Ismael
Las siguientes semanas fueron por mucho las mejores, entre los increíbles momentos que pasé con Bárbara y las interminables risas que me sacaban sus hijas, quienes me permitieron conocerlas mucho más al punto en que me pedían consejos tras contarme algunas cosas privadas de cada una, no hubo un minuto para pensar en nada malo, aunque sí sentí una melancólica punzada al desear tener a mis pequeñas con nosotros disfrutando estos días tan especiales y hoy que celebraríamos año nuevo juntos, no era para menos, pues no solo sería esa festividad la que llegaría a nuestras vidas, sino una nueva vida juntos como familia.
—I-Isma… a-ahí… —suplicó jadeante en lo que mi lengua se perdía entre sus piernas—. Más… ¡M-Más! ¡No te detengas!
Me aferré de sus muslos como si estuviese a punto de meter la cabeza dentro de ella sacándole un increíble orgasmo que calmó mi sed y enardeció mis oídos al escuchar su profundo gemido.
—Me encanta cuando sales con esas sorpresas.
—Y a mí me encanta complacerte, preciosa —besé feliz cada uno de sus muslos y apasionado me perdí en su boca disfrutando la enorme sonrisa en su rostro.
—Es una excelente forma de terminar el año.
—Coincido contigo, aunque yo no me quejo por la despedida que me diste hace diez minutos en la ducha.
—Me encanta hacerte feliz y es difícil ignorar lo que tienes entre las piernas —comentó con esa picardía que tanto amaba en ella mientras nos terminábamos de arreglar por fin para la celebración—. ¿Sabes? Todavía me sorprende que mis hijas quisieran pasar esta fecha con nosotros, la verdad creí que viajarían con sus amigos.
—Ya ves que no, aunque es evidente que te alegra.
—Sí, bastante.
Si había algo que me seguía encantando en momentos como este, no era solo que podíamos hablar, sino que al arreglarme más rápido que ella, podía dedicar el resto de mi tiempo a observarla, pues amaba cada movimiento que hacía al vestirse, maquillarse, incluso ponerse un accesorio resultaba atractivo para mí y más por la sensualidad que ella generaba en cada acción.
—Preciosa, sé que esto no me concierne y no quiero que pienses que me estoy metiendo donde no debo, ¿pero no has pensado incluir a Madge en la compañía como modelo?
—¿Madge? ¿Te dijo algo? —preguntó extrañada confirmando mi sospecha de que no habían tocado el tema.
—No, pero un día estuve viendo con ella cómo se manejan las r************* y cuando me enseñó las suyas para explicarme me di cuenta de que era bastante conocida, así como también tiene gran material y porte para modelar.
—Pero eso lo hacen muchos jóvenes hoy día.
—Eso me dijo ella, pero creo que deberías verlo, quizás podrías pulir su trabajo si hace falta y darle un contrato en Clyde B., esto la ayudaría a despegar.
—No sabía que quisiera ser modelo y hasta ahora no me ha dicho a qué se quiere dedicar.
—Entonces habla con ella, revisa el material y hazle una prueba, es tu hija y sé que lo haría a la perfección.
—Lo haré. Gracias, encanto —sonrió haciéndome un guiño a través del espejo, mas fue al quedarse viéndome que me dejó inquieto.
—¿Qué?
—Nada, todavía me parece un sueño que estés aquí conmigo, así como también sigo sin creer que ellas acepten nuestra relación como si nada, te juro que me imaginé el mayor drama de sus vidas
—Lo sé y yo también lo esperaba considerando tu historia con Bonetti y todo lo que ellas debieron pasar con él, pero no podría estar más feliz por el resultado.
—Yo también…
—¿Qué ocurre, preciosa? —fui hasta ella y levanté delicado su rostro que decayó de un momento a otro—. Hoy no es un día para estar tristes.
—Esta época siempre me recuerda la última cena que tuvimos en casa de mi abuelo cuando ocurrió lo de Marcus, después de eso pasé muchos diciembres sola, y aun con mis hijas siendo unas bebés me sentía así.
—Barb…
—Sé que suena cruel, pero eran momentos difíciles para mí al estar en un país diferente donde no tenía a nadie, mi abuelo y mi hermana estaban en otro, tú en peligro al igual que Marcus, y Oz batallando por salvar a Travis… Era demasiado para todos…
—No llores por favor, no quiero que la tristeza nos abarque hoy.
—Lo siento, sé que debo parecer una tonta —limpié su rostro con el pañuelo cuidando de no arruinar su maquillaje—, ¿pero me dirás que tú no piensas también en Jade y Norah?
—No hay día que no lo haga y lo sabes, pero sé que mis hijas están felices porque yo lo estoy y más porque en los últimos tres años, incluido este, no he estado solo, lo mejor es que hoy me encuentro con tres hermosas Clyde me están brindando el calor de hogar en nombre de ellas.
—Eres el mejor.
—Lo sé, por eso tengo a la mejor mujer conmigo —la besé borrando su congoja—. Ahora vamos antes de que tus hijas vengan por nosotros y nos encuentren juntos otra vez.
—Ni me lo recuerdes, creo que ya perdí la cuenta de cuántas veces nos han visto en acción.
—Claro que no, ellas no han visto la verdadera acción en nosotros.
—¿Y me dejará verlo otra vez después de la celebración, señor Friedman? —preguntó coqueta repasando su uña en mi pantalón.
—Solo a usted le permitiría ver todo de mí, señora Clyde —y justo cuando creímos que tendríamos otra ronda antes de salir, el grito de Madge nos alertó evitándolo… por ahora.
(…)
Disfrutamos una deliciosa cena contando historias sobre las navidades que pasamos en casa de Samuel, siendo las ocurrencias de Oz y la inocencia de Marcus el foco de la gran mayoría, aunque la tensión se hacía sentir en el aire cuando las chicas preguntaban qué nos había dicho o hecho Samuel, entonces el antaño olor a cocoa con especias volvía a mí junto a los vívidos recuerdos: Livi con un abrigo tejido junto a Marc, Oz al lado de Samuel molestándose y Barb buscando el calor en los brazos de alguno de nosotros, un acto que hacía en silencio para no sentirse sola y que, desde que ella me lo confesó tras preguntárselo, era yo quien le brindaba la compañía llegando a enamorarme poco a poco de la mujer sensible que era y sigue siendo.
—¡Rápido, alisten las copas! —Madge sirvió la champaña e hicimos el conteo.
—¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡¡Feliz año!!
Sí, era un nuevo año, una nueva vida, un nuevo comienzo lleno de felicidad, una felicidad que se opacaba al pensar en lo peor tras regresar las pesadillas, en especial la de anoche cuando volví a soñar con mis hijas, solo que esta vez no se encontraba mi esposa, sino que estaban Vio y Maddy junto a ellas bañadas en sangre, ultrajadas y siendo arrojadas a un cúmulo de escombros que estaban con un vivaz fuego que las consumía, lo peor era que aun cuando sus cuerpos estaban inertes, podía escuchar los desesperados gritos de las cuatro, entonces mi sangre se heló en cuanto Bárbara gritó detrás de mí, estaba desnuda y bañada en sangre sosteniendo algo entre sus brazos que formaba un charco de sangre a sus pies.
—Mamá, ¿estás bien? —la pregunta de Vio me alertó sacándome de mis tórridos pensamientos.
—Sí, es solo el trago o quizás porque no he dormido bien —respondió Barb sobando su sien.
—¡Por eso te dijimos que dejaras el trabajo para después, pero tú y tu terquedad! —riñó Mad en lo que yo intentaba llevar a Barb a un asiento, pero ella se rehusaba.
—Estoy bien, no tienen nada de que preocu… —silenció desplomándose en mis brazos.
—¡Bárbara!
—¡Mamá!
Enseguida la acosté en el sofá pidiéndole a Vio traer alcohol mientras Mad humedecía un pañuelo con el agua de la hielera y ya con el algodón humedecido de alcohol bajo su nariz y el pañuelo repasando su rostro, le hablamos intentando hacerla reaccionar, lo que nos tomó varios minutos hasta que finalmente abrió los ojos.
—Mad, trae un vaso con agua, rápido —ella salió disparada por este—. Preciosa…
—¿Q-Qué me pasó?
—Nos diste un susto horrible, de un momento a otro te desmayaste —dijo Vio con el pánico a flor de piel—. Será mejor que descanses y esta vez deberás tomarte vacaciones obligatorias.
—Sabes que no puedo, cariño, hay mucho por hacer y…
—¡Primero está tu salud, Bárbara! —intervine casi furioso—. Esto no es normal, así que llamaremos a un médico de inmediato.
—¡No! ¡Ya les dije que estoy bien! —renegó intentando sentarse— Con unas horas de sueño se me pasará.
—Sabemos que no te gustan los hospitales, mamá, pero al menos descartemos cualquier complicación —comentó Mad entregándole el agua.
—No hacen falta hospitales ni médicos, estoy perfecta, solo un poco agotada.
—No me dejas convencido.
—Lo estoy, Isma, y no arruinemos más esta noche por una tontería, los tres saben que mi ritmo ha sido más fuerte estos meses y en algún momento debía pasarme factura.
—Supongo que tienes razón —comentó Mad pasándole una fruta—, lo bueno es que no tenemos que preocuparnos por un embarazo contigo. ¿Te imaginas?
Ella rio divertida, pero nosotros tres nos miramos con preocupación, entonces Bárbara volvió a palidecer quedando con la mirada perdida en algún pensamiento que parecía horrorizarla.
—¿Bárbara? —me observó preocupada deteniendo mi corazón—, dime que no es eso.
—Y-Yo… no…
—¡¿No lo sabes?! —exclamaron horrorizadas las hermanas preocupándonos más.
—¡Suficiente, nos vamos ya mismo al hospital así toque amarrarte, mamá!
En ese momento agradecí que Madge tomara el control de la situación porque ni Bárbara ni yo podíamos procesar semejante noticia, es decir, ¡tenemos cuarenta y tres años, maldición! ¡¿Cómo mierda pasó?!