te enterarás a detalle mañana, por ahora lo único que debe interesarte es que ya está en tu correo el comprobante con la firma y el sello aprobado de él.
—No tenías que hacerlo —comentó Isma más asombrado que antes, me hice la santa besando la comisura de sus labios y cerré la carpeta de ella devolviéndosela.
—Gracias por todo, ahora me gustaría estar a solas con mi prometido —la mujer intentó en vano salir de su asombro, pero se fue como la perdedora que es.
—Barb, en verdad no tenías que…
—Es una nueva oportunidad para ti, Isma, este lugar es un nuevo inicio después de estar tantos años en el exilio y quiero que lo disfrutes al máximo, acéptalo por favor.
—No es lo mismo un anillo que una casa y lo sabes.
—Es un símbolo sin importar la forma o el tamaño, además, quiero que Dior disfrute la hermosa vista de Manhattan desde aquí y tenga todas las comodidades que se merece.
—Te lo agradezco, pero no puedo aceptar tanto.
—Sí puedes, Isma —corté la distancia acomodando las manos en su pecho—, puedes y lo mereces después de tantas desdichas, al menos ahora sé que estarás cerca de la familia y cada que venga podría visitarte, digo, si quieres que nos veamos.
Tanto silencio de su parte comenzaba a inquietarme, pero más temprano que tarde él me sorprendió con un beso tan posesivo como emotivo, apoderándose de cada centímetro de mi ser anhelante por revivir de esa penumbra en la que estuve por casi dos décadas desde que me separé de él, de su calor, de su fuego, del amor que alguna vez tatuó en mi piel dejando una marca que nadie pudo borrar.