Ismael
Es increíble que Mad y yo saliéramos con vida, en especial cuando aquella bala rozó mi cabeza dejándome inconsciente unos instantes, mismos que me fueron en contra cuando Tadeous logró despertar, porque sí, el muy maldito seguía vivo y al darse cuenta de que yo había asesinado a su hijo, se fue contra Mad queriendo darle el mismo destino de no ser porque Oz alcanzó a dispararle a tiempo dejándolo con vida, y aunque las balas que alcanzaron a Mad la hirieron de gravedad, siempre resultaba prometedor tener al mejor doctor del mundo a nuestro lado en momentos como este para que pudiese salvarla a tiempo y hoy, casi dos días después, ella por fin despertaba.
—¿Cómo está? —pregunté a Oz quien la revisó rápidamente.
—Está bien, le avisaré a los demás que ya despertó y ordenaré algunos exámenes para estar seguro —respondió dándonos un cómplice guiño antes de salir, diciéndonos con esto que nos daría tiempo para hablar a solas.
—¿Cómo te sientes?
—Bien…, creo… ¿Qué ocurrió? Recuerdo que había mucha sangre saliendo de tu cabeza y…
—Tranquila, a veces la sangre es escandalosa, pero no fue tan grave como parecía en comparación con tus heridas, igual Oz estuvo al frente y se aseguró de dejarte una sutura que no dejará marcas, así no afectará tu carrera.
—¿Cuál carrera? No tengo ninguna y lo más cercano a un trabajo ha sido el que he tenido este año en Clyde B.
—Sé que te gusta modelar, por eso no quería que quedaran marcas en tu cuerpo, y tampoco te menosprecies que si esa empresa se ha mantenido ha flote ha sido gracias a ti y tu hermana.
—Solo hice lo que mamá y su asistente me ordenaron.
—Y lo hiciste de maravilla. No creas que es fácil llevar un imperio de la moda porque ya comprobaste que no es así —sonrió avergonzada y besé su mano aferrándome de esta—. Me alegra que estés bien, no imaginas lo preocupado que me tenías, aunque hay algunas cosas que quisiera hablar contigo.
—¿Bonetti? —asentí—. De acuerdo, pero dime primero cómo está mi hermana.
—De maravilla, no tiene un solo rasguño gracias a ti y por eso te estaré siempre agradecido.
—Me alegra… —la tristeza inundó su faz y poco a poco me relató todo lo que Bonetti le reveló aumentando el doloroso agujero en mi pecho.
—Comprendo, también debes saber que ya le conté a Bárbara, no fue fácil, pero sacamos algunas conclusiones que acabo de comprobar gracias a ti, e igual dimos con un punto medio que le permite avanzar.
—No debiste decirle, era demasiado para ella y… —exhaló con pesadez—. De seguro mamá debe detestarnos a Vio y a mí.
—No sé de qué madre hablarás porque la mujer que me tiene locamente enamorado no es, ella las ama mucho más hoy de lo que nunca llegó a hacerlo al ver las hijas tan maravillosas que tienen y más, porque cada una le demostró a su manera los valores que tanto le importaban a tu abuelo que se transmitieran.
—¿Entonces… no está enojada?
—No con ustedes, solo con Bonetti por obvias razones y un poco con Oz y conmigo por lo que hicimos, pero ya se le pasará con nosotros —ella sonrió un poco más tranquila, pero todavía se le notaba inquieta.
—Isma, gracias por no llevar a Christy.
—Así que te diste cuenta.
—Sí, la primera vez que te interpusiste logré ver que había varias armas ocultas.
—Sí, y también una bomba que Oz detonó en el edificio para crear la coartada de la que ahora se está haciendo cargo Rob, pero eso te lo explicaré después.
—Comprendo… ¿Y cómo salimos de ahí? No recuerdo que fueran con tantos hombres.
—Estaban resguardando el perímetro y Oz les ordenó ingresar en cuanto empeoró la situación, igual todo estaba siendo vigilado por Marcus quien llegó al final para sacarnos en lo que Oz se encargaba de atendernos.
—¿Y Christy?
—Oz ordenó que se la entregaran previendo una negociación, tu hermana lo hizo y la bebé quedó a salvo con Marcus en lo que nosotros fuimos por ti y Becca.
—Increíble cómo se armaron ese plan en tan poco tiempo.
—Por desgracia la vida a veces te enseña de las peores formas y nosotros tenemos el infortunio de sacar cartas muy… —silencié ante el dolor del pasado y la desgracia que pudo ocurrir.
—Gracias por salvarnos —comentó a dulce voz sacándome de esa burbuja— y también discúlpame.
—¿Por qué? —pregunté confundido y más al intentar soltarme, pero no se lo permití.
—E-Es que…, creí que en verdad la habías llevado para cambiarla por Becca… Ella es tu hija biológica y nosotras…
—También son mis hijas —afirmé sin atisbo de duda sorprendiéndola—. ¿Qué tengo que hacer o cómo debo decírselos para que lo comprendan, Mad? —sin más se soltó a llorar y me senté en la camilla abrazándola con cuidado—. No llores que me haces sentir mal.
—No entiendo cómo pudiste arriesgarte tanto por protegerme, yo no soy nadie importante ni valiosa, solo el producto de una horrible violación —no sabía si me dolían más sus lágrimas, la entrecortada voz o el cómo se expresaba de sí misma, pero de seguir así acabará conmigo.
—No, hermosa, te equivocas —la separé levantando su lastimada carita recordando a la pequeña niña de las fotografías en casa de Samuel—, tú y Vio son muy valiosas para mí porque son mis hijas, yo no necesito que corra mi sangre en sus venas para que me vean de esa forma y si no quieren verme o llamarme papá, por mí está bien, a mí solo me interesa su bienestar.
—¡¿Pero por qué?!
—Porque las amo con todo mi ser, porque sin importar cómo vinieron al mundo, siguen siendo hijas de la mujer que amo y también porque me he dado a la tarea de conocerlas tanto como ha sido posible, y eso me hace amarlas más.
—Igual no tenías que interponerte.
—¿Crees que dejaría que mis hijas me salvaran a costa de sus vidas? No, Mad, cualquier padre que ame de verdad a sus hijos no permitiría algo así.
Esta vez ella se aferró a mí descargando el dolor que tenía acumulado y más por lo que dijo Bonetti, así que la dejé llorar llenándome del más profundo alivio al tenerla viva conmigo y al mismo tiempo de un indescriptible dolor al escucharla decir que no creía merecer el amor de su madre o el mío, por no haberla apoyado y en vez de eso haber generado un resentimiento que guardó y alimentó durante años, así mismo, demostró lo mucho que odiaba a Bonetti desde antes recordándome a la jovencita que era cuando la conocí hace varios años.
A pesar de todo no la interrumpí, sino que la dejé soltar cada cosa que me compartía sin dejar de abrazarla hasta que, dolorido por las heridas en mi espalda, me acosté junto a ella dejándola en mi pecho donde fue calmando su llanto hasta ser solo silencio, en un momento vislumbré a Oz fuera de la habitación y le di una negativa en son de no querer ser molestado por nadie, él asintió comprendiendo y se alejó, muy seguramente a decirle a los demás que no ingresaran.
—A todo esto —hablé tras recordar algo—, cuando golpeaste a los Dumas, mencionaste que Samuel te lo había enseñado, ¿cómo es posible si todavía eras muy pequeña?
—Tras su muerte, mamá nos entregó a Vio y a mí unas cartas que él le había dejado junto a unas cajas, se suponía que debíamos recibirlas a los dieciocho, pero ella prefirió dárnoslas tras enterarnos de quién era realmente Bonetti.
—El año que nos conocimos… —murmullé y asintió.
—Esas cartas fueron una salvación para nosotras, era como si él, de alguna manera, nos diese otra oportunidad de hacer las cosas bien con mamá y desde entonces Vio y yo estuvimos a su lado, razón por la que también te llamamos aquella vez.
—¿Y el entrenamiento? ¿Por qué no me dijiste nada cuando estuviste en Princeton? —ocultó avergonzada su rostro enterneciéndome.
—Sonará una tontería, pero me gustaba ver cómo te empeñabas en explicarnos y te seguí el juego como si no supiese nada, pero en realidad el abuelo había dejado un video grabado en casa con ayuda del tío Oz enseñándonos algunas técnicas de defensa personal, mismas que implementé con una rutina especial de ejercicios y contratando a un entrenador, solo que con tanto trabajo este año no he podido dedicarme un minuto a mí como antes… quizás eso me jugó en contra durante el secuestro.
—No puedo creer que Samuel siga haciendo de las suyas después de muerto, hasta parece que le hubieran dado una bola de cristal —reímos por lo bajo en tanto ella apoyaba inocente la barbilla sobre sus cruzadas manos en mi pecho.
—Opino igual, porque en la carta que me dejó decía que era importante aprender a defenderme, también que eso me ayudaría a canalizar mis emociones de una forma positiva y quizás, aunque él no quisiera esto en el fondo, podría resultar prometedor si algún día las cosas se ponían mal, además de otros consejos que me dio que siguen siendo invaluables para mí.
—Y al parecer supiste ponerlos en práctica en el momento exacto.
—No iba a permitir que lastimaran a la hija de mi madre y el amor de su vida… una que sí fue hecha con amor y no por una violación.
—No más —repasé su rostro cuidando de no lastimarla—, a partir de hoy no quiero que vuelvas a dedicarle un solo minuto de tu vida a Bonetti, olvídate de lo que dijo y sigue adelante por ti que nosotros seguiremos amándote y apoyándote en todo lo que necesites.
—No puedo borrar lo que él hizo, Isma, no cuando yo soy el resultado de sus acciones.
—Hoy eres una nueva mujer, Mad, y si me permites decírtelo, eres una hija hecha con amor, uno que te impulsó a proteger a tu hermana e incluso a mí cuando viste que estaban a punto de asesinarme, por eso y mil motivos más te estaré agradecido sintiéndome orgulloso de tenerte como hija —su ilusoria mirada brilló enternecida conmoviéndome.
—I-Isma, ¿puedo pedirte algo muy loco y descarado?
—Mientras esté en mis posibilidades, claro, pídeme lo que quieras.
—¿Me harías tu hija de forma oficial? Es decir, ¿podrías eliminar mi segundo apellido para no ser más una Bonetti sino una Friedman? —mi corazón galopó como loco cristalizando mis ojos.
—Rayos, y yo que creí que Vio me había hecho llorar a mares cuando me llamó papá…
La abracé y besé con mucho cuidado ansiando estrujarla mientras la llenaba de besos que la hicieran gritar entre risas igual que hacía con Jade y Norah, y aunque es algo que haré cuando mejore, su solicitud no podría dejarme más feliz hoy.
—Lo haré encantado si es lo que deseas. Le pediré a Rob y Marcus que me ayuden con el trámite —alejé mi rostro apreciando el suyo que estaba ruborizado—, pero que quede claro que desde hace mucho te veo como mi hija. ¿De acuerdo?
—Sí, papá.
Con dos palabras, su vocecilla infantil le dio más vida a este corazón que ya casi no me cabía en el pecho, pero que a partir de ese instante latería con más gusto por ellas, las mujeres más hermosas e increíbles que estaban todavía en mi vida.