29.    DIOR Y LAS FRIEDMAN

1873 Words
Ismael Después de casi tres semanas lejos y con la increíble victoria obtenida gracias al sorprendente trabajo de Robert la semana pasada, hoy por fin podíamos celebrar en compañía de nuestras hijas y nieta que llegaron junto a Livi, Oz y Marc, aunque este último se desvió por una importante reunión que tenía con la promesa de volver en la noche para cenar con nosotros; sin embargo, al ser tantos, Barb y yo decidimos rentar una casa más grande por los días que ellos estuvieran aquí para mayor comodidad. A decir verdad, era impresionante la felicidad que había en casa con su presencia, pero si hubo algo que destacó muchísimo más en un hermoso collar marcado, fue Dior, quien según Livi, estuvo todo el tiempo al pendiente de Becca como su guardián y al parecer ella también se encontraba feliz cuando él estaba cerca, lo que me dejó con una sensación amena al pensar que el viejo Dior en compañía de mis hijas y mi madre cuidaban de mi pequeñita aun en mi ausencia. —Mad, ¿sabes si Bárbara dejó a Becca en la cuna? Ahora que fui a dejar las bebidas no la vi. —Sí, allá quedó dormida junto a Christy. —Gracias, hermosa. Salí de inmediato a las habitaciones que estaban en el segundo piso ilusionado con abrazar de nuevo a mi hija, aunque se me hizo extraño no encontrar a Dior con ella, entonces el pánico se apoderó de mí en cuanto noté la cuna vacía y la rejilla abierta, lo que era demasiado extraño, revisé la de Christy encontrándola profundamente dormida y comencé a buscar por la habitación, incluso revisé la ventana, pero estaba cerrada con seguro y antes de alarmar a cualquiera, pensé que quizás otra persona la había tomado sin que Mad o yo nos percatásemos, por lo que decidí buscarla por mi cuenta en cada rincón comenzando por el segundo piso. Quisiera creer que en verdad alguien la tiene y no que anda un bebé suelto por toda la casa, así que le escribí a Oz para que me ayudase en el primer piso sin que dijera nada a nadie y continué la búsqueda sin éxito, lo peor era que se me estaban acabando las habitaciones y más porque había descartado otras ya que estas se encontraban aseguradas siendo imposible para mi hija ingresar, pero hay que ver el destino y las ironías de la vida, cuando de pronto un fuerte grito me alarmó al otro lado del pasillo y corrí de inmediato siguiendo el sonido, abrí la puerta con cuidado por si ella se encontraba detrás de esta y resultó ser que sí se había metido en una de las habitaciones quedando encerrada. —¿Cómo llegaste hasta aquí? —la tomé en brazos besándola aliviado y un maullido llamó mi atención, siendo Dior que se encontraba sobre la cama con sus ojos fijos en nosotros—. ¿Tienes idea de lo que pasó? —pregunté al gato como si este me fuese a contestar. Me reí por mi tontería sentándome junto a este mientras mi pequeñita quedaba en mis piernas y entonces me vi sorprendido al verla gatear hacia Dior quien le batía la cola para que ella jugase al ser esponjosa. Ya más calmado, le escribí a Oz avisándole que la había encontrado a salvo junto a Dior y volví a darle mi atención a ella quien seguía jugando con el felino, lo más simpático, fue cuando comenzó a balbucear y él rodó en la cama quedando panza arriba para que ella lo acariciara, también dejaba que hundiera su carita en el pelaje haciéndolo ronronear y ella enseguida soltaba un alegre chillido que me conmovía inmensamente. Mientras seguía observándolos, no pude evitar sumirme en los recuerdos cuando mis hijas llevaron a Dior I a casa suplicándonos a su madre y a mí que las dejáramos quedarse con este, conmovido por su súplica acepté, por desgracia Linda no lo hizo, así que hablé con ella esa noche pidiéndole que al menos le permitiese estar en casa hasta encontrarle otra, pero en realidad estaba dispuesto a dejar al pequeño con nosotros. Por desgracia mi mentira me llevó a otra discusión con ella días después, aunque esto poco me importó con tal de ver a mis hijas felices cuidando a Dior con mucho empeño repartiéndose las tareas entre las dos. Dudo que al día de hoy el felino siguiera con nosotros considerando la edad que tendría, no lo sé, pero quizás sí reencarnó en este gato que llegó a mí cuando más lo necesitaba y ahora que mi bebé requería de un guardián, él estaba al pendiente de ella siguiéndole el juego en muchas ocasiones o sirviéndole como almohada en su enorme y muy esponjoso cuerpo. —Gracias por cuidar de ellas, Dior, te debo mucho —dije nostálgico mientras acariciaba su cabeza incrementando el ronroneo. De pronto mi pequeña volvió a gatear hasta mí y sin que yo hiciera nada, se aferró poco a poco de mi camiseta consiguiendo levantarse, aunque enseguida la sostuve al notar que estaba a punto de caer en cuanto estiró sus bracitos hacia mí dándome el amor más puro e inocente de todos con su abrazo. —Debes reconocer que las traigo locas a todas —observamos hacia la puerta donde se encontraba Oz apoyado en el marco y mi hija comenzó a brincar en mis piernas pidiéndole con sus manitas que se acercara. —¿Cómo sabías en dónde estábamos? —Un gato me lo dijo —guiñó jocoso e ingresó cargándola—. Te dije que te enamorarías de tu tío Oz, mi pequeña, y seamos honestos, nadie te hará reír tanto como yo —ella chilló de nuevo emocionada abrazándolo fuerte. —¿Cómo lo consigues? —estaba sorprendido por la cercanía entre ellos aun cuando no habían compartido tanto tiempo. —Encanto natural, Isma, todas aman a un lunático pervertido cuando este sabe cómo tratarlas y tu hija no es la excepción. —Es increíble y si así es con ella, no imagino cuando tengas a tus nietas. —Lo averiguaremos en su momento, ahora lo importante es que ella está bien. —Sí, aunque sigo sin saber cómo entró, cuando pasé la puerta estaba cerrada. En eso y casi como si nos entendiera, Dior se levantó llamando nuestra atención y corrió hasta otra puerta levantándose en sus patas traseras estirándose a todo lo que le daba su cuerpo hasta alcanzar la manija que, con un poco de esfuerzo, logró mover hasta abrirla e ingresar despertando nuestra curiosidad, solo que antes de poder levantarnos este había cerrado la puerta. —¿Por qué no puede haber una sola cosa viviente normal en esta familia? —Porque no sería tan interesante —comentó fascinado y sin más, fuimos al baño encontrando a Dior en el cesto de las toallas—. Creo que te las obsequiaré, no quiero una irritación entre mis piernas. —Idiota. Mejor vamos con los demás y esta vez llevemos a Becca, no quiero que termine sola en el jardín. —Ella jamás estará sola, para eso tiene a sus abuelos que la protegen, tal como acaban de hacerlo cuando escapó con astucia de la cuna y en uno o dos años cuando aprenda a caminar bien, le enseñaré a saltarse las ventanas. —¡¿De qué diablos estás hablando?! —Ups, parece que se me escapó nuestro secreto, mi pequeña —jugueteó con ella haciéndola reír pícara. —¡Oz, explícame ya mismo! —Ahora no, mi sobrina y yo debemos asaltar la cocina y el bar, le enseñaré a servirle un buen trago a su adorado tío. En tanto él salía a paso apresurado, yo iba detrás de ellos alegándole por lo que dijo, mi hija muerta de risa por mi actitud y el tono jocoso de él y Dior junto a nosotros siguiéndonos el paso hasta la habitación donde estaba Christy quien despertó por los alaridos, y enseguida la tomé en brazos bajando con ella hasta la cocina donde seguimos hablando de las mil tonterías que hizo con mi hija en Nueva York aprovechándose de que Barb y yo estábamos fuera de su alcance. (…) Después de jugar tanto tiempo con mi pequeñita, Dior y de vez en cuando Oz quien se nos unía para quitármela haciéndonos pasar sustos con tonterías que la hacían reír, le di un baño a mi pequeña mientras hablaba con él, por desgracia terminamos mojados al ella salpicar agua por todas partes y como ninguno de los dos la iba a regañar, al final preparamos la tina donde ingresamos los tres llegando a jugar con unos patitos de hule de varios colores que le encantaba a Becca. Fue hermoso compartir ese momento al recordar las veces que me bañaba con mis hijas e incluso las ocasiones en que hice esto mismo con ellas y mi hermano, quizás sea una tontería para algunos y una barbaridad para otros, pero no para nosotros y menos porque la desnudez no era algo que nos avergonzara, ni siquiera a su hijo le importaba, aunque a Oz le encante jugarle varias bromas aun hoy día con eso que terminan alterándolo. Al cabo de unos minutos tras colocarle el pañal a Becca, caímos en la cama con Oz al otro lado mientras seguía bebiendo y acariciando su espalda dejándola dormida, no supe en qué momento cerré mis ojos ni mucho menos cuándo salió con ella, pero me alegra que lo hiciera porque la pesadilla que tuve me hizo gritar al despertar y sé que la habría hecho llorar de estar conmigo. Odiaba seguir siendo presa de estas, lo peor era cuando se trataba de mis hijas y esta vez no fue la excepción. En el sueño me encontraba en la mansión de Marcus, solo que esta era muchísimo más grande, con extensos pasillos y múltiples puertas que me desorientaban fácilmente, entonces el pánico me invadió al escuchar el desesperante llanto de mi bebé seguido de los gritos de una mujer que no supe identificar, pero cada vez se hacían más insoportables, en especial porque no importaba a dónde fuese o cuántas puertas abriese, no lograba dar con ellas hasta que fue demasiado tarde, pues sus cuerpos se encontraban calcinados en su totalidad y al dar un fuerte grito desperté en el acto. Logré calmarme lo suficiente al colocar agua en mi rostro, intenté no darle mente y fui con los demás al darme cuenta de que era tarde. —Ya iba a buscarte, dentro de poco serviremos la cena —dijo Barb dándome un beso. —Lo siento, no supe a qué hora me dormí. —Descuida, mejor ayúdanos a poner la mesa que Marcus llegará en unos minutos. De pronto mi móvil sonó con un mensaje de Marcus eliminando la poca tranquilidad que tenía y levanté la mirada viendo a todas partes. —¿Qué buscas? —preguntó preocupada llamando la atención de los demás. —¿En dónde está Madge? —Salió a la oficina con Becca por unos papeles que olvidó, pero no tarda —retrocedí intentando correr, pero ella me lo impidió—. ¡Ismael, ¿qué ocurre?! —Las han secuestrado.
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