Bárbara
Mi corazón se desgarraba con cada segundo transcurrido, las sirenas de las ambulancias retumbaban en mis oídos a la par de mis acelerados latidos provocándome una sensación de vértigo que empeoraba con cada grito proveniente de su voz, pero nada podía evitarse, lo hecho, hecho estaba y lo único que podía hacer ahora era rezar porque mi hija y mi nieta estuviesen bien…
Si tan solo me hubiese esperado unos minutos más en vez de salir solar, nada de esto estaría pasando…
(…)
Dos horas antes.
Mónaco, Francia.
Viola
Llevábamos algunos días en Mónaco solucionando algunos inconveniente por la sobrecarga que tuvo Madge por culpa de la junta directiva y en aras de hacerla quedar como una incompetente, mamá y yo nos pusimos al frente de la situación dejándole a Mad el desfile que estaba próximo a hacerse, pero el estrés en el que nos tenían a las tres y el temor de encontrarme con ese cretino de Dumas, hizo que estuviera con muchos dolores de cabeza y unos cuantos en mi vientre que me obligaban a estar sentada mucho tiempo. Ante esto, mi madre me pidió trabajar en su oficina en lo que ella se movería por la empresa estando en constante comunicación conmigo, incluso contratamos otra asistente para que me auxiliara ya que la suya obviamente estaría detrás de ella como siempre.
—Tranquila, mi amor, pronto terminaremos esto y volveremos a Princeton con el abuelo y tu tía Becca, estoy segura de que allá nos consentirán muchísimo más que antes, así que resiste un poquito más por mí. ¿Sí?
En los pocos espacios que tenía a solas me gustaba hablarle a mi hija y recordarle lo mucho que la quería su familia, no veía la hora de que naciera para conocerla y presentárselas a todos con el amor y orgullo que siento por ella.
—¿De nuevo con dolores? Porque les traje algo especial —mi hermana apareció como caída del cielo con comida para mí.
—Gracias, no imaginas lo feliz que nos haces.
—Sí lo imagino —besó mi frente y acarició mi vientre—. ¿Cómo está mi sobrina favorita? Espero que no le des muchos problemas a mami, Christy, recuerda que la necesitamos regia para demostrarle a esos estirados que no nos dejaremos de nadie.
—Antes soy yo quien debe estarla incomodando con tanto estrés.
—Entonces apóyate en Christy y en nosotros, sabes que no estás sola, Vio.
—Lo sé, lo sé, pero a veces me gana la situación.
—Si quieres déjalo por hoy y mañana vengo a ayudarles.
—No, quiero acabar cuanto antes para volver a Princeton pronto, quiero dar a luz allá.
—Sí que le cogiste cariño a la casa del abuelo.
—Más del que imaginas, es que… es otro lugar, Mad, allá me siento feliz, me encanta el vecindario y aunque es muy diferente a Francia en todos los sentidos, se siente un calor de hogar indescriptible.
—Quizás sean las hormonas exagerando un poquito, pero comprendo lo del calor de hogar —tomó el tenedor dándome trozos de fruta con gelatina que sabía delicioso—. Recuerdo que al irme, hubo una sensación de soledad que me empujaba a quedarme, algo dentro de mí sabía que no quería alejarse y menos al ver tantas fotografías y videos de cuando éramos niñas.
—Lo sé, mamá dijo que ese seguro era el abuelo haciendo de las suyas.
—No me extrañaría —la nostalgia la hizo ver el portarretrato que tenía mamá con tres fotografías muy especiales para ella—… ¿Sabes? Tal vez podríamos pasar vacaciones allá si mamá e Isma deciden no vivir aquí.
—¿Qué dices? Claro que vendrán, mamá tiene su empresa aquí y hacer un traslado allá no tendría sentido.
—Lo sé, pero piénsalo, ¿acaso escuchaste una sola vez que ellos dijeran algo respecto a irse?
—No…
Un vacío en mi pecho me entristeció solo de imaginar que ellos no volverían o peor, que mamá renunciara a su trabajo cuando era la mitad de su vida, Clyde B. significa mucho para ella, la había construido desde cero con sacrificios y no merecía perderla, pero tampoco era justo que después de tantos años de sufrimiento no tuviese la oportunidad de ser feliz con su nueva hija y el hombre que amaba…
—Vio, no estés triste, sé que será difícil, pero debemos apoyarla —contestó como si leyese mis pensamientos.
—Mad, ¿puedo preguntarte algo y me contestas con sinceridad? —asintió—. ¿Qué piensas de Ismael? Es decir, lo ves solo como la pareja de mamá o también…
—¿Como un padre? —completó por mí, a lo que asentí—. Por desgracia no he convivido con él en la misma cantidad de tiempo que lo has hecho tú, pero me siento segura a su lado, siento que no importa lo que pase, él estará ahí para nosotras y sus actos son la prueba de ello, en especial por la forma en cómo te trata.
—¿Crees verlo como un padre algún día?
—Quizás ya lo haga, no lo sé —suspiró apesadumbrada—… sabes que incluso mi relación con Bonetti fue más de peleas y discusiones aun cuando me lavó la cabeza con sus manipulaciones.
—Creo que jamás podré perdonarme por eso.
—Debes hacerlo al igual que yo. Ten en cuenta que ahora hacemos lo correcto con mamá y seguir a su lado apoyándola en son de su felicidad es la mejor forma.
—Tienes razón. Aunque eras muy loca también fuiste muy lista.
—Lo sé, es propio de los Clyde —presumió coqueta sacándome una risa por lo bajo—. Mejor dejemos todo hasta aquí por hoy, recojamos a mamá y tengamos una tarde de chicas, eso te ayudará a distraerte, ¿qué dices?
—Me gustaría, pero primero voy al baño.
—De acuerdo, entonces ve en lo que busco a mamá y nos encontramos en el lobby en diez minutos.
—Mejor quince, al paso al que voy anochecerá primero.
—Exagerada —salió emocionada dejándome más tranquila.
Recogí lo que necesitaría dejando las últimas instrucciones a mi asistente para que se hiciera cargo del resto, me di un retoque y bajé encontrando a Mad y mamá hablando con algunas personas, así que les hice señas indicándoles que las esperaría afuera, necesitaba aire fresco y hoy el día era espectacular.
—Vamos a disfrutar al máximo y en la noche hablaremos con el abuelo para contarle lo que hicimos, de seguro se alegrará.
—Es verdad que las embarazadas les hablan a sus vientres —esa voz…
Temblorosa, giré mi rostro encontrándolo en su costoso traje Armani detallándome de pies a cabeza, solo que el cariño que alguna vez creí reflejó en mí, hoy se tornaba en algo diferente que me provocaba escalofríos y no en el buen sentido.
—¿Qué haces aquí, Dumas?
—¿Dumas? ¿Ya no me llamas por el nombre? —cuestionó burlesco.
—Lárgate de aquí que no quiero verte —intentaba mantenerme firme a pesar de que su presencia me mareaba.
—Pero yo a ti sí, no sé si Madge te dijo, pero llevo buscándote desde hace mucho tiempo.
—¿Para qué? ¿Querías confirmar si te cumplí el sueño de abortar? Pues ya ves no, Dumas, no aborté, así que desaparece por donde viniste que no me interesa hablar contigo.
—Te guste o no, soy el padre de esa criatura, Viola, y estaré en su vida sin importar nada.
—No te atrevas a acercarte o llamaré a seguridad —amenacé con la respiración y el corazón acelerados al acortar la distancia entre nosotros.
—Tranquila, vengo en paz, en verdad quiero estar contigo y mi bebé, Vio, él merece un padre, a SU padre.
—ELLA NO necesita nada de ti, NADA.
—¿Ella? Así que es una niña —la emoción le ganó, pero esto solo incrementó mi temor—. Por favor, solo escúchame, sé que cometí un error y jamás debí abandonarlas, pero he cambiado y quiero que me des otra oportunidad.
—¡No te atrevas a mentirme en mi cara porque ya dejaste en claro la porquería que eres!
—Baja la voz, no provoques un escándalo.
—¡Me importa poco quién escuche, por mí que toda Francia se entere de que Hermès Dumas es un poco hombre que me quiso pagar para abortar a su hija! —jamás creí que estaría dándole frente de esta forma, pero estaba harta de tantas cosas.
—Te dije que te calles, vine para hablar por las buenas porque supe que estabas aquí, pero gritando no solucionarás nada —gruñó furioso al no soportar las miradas de todos.
En dos traicioneros pasos, él se abalanzó sobre mí sujetándome muy fuerte del brazo, pero entre más me apretaba, más desesperada me encontraba, los recuerdos de los gritos y las peleas con Bonetti me jugaron en contra paralizándome y cuando creí que no tendría salvación, un rayo de esperanza vino a mí ante un fuerte dolor en mi vientre recordándome las palabras de mi padre en el aeropuerto, asimismo, muy a lo lejos me pareció escuchar las voces de mi hermana y mi madre llamándome y cargada con esta fuerza que se acumuló en mi empuñada mano, descargué un fuerte golpe en su cara consiguiendo librarme de su agarre.
—¡ERES UN MENTIROSO POCO HOMBRE, ME EMPUJASTE A ABORTAR, ME ARROJASTE EL DINERO EN LA CARA MIENTRAS TE REVOLCABAS CON TUS AMANTES PORQUE SÉ QUE LAS TUVISTE, ¿Y AHORA TE HACES EL DIGNO ALEGANDO SER EL PADRE DE MI HIJA? ¡NO, DUMAS! ¡NO DEJARÉ QUE PONGAS UN DEDO ENCIMA DE ELLA!
—¡Viola!
Mi madre y hermana llegaron justo a tiempo pues en eso el dolor se volvió insoportable, pero eso no fue lo peor, sino que un líquido se derramó en mis piernas seguido de un ligero sangrado acompañado de una fuerte contracción.
—¡Vio, hija!
—¡Mamá!
a lo lejos escuchaba cómo ellas le gritaban a Dumas que se alejara de mí, mamá le ordenó a Mad traer el auto y lo siguiente que supe era que había subido mientras seguía en medio de este horrible dolor con mi madre a mi lado y Mad al volante, pero lo más desesperante fue cuando me moví queriendo cambiar de posición y noté el auto de Dumas detrás de nosotras.
—¡Muévete, Mad, ese idiota va detrás de nosotras y no lo quiero en el hospital!
—Tranquila, tú enfócate en hacer las respiraciones que ya estamos cerca.
—Mi niña, tu hermana tiene razón, igual si llega no dejaré que pase a verte, pero enfócate en tu hija, ella te necesita ahora.
—No sé cómo lo hiciste, pero esto es demasiado —me quejé seguido de otro grito de insufrible dolor.
—Las maravillas del embarazo —soltó sarcástica y de no ser por las contracciones, sé que me habría reído—. Vamos, respiremos juntas igual al día en que nació Becca, tú puedes, mi amor.
—Ojalá papá estuviera aquí, se suponía que estarían los dos conmigo en el nacimiento.
—Lo sé, mi niña, lo sé, pero yo estoy aquí y después le daremos la noticia.
¿Por qué justo hoy? ¿Por qué de todas las personas preciso tenía que aparecer él cuando me encontraba sola?
Dios, ayúdanos a mí y a mi hija, no dejes que nada malo le pase.