Diciembre – Londres, Inglaterra
Oz
Como cada año, la zona de urgencias era un caos por la nevada, las fiestas y los idiotas que nunca faltaban para ocupar camillas, al menos los indigentes tenían mayores motivos para pedir asilo, pero otros… otros pareciera que quisieran ganarse un pase a la morgue con todos los gastos pagos; sin embargo, en lo que buscaba el historial para los siguientes pacientes, un rostro en particular llamó mi atención ante su desesperada forma de cubrirse.
—Venga conmigo.
—¿Disculpe?
—Si no quiere un desastre aquí, señor T, entrégueme su formulario y sígame —el hombre obedeció siguiéndome hasta el ala de habitaciones privadas.
—¿Cómo supo quién era?
—Soy un experto, señor… ¿Smith? —le observé inquisitivo por el ridículo nombre que escribió en la ficha.
—No sabía qué más poner.
—Deje que yo me encargue de borrar las huellas, por ahora pasará la noche aquí y en la mañana lo sacaré sin que nadie se dé cuenta.
—Gracias, doctor, y respecto a lo que tengo…
—Descuide, “señor Smith”, usted descanse, yo haré el resto —cerré las persianas y la puerta para mayor privacidad en lo que sacaba las muestras y le colocaba suero.
Con todo listo y una nueva ficha con su historial, envié las muestras al laboratorio regresando a urgencias donde fui abordado por una enfermera al tener un paciente furioso porque su doctor no se encontraba, lo peor era que sus alaridos se escuchaban con claridad convirtiéndose en un futuro dolor de cabeza para mí si no hacía algo al respecto, aunque al fijarme con mayor atención, pude reconocerlo pese a la ridícula peluca que llevaba.
—Parece que es mi noche de suerte.
—Por favor, doctor Oz, no vaya a tener otro problema con el director.
—Nena, el mundo tiene un problema conmigo, yo soy inocente hasta que se demuestre lo contrario y no creo que quieras comprobarlo, ¿o sí?
—Solo sea amable con él, doctor —comentó sumisa como la tierna cachorrita que es.
Fui con el paciente intimidándolo de a poco a medida que me acercaba consiguiendo callar sus alaridos.
—Sígame, señor Smith II, no querrá que este ridículo escándalo se divulgue.
—Me duele demasiado y usted…
—Solo sígame, me encargaré de usted esta noche —ordené tajante.
Muy obediente, me siguió por el pasillo en lo que ordené a la cachorrita llevar otra camilla y demás implementos para internarlo, aunque fue al abrir la puerta, que Smith I quedó atónito con nuestra presencia.
—Smith I, te presento a Smith II, esta noche compartirán habitación como buenos niños sin ocasionar daños, molestias ni nada que se le parezca o tendré que castigarlos. Si necesitan algo oprimirán este botón —le extendí a Smith I el pequeño artefacto que llevaba conmigo para casos especiales—, y si saben lo que les conviene, eviten llamar a las enfermeras, yo les enviaré una que se encargará de atenderlos con discreción.
—Creí que sería una habitación privada.
—Lo será para los dos y aprenderán a compartir, aunque no sería la primera vez —ambos sonrieron cómplices al saber a qué me refería.
Repetí el procedimiento con Smith II en compañía de la cachorrita quien se encargaría de ellos en mi ausencia y al ser una de mis sumisas, guardaría total discreción respecto al asunto.
—Gracias, doctor, estaba desesperado con ese dolor —dijo Smith II.
—Descuiden, es un placer atenderlos, solo que los favores extras no están cubiertos por el seguro.
—Eso imaginé —comentó divertido Smith I— ¿Qué desea? ¿Una foto? ¿Dinero?
—Algo más interesante, pero de eso hablaremos después, por ahora sepan que me deben un favor y yo siempre cobro mis favores, caballeros.
(…)
Primavera – Nueva York, Estados Unidos
Ismael
—No sé si deba dejar esto en tus manos.
—¿No confías en tu hermano?
—Sabes que sí, Oz, pero quería que fuese en otro lugar.
—¿Qué tiene de malo un estadio? Igual no me tomó mucho tiempo arreglarlo.
—¿Y crees que le guste? Sabes que ella no es amante a los deportes.
—Al diablo con eso, enfócate en lo más importante que es dejar tu huella en ese lugar, y si estás nervioso solo empótrala y verás que se olvidará del resto.
Me inquietaba tanto misterio de su parte, así como también me dejó confundido que fuésemos a cenar al restaurante que había en el estadio, según él, veríamos un partido con los chicos, subiríamos al restaurante donde había una zona VIP reservada para nosotros y ahí compartiríamos con la familia una noticia que les tenía, pero a veces olvido que se trata de Oz y si es él quien planea algo, el resultado puede ser tan caótico como memorable.
—¿Dónde están los chicos? Creí que vendrían con ustedes —comentó Marc en cuanto nos reunimos con él, Livi y Barb.
—Estarán en camino, igual tienen sus tiquetes así que vamos al palco —intervino Oz restándole importancia al asunto.
Tanta tranquilidad de su parte me permitía saber que una fuerte tormenta se avecinaba, aunque ninguno esperaba encontrarse con la increíble sorpresa que nos tenía preparada en el palco y es que había un buffet exclusivo para nosotros, un bar y personal que nos atendería durante la estancia dándonos la bienvenida con nuestras bebidas favoritas, entonces continuamos hasta los asientos donde teníamos una vista magnífica del estadio que estaba a reventar, pero pronto caí en cuenta de un detalle.
—¿No se suponía que veríamos un partido?
—¿Cuándo dije eso?
Estuve a punto de cuestionarle a mi hermano, cuando la inesperada salida de s***h nos dejó atónitos y recordé la propaganda que vi en el aeropuerto hace unos días que recién llegamos informando el concierto que habría con nuestras bandas favoritas de la época.
De pronto fue como si nos trasladásemos muchos años atrás a nuestra juventud, más exactamente la noche que fuimos a nuestro primer concierto como amigos, nos costó demasiados días de trabajo para pagar las boletas y eso que no era en la mejor ubicación, pero así como hoy, disfrutamos minuto a minuto cada canción, cada grito y nuestros aplausos uniéndose con los del público que vociferaba emocionado con cada artista.
Ni en mis más locos sueños creí que terminaríamos aquí, pero como dije, siempre que él arma una sorpresa termina siendo tan caótica como memorable.
—Iré al baño —dijo Oz presionando mi brazo.
Quedé confundido por esa acción, pero esto pasó a segundo plano al escuchar al público gritar el nombre de Steve mientras la banda tocaba en aras de que apareciera, pronto su voz hizo acto de presencia sin que nadie supiese en dónde se encontraba, aunque sabíamos que se dirigía a algún lugar ya que una de las cámaras estaba con él.
—Hoy es un día muy especial en el que un amigo celebra el primer año de vida de su hija y es ella el primer motivo por el cual les dedicaré esta canción —sin más, las notas de Fly away from here comenzaron a resonar a la par de los gritos del público.
Los cuatro nos conmovimos al ser una canción muy especial para nosotros ya que en nuestra juventud Marcus y yo se la dedicamos a las chicas. Ellas, al recordar lo mismo que nosotros, no tardaron en abrazarnos mientras cantábamos la letra a todo pulmón colocando ese sentimiento en cada palabra, entonces, cuando llegó el solo, Steve siguió el misterioso camino mientras todos estábamos al pendiente de la pantalla y de pronto la sorpresa más grande apareció tras nosotros al reconocer el lugar al cual había ingresado.
Él, en compañía de algunos hombres de seguridad, el camarógrafo y un par de personas más, se acercaron a nuestros paralizados cuerpos hasta que las chicas dieron un fuerte grito saludando a Steve Tyler de beso; sin embargo, al fijarme mejor en la puerta, encontré a Oz junto a Rag abrazados admirando la escena, él asintió y entonces comprendí todo.
—Bárbara —sujeté su mano intentando recuperar su atención y me hinqué ante ella besando sus dedos con el alarido dándome su apoyo—, esperé más de veinte años para este momento, pasé muchas dificultades y tuve noches solitarias, aunque la alegría no me faltó por un buen tiempo, pero hoy que la vida me ha permitido entrar de nuevo a tu vida, quiero que me dejes quedarme a tu lado —saqué el anillo de compromiso dejándolo en la punta de su dedo.
—I-Isma… —sus vidriosos ojos cargados de ilusión desbocaron mi corazón.
—¿Me darías el honor y la dicha de compartir el resto de las noches y los días que nos queden de vida como esposos?
Antes de que ella pudiese soltar la respuesta, el público grito mucho más emocionado seguido de repetidos “SÍ” impulsándola a decirlo.
—¿Qué dices, Bárbara? —intervino Steve colocando el micrófono cerca de ella—. ¿Serás el segundo motivo para dedicarles esta canción además de su hija? —ambos lo observamos atónitos y un mismo pensamiento nos invadió al recordar al titiritero, entonces ella martilló sus bellísimos ojos en mí.
—Tienes la bendición de nuestras hijas, nuestros hermanos y de mi abuelo, y como no pienso compartirte con nadie, sí, acepto casarme contigo.
En un segundo deslicé el anillo en su dedo seguido de los victoriosos alaridos y a Steve dando un agudo grito continuando la canción que me impulsó a levantarla fundiéndonos en el beso más sublime de todos, haciendo de este un momento algo memorable que cerró con broche de oro al lanzar fuegos artificiales que iluminaron el cielo nocturno siendo muy especial para nosotros, pues además de todo lo ocurrido, fue con esa misma canción que una noche la besé en el jardín de su casa no como a una amante, sino con el amor que había nacido por ella y hoy, gracias a las locuras de mi hermano, hacía de esta pedida de mano la mejor del mundo.