ANNE
2 años antes…
Me di la vuelta para poder tomar el cambio de ropa que Kat había hecho el favor de traerme, cuando Liam se atrevió por fin a hablar.
—No sé que es lo que esa cabecita tuya esté pensando, sin embargo, parece ser que te creaste otro concepto, yo… —reí con burla.
—¿Me vas a decir que, durante el tiempo que la has visto, no ha pasado nada entre ustedes? —hable con tono acusatorio —. Sabes que, no necesito oírlo, como te podrás dar cuenta, me importas un carajo —el que ahora rio con burla fue él, pero rápidamente su semblante se tornó oscuro.
—¿Quién mierda se supone que es el tipo que…? —no lo deje terminar.
—Creí que ya te lo había dejado bastante claro ayer, tanto a ti como a tú... Amiga.
—Al parecer todos estos años a mi lado, no te han bastado para conocerme. Sabes perfecto que yo no comparto, CON. NADIE—recalcó esas dos palabras y se acercó peligrosamente a mí.
Trate de alejarme, pero no había hacia dónde más huir. Además, mi cuerpo ya estaba reaccionando a su cercanía. ¡Maldita sea! No puedo creer que no tenga autocontrol con este hombre.
—Sabes —sonrió de medio lado. Una de sus manos se posó en mi cintura y la otra en mi culo— tengo que confesar que me encanto —¿a qué se refiere? Debió de haber visto mi cara, no sabía de qué habla— me encantó que marcaras tu territorio —su boca fue a parar a mi cuello y subió lentamente hasta mi oído —no sabes las ganas que tenía de tumbarte sobre la mesa y follarte frente a todos, sobre todo frente a ese… hijo de puta —habló entre dientes.
Mi entrepierna comenzó a palpitar, este idiota sabía muy bien como ponerme a cien. Su mano subió hasta mi teta y la que tenía en el culo, la uso para restregarme su polla.
—¿Te das cuenta lo que me haces?, quería morirme al no saber dónde te encontrabas. Aunque… tendrás que reivindicarte —podía sentir la humedad en el tanga que traía puesto.
«Soy una débil, ¿Por qué lo estoy dejando hacer esto? Debería… ¡Oh mierda!». Metió su mano entre mis pliegues y no pude detenerlo, ansiaba más. Cerré los ojos y dejé que hiciera su trabajo.
—¿Quieres que pare? —por supuesto que no, su mano en mi coño, se sentía tan bien —si no hablas, me detendré.
—¡No pares! —salió como un chillido, sin embargo, no me importo.
Dos de sus dedos entraron a mi coño, mientras que con el talón de la mano, estimulaba mi clítoris. Le di más acceso al abrazar con una de mis piernas su cintura. Sonrió burlesco. Mis jadeos no se hicieron esperar, un placentero orgasmo comenzaba a formarse en mi interior.
Me encontraba a punto de ver las jodidas estrellas, estaba tan cerca de alcanzar el anhelado final feliz, cuando sin saber como ni cuando; el infeliz de Liam retiro su mano. Me observó con una mirada llena de satisfacción y comenzó a lamerse los dedos.
—¡Mmmm, sabes tan bien! —lamió uno por uno hasta dejarlos limpio —vamos, es hora de irnos —tenía tanta rabia por haberme dejado, así que lo empuje, él solamente soltó una risotada.
—No iré a ningún puto lado contigo —bufo.
—Sí que lo harás, así te tenga que llevar cargando o a rastras. Necesito —tomo mi mano y la coloco en su polla, ¡madre santa! —dejarte claro… algunos cuantos puntos.
Comencé a vestirme lo más lento posible que pude. Por supuesto, bajo su atenta mirada. Reí por dentro, si él me dejó con las ganas; claramente yo también podía hacerlo.
Llegamos hasta su departamento en tiempo récord, ni una sola vez me miró durante el trayecto. Por supuesto, yo tampoco, solamente miré por la ventanilla del auto. Aunque me pude dar cuenta que se acomodó la polla un par de veces, por el reflejo.
Él bajó rápidamente del auto, abrió mi puerta y me ayudó a salir. Ninguno de los dos hizo el intento por charlar. Saludamos al conserje y entramos al elevador. Él se fue a un extremo y yo al otro. Nos observamos sin decir nada. Podía oler el deseo, brotar de sus poros. Su mirada me recorrió de los pies a la cabeza y sonrió lobuno.
—Te haré pagar por tu osadía —su cara no revelaba nada, pero sabía que por dentro lo estaba disfrutando.
—Supuse que ya lo habías hecho, al dejarme así —señale lo obvio y él soltó una risotada.
—Eso… solo fue el principio —advirtió, con voz ronca y yo mordí mi labio
El sonido del ascensor anunció nuestro destino, sabía lo que me esperaba una vez dentro. Camine por delante de él, hasta llegar a la entrada.
En cuanto entramos me azotó contra la pared y su boca se unió a la mía en un beso exigente y dominante. Sus manos expertas sabían exactamente donde tocar o presionar. Nuestra ropa salió volando en todas direcciones, hasta que no quedó nada.
Me cargo y yo abracé su cintura con mis piernas, camino directo a la mesa y me recostó sobre ella. El frío del material hizo que mis pezones se hicieran notar más, mi clítoris de por sí ya hinchando clamaba por su toque.
Abrió mis piernas y miró mi coño, sonrió y coloco cada una de mis piernas a lado de su cabeza.
—Quería enterrar mi cara en ese delicioso coño rosado, pero… no aguanto más. Desde ayer me dejaste así —comenzó a tocarse lentamente su enorme y gordo falo —no podré resistirlo más —de una sola estocada me embistió.
Nuestros gemidos, al igual que nuestros cuerpos, se fusionaron en uno solo. Solamente se escuchaba el choque de nuestros cuerpos, hasta que habló.
—¿A quién perteneces? —su dedo pulgar se posó en mí clítoris, comenzó a masajearlo, no tardaría mucho en surtir el efecto deseado —dilo o pararé —de inmediato abrí los ojos, tenía que estar de broma, su sonrisa sarcástica no se hizo esperar —anda mi amor —la burla en su voz no paso desapercibida —dilo ya —comenzó a detenerse, ¡jodido bastardo manipulador!
—¡A ti! —grite— por favor no lo hagas de nuevo —su cara llena de satisfacción lo decía todo.
—Muy bien mi amor —comenzó con sus movimientos de nueva cuenta —¿Quién es tu único hombre? —¡Maldito, imbécil!
—¡Tu, tu eres el único! —su sonrisa se amplió.
—Buena respuesta, porque tú también eres mi única mujer —recalcó esas dos últimas palabras —y para que te quede más claro. Siempre cumplo con mi palabra.
—¡Jodeeeeer!, sigue así, no pares, por favor — chillé, mi orgasmo ya se estaba formando rápidamente.
—Abre los ojos —obedecí al instante —¿entendiste? —asentí —tú siempre serás mi única mujer —de verdad le creí.
Sus embestidas se hicieron cada vez más salvajes, esta vez si obtendría mi final feliz. El orgasmo no se hizo esperar, terminé con una enorme sonrisa en la cara. Él me siguió, pero está vez, su esperma lo roció en mi barriga. Jamás había hecho eso, solo faltaba que me meara, para marcar su territorio. Lo esparció por el resto de mi cuerpo y sonrió con satisfacción.
—¿No quieres mearme de una vez? —comenzó a reír.
—No hace falta mi amor, con esto será suficiente —puse los ojos en blanco.
Me bajé de la mesa, quería irme a mi departamento y pensar si en lo que hice era lo correcto. Liam me miró con una ceja alzada, cuando se dio cuenta de lo que haría, me cargo sobre su hombro.
—¿A dónde crees que vas? —pregunto con enojo.
—A mi departamento, por supuesto —su risotada no se hizo esperar, me echo sobre su hombre, me dio una nalgada y subimos directo a su habitación. Me aventó a la cama y se subió encima de mí.
—¿Qué se supone que haces? —chillé.
—Al parecer no te quedó claro nada de lo que hablamos.
—Solo hablaste tú —me queje.
—De acuerdo, en parte tienes razón. Por eso, repetirás cada palabra que me dijiste hace un momento.
—No lo haré, solamente te las dije por… el momento, además considero que tú tampoco lo dijiste por qué de verdad lo sientas, más bien… —me beso para callarme.
—TÚ. SIEMPRE. SERÁS. MI. ÚNICA. MUJER —me lo repitió viéndome a los ojos, así que sonreí —¿comprendes?, no hay, ni habrá nadie más para mí, a menos que tú, decidas no seguir adelante —¿será que lo termine ahora? —si no hablas asumiré que…
—Quiero ser tu única mujer — hablé rápidamente— promete que jamás me vas a fallar.
—Jamás lo haré, te lo prometo —comenzó a besarme, pero esta vez fue un beso lento y cargado de un nuevo significado —a partir de ahora, todos sabrán que eres mía, que eres mi mujer —eso no lo esperaba.
—Entonces, te puedo presentar como… algo más que un amigo —asintió.
—Y nunca vuelvas a hacer lo que hiciste, estuve a punto de partirle la cara.
—No lo volveré a hacer, lo prometo — acerqué su boca a la mía, lo necesitaba tanto, más ahora que… seríamos más que amigos. Por fin seremos como una pareja común y corriente.
Presente…
Debí darme cuenta de que no cumpliría con su palabra. Es más, debí exigirle haber terminado toda esa misma mañana. Pero no, tonta de mí; como siempre, el corazón le gana a la razón. Y ahora me encuentro aquí, con un nuevo problema en las manos, que ni yo misma sé cómo resolver.