Ismael
—¿Viola? ¿Qué haces aquí? ¿No se suponía que llegarías el otro mes con Mad? —pregunté confundido abriendo más la puerta para dejarla ingresar.
—S-Sí… Y-Yo…
Se notaba nerviosa y las marcadas ojeras que intentó disimular con maquillaje demostraban lo poco que había descansado, aunque pareció más alterada en cuanto escuchó a Bárbara acercarse.
—¡Hija! ¿Qué haces aquí? Las esperábamos el otro mes —Barb la saludó emocionada con un beso en la mejilla y un fuerte abrazo—. ¿Dónde está tu hermana?
—Mad se quedó a atender la empresa, dijo que me adelantara por si necesitaban ayuda ya que ella podía hacerse cargo del resto.
—¿De verdad? Bueno, nosotros igual estamos encantados de tenerte aquí. ¿No es así, Isma?
—Claro, pero pasa, no te quedes ahí —invité ayudándola con las maletas mientras madre e hija hablaban en la sala.
Preferí salir enseguida creyendo que quizás necesitaría un tiempo a solas con su madre, pues aun cuando no dijo nada, era evidente que algo la afectaba y su repentina llegada era la prueba de ello, solo espero que no tenga nada que ver con los sueños que he tenido últimamente con ella y Madge, han sido extraños y no he querido decirle nada a Barb para no alterarla, por eso procuro mantenerme al tanto de ellas usando el trabajo como excusa.
Devuelta en casa con la comida y mientras mi chica devoraba gustosa cada plato, me encargué de llevar las maletas de Viola a la antigua recámara de Bárbara dejándola instalada con todo lo que necesitaría.
—Gracias, espero no haber molestado con mi llegada.
—No molestas a nadie, pero pudiste avisarnos y te habríamos recogido —su melancólico silencio generó una punzada en mi pecho—. Vio, ¿está todo bien?
—Sí, solo estoy agotada por el viaje y tantas horas de trabajo, pero estoy bien.
—De acuerdo, dejaré que descanses, igual si necesitas hablar no olvides que estoy aquí.
—Gracias, Isma.
(…)
Creí que la situación mejoraría para Vio con el pasar del tiempo, pero cada día parecía más deprimida, se encerraba en su habitación y casi no comía con la excusa de que no quería engordar, así que al no dar un paso hacia adelante confiándole a su madre el problema que la agobiaba, decidí aprovechar que Barb estaba ocupada en el despacho en una videoconferencia con la junta directiva y fui al jardín trasero donde se encontraba Vio sentada mirando a la nada con la mayor tristeza del mundo, ¿y qué mejor que un chocolate con la receta familiar para calentar el corazón de estas mujeres?
—Creí que lo necesitarías —la sorprendí con la taza dejándola en la pequeña mesa que fue testigo de tantas conversaciones.
—Gracias, no era necesario.
—Yo creo que sí. Bébelo, te ayudará más de lo que imaginas —aun incómoda, bebió un poco soltando esa sutil sonrisa que ansiaba ver—. ¿Estás bien?
—Sí, gracias, y también por el chocolate, está delicioso.
—Un placer. Y cuéntame, ¿por qué todavía no le has contado a tu madre lo que ocurre?
—No pasa nada, te dije que estoy bien.
—No es verdad, no comes bien, no descansas lo suficiente, no tienes cabeza para el trabajo por estar divagando en otros pensamientos y aun cuando le contestas feliz a tu madre, esa falsa sonrisa que le das no es suficiente para ocultar la tristeza que acoges en tu corazón —sus labios apenas se movían por la sorpresa de mi deducción—. Sí, señorita Clyde, quizás no diga nada, pero tengo muy buenos ojos.
—¿Q-Qué? ¿Eres una clase de adivino o algo por el estilo? Porque vivir un par de meses juntos no hace que me conozcas del todo —típico de madre e hija querer hacerse las fuertes.
—Es cierto, no te conozco del todo, pero esos meses me bastaron para confirmar que eres la viva copia de tu madre, las dos se ahogan en un vaso con agua aun teniendo un brazo dispuesto a ayudarlas, aunque eres libre de hacer lo que desees, Vio.
—¿Ah sí?
—Sí, solo no olvides que no estás sola y tienes una familia entera dispuesta a respaldarte en lo que haga falta, tíos y primos que te ayudarán en lo que sea, una madre que daría el mundo por ti —cubrí su mano con cariño queriendo llegar a ella—, y también me tienes a mí que estoy dispuesto a dar mi vida por ti.
—E-Eso es demasiado.
—No, Vio, es lo mínimo, y si no puedes hablar con Bárbara por algún motivo, aquí estoy yo dispuesto a escucharte y ayudarte en lo que haga falta —en cinco segundos ella se derrumbó llorando frente a mí.
—No sé qué hacer, tengo miedo y cada día el problema se vuelve más grande.
—Habla, pequeña, aquí estoy para escucharte.
—Ni siquiera sé por dónde empezar —comentó ofuscada intentando limpiar en vano sus lágrimas.
—¿Esto tiene que ver con el sujeto de la camioneta roja? —asintió—. Entonces ya tienes un punto de partida —comenté limpiándola con el pañuelo que tenía en mi bolsillo.
—Se llama Hermès Dumas, lo conocí hace mucho tiempo y hace un año nos reencontramos en una fiesta, todo comenzó como una tontería que fue escalando hasta salir más en serio, pero no quise presentarlo a nadie porque él… es hijo del socio de mi padre…
—Si lo pones así, presiento que a tu madre no le gustará.
—¡Odia con honores a ese sujeto porque era íntimo amigo de mi padre!, después del escándalo se alejaron, pero Hermès y yo seguimos la relación. El punto es que en febrero quedamos en viajar juntos a Princeton para presentárselos, pero no pude y terminé aplazándolo muchas veces con cientos de excusas.
—¿Y qué ocurrió?
—Hace unos días decidí hacerlo y quise empezar con Madge, creí que quizás si ella se enteraba primero, podía ayudarme a amortiguar el golpe con mamá, pero ese día no pude verme con él por un incidente que tuve.
—¿Qué clase de incidente? —cuestioné al no continuar, pero no obtuve respuesta más que un temblor en su empuñada mano que llevó mi imaginación a los peores escenarios—. ¿Viola?
—Descubrí que estoy embarazada y él es el padre.
Creo que ahora era yo quien había palidecido teniendo un horrible vacío en mi estómago al saber que ella sería madre con apenas veinte años, con razón no sabía cómo abordar a Bárbara y lo peor era que si así de mal me había caído la noticia, lo que estaba por venir le caería peor a ella, pues sé que todavía no termina de contarme el relato.
—De acuerdo… —respiré profundo intentando no exaltarme—. ¿Hablaste con Dumas? ¿Ya sabe que estás embarazada? —por segunda vez rompió en llanto viéndose igual que una niña abandonada a su suerte confirmando mi peor sospecha—. Dímelo.
—Me dijo que ese bebé no era de él, que no podía decirle a nadie sobre eso o arruinaría la reputación de su familia y después sacó desesperado su billetera dándome mucho dinero para pagar un aborto. En ese instante quedé helada, pero al escuchar las ridiculeces y ofensas que me decía, le arrojé el dinero en la cara y lo abofeteé antes de salir de su oficina.
—Maldito infeliz…
—No tuve cara para nada y busqué a mi hermana contándole lo ocurrido, entonces me dijo que viniera con ustedes que ella se haría cargo de la empresa, así podría tomarme un tiempo para pensar en lo que haría, pero no sé qué hacer… Tal vez… tal vez él tenga razón y yo deba…
—Espera, espera, espera, ¡aguarda un momento! —presioné el puente de mi nariz intentando coordinar las ideas y más las emociones para no salir corriendo a tomar el primer vuelo a Mónaco y romperle la cara a ese idiota—. ¿Me estás diciendo que piensas abortar porque él te lo dijo? —ni yo me creía que estuviese haciendo esa pregunta.
—¿¡Qué más hago!? —cuestionó desesperada dejándome petrificado—. ¡Estoy sola, Ismael!, no tengo una carrera ni trabajo, vivo del dinero de mi madre y llegarle con la noticia de un embarazo a mi edad sería lo peor para ella, y para colmo mi bebé tiene a un idiota como padre que lo único que le importa es fornicar y deshacerse de su existencia para no arruinar su estúpida reputación.
Esta vez la dejé llorar en mi hombro con el temor recorriéndome las venas solo de imaginar que Jade o Norah estuviesen en su situación, por otra parte… Si alguien me hubiese dicho hace años que aquella joven que conocí estaría hoy llorando desconsolada frente a mí con tal problemática y más al temer decepcionar a su madre, no me lo creería, menos por cómo la menospreciaba en aquel entonces, pero esto es otra muestra más de la influencia que tenía Bonetti sobre sus hijas.
Al final la dejé llorar un buen rato mientras yo seguía procesando lo dicho y a la vez me quebraba por cada lágrima suya derramada, pero no tenía dudas de lo que haría aun cuando quizás estaría sobrepasando mis límites.
—Vio, escúchame —la aparté un poco limpiando su rostro—, no vuelvas a decir que estás sola porque no es verdad.
—Pero Isma… —la silencié colocando mi pulgar en sus labios y negué con mi cabeza.
—Dije que tienes una familia que te respalda y no miento, todos te ayudaremos en lo que haga falta para que tú y ese bebé estén bien, pero si vas a tomar la decisión de abortar, quiero que sea porque en verdad lo deseas y porque estás preparada para afrontar ese peso sin arrepentimientos.
—Y-Yo… Es que mamá…
—Olvídate de tu madre, de la sociedad, incluso de lo que dijo ese infeliz, es más, ¡olvídate de ese idiota a partir de hoy!, piensa solo en ti y en tu bebé, ¿en verdad quieres abortar? —negó con su corazón hecho pedazos—. Entonces no vuelvas a decirlo, te prometo que contarás con todo mi apoyo y a ese bebé no le faltará nada.
—¡¿Cómo crees?! ¡Tú tienes tu responsabilidad con mi hermana y mamá, no puedo permitir algo así!
—No estoy diciendo que mantendré a tu hija el resto de su vida, estoy diciendo que te ayudaré al comienzo con los gastos de ella, pero de ti dependerá sacar una carrera, tener un trabajo y hacerte una mujer fuerte, porque sé que lo eres.
—No lo soy.
—Sí lo eres —acuné su rostro entre mis manos mirándola firme—, eres una Clyde, Viola, y una Clyde no baja la cabeza ante nadie. Lucha por este bebé y demuéstrale a él o ella y ti misma que eres una madre maravillosa que dará todo por su bienestar.
—¿Y qué haré con mamá? ¿Cómo se lo diré?
—Lo haremos juntos y si es el caso, me sentaré junto a ti y tomaré tu mano para que la destroces a tu antojo por los nervios hasta que termines de contarle la verdad, pero no te dejaré sola.
—¿P-Por qué haces esto por mí si tú y yo…? —sonreí nostálgico viéndola con el mismo cariño que veía a mis hijas.
—Porque hace años un gran hombre nos enseñó a tu madre, a mis hermanos y a mí que somos una familia y no nos damos la espalda sin importar lo que pase, y así como él ayudó a Oz cuando vino Travis al mundo, yo haré lo mismo por ti, Viola, cuenta con ello.