Ismael
Esta vez, aprovechando que Tadeous estaba de espaldas a nosotros, Bárbara me arrastró hasta una puerta que resultó ser el baño, creímos por un instante que ese idiota se iría pronto, pero en vez de eso ingresó al baño obligándonos a escondernos en la ducha que por suerte tenía una puerta oscura y abracé a Barb pegándola tanto como fuese posible entre mi cuerpo y la pared con la esperanza de que ese sujeto no fuese tan infeliz de abrir la puerta sin razón aparente, pero la muy cínica jugó sucio queriendo vengarse y comenzó a frotarme. Entre señas y gesticulaciones le ordenaba detenerse, mas ella abrió el blazer exponiendo sus voluminosos senos y se descendió lento a sabiendas de que me prendía cuando lo hacía, en especial porque el apetitoso color de sus areolas comenzaba a sobresalir.
Poco a poco fue bajando el cierre de mi pantalón y con máxima destreza sacó el jodido pedazo de carne que se iba endureciendo una vez más ante su pecaminosa imagen, para colmo ese idiota no se iba, no sé qué tanto hacía además de hablar por teléfono, pero ella supo aprovechar la situación apoderándose con su lengua de mi glande moviéndola en el maldito punto donde más me enloquecía. Mis manos se mantuvieron empuñadas mientras yo intentaba soportar esta tortura y cuando por fin salió ese cretino del baño cerrando la puerta, la sujeté del cabello y penetré su boca sacándole exquisitas arcadas que ella intentaba controlar y a su vez me incitaban a follarla otra vez como hice en el balcón, pero al escuchar las puertas del ascensor cerrarse, ella generó una vibración concentrándola en mi punto débil consiguiendo en tiempo récord que me corriera en su boca.
—Esto no se queda así, Clyde —advertí apenas con mi agitada respiración.
—Cuando quieras te doy la revancha, Friedman —la levanté de un tiro y la besé saboreándome el sexo en su boca con mi mano deslizándose en su muslo que levanté a la altura de mi cadera mientras ella colocaba todo dentro de mi pantalón.
Al pedir el ascensor logramos dar con la clave gracias a un viejo truco que aprendí de mi hermano, nos dirigimos al parqueadero y al encontrar una motocicleta que llamó mi atención, una misma loca idea de nuestros días de adolescentes se nos cruzó. No perdimos un minuto y salimos disparados dando un recorrido hasta el centro de la ciudad con ella aferrada a mí frotando de vez en cuando mis piernas, en tanto yo me llenaba de su calor en medio del frío viento otoñal que ya comenzaba a sentirse.
Al cabo de unos minutos dejé la moto estacionada en la Plaza de la Bastilla donde seguimos algunas calles más a pie como fugitivos entre risas y besos que nos daban vida, e inundado del aire parisino, la acorralé en un estrecho callejón arrebatándole el aire, la carne y la desenfrenada pasión que desbordaba por sus poros atrayéndome como una abeja a la flor, y al quererla de nuevo conmigo, continuamos la fuga en un taxi que nos llevó a casa donde no aguanté un minuto más, arrojé las carpetas en el sofá, le arrebaté el blazer dándole una fuerte nalgada antes de levantarla acomodándola en el comedor y saqué sus endurecidos pezones que chupé desesperado mientras nos desnudábamos el uno al otro.
Con los preliminares que habíamos tenido y el tiempo suficiente para recargarme, le abrí las piernas tanto como pude penetrándola frenético en tanto disfrutaba cómo le rebotaban ese par de tetas que acariciaban mi pecho, a la par y con la misma pasión, una de sus manos se aferraba de mi cabello y la otra repasaba sus uñas en mis tatuajes dándome más vida.
—Voltéate.
Ella se acomodó en cuatro inclinándose por completo con la cabeza en la madera y repasé mi lengua por cada milímetro de sus pliegues, mis dedos se deslizaban en su entrada anal con total facilidad al escupirle una buena cantidad de saliva mezclada con sus fluidos y seguido, adentré los dedos de mi otra mano en el otro orificio enfocando la punta de mi lengua en su placentero punto palpitante de deseo.
—M-Métemelo, no resisto más… —suplicó en un jadeante chillido poniéndome tan duro como la madera que la soportaba.
—Dijiste que darías la revancha, ahora te aguantas —mordí suave y perverso la punta de su clítoris.
Por desgracia yo estaba igual que ella, soportaba tanto como ella, pero en cuanto sentí las primeras contracciones, bajé sus piernas con cuidado sin cambiarla de posición y la penetré recordando cuando lo hice en el balcón copiando la velocidad de la oscilación en tanto la masturbaba con mis dedos.
—I-Ismael… no más… —ella rasguñó mi mano como última advertencia y la clavé impetuoso hasta que en verdad ninguno pudo más.
Nuestros corazones parecían haberse partido en dos queriendo explotar en nuestros pechos y en nuestros sexos que seguían unidos mientras intentábamos recuperar el aliento en nuestros sudorosos cuerpos, ella con su cabeza en el comedor y la mía en su perlada espalda.
—T-Te amo… maldita sea, te amo con todo mi ser, preciosa…
—S-Si así fue con veinte años separados, no imagino cómo sería con cuarenta… —ambos reímos como pudimos.
Aun con las piernas temblorosas, la ayudé a erguirse y la cargué hasta la cama en donde caímos rendidos en un fuerte y muy ameno abrazo que lo dijo todo.
—Te amo —levantó su cara dándome esa dolorosa mirada llena de arrepentimiento y melancolía que dolía en mi corazón—, ojalá no te hubiera separado de mi lado cuando te fuiste a Massachussets, o al menos habría intentado volver por ti en vez de hacer ese acuerdo con Bonetti.
—No digas eso, amor —siseé limpiando una traicionera lágrima de ella—, a pesar de todo tienes dos hijas maravillosas y es lo único por lo que puedes agradecerle, al final cumpliste tus sueños, las tienes a ellas y hoy nos tienes a Becca y a mí, así que no pienses de esa forma —escondió su rostro en mi cuello permitiéndome fundir mis manos en la arena de su aterciopelada tez morena que seguía enamorándome cada día más.
—Te amo, preciosa, siempre te agradeceré por lo que me diste, lo que me das y lo que me seguirás dando.
—No más de lo que yo te agradezco y te amo, cariño.
Si esto no es amor, tampoco me interesa saber qué es, pues ella para mí es amor y no la cambiaría por nada ni nadie en este mundo.
(…)
Decidimos reunirnos con Rob al día siguiente enseñándole la información recolectada, debatimos algunas ideas dedicándonos a buscar más evidencia sobre los negocios a lo largo de esos días, los decesos que nos seguían inquietando al no saber si fueron por las causas especificadas en el acta o había algo macabro detrás, claro está que la mayor parte la hicimos él, Marc y yo al estar Barb y Mad ocupadas con la empresa, pero no por eso mi chica dejaba de estar al pendiente pasándonos información sobre Bonetti según iba investigando por su cuenta.
Gracias a todo esto, Rob movió algunos hilos permitiendo que nos adelantaran el juicio, entablando otras demandas en aras de evitar un problema con el estado o financiero contra mi familia por los negocios de Bonetti y también contratando un detective con ayuda de Diana y Trisha, dos cabecillas de la organización mafiosa a la que pertenece Marcus, esto último fue hecho para que se investiguen las muertes en la familia Dumas y la alianza entre Bonetti y Tadeous sin interferencia ni papeleos engorrosos.
—No creí que estaría tan nerviosa por la audiencia de hoy.
—Todo saldrá bien, preciosa, tenemos un excelente abogado de nuestro lado y las pruebas a nuestro favor, aunque debiste quedarte con Mad, sabes que este desfile es demasiado para ella.
—Lo sé y no imaginas lo mal que me siento de dejarla sola, pero confío en ella, le expliqué bien lo que debe hacer y en los anteriores lo ha hecho fantástico.
Al menos estas semanas aquí les han permitido a las dos avanzar en muchos sentidos, pero a su vez me había generado una gran duda que hasta ahora no habíamos hablado.
—Barb, cuando termine esto, ¿has pensado qué hacer respecto a la empresa, Becca y nuestras vidas?
Por cómo se inquietó, era evidente que le había dado esquivas al tema, pero el estar de vuelta en Francia es algo que no pasaba desapercibido para ninguno y tarde o temprano debíamos afrontar una realidad que nos marcaba bastante, en especial a ella quien tiene todo su mundo aquí en tanto yo tengo el mío en Estados Unidos.
—¿Te importa si lo hablamos después?
—De acuerdo, pero no quiero que te sientas presionada, es solo que te he visto muy bien al regresar a la empresa y no quisiera que tomaras una decisión equivocada.
—¿Crees que no puedo con Becca y llevar mi empresa? Porque te recuerdo que tuve dos hijas en esas condiciones.
—Sí, condiciones muy diferentes a las actuales, hijas que quedaron apartadas de ti y un trabajo que te consumió a tiempo completo, por lo que estoy seguro de que no deseas repetir la historia. ¿Me equivoco? —una verdad, un suspiro y eso bastó para desarmarla—. ¿Barb?
—Tienes razón, no quiero apartar a Becca igual que hice con mis hijas, pero tampoco quiero renunciar a mi trabajo, ha sido mi vida, mi sueño y… —exhaló con pesadez pegándose a la pared— Dios, sigo siendo una terrible madre.
—No fuiste y no lo eres, pero creo que estás olvidando algo importante.
—¿Qué?
—A mí —la besé casto admirándola con devoción—, yo soy quien está en tu vida ahora, soy el padre de tus hijas, el que te da la mano para que sigas luchando y el que te da su pecho para que descanses cuando más agotada estés.
—¿Solo eso? —preguntó coqueta sin abandonar su preocupación.
—Todo lo que ves aquí es tuyo, Barb, todo. Sé que no soy perfecto, pero hago lo posible por ser mejor para ti y para ellas, por eso, aunque no me lo has preguntado, creo que lo mejor es que nos mudemos a Francia.
—¿Qué…? Pero tu trabajo está allá y…
—Mi trabajo está donde esté mi familia, y sí, me dolerá dejar a muchas personas importantes al otro lado del mundo, pero estaré con ustedes y eso lo vale todo.
—¿Y Oz, Marcus…?
—Preciosa, no necesito estar allá para hacer los trabajos que me piden y dado el caso viajaré las veces que haga falta, pero quiero que sigas tu sueño aquí, es más fácil y muchísimo más económico a tener que trasladar toda una empresa y dejar sin empleo a tantas personas.
—Eso sí…
—Piensa lo que te dije, por mí no hay problema en vivir aquí en Mónaco, Milán o en Londres con tal de estar contigo y Becca.
—Eres el mejor.
—Lo sé, por eso estoy con la mejor.
—Muy románticos, pero ya vamos a empezar, igual si quieren pueden dejarme y seguir disfrutando en otro lugar —comentó Rob con cierta jocosidad.
—No, iremos contigo, quiero darle la cara a ese infeliz en nombre de mi hija —contestó Barb más decidida en seguir partiéndole la cara a Dumas que escuchar las horas de interrogatorios y demás que pasaremos aquí.
—De acuerdo, solo les pido que pase lo que pase no digan una sola palabra hasta que termine el juicio.
—¿Hoy darán un veredicto? —cuestioné confundido.
—Es la idea, pero todo depende de su estrategia y lo que diga el juez.